lunes, 20 de septiembre de 2021

Debajo de la máscara

    Escribe Lucio Anneo Séneca en De clementia, 1, 1, 6: «Nemo enim potest personam diu ferre, ficta cito in naturam suam recidunt.» Nadie en efecto puede llevar una máscara durante mucho tiempo, las cosas fingidas vuelven pronto a su estado natural.


    La palabra latina persona, derivada del etrusco 'phersu', origen de nuestro término 'persona' y de sus derivados 'personaje', 'personal', 'personalidad', 'personalismo' y 'personalizar' y de compuestos como 'unipersonal' y 'pluripersonal', significaba en latín 'máscara de actor' porque los actores llevaban siempre una máscara que los caracterizaba y que además servía como caja de resonancia, por lo que también equivalía por extensión a 'personaje teatral', y de ahí deriva el sentido de papel desempeñado en la vida.

    Viene a decirnos el sabio cordobés que nadie puede desempeñar un mismo papel en la vida durante mucho tiempo, porque cualquier papel que se desempeñe no deja de ser una ficción que representa uno en su puesta en escena cotidiana.  


     En lengua griega, al actor se le denominaba ὑποκριτής hypokrités, de donde procede nuestro 'hipócrita' y nuestra 'hipocresía', que propiamente era la acción de desempeñar un papel teatral, y que nuestra docta Academia define como 'fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan', que serían los que están por debajo de la máscara, si no fuera porque la máscara es el propio rostro.

    Pero la propia palabra 'máscara' no procede del latín ni del griego, sino que viene probablemente del árabe máshara, según Corominas, que significaba 'bufón, payaso, personaje risible', y de máscara derivan mascarada, enmascararse como se hace en carnaval, el mascarón de proa y la mascarilla que nuestras autoridades sanitarias, tan desautorizadas ellas, nos obligan a imponernos en lugares cerrados y en los abiertos cuando no podamos mantener la distancia de seguridad (sic) por nuestro propio bien, que suele ser la disculpa que se esgrime cuando se nos está haciendo daño.   

domingo, 19 de septiembre de 2021

De uexillis (sobre las banderas)

    La vexilología (del latín uexillum “bandera” y del griego λόγος lógos discurso, razonamiento, tratado”) es la disciplina que estudia el diseño, significado y la forma de las banderas, pendones y estandartes.

    Una de las primeras cosas que salta a la vista en el estudio de esta disciplina es la relevancia de los colores. El rojo, por ejemplo, es el color más frecuente porque se ve a primer y simple vistazo. Históricamente era el color del estandarte que se izaba sobre la tienda del general romano, y que se usaba para dar la señal de combate.
 
  
    El uexillum era, en efecto, una pequeña pieza de tela cuadrada, generalmente de llamativo color rojo, enganchada en un travesaño horizontal fijado en el extremo de una lanza del que colgaba verticalmente, engalanada en ocasiones con un bordado inferior de flecos y unas bandas laterales. Se trata pues de una bandera que junto al águila y a los diferentes emblemas que identificaban a los manípulos representaba a las diversas centurias de infantería o escuadras de la caballería romanas. Su función era evidente: la rápida formación de cada unidad agrupada detrás de su centurión y de su portaestandarte. Igualmente el general de cada legión tenía como uexillum una enseña propia con el nombre de la legión y el suyo propio clavado ante su tienda. La expresión latina sub uexillo designaba a los hombres movilizados en armas integrados en las legiones y cohortes auxiliares, organizadas en torno a sus enseñas.

    La importancia de las banderas y estandartes en la vida militar (y en la civil, que es su trasunto) se ha mantenido sin grandes variaciones desde la antigüedad hasta nuestros días.
  
     Tertuliano ya anticipó, en el siglo II de nuestra era cristiana, lo que podríamos llamar la religión de las banderas, a las que él  denomina signa, en su Apología contra los gentiles XVI, 8: Religio tota castrensis signa ueneratur, signa adorat, signa iurat, signa omnibus deis praeponit: Toda la religión castrense venera las enseñas, adora las enseñas, jura por las enseñas y pone las enseñas por encima de todos los dioses


    Todavía recuerda uno, haciendo uso de su particular memoria histórica, y a pesar de lo mucho que ha llovido desde entonces,  la ceremonia de la jura de fidelidad a la bandera de los reclutas españoles cuando había servicio militar obligatorio en esta curtida piel de toro: ¡Soldados! ¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción (sic) su Bandera, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre? Los soldados contestaban al unísono: ¡Sí, lo juramos!  No todos, algunos, si no muchos, callábamos, pero nuestro silencio, sordo como era,  no se oía. 
 
