martes, 19 de septiembre de 2023

Caballo y caballero

    Dos y dos son cuatro, si Pitágoras no miente. Y en el mundo abstracto es verdad, pero cuando descendemos a la realidad... dos y dos son cuatro ¿qué? Las matemáticas, que son las ciencias exactas y por lo tanto verdaderas no mienten en cuanto se refieren a seres inexistentes, ideales, puros, pero sí en cuanto se refieren a la realidad de carne y hueso, que no se deja numerar fácilmente. Como escribió García Lorca a otro propósito, pero no deja de ser significativo y venir a cuento: “Dos y dos no son nunca cuatro en Granada. Son dos y dos siempre, sin que logren fundirse jamás.” 
 
     Ya en la escuela, cuando éramos pequeños, se nos advertía de que no podíamos sumar peras y manzanas como si fueran magnitudes iguales porque el resultado sería erróneo. Dos peras y dos manzanas no son cuatro peras ni cuatro manzanas. Podríamos decir, en todo caso, que son cuatro frutas, pero estamos reduciéndolas a la categoría de "frutas", perdiendo su color, su sabor, su forma, su esencia... También podríamos decir que son cuatro cosas... Pero habríamos perdido más aún la exactitud y el rigor que se le exige a la  matemática, cayendo en el hondo pozo de la indefinición. 
 
Naturaleza muerta con peras y manzanas, Paul Cézanne (1891-2)
 
    Hay un refrán medieval que citaba mucho el filósofo Juan David García Bacca (1901-1992) y que a mí me gusta mucho recordar que dice: Caballo y caballero no son dos sino uno y uno. Viene a decir que la numeración y la suma resultan en la realidad imposibles. El caballo y el jinete montado en él pueden formar una unidad, un único ser similar al centauro mitológico. Jinete y caballo son, dice García Bacca, en cuanto seres uno-y-uno. Cada uno es lo que es, y lo que el otro no puede ser. Podríamos decir que caballo y caballero son dos animales, pero entonces los estamos reduciendo a la condición de “animales”. 
 
    Si añadimos a la figura del caballo y el caballero andantes, la del escudero y su borrico (pensemos por ejemplo en nuestros entrañables don Quijote, Sancho Panza y sus respectivas monturas) no tenemos un número cuatro, sino uno -un caballero- y uno -un escudero- y uno -un caballo- y uno -un borrico-. Podríamos sumarlos, pero entonces estaríamos homogeneizando lo que es heterogéneo, informando lo que es diverso, quitándoles lo que tienen de único e irreductible, reduciéndolos a la categoría de “seres vivos”, por ejemplo, lo que viene a ser lo mismo, aunque suene un poco tremendo, que matándolos. 
 
Don Quijote y Sancho Panza, Jules David (1808-1892)
 
     Que caballo y caballero no eran dos, sino tal vez una sola y temible criatura,  tal vez es lo que sintieron por primera vez los indígenas norteamericanos cuando vieron a los conquistadores españoles a lomos de los primeros caballos llevados al nuevo continente, aquellas cinco yeguas y veinte caballos andaluces que zarparon de Cádiz con Cristóbal Colón en su segundo viaje en 1493. Hay quien dice que gracias a los caballos fue posible la conquista de América, y la colonización del lejano oeste, dado que su presencia en el campo de batalla causaba pavor a incas, aztecas y otros pueblos autóctonos americanos. 
 
       Pero volviendo al ejemplo escolar, en verdad tampoco se pueden sumar peras con peras ni manzanas con manzanas, porque no hay dos peras ni dos manzanas exactamente iguales. Me viene enseguida a la cabeza, cuando los sumandos son ovejas, el dicho de los pastores castellanos de que no hay, dicen ellos, que mezclar o confundir churras con merinas, porque son dos razas distintas de ovejas con distinto valor mercantil: las merinas tienen una lana blanquecina muy apreciada, mientras que las churras son codiciadas no  por lo que nos dan, como suele decirse, sino por lo que nosotros les arrebatamos: por su leche y por su carne. 
 
