El Poder premia y promociona a intelectuales 'críticos' como Han cuyo discurso no supone ningún peligro para sus intereses. Byung-Chul Han, "considerado uno de los filósofos contemporáneos más destacados", ha recibido en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades del año del Señor de 2025, dotado con una escultura del Joan Miró, un diploma acreditativo, una insignia y 50.000 euros, que no son pocos.
A pesar de algunos acertados dardos de Han, que se repiten a lo largo de sus muchos y breves libros, como "la ilimitada libertad que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión", "aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad"...), su crítica no deja de ser tibia y superficial, porque no profundiza en lo estructural.
Uno, dice Han, se imagina que es libere pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo hasta colapsar.
Hace suya, sin citar la autoría, la cita de un aforismo de Franz Kafka (1883-1924), cuando dice que somos como aquel animal que le arrebata el látigo a su amo y se autoflagela, creyendo que así se libera. Franz Kafka, en efecto, había dejado escrito: "El animal arrebata el látigo al amo y se fustiga a sí mismo para convertirse en amo, y no sabe que esto es solo una fantasía producida por un nuevo nudo en la correa del látigo del amo" ("Das Tier entwindet dem Herrn die Peitsche und peitscht sich selbst, um Herr zu werden, und weiß nicht, daß das nur eine Phantasie ist, erzeugt durch einen neuen Knoten im Peitschenriemen des Herrn").
Frente a fenómenos contemporáneos como la digitalización (teléfonos inteligentes, redes sociales, Inteligencia Artificial...) Han insiste en que nos hemos convertido en esclavos de la tecnología, en lugar de ponerla a nuestro servicio, de forma que no es nuestro producto, sino que nosotros somos su producto. Las redes sociales, por ejemplo, no nos socializan sino que nos aíslan más de lo que estamos.
Frente a la democracia como régimen político dominante propone que debe basarse en la moral y en la virtud del respeto. Su discurso se vuelve así moralista.


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