 
    El glorioso coronel o general o lo que fuera aquel militroncho con estrellas que nos tomaba el juramento replicaba:  Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, mereceréis desprecio y castigo, como indignos hijos de ella.  Y añadía alzando el tono de voz para adquirir mayor solemnidad: ¡Soldados!, ¡Viva España! ¡Viva el Rey! A lo que la mayoría, pero no todos, nunca todos, respondía al unísono: ¡Viva! Algún hijo indigno de la patria respondía, harto de servir al Rey, por lo bajo: ¡Muera! A continuación comenzaba el desfile de uno en uno: cada recluta pasaba bajo la bandera y agachando la cabeza acercaba el trapo a su boca para darle un simbólico beso. Recuerdo a un sargento chusquero que el día del ensayo decía a la tropa:  Imaginad que la bandera es vuestra propia novia, coño, y besad la bandera con ganas y cariño, sin asco, morreándola.  
   

sábado, 18 de septiembre de 2021

Fumar es un placer

    Hubo un tiempo no del todo muy lejano en que era políticamente correcto fumar, era un rito de paso de la infancia a la adolescencia, significaba que si eras chico o chica y fumabas, dejabas ipsofacto de serlo y ya eras mayor, podías ser considerado un adulto, un hombre o, en su caso, una mujer hecha y derecha, como solía decirse. Y fumar no estaba mal visto, e incluso era signo de buena educación tolerarlo en público aunque uno no fuera fumador. Y además, fumar, como rezaba aquel cuplé que cantaba Sarita Montiel, que esperaba fumando al hombre que más quería, era "un placer genial, sensual", y el humo embriagador del cigarrillo acababa prendiendo "la llama ardiente del amor". 

    Resulta curioso cómo el nombre de la chaqueta que se ponía para fumar (smoking jacket en la lengua del Imperio) sobre el traje de etiqueta de caballero a fin de no impregnarlo del olor del tabaco, acabó designando en nuestra lengua al propio traje del caballero: el esmoquin, adaptación del gerundio inglés smoking.  

 


     Pero lo más pasmoso de todo es que llegó a decirse que el tabaco era saludable o, al menos, no era perjudicial para la salud. Había numerosos anuncios televisivos. La industria tabacalera cacareaba a través de su publicidad que había “evidencia científica” (scientific evidence, en la lengua del Imperio) de que el tabaco no era nocivo, como nos muestra este viejo anuncio de propaganda de Chesterfield aparecido en la prestigiosa revista Life de 23 marzo de 1953, que decía que después de diez meses de estudios los especialistas médicos concluían que no había efectos adversos en nariz, garganta y senos nasales en los fumadores de esos cigarrillos.  De los pulmones no decían nada. 

 

    El suave sabor que anhelan las madres expectantes (o mujeres embarazadas).        

      Comparando la imagen publicitaria de arriba de la mujer preñada que está fumando con la fotografía de la que está recibiendo la vacuna abajo, veo cierta similitud, salvando las distancias temporales: En ambos casos se afirmaba que era saludable la ingestión de algo para las embarazadas (el humo del tabaco entonces, ahora la vacuna). Con el paso del tiempo se ha acabado reconociendo que el tabaco era bastante perjudicial tanto para la madre como sobre todo para el bebé que estaba gestando. ¿Sucederá lo mismo con la vacuna? ¿Tendrá que pasar el tiempo para que lo sepamos?


    ¡Cómo ha cambiado el discurso! Ahora el Estado, a través de sus Autoridades Sanitarias, nos dice que el tabaco es perjudicial para la salud, y que puede llegar a matar. Fumar está prohibido por decreto ley en todos los lugares públicos. Durante la crisis sanitaria actual, sin embargo, se dispensaba a los fumadores del uso de la mascarilla cuando era obligatoria en exteriores siempre que puedan guardar la distancia de seguridad con el resto de la gente: al parecer los viruses no viajan en el humo del cigarro. A partir de 2003 aparece en todas las cajetillas la advertencia de lo malo que es el tabaco que se despacha en los estancos, y que en España había sido un monopolio estatal -del mismo Estado que ahora nos advierte de su peligrosidad mortal- durante el franquismo hasta que en 1999 se privatizó y convirtió en monopolio del Capital... La primera ley antitabaco española se promulgó en 2006, y se endureció en 2011 prohibiendo la habilitación de espacios públicos para fumadores que contemplaba la anterior.
 
    ¿Qué ha pasado para que cambie tanto la narrativa oficial? A corto plazo el cigarrillo calmaba la ansiedad del momento de la embarazada que estaba nerviosa, era innegable, pero a largo plazo se ha visto después, con el paso del tiempo, que era cancerígeno, por lo que se llegó a decir "El tabaco mata lentamente", a lo que los fumadores jóvenes que estaban empezando a desarrollar el hábito adictivo solían replicar "no tenemos ninguna prisa". Muchos jóvenes hoy en día a la hora de pedir un cigarrillo a algún colega le dicen desafiantes con la misma insolencia: "¡Pásame la muerte!", la muerte que les da la vida.

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

La rentrée escolar

    Publica el tristemente célebre semanario satírico francés Charlie Hebdo una portada que no tiene desperdicio: un niño -de azul, con pantaloncito corto- y una niña -de rosa, con faldita corta- enmascarillados ambos como mandan los protocolos escolares caminan de la mano. ¿A dónde van? Se supone que al colegio. A sus espaldas cargan con su mochila respectiva que consiste... en un ataúd: el de él, acorde con su estatura, un poco mayor que el de su supuesta hermanita. La humorística revista da rienda suelta así a lo que se suele denominar 'humor negro'. 

     La escena está decorada con cinco mariposas que contrastan como símbolo de vida y libertad con las mascarillas y los ataúdes, y dos rótulos: uno dice 'rentrée scolaire', que es propiamente el título de la composición, que nosotros podemos traducir por 'vuelta al cole', y el otro es una pregunta: Vont-ils finir l'anné? Se entiende que se pregunta si van a acabar el año escolar, es decir, el curso que ahora comienza, y se supone que quiere decir sanos y salvos como lo empezaron, o acabarán encerrados para sus restos en el sarcófago que portan a sus espaldas. 
 