 
      El número, en definitiva, es una imposición matemática para que uno cualquiera (indefinido, inglés “a”) se convierta en un uno, un número no más (inglés “one”, definidísimo). Como canta la seguidilla: Si vas sumando pasos / cuenta que cuenta, / de lo que es el camino / ya ni te enteras.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Cinco citas fidedignas y una falsa.

 Una cita del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804): "La inteligencia de una persona se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar." (Die Klugheit eines Menschen wird daran gemessen, wie viel Unsicherheiten er zu ertragen vermag.)

oOo

"La libertad a la que aspira el hombre moderno no es la del hombre libre, sino la del esclavo de vacaciones."

Nicolás Gómez Dávila (1913-1994)

oOo

"El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas;/ es ojo porque te ve."

Antonio Machado (1875-1939)

oOo

"El corazón,  si pudiese pensar, se detendría"

Fernando Pessoa (1888-1935)

oOo

"La televisión es, con su sola presencia, el control social en la propia casa. No hay necesidad de imaginarla como un periscopio espía del régimen en la vida privada de cada uno, porque ella es mucho más que eso: es la certidumbre de que la gente ya no se habla, de que está definitivamente aislada frente a una palabra sin réplica."

 (La TV, c'est, par sa présence même, le contrôle social chez soi. Pas besoin de l'imaginer comme périscope espion du régime dans la vie privée de chacun, puisqu'elle est mieux que cela : elle est la certittude que les gens ne se parlent plus, qu' ils sont définitivement isolés face à une parole sans réponse).

Jean Baudrillard (1929-2007)

Lo que escribía Baudrillard en los setenta a propósito de la caja tonta puede aplicarse hoy y nunca más a propósito porque parece que ha sido pensando adrede, a la WWW (World Wide Web), la Red Informática Universal de internet y todo lo que gira en torno a ella: móviles, redes sociales y demás TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación, o mejor: Tecnologías de la Conformación y de la Incomunicación).   

    oOo 

  Recojo de la Red una cita atribuida falsamente a Jorge Luis Borges, una fake quote en la lengua del Imperio, por lo que a mí se me alcanza, de las muchas que abundan en la Red, sobre en este caso la tauromaquia. Borges,  preguntado supuestamente por un periodista sobre el toreo y la figura del torero, habría respondido:

    ─La tauromaquia es una de las formas vigentes de la barbarie. En cuanto a la figura del torero, creo que es esencialmente un cobarde. Un hombre que con todo un aparato racional de estrategias, entrenamientos, armas, estocadas practicadas, clases y mucho estudio premeditado, se mide frente a un animal pasmado por la sorpresa, por la ansiedad; un animal que no tiene otro recurso que los reflejos de su instinto primario. Bajo esa disparidad podemos medir el valor de los toreros. La valentía verdadera no soporta desniveles tan abusivos. Por eso para mí los toreros no son valientes, sino más bien bufones.

   No hace falta atribuirle esta crítica a Borges ni a ningún otro maestro de prestigio para darle valor a dicho juicio, bastan los argumentos.

domingo, 17 de septiembre de 2023

La imagen en el espejo

    Las ideas que tenemos de las cosas nos impiden ver las cosas como son. Decía el poeta francés Paul Valéry: «Regarder, c’est oublier les noms des choses que l’on voit» Ver (o si se prefiere, mirar) es olvidar los  nombres de las cosas que se ven. Cuando miramos un árbol y decimos “es un roble”, la mención del nombre, que es conocimiento botánico, condiciona nuestra mente de tal modo que la palabra “roble” se interpone entre nosotros y la percepción del árbol que tenemos delante. 

