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miércoles, 25 de agosto de 2021

Pecunia non olet o el dinero inodoro.

    El emperador Vespasiano, según cuenta Suetonio en sus Vidas de los doce césares (VIII, 23, 3), puso un impuesto al uso de las letrinas públicas en Roma. Así lo cuenta en la biografía que le dedica a este emperador: reprehendenti filio Tito, quod etiam urinae uectigal commentus esset, pecuniam ex prima pensione admouit ad nares, sciscitans num odore offenderetur; et illo negante: 'atquin,' inquit, 'e lotio est.' Al reprocharle su hijo Tito que hubiera ideado hasta un impuesto sobre la orina, le puso ante las narices las monedas de la primera recaudación, preguntándole si le ofendía su olor; y al responder aquel que no, "Y sin embargo, le dijo, es de la orina".

    Al parecer, según la inevitable Güiquipedia, en la antigua Roma, era común que la orina recogida en las letrinas públicas se aprovechase con fines industriales. El ácido úrico era muy apreciado por los curtidores de pieles, que lo usaban para adobar sus cueros, y por los bataneros que golpeaban los paños en el batán para desengrasarlos y enfurtirlos, así como por los lavanderos, quienes por su contenido en amoníaco lo empleaban como detergente de las manchas de grasa y para blanquear las togas de lana. Probablemente Vespasiano les hizo pagar un impuesto por el derecho de colocar recipientes en los urinarios públicos y vaciarlos después. 

Letrinas públicas de Ostia antigua.

    La frase como tal "(pecunia) non olet" no aparece en la narración de Suetonio, pero se trata de una glosa. Cuando Vespasiano le pregunta a su hijo si le ofende el olor del dinero recaudado, él dice que no, lo que sería algo así como: "Non olet". No huele, es decir, no huele mal -hay que sobreentender. Se da a entender que no hay que preguntarse por la procedencia del dinero, si es blanco o negro, dado que de cualquier forma es válido, significando que el dinero vale lo que vale, independientemente de su procedencia. Me recuerda a aquel proverbio chino que nos trajo de la China el expresidente del gobierno español don Felipe González: "Gato blanco o gato negro, no importa; lo que cuenta es que cace ratones", con el que quedó retratada su catadura ética y moral no sólo como persona sino como gobernante que ha sacado provecho de leer a Maquiavelo.

    Hay dinero negro, que escapa al control fiscal. Y dinero sucio, que suele ser dinero negro obtenido por medio de actividades ilícitas. Las expresiones dinero “negro” y “sucio” son perversas, porque dan a entender implícitamente que hay otro dinero “blanco” y “limpio”, que sería el que ganamos honradamente con el sudor de nuestra frente. 

    Hay quienes hacen dinero: y se hacen ellos mismos dinero, pudriéndose en el vil metal, como el rey Midas, prototipo de los modernos banqueros, quien todo lo que tocaba lo convertía en oro, es decir, en mierda, como en numerosos cuentos populares. La expresión “dinero falso” también es intrínsecamente perversa porque da a entender que hay un “dinero verdadero” que sería el de curso legal, cuando todos en el fondo sabemos que todos los billetes que hay en realidad son falsos, y el dinero la más falsa y abstracta de las monedas, pero no por ello menos real, sino realísima realidad de realidades. 

  
    La paulatina desaparición del dinero físico y su sustitución por el digital, numérico, electrónico, virtual o plástico -aún no dispone de un nombre comúnmente aceptado-, lejos de suponer el fin del dinero o una metamorfosis esencial, pone en evidencia no una nueva forma, sino su forma verdadera, lo que era y es su esencia misma: deuda numérica que hemos contraído.

    Sin duda, nos encaminamos hacia una sociedad sin dinero en metálico y a un dinero líquido efectivamente inodoro, incoloro e insípido como el agua, pero no por ello menos real que el metálico que conocemos desde la acuñación de la primera moneda en la antigüedad. La pandemia nos ha enseñado que el dinero en efectivo es malo para el medio ambiente y además está contaminado con gérmenes y virus al pasar de mano en mano, al estar estas a menudo sucias o no desinfectadas con los geles hidroalcohólicos apropiados. Ya se da por hecho consumado un futuro sin cash, por decirlo en la lengua del Imperio. Hasta algunas parroquias y mendigos y músicos callejeros pasan ya en lugar de la gorra para que les echemos la limosna de la calderilla, un código de Quick Response. El objetivo de la eliminación del dinero físico no es otro que aumentar el control social, y es algo que ya lleva tiempo en marcha, si bien se ha acelerado con la propagación del virus coronado a raíz de la declaración de la pandemia.

 

Vespasiana callejera
 
     En lengua francesa se denomina "vespasienne" (vespasiana) a los urinarios públicos para hombres que instaló el prefecto Rambuteau en los años 1834-1835 en París, de donde se extendieron a otras ciudades, tomando el nombre del emperador Vespasiano que había gravado los urinarios con el impuesto susodicho.