    ¿Qué quiere decir o insinuar esta macabra portada, no poco polémica en el sentido etimológico del término, que es "guerrera", dado que pólemos es el nombre de la guerra en la lengua de Homero, y lo que pretende es sembrar la guerra entre los creyentes y los no creyentes? ¿Por qué cargan con el féretro a sus espaldas? Dicen los exegetas que Charlie Hebdo quiere poner en duda así que la seguridad en el regreso a las (j)aulas se haya hecho con las debidas garantías sanitarias... 
 
    ¿Por qué llevan mascarilla? Bueno, lo de la mascarilla es fácil de responder: porque se lo exige el protocolo escolar, a ellos y a sus profesores, habida cuenta de la guerra contra el virus que desde hace más de un año y medio que la declararon sostienen todavía los gobiernos del universo mundo aguijoneados por la Organización Mundial de la Enfermedad. Respecto a lo del ataúd, parece que se quiere dar a entender que en la situación actual de emergencia sanitaria, como revela la mascarilla quirúrgica que portan estos pequeños cirujanos, volver a la escuela pudiera ser un peligro mortal... 
 
    Pero deberíamos ir un poco más lejos todavía y, haciendo abstracción de la 'emergencia sanitaria' y de la actualidad, olvidarnos del virus y del miedo que nos quieren seguir infundiendo en nuestros adentros entre bromas y veras, y ver en esta imagen algo más de lo que hemos dicho: la vuelta al cole, la famosa 'rentrée scolaire', que coincide entre nosotros con los últimos coletazos del verano y el barrunto del otoño, supone siempre una vuelta al aburrimiento, supone siempre que ha sonado el timbre que determina que se ha acabado el recreo y que toca volver a clase, porque la mochila donde llevan los materiales escolares -libros de texto, cuadernos y demás parafernalias para aprender- es en realidad la caja donde va el cadáver de los saberes que van a ser enterrados o incinerados. 
 
Estudio para pompas de jabón, Fotografía de Gabriel Pérez-Juana (2021)
 
 
    El niño y la niña vuelven al cole a morir de aburrimiento, a matar su curiosidad, y a someterse al currículum oculto del calendario escolar de días lectivos y no lectivos, que equivalen a los futuros días laborales y festivos de sumisión al trabajo asalariado, vuelven pues a inmolarse en las aras sangrientas del más cruento de los dioses al que nos sacrificamos desde bien pequeños: el Futuro.
 
    El niño y la niña, los dos hermanos, van a la escuela a aprender a morir, van al cementerio donde serán adoctrinados para el día de mañana, independientemente de que puedan contagiarse de algún virus que por allí campee... Y es en ese sentido en el que la portada de Charlie Hebdo dice mucho más de lo que pretendía decir en principio, que era una simple tontería como que los niños vuelven a la rutina escolar donde corren el peligro mortal de contraer un virus que ha matado ya según los más alarmistas a uno de cada cien de sus mayores que lo habían contraído y según otros a dos de cada mil, pero no a los niños, que a esos ya los mata Herodes, es decir, el único pedagogo que en el mundo ha sido: el sistema educativo y escolar.   

jueves, 16 de septiembre de 2021

El 'cochi eléctricu' no es ninguna solución

    Cualquiera que pasee por la capital de provincias, como se decía antaño, que es Santander, la llamada novia del mar, descubre algo que, aunque es evidente, corre el peligro de pasar desapercibido por eso mismo. A veces lo evidente es lo que menos se ve, a saber: las aceras ya no son de los peatones.

    Los viandantes -me incluyo, dada mi condición habitual de peatón y eventual cada vez menos de automovilista y ciclista- estamos siendo paulatinamente desalojados de las aceras y de las calles peatonales a nosotros en principio reservadas como su nombre indica, porque, en primer lugar, los ciclistas campan a sus anchas por ellas en lugar de por las calzadas, y no es culpa suya, ya que los carriles que se han destinado a las bicicletas se han hecho mayormente a costa de reducir las aceras y no las calzadas, porque, en segundo lugar,  cada vez hay más patinetes y artilugios motorizados circulando por ellas y, porque, en tercer y último lugar,  en verano las terrazas de la hostelería se adueñan poco a poco de las aceras y calles pedestres de la capital de la comunidad autónoma de Cantabria, como se denomina hogaño, máxime cuando se han mantenido cerrados por razones 'sanitarias' los interiores de los establecimientos hosteleros. No vamos a rogarle al Ayuntamiento de la "muy noble, siempre leal, decidida, siempre benéfica y excelentísima" ciudad de Santander, cuya pasividad es manifiestamente notoria, que tome cartas en el asunto y recupere las aceras para los peatones, porque no va a hacernos caso o hará caso omiso, que viene a ser lo mismo, preocupada como sin duda está la alcaldesa por otras cuestiones de mayor calado que le quitarán el sueño ...


    Otra cosa que salta a la vista y que no miramos, ciegos que nos vuelven a fuerza de no ver lo obvio, es que, no ya las aceras, sino las propias calles y avenidas de la ciudad, tampoco son de los santanderinos de a pie, sino del tráfico automovilístico rodado.