 

     Lo mismo sucede con nosotros, las personas, que no dejamos de ser una cosa más, poca cosa por mucho que nos creamos.   Cada uno de nosotros tiene una idea de sí mismo, una imagen de lo que creemos que somos o que deberíamos ser, y esta imagen impide que nos veamos tal como somos. Lo mismo sucede con los demás.

    Y lo mismo sucede con las ideas que tenemos, que también son cosas a su modo. Por ejemplo, cuando nos ponemos a mirar la muerte cara a cara, cuando nos ponemos a pensar en ella, cuando reflexionamos sobre la muerte; ¿podemos hacerlo sin la palabra “muerte” y sin la idea que hace surgir el temor que emana de la muerte? ¿No es cierto que la propia palabra produce una vibración y un escalofrío que es su propia imagen?
 
 
    Desde que hemos hecho uso de razón y entendimiento nos han inculcado el miedo a la muerte, nos han dicho: “Vas a morir”. Y nosotros lo hemos interiorizado. Nos hemos dicho: “Voy a morir”. Nuestro pensamiento ha creado el temor a la muerte, que esa y no otra es nuestra condena futura,  pero si no lo crea ¿hay algún temor?  

    Todas las ideas e imágenes que tenemos son ficticias y no podemos vivir en una abstracción. Sin embargo, eso es lo que habitualmente hacemos: vivir de ideas, de teorías, de símbolos, de imágenes que hemos creado de nosotros mismos, de los demás y de las demás cosas, que no son realidades en absoluto.
 
    Cuanto más sublimes, abstractas y sutiles son esas ideas, más culto les rendimos, así como a los libros que las contienen, que pasamos a considerar libros sagrados. 
 

    Si vivimos al lado de un río rumoroso, después de pocos días no oiremos el sonido encantador del agua, o si tenemos un cuadro en el salón que estamos viendo todos los días, después de una semana ya no nos damos cuenta de él. Y ocurre igual con las montañas, los valles, los árboles y lo mismo con la familia y los amigos y la gente que nos rodea.

    Si yo tengo una imagen de ti y tú tienes una imagen mía, no nos vemos el uno al otro naturalmente tal como somos en realidad. Lo que vemos son las imágenes que nos hemos configurado el uno del otro. Estas imágenes impiden el contacto entre nosotros y por ese motivo nuestra relación está condenada quizá al más estrepitoso de los fracasos.

sábado, 16 de septiembre de 2023

La jaula y el pájaro

    El aforismo de Kafka núm. 16 dice : “Una jaula fue a buscar a un pájaro” ("Ein Käfig ging einen Vogel suchen"). Veo que a veces se traduce mal a nuestra lengua como “*Una jaula fue a buscar un pájaro”, que en castellano suena ambiguo porque parece que el sujeto de la frase es el pájaro y el objeto la jaula. Esta ambigüedad no existe en alemán donde el pájaro está en caso acusativo, como revela el artículo “einen”, y por lo tanto es el objeto de la frase. La traducción castellana, para ser exacta, debe contener la preposición “a”, que es un índice funcional negativo, como dicen los gramáticos estructuralistas, es decir, que sirve para dar a entender que lo que viene después no es el sujeto, sino otro elemento de la frase, en este caso el objeto. 

    Una vez establecida la traducción, llama la atención que el objeto (la jaula, el ser inanimado, la cosa) desempeñe la función del Sujeto gramatical, y que el sujeto (el pájaro, el ser animado, la no-cosa) sea el Objeto gramatical. He ahí la paradoja kafkiana: es la jaula la que va a buscar al pájaro y no el pájaro el que va a buscar la jaula. Sería más lógico que fuera al revés, bien porque el pájaro esté hambriento y sediento y haya visto que en su interior hay agua y comida, bien porque busque refugio, temeroso de la intemperie y del peligroso depredador que es el gato que acecha en el jardín, por ejemplo, y prefiere la seguridad a la libertad, ya que en su interior hay unos barrotes que impiden la intromisión de las garras del felino.


