martes, 19 de septiembre de 2023

Caballo y caballero

    Dos y dos son cuatro, si Pitágoras no miente. Y en el mundo abstracto es verdad, pero cuando descendemos a la realidad... dos y dos son cuatro ¿qué? Las matemáticas, que son las ciencias exactas y por lo tanto verdaderas no mienten en cuanto se refieren a seres inexistentes, ideales, puros, pero sí en cuanto se refieren a la realidad de carne y hueso, que no se deja numerar fácilmente. Como escribió García Lorca a otro propósito, pero no deja de ser significativo y venir a cuento: “Dos y dos no son nunca cuatro en Granada. Son dos y dos siempre, sin que logren fundirse jamás.” 
 
     Ya en la escuela, cuando éramos pequeños, se nos advertía de que no podíamos sumar peras y manzanas como si fueran magnitudes iguales porque el resultado sería erróneo. Dos peras y dos manzanas no son cuatro peras ni cuatro manzanas. Podríamos decir, en todo caso, que son cuatro frutas, pero estamos reduciéndolas a la categoría de "frutas", perdiendo su color, su sabor, su forma, su esencia... También podríamos decir que son cuatro cosas... Pero habríamos perdido más aún la exactitud y el rigor que se le exige a la  matemática, cayendo en el hondo pozo de la indefinición. 
 
Naturaleza muerta con peras y manzanas, Paul Cézanne (1891-2)
 
    Hay un refrán medieval que citaba mucho el filósofo Juan David García Bacca (1901-1992) y que a mí me gusta mucho recordar que dice: Caballo y caballero no son dos sino uno y uno. Viene a decir que la numeración y la suma resultan en la realidad imposibles. El caballo y el jinete montado en él pueden formar una unidad, un único ser similar al centauro mitológico. Jinete y caballo son, dice García Bacca, en cuanto seres uno-y-uno. Cada uno es lo que es, y lo que el otro no puede ser. Podríamos decir que caballo y caballero son dos animales, pero entonces los estamos reduciendo a la condición de “animales”. 
 
    Si añadimos a la figura del caballo y el caballero andantes, la del escudero y su borrico (pensemos por ejemplo en nuestros entrañables don Quijote, Sancho Panza y sus respectivas monturas) no tenemos un número cuatro, sino uno -un caballero- y uno -un escudero- y uno -un caballo- y uno -un borrico-. Podríamos sumarlos, pero entonces estaríamos homogeneizando lo que es heterogéneo, informando lo que es diverso, quitándoles lo que tienen de único e irreductible, reduciéndolos a la categoría de “seres vivos”, por ejemplo, lo que viene a ser lo mismo, aunque suene un poco tremendo, que matándolos. 
 
Don Quijote y Sancho Panza, Jules David (1808-1892)
 
     Que caballo y caballero no eran dos, sino tal vez una sola y temible criatura,  tal vez es lo que sintieron por primera vez los indígenas norteamericanos cuando vieron a los conquistadores españoles a lomos de los primeros caballos llevados al nuevo continente, aquellas cinco yeguas y veinte caballos andaluces que zarparon de Cádiz con Cristóbal Colón en su segundo viaje en 1493. Hay quien dice que gracias a los caballos fue posible la conquista de América, y la colonización del lejano oeste, dado que su presencia en el campo de batalla causaba pavor a incas, aztecas y otros pueblos autóctonos americanos. 
 
       Pero volviendo al ejemplo escolar, en verdad tampoco se pueden sumar peras con peras ni manzanas con manzanas, porque no hay dos peras ni dos manzanas exactamente iguales. Me viene enseguida a la cabeza, cuando los sumandos son ovejas, el dicho de los pastores castellanos de que no hay, dicen ellos, que mezclar o confundir churras con merinas, porque son dos razas distintas de ovejas con distinto valor mercantil: las merinas tienen una lana blanquecina muy apreciada, mientras que las churras son codiciadas no  por lo que nos dan, como suele decirse, sino por lo que nosotros les arrebatamos: por su leche y por su carne. 
 
 
      El número, en definitiva, es una imposición matemática para que uno cualquiera (indefinido, inglés “a”) se convierta en un uno, un número no más (inglés “one”, definidísimo). Como canta la seguidilla: Si vas sumando pasos / cuenta que cuenta, / de lo que es el camino / ya ni te enteras.

2 comentarios:

  1. Los hombres bajo el peso tecnológico de la Ciencia se aferran a las apariencias escenificadas con su cómputo automatizado de entes ideales, y en un sinvivir administrado llegan a salvar ideales de vida al precio inevitable del sacrificio que siempre exigen los ideales.

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  2. En el altar de los ideales, que son dioses que piden sangre, nos inmolamos nosotros y sacrificamos también la vida que tenemos.

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