    Es el coche, no lo olvidemos, uno de los principales embelecos del mundo en que actualmente vivimos y uno de los medios de transporte más inútiles que se han inventado desde que Henry Ford inauguró su producción en cadena en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, no sólo por su carácter ferozmente individualista y por la invasión de los campos y de las ciudades que ha supuesto su proliferación, sino también por su carga simbólica asociada al éxito social y a la testosterona, así como al fantasma de la libertad, que diría Buñuel. Nada más esclavo que un automóvil que, en vez de liberarnos, nos convierte en sus siervos.

    Y los coches son, además, un peligro: atropellan a los peatones, en primer lugar a sus conductores, si se descuidan, a los que convierten en chóferes, y después, ya se sabe, a todo bicho viviente que se interponga en su camino rodado. Los autos son como el caballo de Atila, arrasan a su paso y por donde han pisado ya no crece la hierba.

    Es curioso que al coche se lo haya llamado utilitario, porque de útil no tiene nada, y no sólo eso: además pretende utilizarnos a sus usuarios haciéndonos creer que lo utilizamos nosotros a él como medio de transporte, cuando es la máquina la que nos usa abusando de nosotros, sus conductores, como queda dicho. 
 
 
    Permítaseme recurrir a la pedantería del expediente etimológico de la palabra “coche”, que parece que no viene a cuento. El vocablo entró en nuestra lengua en el siglo XVI, procedente del húngaro Kocsi, pronunciado algo parecido a como se dice coche en cántabru, es decir, cochi. (Entre paréntesis, las dos reglas más importantes de “nuestra” lengua, habla o parla "autónoma" son, a saber, que las palabras que en castellano acaban en -o lo hagan en -u,  Cabárcenu, por ejemplo en vez de Cabárceno, y las que acaban en -e lo hagan en -i, parqui en vez de parque, y así por ejemplo se diga y escriba sin ningún sonrojo: Parqui de Cabárcenu).

    Kocsi quería decir de la ciudad de Kocs. En el siglo XV, la ciudad húngara de Kocs, en efecto, desarrolló un tipo de transporte ligero y rápido entre Budapest y Viena, tirado por tres caballos, que se denominó Kocsi-szekeret, más o menos “el vehículo o carro de Kocs”, una carlinga o calesa hecha de mimbre con asientos  para dos personas y una tercera, que ocupaba una plaza colocada tras el conductor. Rápidamente se difundió el uso del carricoche por toda Europa y también el nombre del Kocsi-szekeret o, su forma abreviada “Kosci”, y pasó de ser un topónimo, en genitivo, a ser un nombre común en francés, portugués y español como coche, y en inglés como coach, donde uno de sus significados es persona que te lleva hacia la consecución de un objetivo, por ejemplo entrenador deportivo o asesor financiero. 
 
 

    Pero tanto los coches, en el sentido latino como los coachings en el anglosajón, nos han hecho un flaco favor a las personas: como vehículo, el coche ha hecho que dejemos de movernos por nuestros propios pies y que dependamos cada vez más de él para trasladarnos, y como monitor o entrenador, el coaching se ha convertido en una especie de guía espiritual, gurú o Mentor que pretende monitorizar y tutorizar nuestra propia vida, impidiendo que tomemos nosotros responsablemente las riendas y propias decisiones.

    Los autos, además, han invadido las ciudades y los parkings subterráneos y convertido las calles en aparcamientos, privándonos a los viandantes de amplios espacios para el esparcimiento, e impidiendo a los niños corretear o jugar a la pelota o a cualquier otra cosa en ellas so riesgo de atropello. No sólo circulan, sino que se estacionan en los espacios destinados a su aparcamiento... y esos espacios y vías públicas, no lo olvidemos, también nos las han robado a los ciudadanos de a pie. 
 
 


    Llegamos finalmente a la ingenua solución que proponen los fabricantes que utilizan el marchamo de ecologistas: el coche eléctrico. Dejará de depender de combustibles fósiles, sin duda alguna, pero no es ninguna solución al problema que estamos planteando aquí, sino que, al no serlo, el hecho de que empiecen a fabricarse y venderse coches híbridos o eléctricos es un agravante del problema que contribuye a acrecentar la industria y lo que se ha dado en llamar el parque automovilístico.

    Como no sé yo si es al Ayuntamiento o a la Dirección General de Tráfico o a qué instancia superior o autoridad competente autonómica o central, si alguna tiene competencia sobre esto, debería yo dirigirme para presentar mi queja, la publico aquí por escrito por si alguien, ya sea partido político o persona individual, a título público o privado,  tiene a bien hacerse eco de ella y recoger la reivindicación de: ¡Fuera coches! ¡Calles y aceras para los peatones!. O lo que es lo mismo, en cántabru: ¡Juera cochis! ¡Callis y aceras pa los peatonis!

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Diálogo en peluquería de señoras

-¿Cortar y marcar, como siempre?

-Sí, como siempre.

-¿Ya te has enterao de lo de la mujer de Nandín?

-¿Qué Nandín?

-El que vive en Los Bragales, ese que está jubilao por enfermedad y sale a todas horas a pasear con el perrito porque le han dicho los médicos que ande, que ande mucho...