 

    La jaula, que hemos de suponer vacía y abierta, es una invitación al pájaro para que se adentre en ella. Pero lo que le gustaría realmente a la jaula es que el pájaro hubiera nacido en ella, porque el pájaro vernáculo nacido en cautividad no sabrá nunca volar ("El canario, enjaulado; / la jaula, abierta; / pero el pobre no sabe / volar que pueda"), y aunque permanezca abierta la puerta nunca saldrá probablemente de ella, como el preso que pudiendo evadirse de la prisión no lo hace, porque ¿a dónde va a ir él que mejor esté? A fin de cuentas, en el módulo penitenciario no le falta comida ni cama ni techo, y puede recibir con la debida autorización visitas del exterior de carácter íntimo. Fuera hay un mundo hostil donde hay que ganarse la vida perdiéndola en el intento.


 

    Lo que llama la atención del aforismo kafkiano es que se centra no en la libertad -el vuelo del pájaro- sino en la necesidad de la prisión -la jaula que lo contenga. Hay quien sugiere que la jaula es el cuerpo y el pájaro el alma que necesita encarnarse en ella. Puede ser, pero en este caso es el cuerpo el que quiere tener un alma, y no el alma la que quiere tener un cuerpo. En realidad, es una metáfora del sistema legislativo de represión vigente. La cárcel va a buscar al hombre para recordarle que no es libre y convertirlo en un presidiario que así se realiza por propia voluntad.


    Podría decirse que la jaula es una trampa que el pájaro se tiende a sí mismo. Podría decirse que la jaula es el gato que quiere capturar al pájaro. Y podría decirse, en definitiva, que la jaula es el pájaro mismo, como cantaba Agustín García Calvo en aquellos versos: De su jaula aletea y sangra / el pájaro desconocido. / Salir quiere y no puede:/ su jaula es él mismo. Y es que el mundo a veces, o casi siempre, por no decir siempre, es completamente distinto de lo que parece. 

 

    El poeta vasco Joxean Artze (1939-2018) es autor de uno de los poemas más bellos dentro de la brevedad que conozco, convertido enseguida a través de su versión cantada en poesía popular, porque acierta a formular con muy pocas palabras algo que todos sentimos y pensamos y a veces no acertamos a expresar, gracias sobre todo a la musicalización que Mikel Laboa (1934-2008) llevó a cabo y otros muchos después de él han cantado. Que viene a decirnos que la posesión mata las cosas, simbolizada en este caso no por la jaula sino por el hecho de amputarle las alas al pájaro. Txoria txori, en eusquera o, lo que es lo mismo, Pájaro, pajarito: Si le hubiera cortado las alas / habría sido mío, / no se me habría escapado. Pero así, / habría dejado de ser pájaro. Y yo... / yo lo que amaba era el pájaro.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Seguridad pública y privada

    El gobierno español, según declaraciones del aquel entonces flamante y hoy ajado ex-presidente que predicaba  "motivos para creer", publicó hace unos años convocatoria de treinta y seis mil plazas vacantes para las FCSE (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado) a razón de 9000 por año en aquella legislatura. El melifluo jefe de aquel ejecutivo dijo para justificar su medida que quería tener unas fuerzas «mejor retribuidas, con más medios y más investigación» ya que, a su juicio, no se trataba sólo de tener más policías «sino de tener una buena Policía». 
 
 
    Aquel presidente siempre sonriente -¿de qué se reía, habría que preguntarle, señor ex-presidente? ¿de qué se reía?- hizo mención de las «nuevas formas de terrorismo» presentes en las sociedades occidentales ante las que, afirmó, resulta imprescindible perfeccionar los servicios de información. Ya no se trataba sólo, por lo que parecía, de luchar contra el terrorismo y la delincuencia generadas por el propio sistema para mantenerse a sí mismo: «Nos acecha un nuevo terrorismo difuso y escurridizo que se alimenta del fanatismo y que se sirve de la mayor permeabilidad de las fronteras», eructaba el presidente. 
 
