sábado, 30 de septiembre de 2023
Contra la desinformación informativa
viernes, 29 de septiembre de 2023
El Ejército español se defiende contratacando (y II)
La cuestión séptima del documento que nos ocupa dice que España no tiene en la actualidad ninguna amenaza hostil directa de guerra que justifique la existencia de un Ejército. El Ministerio parte de la premisa de que no existe el riego cero, y que por lo tanto puede surgir o crearse ad hoc un enemigo de la noche a la mañana: Ucrania, Marruecos, y allá donde nos llame la Organización que para eso somos sus vasallos.
No podía faltar la cuestión ecológica: las maniobras militares destruyen el medio ambiente. Como muestra un botón: El carácter militar de los terrenos del Monte Iroite, el más alto de la sierra de Barbanza en La Coruña, que hace años se convirtió en base militar (para la defensa aérea y “del espacio”) albergando al Escuadrón de Vigilancia Aérea núm. 10 (EVA 10), con su cierre perimetral, hace de este futuro bosque un lugar prácticamente «intocable» y obviamente protegido, alejado de los usos comunes de la gente de la sierra de Barbanza, como son el pastoreo, la ganadería, la agricultura o la caza, y estará, gracias a los sistemas de seguridad, protegido de incendios forestales y «quemas controladas».
La justificación de este atropello, patrocinado por la Fundación Iberdrola, es científica: se pretende evitar con la plantación de 7.200 árboles autóctonos la emisión a la atmósfera de 1.145 toneladas de dióxido de carbono en los próximos cincuenta años, convirtiendo la naturaleza que previamente han destruido construyendo este acuartelamiento aéreo en un parque protegido.
Quieren así poner coto, nunca mejor dicho, hipócritamente al Acuartelamiento Aéreo de Barbanza, y recuperar la vegetación que previamente han destruido. Financiado por la Fundación Iberdrola España, han colaborado voluntarios repoblando el campo de tiro de plantones y el EVA 10, que así pretende hacerse un lavado de cara ecológico. El Ministerio de la Guerra quiere así salvar el Planeta a costa de hacerles un poco más insufrible la vida a sus habitantes.
La cuestión novena justifica la presencia del Ejército en las instituciones educativas para ofrecerles a los jóvenes de ambos sexos, sin discriminación, una salida profesional, como si eso fuera lo deseable. La prostitución también puede ser una salida profesional para los jóvenes de ambos sexos y no por eso se publicita abiertamente en nuestro sistema educativo. De ahí que los ejércitos occidentales intenten, como ahora hace el nuestro con este documento, adoctrinar a la sociedad civil sobre su importancia, ofreciéndoles a los jóvenes de ambos sexos una educación, que es el arma más poderosa, en valores militares y de defensa así como un futuro profesional, aventura y emoción regados con un discurso que justifica las intervenciones especiales con argumentos humanitarios y democráticos que llaman 'misiones de paz', denominando obviamente “paz” a la guerra.
La cuestión décima trata de justificar la presencia del Ejército en las procesiones religiosas, por lo que se defiende diciendo que “la participación de los militares en tales actos será siempre con carácter voluntario, respetando así el ejercicio del derecho a la libertad religiosa.” Y publican esta imagen de una procesión de Semana Santa, donde los militares llevando un Cristo crucificado no participan como civiles, sino como militares, con uniforme y todo (¿con armamento reglamentario?).
Llegamos a la cuestión undécima: El Ejército no es democrático, sino jerárquico y autoritario por su propia idiosincrasia: las decisiones, reconocen los autores del panfleto, no se toman por mayoría ni siquiera de forma colegiada, sino que emanan de la cadena de mando, pero están “al servicio de un poder democrático”, pero ¿no es una contradicción entre medios y fines estar al servicio de un poder democrático renunciando a la democracia?
La duodécima cuestión es la más interesante y pone el dedo en la llaga: “La participación militar en la resolución de conflictos, lejos de solucionarlos, genera nuevos problemas: muertos, refugiados, violaciones, etc.” Y, desgraciadamente, ese etcétera es muy largo.