-¿...que está operao del corazón?

-Sí, ese, pues el otro día, el jueves pasao, cuando volvía del paseo, se encontró muerta a la mujer en casa. Merche se llamaba.

-¿Muerta? ¿Merche? ¿Qué me dices?

-Lo que oyes: muerta.

-Pero ¿tenía algo?

-Nada, que se sepa.

-¡Si estuve hablando yo con ella el otro día en la panadería... y estaba tan normal, como siempre! Ya sabes lo paliquera que era...

-Pues ya ves, el enfermo del corazón era él, que estaba recién operao con una válvula y no sé cuánto más, y la que va y se muere de repente de un infarto es ella.


-¡Qué barbaridad!  ¡Cuánta gente joven se está muriendo de golpe y sopetón así de repente ahora, o les da un patatús y se quedan para allá!

-Sí, porque mira también lo del chaval ese, Jandruco, deportista y sano como él solo, le dio un ictus de esos...

-Ah, sí, ya lo he oído. Creo que sigue en la UCI todavía. ¡A ver cómo queda luego cuando salga..., si sale!

-En el telediario del otro día dieron que un cardiólogo de Salamanca, me parece que era, uno muy bueno que hacía trasplantes de corazón y todo, y era una eminencia, se murió de un infarto también cuando estaba de vacaciones con su familia...

-Ah, sí, ya lo oí yo también...

-¿Te tiño un poco estas canas que te asoman por la nuca?

-Sí, sí, tíñemelas, hija, que no se me vean... Esto no es ni medio normal, desde luego, lo que está pasando, chica. Yo no había visto nunca una cosa igual. Se está muriendo mucha gente últimamente que no tenía que morirse, y no se sabe de qué. Les da un ictus de esos o un infarto de repente y se van para el otro barrio a criar malvas.

-Sí, y además son relativamente jóvenes. Sesenta y dos años tenía Merche, la mujer de Nandín. Es, bueno, ya no; era del tiempo de mi madre.

-Pues ya ves. Lo normal es que se mueran los de ochenta para arriba, pero ahora está cayendo como moscas muchos de treinta, cuarenta, cincuenta...

-Como el actor ese tan interesante, que me gustaba a mí mucho, de la serie que echaban por la tele de Urgencias Clínicas...

-¡Ah, sí!: 53 años tenía... Le dio un ictus también y la palmó, deportista como era y sano sanísimo que estaba.

-Si es que resulta que el deporte no va a ser bueno... Nunca se ha visto morir a tanta gente en tan poco tiempo...

-No, desde luego, nunca como ahora.  Bueno, tampoco se había visto antes nada como lo de la pandemia, y mira la que se nos vino encima...

-Ya.

-Pero esto ya no se puede decir que sea por la pandemia, porque estamos todos vacunaos...

-No, por la pandemia no es. Pero por algo tendrá que ser, ¿no te lo parece?

martes, 14 de septiembre de 2021

Más estampitas para el álbum

Doscientas treinta y tres revistas médicas lanzan una alerta mundial de emergencia climática: "Se acerca una catástrofe mucho más mortífera que la Covid".

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Si la probabilidad de que un asteroide te caiga encima y mate es de 0,046%, y la de morir de Covid es de 0,026%, mejor ponerse casco o yelmo que una mascarilla.

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Expertos piden prudencia ante sexta ola para no repetir errores: Hay que mantener restricciones básicas, al menos hasta que se asegure una suficiente inmunidad.

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La declaración del Minisro de Salud francés sobre la vacuna -la duda ha matado y sigue matando- ofende a la razón porque lo irracional no es dudar, sino creer.

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La frase de Renan de "El cristianismo es un esenismo* que triunfó ampliamente" puede extrapolarse a La Iglesia es una secta que ha tenido un éxito considerable.

*esenismo: secta judía.


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La nueva Iglesia de la Inmunidad Artificial exige reindirle culto a la Santa Sustancia, comulgando con el producto recién salido de la sacristía del laboratorio.

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lunes, 13 de septiembre de 2021

Hostias y ostias

 Hostias 


        Sentencia la Real Academia Española en su inmensa pedantería que hostia procede del latín “hostia”, que significaba "víctima de un sacrificio" (ofrecida en principio como expiación para apaciguar la ira de los dioses, por oposición a “uictima”, que se ofrendaba en señal de acción de gracias) y nos da como primera acepción "Hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa y con la que se comulga", es decir, la famosa oblea, y en segunda: Cosa que se ofrece en sacrificio”. Recoge, además, como no podía ser menos una tercera acepción, que califica de malsonante, y que es la que más se utiliza a día de hoy en castellano, cuya etimología sería la misma según la RAE.: “golpe, trastazo, bofetada”. Cuando se dice en medio de una discusión acalorada que “aquí va a haber algo más que palabras”, sabemos que ese algo más no puede ser otra cosa que hostias desgraciadamente. Pero ¿qué relación tienen estas últimas hostias con las primeras? Ninguna, sencillamente.


        No se entiende muy bien cómo la oblea ha podido llegar a ser sinónimo de bofetada, golpe y trastazo, hasta el punto de que su origen etimológico sea común y el mismo según los sabihondos académicos. Es verdad que cuando la misa era como Dios manda, en latín, el sacerdote daba una hostia al feligrés que comulgaba, arrodillado ante el altar, depositándola en su boca, pero de ahí a que eso sea sinónimo de un bofetón va a un abismo.