    Ahí es nada.  En ningún momento de su intervención hacía mención en su huera retórica del creciente fenómeno del aumento de la seguridad “privada” o parapolicial. En los organismos oficiales, infraestructuras públicas privatizadas e instituciones privadas como las bancarias o los centros comerciales hay vigilantes de seguridad armados con una mínima preparación, a sueldo no del Estado sino del capital privado. 
 
 
    Entre estos puede haber agentes con perfil delictivo o psicopático, que diría un psicólogo, que no aprobarían el examen de ingreso en ninguna academia de policía por muy loca que fuera, y que son contratados por la empresa privada facilitándoseles un arma y la consiguiente licencia para emplearla en "legítima defensa".  
 
    Debería prestársele más atención a este fenómeno, y deberíamos analizar por qué hay un negocio tan floreciente alrededor de la seguridad, tanto pública como privada. Sin duda, hay muchos intereses detrás, y no sólo económicos, sino también políticos,  que viene a ser lo mismo. 
 
    Menos lobos, señor ex-presidente. Menos “acecho de terrorismo difuso y escurridizo”. Aquí el fanatismo más evidente es el de los que creen a pie juntillas, como usted y muchos de sus clientes y palanganeros, en la Seguridad con mayúsculas, en que puede haber algo como eso. Aquí el terrorismo más “difuso y escurridizo”, o sea el más abstracto, es el de los que nos meten miedo como usted. 
 
 
    La permeabilidad de las fronteras es buena. Lástima que todavía haya algunas, muchas, impermeables. Lástima que sean más infranqueables que nunca. Lástima que haya fronteras en definitiva.

jueves, 14 de septiembre de 2023

La fuga de Heraclito

    Diógenes Laercio en su Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (IX, 2-3; traducción de Luis-Andrés Bredlow) nos habla del alejamiento de la política de Heraclito de Éfeso: Y cuando le pidieron que estableciera leyes, lo desdeñó, por estar dominada ya la ciudad por una constitución viciosa. Retirándose al templo de Ártemis, se puso a jugar a los dados con los niños; y a los efesios que lo rodeaban, dijo: ¿Qué os admiráis, villanos? ¿Acaso no es mejor esto que hacer política con vosotros? 
 
 
    El filósofo, retirado en el templo de Ártemis, una de las siete maravillas del mundo antiguo, donde depositó su libro del que nos han llegado escasos fragmentos, publicándolo de esta curiosa y original manera,  prefería jugar con los niños a los dados y decirles a sus conciudadanos que era mejor hacer eso que tomar parte en su vida civil, con un rechazo contundente de la política. 
 
    Uno de los fragmentos de ese libro que nos ha llegado ha sido gracias, precisamente, a su biógrafo Diógenes Laercio que le reprocha al sabio de Éfeso que fuera más orgulloso y soberbio que nadie porque, como dejó escrito: El saber muchas cosas no enseña inteligencia; pues habría enseñado a Hesíodo y a Pitágoras, y además a Jenófanes y a Hecateo, despachándose de un plumazo a cuatro sabios consagrados, y finalmente, al mismísimo Homero, el fundamento de la educación griega clásica, que lo mismo que Arquíloco merecía ser expulsado de los certámenes y azotado
 
    Friedrich Nietzsche, en La genealogía de la moral, III, 8 (tr. Andrés Sánchez Pascual) escribía: Pero aquello de lo que Heráclito huía continúa siendo lo mismo de lo que nosotros nos apartamos ahora: el ruido y la charlatanería de demócratas de los efesios, su política, sus novedades del 'Reich' (de Persia, ya se entiende), su chismorrería del «hoy», —pues nosotros los filósofos necesitamos sobre todo calma de una cosa: de todo «hoy». 
     
