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lunes, 20 de septiembre de 2021

Debajo de la máscara

    Escribe Lucio Anneo Séneca en De clementia, 1, 1, 6: «Nemo enim potest personam diu ferre, ficta cito in naturam suam recidunt.» Nadie en efecto puede llevar una máscara durante mucho tiempo, las cosas fingidas vuelven pronto a su estado natural.


    La palabra latina persona, derivada del etrusco 'phersu', origen de nuestro término 'persona' y de sus derivados 'personaje', 'personal', 'personalidad', 'personalismo' y 'personalizar' y de compuestos como 'unipersonal' y 'pluripersonal', significaba en latín 'máscara de actor' porque los actores llevaban siempre una máscara que los caracterizaba y que además servía como caja de resonancia, por lo que también equivalía por extensión a 'personaje teatral', y de ahí deriva el sentido de papel desempeñado en la vida.

    Viene a decirnos el sabio cordobés que nadie puede desempeñar un mismo papel en la vida durante mucho tiempo, porque cualquier papel que se desempeñe no deja de ser una ficción que representa uno en su puesta en escena cotidiana.  


     En lengua griega, al actor se le denominaba ὑποκριτής hypokrités, de donde procede nuestro 'hipócrita' y nuestra 'hipocresía', que propiamente era la acción de desempeñar un papel teatral, y que nuestra docta Academia define como 'fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan', que serían los que están por debajo de la máscara, si no fuera porque la máscara es el propio rostro.

    Pero la propia palabra 'máscara' no procede del latín ni del griego, sino que viene probablemente del árabe máshara, según Corominas, que significaba 'bufón, payaso, personaje risible', y de máscara derivan mascarada, enmascararse como se hace en carnaval, el mascarón de proa y la mascarilla que nuestras autoridades sanitarias, tan desautorizadas ellas, nos obligan a imponernos en lugares cerrados y en los abiertos cuando no podamos mantener la distancia de seguridad (sic) por nuestro propio bien, que suele ser la disculpa que se esgrime cuando se nos está haciendo daño.