        No debería la RAE perder de vista el latín FVSTIGARE, que era golpear con el FVSTEM, es decir, con palo, vara, bastón o garrote, de donde nos viene al castellano la palabra “fuste”, como madera o parte sólida de los árboles y de ahí fundamento de una cosa, y también “fusta” con el significado de “vara flexible empleada como látigo o rebenque”; este FVSTIGARE es el origen del cultismo fustigar “golpear con la fusta”, y de las palabras patrimoniales hostigar y hostiar. Esta última, que es la más común y es puro castellano, no la recoge el Diccionario de la RAE todavía por lo que he visto. 


        Se llega a ella a través de un paso intermedio que es fostigar, documentado por ejemplo en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. En la estrofa 1168, verso 3º, leemos en efecto: fostigarás tus carnes con santa disçiplina. También en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (XVI, 359) leemos: menazólo el padre porque avié tardado, / que mereciente era de seer fostigado. También en el Cancionero de don Juan Alfonso de Baena leemos seres de mi palmatoria / muy mal fostigado. Pero baste con estos ejemplos.

        En gallego y en asturiano existe un descendiente de este fostigar que es FOSTIAR, a veces con prefijo A-, AFOSTIAR, que persiste en algunos otros ámbitos del español oficial contemporáneo, donde está claro que la f- inicial no puede proceder de la h- latina, y sí al revés, que nuestra h- inicial provenga de una f- latina.

Ostias 

        Según el Diccionario de la RAE, ostia es vocablo que está en desuso y que procede del latín “ostrea”, que significa “ostra”, y que en castellano viejo se decía “ostria” u “ostia”. Advierte Corominas que el deseo de rehuir la confusión sacrílega de esta ostia con la hostia consagrada hizo que se generalizara la forma portuguesa “ostra” en detrimento de la primera, que dejó de usarse (aunque todavía se dice ostión en Andalucía y en algunas zonas de Sudamérica). 


        El conocido cómic de la posguerra española Roberto Alcázar y Pedrín popularizó entre nosotros la frase ¡Ostras, Pedrín!, que empleaba el personaje Roberto Alcázar como eufemismo de ¡Hostias, Pedrín! para expresar asombro a su compañero de aventuras. Y algunos se empeñan todavía en exclamar “ostras” en lugar de “hostias” para evitar la malsonancia de la confluencia con lo sacrosanto. Son los mismos que en lugar de exclamar mierda profieren miércoles, o cáspita y córcholis en vez de vaya usted a saber qué, y  rediós y cago en Dios o mejor cagüendiós, como dice a veces la gente, en lugar de rediez y cagüendiez, para parecer más finos y educados, quedando ya algo obsoleto pardiez que sustituía a par Dios o sea por Dios hace mucho tiempo; esos mismos escriben a veces también “ostias” sin hache, para no incurrir claramente en la blasfemia, y sí en la falta de ortografía.

        La expresión que se oía antaño en España, cuando los hijos les preguntaban a las madres de una forma insistente e insolente, que qué había para comer, solía ser: "¡Hostias en vinagre!". Ignoro el origen de esta locución de la que se me ocurren dos explicaciones:

        -Que sea en realidad “Ostias (es decir, ostras) en vinagre”. Las ostras suelen comerse crudas, pero a veces se riegan en vinagre (o en zumo de limón) para que suelten las impurezas, o se preparan a la vinagreta.

 Viñeta del cómic Roberto Alcázar y Pedrín

        -Que sea, en efecto “Hostias (es decir, obleas consagradas) en vinagre”. Lo que nos lleva a la ceremonia de la eucaristía, en la que el sacerdote divide la hostia consagrada en dos porciones, y, acto seguido, parte una de esas porciones en otra más pequeña y procede a la inmixtión echándola en el cáliz donde está el vino consagrado. Como advierte el Vaticano, debe procurarse que el vino no esté avinagrado; si lo estuviera, avinagraría también la hostia.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Nuestra Señora de las Golondrinas

"Nuestra Señora de las Golondrinas" es un relato breve de la escritora Marguerite Yourcenar, incluido en su colección "Cuentos Orientales" de 1938. El argumento nació de la propia imaginación de la escritora y de su deseo de explicar el nombre fascinante de una pequeña capilla de la región de Atenas. 



La ermita, situada entre modernas autovías, dentro de una zona industrial  de un suburbio de Atenas, no tenía nada de particular en cuanto a arte o historia, salvo el poder evocador de su nombre, consagrada como está a la Virgen de las Golondrinas. Pero eso poco importa. El caso es que Marguerite Yourcenar ha creado un relato para una ermita que carecía de él, que se ha convertido en leyenda del acervo cultural griego moderno, lo que constituye una prueba del gran talento literario de esta mujer, amante y gran conocedora del mundo clásico grecorromano.

Lo habitual suele ser lo contrario, que los escritores se basen en leyendas populares de tradición oral para revestirlas de un ropaje literario, pero en este caso la escritora le ha regalado al pueblo un cuento maravilloso que se ha convertido enseguida en leyenda, una historia tan bella y tan convincente que los griegos han hecho suya enseguida, una historia que si no sucedió de verdad no es porque no lo mereciera.

