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lunes, 30 de agosto de 2021

La visión del Infierno en el Hortus Deliciarum

  Herrada de Landsberg o más propiamente de Hohenburg (1125/30-1195) ingresó a temprana edad en la abadía de Hohenburg, en los montes Vosgos, de la que llegó a ser abadesa. Durante diez años embarcó a las sesenta monjas en la elaboración de un voluminoso manuscrito titulado Hortus deliciarum (El jardín de las delicias o deleites), enciclopedia del saber y las creencias existentes con numerosas ilustraciones, la primera de la que se tiene constancia que fue escrita por una mujer. 

    El manuscrito original, cuya mayor parte estaba como era habitual en el siglo XII en latín con glosas en alemán, se perdió en el incendio de 1870 de la Biblioteca de Estrasburgo durante la guerra franco-prusiana, pero se han conservado algunas copias que se hicieron de él por su valor didáctico y artístico de sus textos y miniaturas, lo que ha permitido su reconstrucción.

    La artista, que ha dado rienda suelta a su poderosa imaginación, pretende con esta miniatura aterrorizar a las monjas y novicias de Hohenburg a fin de alejarlas de vicios y pecados. Lo que representa es el castigo eterno de los malditos que en el Juicio Final serán colocados a la siniestra del Juez Soberano, no como los fieles colocados a su diestra, que gozarán eternamente de la recompensa celestial. Lo que presentamos es la copia del original que realizó Christian Moritz en 1818


     El infierno está formado por una serie de cavernas en llamas donde aparecen en muy diversas posiciones los condenados. Los torrentes de fuego dividen la escena en cuatro zonas o niveles. En la planta baja o zona inferior encontramos a Satanás, a quien en la miniatura previa los ángeles del señor encadenaron y arrojaron al lago de fuego. Ahí está como el rey de este horrible reino, como el príncipe de todos los demonios que atormentan a los condenados. Sobre él se lee el texto de “Lucifer ut Satanas”, es decir “Lucifer como Satanás”, el denominado vulgarmente en España Pedro o Pero Botero. 
 

     Tiene el cuello encadenado al río de fuego que enmarca la cámara especial donde se asienta. Su trono está formado por dos monstruos que engullen a los condenados, cuyos pies agarran y cuyas cabezas aplastan. En su regazo Satanás sostiene una pequeña figura, junto a la cual se lee: "El Anticristo". El Anticristo, según las Escrituras, es ciertamente el primogénito de Satanás, la personificación más completa de su maldad y poder, el mayor adversario de Jesucristo, como su nombre indica, por lo que su lugar se encuentra bien en el regazo del Padre de la mentira. A su izquierda vemos un demonio que conduce a un monje. No hacía falta que nos dijera quién era (monachus, calco semántico latino del μοναχός griego, que significa 'solitario') porque el hábito lo delata, que lleva una bolsa llena de dinero, y a continuación ese mismo demonio vierte en la boca abierta del mismo fraile ahora desnudo gran cantidad de monedas que le hace tragar porque el hábito no hace al monje, sino al revés: el monje al hábito; el desgraciado se ha perdido por avaricia. 
 

     En el primer piso (que sería el segundo si considerásemos a la planta baja el primero) vemos dos grandes calderas u ollas: en una, los demonios hierven judíos, reconocibles por sus sombreros puntiagudos, y por la inscripción latina “iudei”, en la otra, caballeros cubiertos con sus armaduras, “armati milites”: soldados armados. Si también ha colocado allí a nobles caballeros, a los que llama brazos de la Iglesia, es sin duda porque algunos caballeros no tuvieron reparos en saquear y devastar los bienes de la abadía, y quizá violar a las monjas.
 

    En el segundo piso, vemos primero a una mujer elegantemente vestida que devora a un niño desnudo, la madre que come a su hijo, luego a una cortesana suspendida por las manos entre dos demonios que la ajustan y le ayudan en su aseo; en el centro, un demonio le corta las orejas a uno que escuchó de buen grado a los aduladores y a los delatores; otro condenado derribado por el suelo es sujetado por la horca de un demonio, mientras su lengua, que está sacando en toda su longitud, es mordida por un sapo, como castigo quizá por haber proferido alguna blasfemia. El último de la derecha es un usurero que tiene un demonio encaramado sobre sus espaldas que derrama oro ardiente en sus manos.

 


    Por último, en el tercer y último piso, aparece primero un desgraciado que se suicida clavándose un puñal, luego tres personas 'impuras' que son heridas y mordidas por serpientes: las dos primeras son dos hombres que parecen sodomitas, la tercera es una mujer -Miguel Ángel utilizará el mismo símbolo de las serpientes en la decoración de la Capilla Sixtina-, y después tres personas engreídas que, como castigo a su orgullo, están colgadas boca abajo y son el juguete de unos diablejos. El primero está contrapesado por una gran piedra sobre la que está sentado un demonio; los otros dos están suspendidos de pies y manos de los dos extremos de una cuerda; entre los dos se baja la cuerda y se ve a un demonio que se balancea sobre ella como si estuviera en un columpio, mientras otros dos espíritus infernales les tiran a los orgullosos de los pelos. Los distintos vicios se representan así con su castigo especial, y Herrada es así una predecesora del Dante y su Divina Comedia. Encima de la fila superior de este terrible cuadro se encuentra el no menos terrible texto bíblico: Vermis impiorum non morietur et ignis illorum in sempiternum non extinguetur. Isaías LXVI, 24: El gusano roedor de los impíos no morirá, y el fuego de aquellos no se apagará en toda la eternidad.