Claro es que, como dicen
ellos, las guerras no las declaran los militares, sino los políticos,
que ya ni siquiera necesitan declararlas solemnemente para hacerlas, pues como escribió el general e historiador prusiano Carl Von
Clausewitz, “la guerra es la mera continuación de la política por
otros medios”, y, podríamos decir nosotros, dándole la vuelta a
la frase: la política es la continuación de la guerra camuflada de
“paz”. En su célebre estudio, el teórico de la guerra establece que no puede haber un Estado-nación único que detente el monopolio del uso de la fuerza, como algunos quisieran, porque para que haya uno tiene que haber por lo menos otro, a ser posible varios más, a los que oponerse y enfrentarse, porque cada Estado es una entidad de concordia interna y de discordia y rivalidad exterior.
El eje argumental de este documento es que el ejército aporta seguridad a la sociedad civil, pero los antimilitaristas siempre hemos argumentado lo mismo: si civil se opone y contrapone a militar, civilizado, por su parte, se contrapone y opone a militarizado.
La razón de los Ejércitos no es otra que la guerra, que está en la raíz misma del origen de los Estados, pero eso no significa que sean deseables ni los unos ni las otras. Si emprendemos la vía del rearme, estamos fabricando una bomba de relojería que nos puede explotar en las manos en cualquier momento. ¿Saldremos algún día de la prehistoria, de los valores guerreros y de la sofisticación armamentística para resolver nuestras diferencias? Nuestros gobiernos, sean del signo político que sean, están empeñados en que no.
jueves, 28 de septiembre de 2023
El Ejército español se defiende contratacando (I)
La crítica contra el Ejército que emprendemos aquí la hacemos desde el antimilitarismo y no desde la no violencia o el mero e ingenuo pacifismo -la pax Romana, o la paz del cementerio no nos conmueve en absoluto- y no excluye sino todo lo contrario a los cuerpos policiales, cada vez más espectacularmente militarizados y especializados en el mantenimiento del “orden público” y en luchar contra el “enemigo interior”, “hostis intus” o “enemy within”, como diría la señora Thatcher, que condenó nuestro mundo a no tener alternativa.
El documento se divide en doce cuestiones conceptuales: Las cinco primeras son redundantes. Son especialmente perversas las cuestiones tercera y cuarta. Empecemos por esta última que dice que el gasto militar español es absurdo porque pertenecemos a la OTAN. Justamente es la OTAN la que por permanecer a ella nos obliga a aumentar nuestro gasto militar.
Cuando algunos Estados, como el Reino de las Españas, habían disminuido su gasto militar, viene la OTAN/NATO en la que nos metieron de cabeza con el consentimiento de una mayoría asustadiza y adoctrinada, pero nunca de la totalidad, y nos dice que tenemos que ampliar el presupuesto para sufragar la guerra de Ucrania, por ejemplo, que por otro lado han atizado para eso con tal finalidad.
Maquiavélica es la tercera cuestión, que sólo puede entenderse desde una óptica belicista, y que dice: que nuestros sistemas de defensa son inútiles porque “no se emplean en guerras y llegan a ser obsoletos sin haber sido utilizados realmente”. ¡Lo que nos faltaba! No entienden nuestros mílites que la obsolescencia de los juguetes de guerra mueve dinero y la obligación de estar siempre al día y de reponer los cacharros inutilizados, pero parece que de lo que se quejan los militares es de no poder estrenarlos en algún conflicto que otro.
Las otras razones, que pueden reducirse al argumento de "o cañones o mantequilla", son las siguientes: (1ª) Las inversiones en defensa van en detrimento de las correspondientes a sanidad y educación; (2ª) la inversión para la adquisición de los nuevos vehículos blindados 8x8 detrae recursos para gasto social; y (5ª) Con el importe de un Carro de Combate Leopardo podrían adquirirse 440 respiradores.
El 17 de enero de 1936, el ministro de propaganda hitleriano Joseph Goebbels, citando a Hermann Göring, señaló que había que gastar más en cañones, «pues estos nos harán más fuertes, mientras que la mantequilla sólo nos hará más gordos». (Göring no estaba precisamente delgado). A su vez, Benito Mussolini, llegó a imprimir carteles en la Italia fascista justificando que en tiempos de guerra había poca mantequilla, por el gasto militar, con el expresivo texto de que había que elegir entre «burro (mantequilla) o cannoni (cañones)».
