Diógenes Laercio en su Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (IX, 2-3; traducción de Luis-Andrés Bredlow) nos habla del alejamiento de la política de Heraclito de Éfeso: Y cuando le pidieron que estableciera leyes, lo desdeñó, por estar dominada ya la ciudad por una constitución viciosa. Retirándose al templo de Ártemis, se puso a jugar a los dados con los niños; y a los efesios que lo rodeaban, dijo: ¿Qué os admiráis, villanos? ¿Acaso no es mejor esto que hacer política con vosotros?
El filósofo, retirado en el templo de Ártemis, una de las siete maravillas del mundo antiguo, donde depositó su libro del que nos han llegado escasos fragmentos, publicándolo de esta curiosa y original manera, prefería jugar con los niños a los dados y decirles a sus conciudadanos que era mejor hacer eso que tomar parte en su vida civil, con un rechazo contundente de la política.
Uno de los fragmentos de ese libro que nos ha llegado ha sido gracias, precisamente, a su biógrafo Diógenes Laercio que le reprocha al sabio de Éfeso que fuera más orgulloso y soberbio que nadie porque, como dejó escrito: El saber muchas cosas no enseña inteligencia; pues habría enseñado a Hesíodo y a Pitágoras, y además a Jenófanes y a Hecateo, despachándose de un plumazo a cuatro sabios consagrados, y finalmente, al mismísimo Homero, el fundamento de la educación griega clásica, que lo mismo que Arquíloco merecía ser expulsado de los certámenes y azotado.
Friedrich Nietzsche, en La genealogía de la moral, III, 8 (tr. Andrés Sánchez Pascual) escribía: Pero aquello de lo que Heráclito huía continúa siendo lo mismo de lo que nosotros nos apartamos ahora: el ruido y la charlatanería de demócratas de los efesios, su política, sus novedades del 'Reich' (de Persia, ya se entiende), su chismorrería del «hoy», —pues nosotros los filósofos necesitamos sobre todo calma de una cosa: de todo «hoy».
Nietzsche, en la obra citada, lamentaba no poder hacer lo mismo que Heraclito, retirarse a las columnatas del templo de Ártemis, pero confiesa que podría aislarse del mundanal ruido en su cuarto de estudio de la Plaza de San Marcos de Venecia, en un día de primavera, por la mañana, de 10 a 12 horas, una Venecia que hemos de imaginar vacía, por supuesto, de turistas.
Nosotros, sin necesidad de adoptar como Nietzsche la presuntuosa y devaluada etiqueta de «filósofos» o amantes de la sabiduría, ese amor imposible nunca correspondido, seguimos huyendo como Heraclito del ruido y la charlatanería de los demócratas de los efesios, nuestros contemporáneos, y de su chismorrería del «hoy», de las actualidades que nos distraen de lo que importa, que es lo que de eterno hay tras la actualidad.
《Estamos inundados de información sin sentido ni necesidad, y una vez extendido el Síndrome de Inmunodeficiencia Anti-informativa》, podemos añadir que está asegurada la estupidez institucional y la idiocia inculcada y administrada, de la que pretenden que ya no se libre ni la mas tierna infancia.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Lo llaman "infodemia", juntando "información" con epidemia (o pandemia, que es más actual) .
Eliminar