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lunes, 5 de septiembre de 2022

Los psicólogos aconsejan...

Los psicólogos son los modernos capellanes laicos encargados de hacer más llevadera nuestra inserción laboral en el sistema; modernos curánganos de almas que predican la nueva resignación cristiana, que es la resignación laica: la vuelta a la normalidad de la rutina tras el fin de semana o el período vacacional, que hay que afrontar con una actitud optimista, es decir, con una estúpida sonrisa de oreja a oreja y una necia visión positiva de la vida.
 
Los psicólogos, mejor dicho: los psicagogos aconsejan a los trabajadores, precisamente, que valoren  el hecho de tener un empleo, y que éste les aporte identidad, maldita la falta que les hace, y les haga sentirse útiles a la sociedad, es decir utilizados, cuando sólo valen para una cosa, pongamos por caso que para poner una tuerca a un perno,  y son unos perfectos inútiles para casi todo lo demás, debido a la cada vez mayor especialización del trabajo asalariado. 
 
 
Los piscólogos aconsejan a los empresarios que retribuyan, por su parte, a los empleados con un “salario emocional”, además del sueldo que establezca el convenio laboral, preocupándose de su bienestar a fin de tenerlos contentos, valorando sus aportaciones originales o manteniendo, simplemente, un buen trato con ellos, organizando comidas y cenas de hermandad, y celebraciones varias de carácter lúdico y  sociocultural,  que estrechan lazos y fomentan relaciones personales. 
 
Los psicólogos aconsejan a los trabajadores que si tienen problemas en el trabajo se conviertan en  sus pacientes, y que consideren que, aparte de la amenaza del trabajo y de la semana laboral que se cierne sobre su más cercano horizonte de lunes a viernes como una maldición veterotestamentaria, también existe el fin de semana para liberarse momentáneamente de la semana laboral, por lo que hay que ser optimistas y no dramatizar la situación más de lo que es, que ya es de por sí bastante dramática. 
 
 
Los psicólogos aconsejan que nos tomemos «con filosofía», o sea, con resignación -maldita la ecuación que hace iguales dos cosas que no deberían serlo-  después de las vacaciones volver  a la vida cotidiana: los madrugones, los atascos, la rutina, las horas en la oficina y el trabajo, y que pongamos nuestras miras más largas en volver a disfrutar de otras “merecidas” vacaciones, el año que viene. 
 
Los psicólogos dicen que tras las vacaciones suele presentarse el síndrome posvacacional, que es un malestar pasajero, como un sarampión que se circuscribe a las dos primeras semanas de vuelta a la normalidad del curro, por lo que no se ha de dar más relevancia de la que tiene: lo que importa es el trabajo. Si lo tienes malo, si no lo tienes peor, porque estás condenado al desempleo y al sentimiento de que te falta algo en la vida que es fundamental. 
 
Vuelta al cole
 
Los psicólogos afirman que los niños, angelitos ellos, tiernas criaturitas, también sufren, a su modo, ese síndrome posvacacional de rechazo a la normalidad, la «vuelta al cole». Tras varias semanas de descanso, los más pequeños no ven con buenos ojos,  volver a tener que madrugar, ir a clase, hacer deberes, o realizar actividades extraescolares que son tan escolares como las clases propiamente dichas. 
 
Por eso los piscólogos aconsejan que animemos a los niños para que no se depriman y vuelvan felices y contentos al colegio, donde les van a enseñar "lo que es bueno", o sea, que lo malo es bueno y que lo bueno es malo. Padres y profesores, asesorados por estos mercachifles del alma humana, enseñan a los niños a ser fierecillas domadas para pasar sumisamente por el aro.

martes, 31 de agosto de 2021

Se acaba lo bueno y poco que se daba

    Si se te terminan o falta poco y están a punto de finalizar las augustas vacaciones estivales, enfréntate con positividad a la vuelta al trabajo o al cole y a su rutina, aconsejan los modernos doctores y prestigiosos psicagogos (pedopsicagogos o psicopedagogos, tanto monta), de la Universidad de Masachuses, considerada una de las veinte mejores del mundo. 