     Nietzsche, en la obra citada, lamentaba no poder hacer lo mismo que Heraclito, retirarse a las columnatas del templo de Ártemis, pero confiesa que podría aislarse del mundanal ruido en su cuarto de estudio de la Plaza de San Marcos de Venecia, en un día de primavera, por la mañana, de 10 a 12 horas, una Venecia que hemos de imaginar vacía, por supuesto, de turistas. 
 
 
    Nosotros, sin necesidad de adoptar como Nietzsche la presuntuosa y devaluada etiqueta de «filósofos» o amantes de la sabiduría, ese amor imposible nunca correspondido, seguimos huyendo como Heraclito del ruido y la charlatanería de los demócratas de los efesios, nuestros contemporáneos, y de su chismorrería del «hoy», de las actualidades que nos distraen de lo que importa, que es lo que de eterno hay tras la actualidad.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Reflexión sobre la violencia

    A Bertolt Brecht (1898-1956) le debemos algunas, muchas y muy buenas ocurrencias. Una de ellas es esta reflexión que hace sobre la violencia estructural o sistémica que me he entretenido traduciendo del alemán y versificando en dos cuartetas de arte menor.

    Dice Brecht que lo escandalosamente violento no es el río que se desborda, sino los márgenes que lo constriñen y encorsetan. Asimismo, lo escandalosamente violento no es el temporal que azota los árboles, sino el que doblega a las personas haciendo que se agachen doblando el espinazo.
 
 El río que se desmadra / dícese que es truculento; / más del lecho que lo encauza / nadie dice que es violento.
 
 Der reißende Strom wird gewalttätig genannt. Aber das Flußbett, das ihn einengt, nennt keiner gewalttätig.
 
 Es el temporal que dobla / los abedules violento; / mas ¿qué decir del que encorva / espaldas de jornaleros? 
 
Der Sturm, der die Birken biegt, gilt als gewalttätig. Aber wie ist es mit dem Sturm, Der die Rücken der Straßenarbeiter biegt?

martes, 12 de septiembre de 2023

Cuentas y cuentos (Lenguaje científico frente a lenguaje poético)

    Eduardo Galeano (1940-2015) dijo en una entrevista a raíz de la publicación de su libro 'Los hijos de los días' (2012): Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. 
 

     Contraponía el escritor uruguayo así el lenguaje científico pretendidamente objetivo con el lenguaje literario o poético declaradamente subjetivo, lo que dicen los hombres de ciencia y sabios de la tribu, y lo que dice un pajarito. ¿Quién dice más verdad? Ambos lenguajes versan, cada uno a su modo, sobre la realidad, y ambos son pretensiones de decir una verdad que en la realidad desde que el mundo es mundo brilla por su ausencia y se diluye. 
 
    El lenguaje científico usa conceptos como “átomos”, “partículas elementales”, “corpúsculos”, “ondas” que pretenden dar cuenta de la realidad objetivamente, pero solo podrían resultar verdaderos si ellos no formaran parte, y parte considerable, de la propia realidad. Por eso se acerca más a la verdad el pajarito de Galeano, que no miente porque no forma parte de la realidad objetivamente como los científicos, y que nos dice que estamos llenos de historias o de cuentos que reconocen que "cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia" o sea, ficciones o mentiras, los cuentos que nos cuentan los políticos, los padres, los sacerdotes, los maestros y profesores y en definitiva los científicos. 
 
    En realidad o, mejor dicho, en verdad, lo que nos dice el misterioso pajarito, un ser volandero y casi incorpóreo e inexistente, libre y por lo tanto inaprehensible, es que no sabemos de qué estamos hechos, si estamos hechos de agua y barro, de átomos o de cuerpo mortal y alma imperecedera... No sabemos siquiera si estamos hechos o a medio hacer todavía, o si no nos estamos deshaciendo, malhechos y maltrechos como estamos, a cada instante que trascurre. 
 