Los economistas como el premio Nobel Paul Samuelson reutilizan esta expresión para endilgarnos la teoría del "coste de oportunidad", que nos presenta una elección entre cañones y mantequilla y nos plantea el dilema, dado que los recursos de un Estado cualquiera son limitados, de dónde es preferiblemente invertir en armamento o en otras cosas (como garantizar una sanidad suficiente y gratuita a toda la población, resolver el problema del hambre en el mundo, o destinar a educación..., siempre y cuando no consista en adoctrinamiento en valores militares, como se hace en la actualidad en casi todos los centros públicos, subvencionados y privados, convirtiéndose así la educación de las futuras generaciones, es decir, el adoctrinamiento, en un arma poderosa cargada de futuro).
Es evidente que el dinero dedicado a submarinos o tanques no va a invertirse en hospitales, escuelas, respiradores o gasto social. Con el agravante añadido, además, de que su destino final es la destrucción por activa y por pasiva o, en el mejor de los casos, la obsolescencia programada. Así que no nos detenemos mucho en estas consideraciones peregrinas que caen por su propio peso.
Lo cierto es que no hay progreso, paso hacia delante, sino que estamos dando pasos hacia atrás: los presupuestos militares aumentan en la medida que la inseguridad y el belicismo se hacen protagonistas en el escenario internacional al tiempo que el mismo problema desaparece de los debates en la política nacional.
Especialmente espinosa es la cuestión sexta: El Ejército no puede vencer pandemias ni evitar catástrofes, pero colabora humanitariamente en dichas tareas. El argumentario por así llamarlo se ilustra con una fotografía de un militar vacunando a una señora, como si la vacuna sirviera para luchar contra el virus y no favoreciera precisamente la propagación de la pandemia.
No es el Ejército español el que se defiende en este documento, sino el Ministerio de la Guerra: la misión del Ejército español no es la defensa, sino el ataque.
Hacía Fernando Savater en Las razones del antimilitarismo (1984, edit. Anagrama) la siguiente reflexión: Hoy todavía se nos presenta como el mayor mérito de las banderas el que mucha gente ha dado su vida por ellas y pocos se atreven a ver precisamente ahí la mejor razón para detestarlas. Paso a paso, el papel de los ejércitos nacionales ha ido aumentando no sólo hasta convertirse en símbolos, guardianes y encarnación más propia de la patria, sino también en la finalidad principal del Estado al que supuestamente vertebran. Los Estados modernos, incluso los más pacíficos, viven y trabajan para sus ejércitos. "Toda actividad humana y social no se justifica si no prepara la guerra", decía el brutal Lüdendorff en 'La guerra total' (...)"
miércoles, 27 de septiembre de 2023
'La pirola'
La nueva super-variante Pirola, cuyo nombre científico es BA.2.86, difícil de detectar ya que si por algo destaca es por su asintomaticidad, fue detectada sin embargo por primera vez el pasado mes de agosto en siete países distintos: Dinamarca, Israel, Reino Unido, Suiza, Tailandia, Estados Unidos y Sudáfrica. Enseguida cundió la alarma.
Cuando parecía que la OMS ya no recurría a las letras del alfabeto griego, resulta que no es así, ya que detrás de la ómicron, como se sabe, viene la pi -la famosa letra del número pitagórico- y después de la pi viene la ro, y claro con los dos monosílabos juntos, añadiendo un sufijo final ya tenemos un nuevo palabro con más empaque: pi-ro-la, que resulta que es también el nombre de un asteroide de nuestro sistema solar, no lejos (relativamente claro) de Júpiter, descubierto en 1927, al que se le puso el nombre de Pyrola (cuyo nombre científico es núm. 1082), porque era el nombre genérico de unas treinta y tres especies de plantas ericáceas, un nombre que deriva del latín pirum, mejor que pyrum, que significa "pera", por la forma de sus hojas como peras.
A mí el nombre de esta variante me produce bastante risa floja, la verdad sea dicha, como a la mayoría de gallegos que pululan por el vasto mundo, porque en Galicia es uno de los nombres de la pilila, que dicen los niños, o de la picha, con palabra más adulta, y me recuerda la inolvidable canción que cantaba Siniestro Total en los ochenta: Ayatola, no me toques la pirola, y que podríamos ahora reeditar y dedicársela a los ayatolás y mulás de la Organización Mundial de la Salud.