    La reincorporación tras las vacaciones a los centros laborales o estudiantiles -¡qué tiempos aquellos en los que STVDIVM era sinónimo de ocio y de algo que se hacía por devoción y no de trabajo y de hacer algopor obligación!- implica, según dichos expertos en psicagogía, tener que poner otra vez en marcha el despertador y someterse a horarios fijos preestablecidos e irracionales, vuelta al redil de las obligaciones y las responsabilidades y a dejar atrás unos días sin ataduras ni presiones, lo que genera una cantidad ingente de murria, esa especie de melancólica tristeza que arrastramos y nos hace andar cabizbajos y atrabiliarios, nostalgia del paraíso vacacional perdido, apatía, irritabilidad, malhumor, falta de energía, motivación y concentración,  taedium uitae o hastío existencial y vital,  que se traduce en un deprimente esplín, disminución del rendimiento tanto físico como psíquico, arritmias y taquicardias e incluso graves perturbaciones del sueño como el insomnio o las recurrentes pesadillas relacionadas con la fábrica, oficina o institución académica correspondiente, y alteraciones de la alimentación, síntomas todos ellos que caracterizan el proceso de adaptación a lo malo y conocido (que nunca valdrá más, pese al desafortunado refrán, que lo bueno por conocer, que son las próximas y lejanas vacaciones o la más distante y casi inalcanzable jubilosa jubilación). 


    La vuelta al curro provoca ansiedad, estrés y hasta depresión postvacacional, como reconoce la Organización Mundial de la Salud, que ha registrado ya como enfermedad laboral el "síndrome" que te entra al acabarse las vacaciones en su afán de patologizar todos los aspectos de la vida cotidiana, cada vez más enfermiza gracias a los diagnósticos que la hacen enfermar, pero si cambiamos la manera de enfrentarnos emocionalmente a la dura realidad, podemos hacer que no sea tan difícil el retorno a la normalidad sin perjudicar nuestro bienestar. 

    No se trata tampoco de engañarse mucho uno mismo y de verlo todo de color de rosa y no experimentar emociones negativas, sino de aprender a gestionarlas, como dicen los políticos y economistas, de una manera objetiva y no subjetiva, lo más realista posible, para convivir con dichas malas vibras y poder seguir adelante, siempre adelante sin volver la vista atrás fija en la zanahoria delantera.

    Se trata, según estos doctores en psicagogía  de la Universidad de Masachuses, de cambiar el enfoque pesimista de la realidad, y de recargarse con pilas de energía positiva. Pero, en caso de depresión aguda, no hay que confundirse ni llevarse a engaño, nos advierten los psicagogos, recurramos sin pensarlo más a la ayuda profesional psicofarmacológica. 

    Así pues hay que apostar por la vieja fórmula de buscar el lado positivo de las cosas, centrando el foco de atención de nuestra mirada en aquello que nos pueda reportar satisfacción y motivación, ya sea intrínseca e inmediata, como la de sentirnos autorrealizados al desempeñar profesional- y estupendamente nuestras funciones, para lo que a veces es preciso autoengañarse uno piadosamente un poco, y/o motivación extrínseca y con miras puestas en el porvenir que, por definición, no existe, como el estimulante acicate salarial (por no hablar del infame salario emocional) de la razón económica que nos reporta dinero que nos permitirá otros objetivos más halagüeños... el día de mañana, es decir, nunca o, mejor dicho, cuando yazcamos en el cementerio o se dispersen nuestras cenizas a los vientos.

    Hay que seguir una serie de consejos bienintencionados dentro del marco general de mantenimiento de una actitud realista que no quiere ser ni estúpidamente optimista ni tampoco pesimista, como dormir ocho horas diarias como mínimo, no consumir tanta cafeína entre semana y alcohol los fines de semana para olvidar, practicar alguna actividad que nos guste y distraiga dentro del poco ocio que va a quedarnos cuando volvamos al laburo, hacer ejercicio para liberar endorfinas, y, sobre todo, fomentar los aspectos positivos -el lado bueno de las cosas- y evitar los pensamientos recurrentes negativos que en el peor de los casos nos invitan al suicidio. Ya lo cantaron hace unos años en la Vida de Brian los geniales Monty Python: Always look on the bright side of life!