    Y en eso tiene razón el lenguaje poético, el trino de ese pajarito misterioso: estamos hechos de historias y de cuentos, porque, como cantó nuestro entrañable poeta León Felipe, no poco socrático él: "Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan sólo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre… / ha inventado todos los cuentos. / Yo no sé muchas cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos… / y sé todos los cuentos."
 
    Así lo cantaba, hace la friolera de cincuenta años, el grupo Aguaviva:


lunes, 11 de septiembre de 2023

¡Mamá, no quiero volver al cole!

    Ahora que comienza el curso escolar con la operación de "vuelta al cole" conviene releer a Giovanni Papini (1881-1956), que se adelantó en su libro ¡Cerremos las escuelas! (1914), a los teóricos de la antipedagogía como Ivan Illich y su La sociedad desescolarizada (1970), y a darle la razón a ese niño que todos llevamos dentro y que llora porque no quiere volver al cole.

    Un Giovanni Papini, especialmente cáustico y provocador, escribe un texto que cien años después resulta de plena vigencia y expresa un malestar hoy en aumento, cuando la enseñanza, reconvertida en educación, como se denomina al adoctrinamiento más pernicioso que se camufla de liberación, se ha vuelto obligatoria desde los seis hasta los dieciséis años, y se considera un logro social irrenunciable, hablándose incluso de alargar la obligatoriedad hasta los dieciocho años, que es la mayoría de edad, y de hacer obligatoria la enseñanza preescolar de 0 a 6 años, sin que pocas voces tengan el coraje de poner en cuestión y expresar su disconformidad.

 
    La escuela enseña muchas cosas inútiles, que luego hay que desaprender para aprender muchas otras cosas uno mismo. Enseña muchísimas cosas falsas o cuestionables y cuesta mucho esfuerzo luego librarse de ellas, y no todo el mundo lo consigue. 
 
 
    (...) Casi nunca enseña lo que un hombre tendrá que hacer realmente en la vida, para lo cual se requiere entonces un largo y arduo noviciado autodidacta. Enseña (pretende enseñar) lo que nadie puede enseñar nunca: pintura en las academias; gusto en las escuelas de letras; pensamiento en las facultades de filosofía; pedagogía en los cursos normales; música en los conservatorios. Enseña mal porque enseña las mismas cosas a todos de la misma manera y en la misma cantidad sin tener en cuenta la infinita diversidad de ingenio, raza, extracción social, edad, necesidades, etc. 
 
    No se puede enseñar a más de uno. No se aprende nada de los demás salvo en conversaciones entre dos, donde el que enseña se adapta a la naturaleza del otro, explica, ejemplifica, cuestiona, discute y no dicta desde arriba. 
 
    Casi todos los hombres que han hecho algo nuevo en el mundo o no fueron nunca a la escuela o huyeron pronto de ella o fueron "malos" estudiantes. (Los mediocres que consiguen en la vida una carrera honorable y regular y tal vez alcanzan cierta fama han sido a menudo los 'primeros' de la clase). 

 
    La escuela no enseña precisamente lo que más se necesita: en cuanto uno ha aprobado sus exámenes y obtenido sus diplomas, tiene que vomitar todo aquello de lo que se ha atiborrado en esos banquetes forzados y empezar de nuevo. Si queda algo de inteligencia en el mundo, hay que buscarla entre los autodidactas o los analfabetos. 
 
    Hay que cerrar todas las escuelas. De la primera a la última. Jardines de infancia y guarderías; colegios e internados; escuelas primarias y secundarias; gimnasios y liceos; escuelas técnicas e institutos técnicos superiores; universidades y academias; escuelas de oficios; escuelas superiores, facultades y universidades de ciencias aplicadas; escuelas politécnicas y escuelas normales. (...)
 