Prueba de ello es que se ha convertido ahora en una novela gráfica, en un cómic de Yorgos Tsiamantas, basado en la traducción que Yoanna Chatzinicoli hizo al griego de la escritora belga en lengua francesa. El comic ha visto la luz gracias al financiamiento participativo (o "crowdfunding" en la lengua del Imperio), que nosotros prodríamos denominar micromecenazgo, siguiendo nuestra tradición clásica y evocando la figura de Mecenas, el protector de las artes y de los artistas, y recogiendo de la lengua de Homero el prefijo "micro-", para referirnos a un fenómeno moderno que consiste en financiar una obra gracias a las pequeñas (eso es lo que significa el adjetivo griego mikrós) aportaciones económicas de cientos o millares de internautas interesados en ese proyecto.


La Virgen de las Golondrinas es la historia del monje Terapión, un cristiano fanático originario de Egipto, un lugar de violentos combates entre el paganismo y la nueva fe monoteísta,  que llega al Ática a comienzos de la Edad Media, una época en la que el cristianismo incipiente se imponía como religión dominante, intentando desplazar las creencias paganas del mundo grecorromano todavía arraigadas en la gente, que coexistían, de hecho, con la moral del crucificado.    


Pero nuestro anciano monje Terapión no soporta la pervivencia de los ritos paganos. Poco a poco va sintiendo la presencia invisible de dioses, ninfas,  hadas y espíritus sin nombre de una naturaleza perturbadora opuesta a su serio, taciturno y ascético cristianismo forjado en el desierto. Siente su aliento, oye sus pasos gráciles y poderosos tras él cuando va a oficiar la misa...

 

Convence a sus feligreses, armados de picos y palas,  para que cierren la gruta donde vivían las pecaminosas ninfas, que simbolizan la naturaleza personificada en espíritus femeninos, volubles como las linfas de las aguas, para que no puedan salir y mueran aprisionadas. Los feligreses así lo hacen y construyen a la entrada de la gruta una pequeña capilla adosada a la ladera de la colina.  

El anciano monje planta en la capilla un Cristo muy grande, pintado en una cruz de brazos iguales, y las Ninfas, que sólo sabían sonreír, retrocedían espantadas y horrorizadas ante aquella imagen del Crucificado.  

(Le cedo la palabra a Marguerite Yourcenar, que concluye el relato con un sorprendente final).

Al atardecer de aquel día vio a una mujer que venia hacia él por el sendero. Caminaba con la cabeza baja, un poco encorvada; su manto y su pañuelo eran negros, pero un resplandor misterioso se abría paso a través de la tela oscura; como si la noche se hubiera echado sobre la mañana. Aunque era muy joven, tenía la gravedad, la lentitud y la dignidad de una anciana, y su suavidad era como la del racimo de uvas maduras  y la de la flor perfumada. Al pasar ante la capilla miró atentamente al monje, que se sintió perturbado en sus oraciones.

–Este sendero no lleva a ninguna parte, mujer –le dijo–. ¿De dónde vienes?

–Del Este, como la mañana –respondió la joven–. ¿Y qué haces tú aquí, anciano monje?

–He emparedado en esa gruta a las ninfas que aún infestaban la comarca –dijo el monje–, y delante de la boca de su antro he levantado una capilla, que no se atreven a atravesar para huir porque están desnudas, y a su manera tienen temor de Dios. Espero a que se mueran de hambre y de frío en su caverna, y cuando esto ocurra, la paz de Dios reinará sobre los campos.

–¿Quién te dice que la paz de Dios no se extiende a las ninfas igual que a las corzas y a los rebaños de cabras? –respondió la joven–. ¿No sabes que en el momento de la Creación Dios se olvidó de dar alas a ciertos ángeles, que cayeron a la tierra y se establecieron en los bosques, donde formaron la raza de las ninfas y de los faunos? Otros se instalaron en una montaña, donde se convirtieron en los dioses olímpicos. No exaltes, como los paganos, la criatura en detrimento del Creador, pero tampoco te escandalices con Su obra. Y agradece a Dios, con todo tu corazón, que haya creado a Diana y Apolo.

–Mi espíritu no se eleva tan alto –dijo humildemente el viejo monje–. Las ninfas turban a mis fieles y ponen en peligro su salvación, de la que soy responsable ante Dios, y por eso las perseguiré hasta el mismo infierno, si hace falta.

–Y eso celo se te tendrá en cuenta, honrado monje –dijo, sonriendo, la joven–. Pero, ¿no se te ocurre un medio de conciliar la vida de las ninfas y la salvación de tus fieles?

Su voz era dulce como la melodía de una flauta. El monje, inquieto, agachó la cabeza. La joven posó una mano en su hombro y le dijo gravemente.

–Monje, déjame entrar en esa gruta. Me gustan las grutas, y compadezco a los que buscan amparo en ellas. En una gruta traje yo al mundo a mi Hijo, y también en una gruta lo confié sin temor a la muerte, a fin de que volviera a nacer en su Resurrección.

El anacoreta se apartó para dejarla pasar. Sin vacilar, ella se dirigió hacia la entrada de la caverna,  oculta tras el altar. La gran cruz tapaba el umbral; la apartó con cuidado, como un objeto familiar, y se deslizó en el antro.