¿Qué dice la ciencia menos prostituida a los intereses de la gran farmacopea? Pues que cuanto más contagiosa se vuelve una variante, menos peligrosa es. La hipótesis de una infección viral que busca perpetuarse, contaminando y no matando al mayor número de huéspedes, es generalmente asumida dentro de la comunidad científica. El virus se ha vuelto cada vez menos virulento, más inofensivo. Sin embargo, se está afianzando la idea de que el número de “reinfecciones” puede provocar un problema de salud pública general, fomentando así otra vez el miedo y el alarmismo al dar a entender torticeramente que la nueva variante podría causar repentinamente una gran mortalidad.
Hay muchas pociones mágicas compradas que no se han inyectado todavía y que hay que poner para justificar su millonaria adquisición. La autoridades sanitarias atribuyen el fin de la pandemia a dichas pociones mágicas, que, según ellas, han salvado vidas, como si cuando se acaba la epidemia de gripe estacional de todos los años le atribuyéramos su final a la vacunación antigripal. Es la falacia lógica del "post hoc, ergo propter hoc" (después de esto, luego por causa de ello), que consiste en asumir que hay una relación causal en el hecho de que una cosa suceda tras otra "como si el canto del gallo provocara la salida del sol", como escribe Juan Gérvas.
Eso les sirve a las autoridades sanitarias gubernamentales para no rendir cuentas, no examinar los daños, no compensar por los efectos adversos provocados, cuando sabemos a cien cierta que las inoculaciones no evitan casos, no impiden la transmisión de la enfermedad, no producen inmunidad de grupo, no disminuyen las hospitalizaciones ni la mortalidad y conllevan graves efectos adversos en las personas Y callan, como putas, sobre el confinamiento.
Además, ya se sabe, la vacuna de la enfermedad del virus coronado ha servido para promover la desprestigiada de la gripe. Ahora quieren ponérselas juntas ambas a las embarazadas, a las que no se les puede dar ni una triste aspirina, a los niños y a los viejos. Y es que van a por los niños y a por los viejos, está clarísimo. Ninguno de los dos sueros vale para nada bueno, y sí para mucho malo. Son experimentos fallidos, porque sus daños son ciertos y sus beneficios muy dudosos. Además, advierte Juan Gérvas, la inoculación simultánea o coadministración que las autoridades pretenden ahora para los menores y los mayores, niños y viejos, puede multiplicar el riesgo de ictus isquémico o, lo que es lo mismo, infarto cerebral.
martes, 26 de septiembre de 2023
La mili de la principessa de Asturias
Hace ya 35 años un reducido grupo de mujeres entraba por vez primera en las Fuerzas Armadas españolas. Corría el mes de septiembre de 1988. Poco después, en 2001 desaparecía el Servicio Militar Obligatorio, la famosa mili que reclutaba a todos los varones en edad y condiciones de servir a la Patria y al monarca.
Desde entonces las mujeres no han dejado de incorporarse voluntariamente a filas, llegando algunas a ocupar importantes cargos, lo que coincidía, por otra parte, con el hecho de que hubiera por primera vez también Ministras de Defensa en el Ejecutivo.
Se hacía así realidad aquella divisa de “Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando”, y a la hora de mandar daba igual ya el timbre masculino o femenino de la voz de mando, sin que hubiera dejado por ello, ni muchísimo menos, de haber una jerárquica y estricta cadena de mando. Se consideraba que era un logro del feminismo estatal la equiparación con los varones en todos los ámbitos de la vida, incluido el militar.

Curiosa palabra, por cierto, esta de “cadete” que se define como “alumno de una academia militar antes de su nombramiento como oficial” y que no admite moción de género en castellano, aunque sí puede especificarse mediante el artículo: “el cadete”/“la cadete”. Se trata de un préstamo del francés cadet, donde sí tiene un femenino que es cadette. El término francés a su vez procede del gascón capdet 'jefe, oficial', y más atrás del latín tardío capitellum, de donde surge nuestro caudillo, y, si se admitiera el neologismo, caudillete. Pero el Ejército español suele utilizar la fórmula “caballero cadete” para el masculino y “dama cadete” para el femenino, como en el caso de doña Leonor.