    Todo se asentará y calmará con el tiempo. La gente encontrará formas de saber (y de saber mejor y en menos tiempo) sin tener que sacrificar los mejores años de su vida en los bancos de las cuasiprisiones gubernamentales. Habrá más hombres inteligentes y más hombres de genio; la vida y la ciencia progresarán aún mejor; cada uno se las arreglará por su cuenta y la civilización no se ralentizará ni un segundo. 
 
    Habrá más libertad, más salud y más alegría. El alma humana por encima de todo. Es lo más precioso que cada uno de nosotros posee. Queremos salvarla al menos cuando está desplegando sus alas.
     Extraído de ¡Cerremos las escuelas!, Giovanni Papini.

domingo, 10 de septiembre de 2023

Pareceres XXVIII

136.- Clase ociosa e improductiva. Uno de los intelectuales o pensadores, como dice la publicidad editorial,  más leídos del mundo en los últimos años, si no el que más, el historiador israelí Yuval Noah Harari (1976-...) afirma sin pudor que los seres humanos solo tienen razón de ser en función de su valor económico. Escribe sin temblarle el pulso en Homo Deus (2016): La gente vive mucho más tiempo de lo que se esperaba y no hay dinero para pagar las pensiones y los tratamientos médicos (…) En el siglo XXI podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad, al poder y a la gloria de la sociedad. Esta “clase inútil” no solo estará desempleada: será inempleable. ¿Qué habrá que hacer -¿habrá que hacer algo?- con esta clase ociosa e improductiva? 
 
 
137.- El pueblo no bombardea: Tras la invasión de Ucrania por el ejército ruso, la opinión pública occidental ha demonizado a los rusos. En una pintada callejera que dice “amigos del pueblo ruso”, alguien ha sobrescrito “cuando deje de bombardear Ucrania”. Y yo me he quedado pensando: “¿Cómo podemos confundir una cosa como es el pueblo con otra muy distinta como el gobierno y el ejército a su servicio? El pueblo no bombardea. Ningún pueblo ha bombardeado nunca a ningún otro. Son los ejércitos y los gobiernos que da la orden los que bombardean y asesinan. 
 
 
138.- Los sindicatos orgánicos, desde que renunciaron radicalmente al proyecto político de transformar la sociedad desde abajo y se consumó el divorcio del Sindicato y el ámbito laboral del Partido o el político, se han limitado a ser meras gestorías o asesorías jurídicas laborales de su clientela de afiliados y simpatizantes y a reivindicar como mucho subidas salariales en los convenios colectivos: como intermediarios que son, son los máximos colaboradores de la patronal y del Estado, dado que no cuestionan su existencia ni la realidad del trabajo asalariado mismo, sino que se dedican a gestionar, como se dice ahora, y a hacer más llevaderas las condiciones materiales en las que se desempeña la servidumbre laboral.
 

 139.- Sobre el amor y el sexo escribió Fernando Pessoa las palabras más desengañadas en su entrañable lengua portuguesa, que no difiere tanto de la nuestra castellana,  hermanas ambas que son: Nunca amamos a nadie. Amamos, tan sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro -a nosotros mismos, en suma-. Esto es verdad en toda la escala del amor. En el amor sexual buscamos un placer nuestro alcanzado por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor que no es sexual, buscamos nuestro placer mediante una idea nuestra también

 
140.- Un juzgado de Ferrol, la Audiencia Provincial de La Coruña y el Tribunal Constitucional condenaron a una persona, durante la ceremonia de izada de una bandera rojigualda española, por coger un megáfono y gritar en gallego: "hay que prenderle fuego a la puta bandera". El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, después de ocho años de imputación y seis de condena por ultraje a la bandera, concluye que su actuación no tiene ningún reproche penal y se enmarca dentro de la libertad de expresión. La expresión del sentimiento de que hay que quemar la(s) puta(s) bandera(s) está amparada por el derecho a la libertad de expresión. No hay ningún ultraje a la bandera. El mayor ultraje y crimen además de lesa humanidad es que ondeen banderas todavía.