Se oyeron en las tinieblas gemidos aún más agudos, gorjeos, y un como batir de alas. La joven hablaba a las ninfas en una lengua desconocida, que era acaso la de las aves o la de los ángeles. Al cabo de un momento reapareció al lado del monje, que no había parado de rezar.

–Mira, monje –le dijo–, y escucha.

Innumerables chillidos estridentes salían de debajo de su manto. Apartó las puntas, y el monje Terapión vio que llevaba, entre los pliegues de su vestido, centenares de jóvenes golondrinas. Abrió ampliamente los brazos, como una mujer en oración, dejando volar a los pájaros. Después dijo, y su voz era clara como el sonido de un arpa.

–Salid, hijas mías.

Las golondrinas,  liberadas,  volaron en el cielo de la tarde, dibujando con el pico y sus alas signos indescifrables. El anciano y la joven las siguieron un momento con la mirada; después, la viajera le dijo al solitario:

–Volverán todos los años, y tú les darás asilo en mi iglesia. Adiós, Terapión.

Y María se marchó por el sendero que no conducía a ninguna parte, como mujer a la que le importa poco que los caminos terminen, puesto que conoce el modo de caminar por el cielo. El monje Terapión bajó al pueblo, y al otro día, cuando subió a celebrar la misa, la gruta de las ninfas estaba tapizada de nidos de golondrinas. Volvieron todos los años; iban y venían por la iglesia, ocupadas en alimentar a sus crías o en consolidar sus casas de arcilla, y a menudo el monje Terapión interrumpía sus plegarias para observar con enternecimiento sus amores y sus juegos, pues lo que les está prohibido a las ninfas se les permite a las golondrinas.


 

sábado, 11 de septiembre de 2021

In memoriam 11-S

    El “Cantar de las Dos Torres” (2008) es un largo poema en diecisiete tiradas de hexámetros asonantados, “una breve epopeya entre risueña y tremebunda” en palabras de su autor,  Agustín García Calvo, que dedicó al “resonante derrumbamiento de las torres gemelas de Nueva York”, cuyo vigésimo aniversario se cumple hoy 11 de septiembre de 2021, marcando un hito en la retransmisión televisiva de unas imágenes mil veces repetidas en todos los rincones del planeta, y un hito por la declaración de guerra al terror que supuso.

Fotografía desmitificadora de Thomas Hoekper (2001)
 

    El primer verso es, por cierto, un remedo del primero de la Ilíada, con su invocación a la musa para que asista al poeta, en el que se ha sustituido la ira de Aquiles por la fe de los hombres: “Canta, diosa, la Fe de los hombres hijos de muerte, / Fe que alzaba a los cielos altivas torres a veces / y a veces las arrumbaba por tierra, y di de qué suerte, / siendo una y la misma la Fe, guerreaban como si fuesen / una con otra.” Ya se ve aquí el tema del cantar: cómo es la misma fe la que construye los rascacielos que la que los destruye, y cómo ambas están, sin embargo, en guerra como si fueran distintas.

    En todo poema épico la guerra es el tema central: “...la guerra. Siempre al Estado la guerra sirvió a tales fines; / y es guerra, por falsa que sea, lo que el momento nos pide”.

    El hexámetro asonantado que practica García Calvo es el mismo que utilizó en su traducción de la Ilíada de Homero y del poema didáctico de Lucrecio De rerum natura o De la Realidad, y que cultivó en la endecha de su propia cosecha Relato de amor (1980): seis tiempos marcados rítmicamente seguidos de uno o dos no marcados, con la posibilidad de añadir una sílaba no marcada (o dos a veces) al comienzo de algunos versos.

    Lo más original, desde mi punto de vista, de esta tremebunda epopeya, son los reproches de las tres mujeres que se hallan en el canto XVI y XVII, a las que da voz el poeta para recriminar a sus esposos y novio. Así empieza, por ejemplo, el reproche de Aixa: “¿Adónde te has ido, cruel, dejándome moribunda / a mí, que sin ti nada soy? Por ti me vestía y desnuda / era tan solo por ti. Eras tú mi espejo y mi luna: / ¿qué voy a ver en mi espejo si no es mi falta y la tuya?” Más desgarrado es el reproche de Fátima: “...Ah perro, ah hijo de puta / por muerto te llamo. Ah, nada te importa: el caso es que huyas / de mí y de mi amor (…) / (…) ¡Ah, vuela y trïunfa / con tu gran muerte! Yo lo que quiero es volverme una bruja / que arranque los ojos a quien en tu alma sembró esta locura”. / Calló, y rabïosa hincaba en los blancos pechos las uñas.”

    Pero de las quejas de las tres es sin duda la de Marïén, que era novia y no esposa, en el último canto la más significativa: “ (...) Ven, que te ajuste / las cuentas, amor: no es tu muerte lo que en miseria me hunde: / es el que tú la quisieras, que tú la quieras y busques / y que por ella me dejes a mí. ¿Qué aroma o deslumbre / tenía tu muerte que así te arrastró a su coño, a su túnel / sin fondo? Ah, no: ella no es nada: era solo el negro mejunje / de nombres de patria y destino y Alá que reine y trïunfe: / ¡quemáralos todos, si no fueran viento, en fuego de azufre!