Nuestro Ejército, por cierto, en su afán de hacerse querer por la sociedad, ha llegado a nombrar caballeros y damas cadetes honoríficos a diversas personalidades civiles que se han significado por su "afecto, compromiso y apoyo a la Academia General Militar en su tarea formativa y divulgativa". Sin duda, le interesa al
Ejército dar una imagen moderna de los militares ante la opinión
pública, contribuyendo a crear entre los ciudadanos una necesaria
(?) Cultura de Defensa, como dicen, o de la Guerra, como deberían declarar.
El Ministerio de Defensa publica El decálogo del cadete, que data de 1917, y que no tiene desperdicio. Estas son las virtudes que deben cultivar los caballeros y damas cadetes, como la principessa de Asturias.
El primer mandamiento
del decálogo es amar (literalmente tener un gran amor) a la
Patria y fidelidad al Rey -no dice a la Corona, que representaría a la monarquía en general, independientemente del sexo del que la porte, sino al monarca en particular, lo que revelaría su machismo- que se debe exteriorizar “en
todos los actos de su vida”: patriotismo y monarquía masculina, por lo tanto. El segundo, tener un "gran espíritu militar": gran amor y gran espíritu por lo tanto: ande o no ande, caballo grande.
Se ve en el decálogo claramente que el ejército es una estructura jerárquica piramidal y vertical donde el cadete ocupa, como futuro oficial, un puesto intermedio entre sus inferiores, que estarán a sus órdenes, y sus superiores, a cuyas órdenes estará, por lo que se considera una virtud en ese decálogo precisamente “hacerse querer de sus inferiores y desear de sus superiores.”
El VII mandamiento no
tiene tampoco desperdicio alguno: “Ser voluntario para todo
sacrificio, solicitando y deseando siempre el ser empleado en las
ocasiones de mayor riesgo y fatiga”. El sacrificio, al igual que el amor y es espíritu militar, ha de ser grande: arriesgado y fatigoso.
Cuando el Ministerio de Defensa habla de fomentar entre la ciudadanía una "cultura de la Defensa", como hace mucho últimamente, evita mencionar a la bicha innombrable, oculta bajo el uniforme militar de camuflaje, que es la Guerra que siembra Marte, el dios pacificador, guerra que no quiere nadie declarar, pero que ahí está, sin ir muy lejos, como siempre. Debería denominarse Ministerio de la Guerra, como se hacía cuando a las cosas se las llamaba por su nombre (al pan, pan, y al vino, vino, que dice la gente común y corriente con razón).
lunes, 25 de septiembre de 2023
"Más gimnasia y menos latín"
Cayó en mis manos casualmente la edición del 6 de septiembre de 2019 de La Nueva España, periódico asturiano de campanario, donde leí que los docentes estaban a favor de que los alumnos recibieran más horas de Educación Física. Supongo que se refería específicamente a los docentes asturianos de esa materia, aunque se dijera en general. El Ministerio, al parecer, quería que la gimnasia -me gusta más, qué le vamos a hacer, esta añeja denominación griega y me parece más noble que el horrísono eufemismo perifrástico de "Educación Física" que se estila ahora- tuviera mayor peso específico en los centros y sus currículos para atajar el problema del sedentarismo y la obesidad infantiles, objetivo muy loable que al decir del periodista M. G. Salas, “los profesores asturianos aplauden”.
Aquel ministro franquista puede sonreír ya desde su tumba porque en primer lugar, el latín acabó desapareciendo, como él quería, de la enseñanza obligatoria en el bachillerato al correr de los años con la LOGSE socialista, y, en segundo lugar, porque, según el citado periódico, una de las 34 medidas "educativas" que el PSOE de Pedro Sánchez pondrá en marcha si repite en el Gobierno es convertir la Educación Física en materia troncal, como Matemáticas o Lengua, lo que conllevará más horas de clase de esta asignatura en detrimento de otras, porque creo interpretar que no se trata de ampliar el horario escolar sin más y de incluir las horas destinadas a atajar el sedentarismo y obesidad infantiles entre las actividades extraescolares fuera de horario, sino que implica, según el principio de Arquimedes, que si aumentan las horas semanales asignadas a Educación Física (y no se incrementa el horario escolar, ya de por sí bastante nutrido) disminuirá el horario de otras materias. Y ya no se trata de que haya más deporte y menos horas de Latín, que ya no hay ninguna obligatoria para nuestros bachilleres, sino de que quizá haya menos Matemáticas, o menos Lengua o menos Inglés..., lo que no deja de ser un despropósito educativo a todas luces.
Recordemos, para acabar, al entrañable Juan de Mairena, alter ego de don Antonio Machado, que les decía a sus alumnos que siempre había sido “enemigo de lo que hoy llamamos, con expresión tan ambiciosa como absurda, educación física”. Y añadía: “No hay que educar físicamente a nadie. Os lo dice un profesor de Gimnasia.” Y también: "La gimnástica como espectáculo tiene entontecido a medio mundo y pronto acabará por entontecer al otro medio". Y más aún: “Todo deporte... es trabajo estéril, cuando no juego estúpido. Y esto se verá más claramente cuando una ola de ñoñez y de americanismo invada a nuestra vieja Europa.” Pues bien, esa ola ha inundado ya a la vieja Europa, incluida la curtida piel de toro que es España y sus diecisiete españitas que son las autonomías o reinos democráticos de taifas.
domingo, 24 de septiembre de 2023
Corpus sanum?
Al lado de la espuria enseñanza de la historia como interés de Estado, hay que poner el cultivo escolar de los deportes, con mucha más acrisolada tradición de neto interés de Estado, agigantado hoy en día hasta un extremo nunca conocido. Una vez más, doña Esperanza Aguirre, en la ya repetida conferencia, recomienda el deporte en la enseñanza, encareciéndolo nada menos que como «una excelente escuela de vida», primero porque «nos enseña a respetar un reglamento» y después porque «el deportista entrega siempre lo mejor de sí mismo sin escatimar esfuerzos ni sacrificios». Lo de que enseñe a respetar un reglamento bien se comprende en una adicta al liberalismo hayekiano, que no es capaz de imaginar más reglas que las de la pura y dura competencia, sin concebir que pueda haberlas no competitivas, como las de la lealtad, el socorro o la colaboración. Y en cuanto a que el deportista entrega lo mejor de sí mismo, ¿hay que pensar que lo mejor de uno mismo son las patadas, que es lo que entrega en el más popular de los deportes? Pero, además, ¡qué «humanidades», tanto ganar, ganar, ganar!, humano no es medirse con los otros hombres, sino ocuparse de las cosas. Finalmente, en lo que atañe a los esfuerzos y los sacrificios, siempre me ha parecido a medias incomprensible y a medias indecente que el vacío furor de ganar por ganar les lleve a algunos a tratar su cuerpo a latigazos, como si fuese su propio caballo de carreras. «Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas», dice el refrán; «Cuando el santo no tiene en qué pensar —parafraseo—, se desuella la espalda a zurriagazos». Y, sobre todo, tan sólo una mentalidad totalmente aberrante puede considerar educativa y «de interés nacional» una asignatura que llega a dar lugar a situaciones como la de «partido de alto riesgo». (Rafael Sánchez Ferlosio: “Borriquitos con chándal” en “Pedagogos pasan, al infierno vamos”, incluido en “La hija de la guerra y la madre de la patria”, editorial Destino, Barcelona 2002).
-¿Para qué, me pregunto yo, tanta gimnasia, o educación física, como se prefiere llamar ahora? ¿Sirve para algo? ¿No sería mejor dedicar ese tiempo a las matemáticas, a la lengua, al inglés o a cualquier otra asignatura o disciplina más útil para el día de mañana?
-Claro que sirve para algo, y no poco, sino mucho: la educación física, el ejercicio físico sirve muchísimo para el día de mañana tanto como las matemáticas, la lengua, el inglés, o la "espuria enseñanza de la historia como interés de Estado", que dice Ferlosio, porque su objetivo es lograr que los niños no se descuiden nunca, que se cuiden desde bien pequeños para que cuando sean mayores no dejen de ser votantes y contribuyentes sanos y saludables que harán ejercicio físico hasta que les llegue la hora en que llame la Parca a su puerta, porque no se trata de esperarla uno sentado, llevando una vida sedentaria, sino un ritmo dinámicamente enérgico y activo.
sábado, 23 de septiembre de 2023
Otoño homérico y bíblico