sábado, 16 de abril de 2022

Wake up, Spain! (¡Arriba España!)

    En el II Foro Económico Español, la pretendida versión nacional del WEF, acrónimo del World Economic Forum, o sea del Foro Económico Mundial de Davos, se congregaron “más de 200 líderes del mundo de la política, la empresa, la ciencia y la sociedad civil”. El Foro se llamaba Wake Up, Spain! en la lengua del Imperio, es decir, ¡Despierta, España!, como si los organizadores quisieran sacar de su siesta modorra y zarandear a ese vejestorio de señora llamada España para que espabile. Wake Up, Spain! podría también traducirse libremente muy a gusto por ¡Arriba España!, expresión que a los mayores nos trae recuerdos de otros tiempos que, por lo que se ve, no son tan otros en el fondo. 


    Leo en El Español, uno de los organizadores del evento, la noticia y subrayo la imperiosa necesidad de acción que infunden al discurso: “Bajo el paraguas del II Foro Económico Español 'Wake Up, Spain!', todos ellos (sc. los más de doscientos líderes) han hecho un llamamiento a la acción. A pasar de las palabras a los hechos para que este país despierte y se ponga a trabajar para salir de la crisis provocada por la guerra de Ucrania justo cuando empezábamos a recuperarnos de la Covid-19”.

     La crisis, se nos dice subrepticiamente, se debe a “esta terrible guerra que estamos sufriendo a las puertas de Europa”, de la que nos enteramos por la televisión y la prensa, aunque no veamos la caja tonta ni leamos la prensa, que miente, como se sabe, más que la Gaceta, que era el diario oficial del Gobierno, o sea, el BOE, porque la inmensa mayoría de la gente, que ve la tele y lee los papeles, habla siempre de lo mismo, de la pobre Ucrania, la dama ultrajada y vejada, y del hijoputa de Putin que la ha invadido y la está masacrando, lo que redunda en el alza de nuestros precios y la insuficienica de nuestros salarios para la vida cotidiana.

    En cuanto a la pandemia hay que decir que ha propiciado, y no tanto ella como la gestión que de ella han hecho nuestros gestores, que España sea el país más consumidor de benzodiazepinas, es decir, ansiolíticos, tranquilizantes y pastillas para dormir del mundo por segundo año consecutivo.

    Uno de esos más de doscientos CEOS, otro acrónimo anglosajón, este de 'Chief Executive Officer', como llaman ahora con neologismo flagrante a los nuevos Jefes, era el Presidente del Gobierno de las Españas, que en su alocución cacareaba: “España no va a perder la carrera de la tecnología más avanzada. Muy al contrario. El Gobierno de España quiere que nuestro país definitivamente sea y se sitúe a la vanguardia del progreso industrial y también del progreso tecnológico.”

La guerra devastadora de los hermanos Marx

    Anunciaba así el Jefe del Ejecutivo un nuevo PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) el pasado 4 de abril sobre microchips y semiconductores que iba a conllevar una inversión pública de una cifra astronómica para mí y para la mayoría de la gente, supongo, tanto que me cuesta imaginarla: 11.000 millones de euros, que no de las antiguas pesetas en las que solemos contar los viejos, cantidad que también sería una barbaridad.

    “La guerra como la pandemia exige de todos nosotros unidad.” Unidad, peroraba, para proteger a Ucrania y pararle los pies a Putin, y establecía la equiparación de Europa y Democracia. Al mismo tiempo, afirmaba que Europa no era inmune ni a las pandemias ni a las guerras, como se había demostrado, dándoles una buena coartada a los fabricantes de vacunas y a los traficantes de armas, que así reactivarían nuestra maltrecha economía. Apoyaba así, de hecho, la política belicista de la Unión Europea de suministrar ayuda humanitaria, es decir armamento, a Ucrania, a pesar de que dicho país no forma parte de la Unión ni de la OTAN. Dicha política es una clara subordinación a los dictados de Londres y de Guásinton, dos países que no forman parte efectiva tampoco de la Unión.

      

Escena de guerra de Sopa de Ganso (1933), hermanos Marx.

  El presidente justificaba el desembolso de una suma tan elevada para su nuevo proyecto económico, pese a la crisis actual, adobando las razones con huera palabrería. Hago notar la jerga grandilocuente que emplea para no decir nada a la hora de definir la importancia de la inversión en los susodichos microchips y semiconductores: “Creo -dice textualmente- que las razones son bien conocidas. Podemos todas intuirlos, intuirlas mejor dicho (creo que aquí se ha liado el presidente queriendo decir “podemos todos -nosotros- y todas -nosotras- intuirlas (sc. las razones), que seguramente es lo que tenía preparado), incluso también corroborarlo y es que los semiconductores son un elemento básico de todos los sectores energéticos, y, por tanto, adquieren una importancia que yo calificaría de geoestratégica mundial en un contexto de transformación digital tan profundo de nuestras economías”. El discurso no tiene desperdicio. La charlatanería campanuda con la que envuelve a los microchips y a los semiconductores es de traca.


viernes, 15 de abril de 2022

Coplas goliardescas (I)

 A imitación de las cántigas de los goliardos medievales  (escritas por los clerici uagantes, clérigos vagabundos de vida irregular y golfa, desertores de los estudios eclesiásticos, que escribían y cantaban canciones populares y poesías mundanas en las que aparecía por primera vez la rima que no había conocido la poesía clásica  creando así sorprendentes asociaciones de palabras), van estas coplas goliardescas compuestas en el latín degenerado que seguimos hablando todavía. 

   En la Tierra, / sólo hay guerra / trabucada en son de paz; / camuflada, / disfrazada, / no se quita el antifaz.

 No se nace / sino se hace / hombre un hombre... y la mujer; / mala cosa / espantosa / es llegar tal mostruo a ser.

 Democracia, / triste gracia, / de una mano de barniz: / dictadura / pura y dura, / subyugada la cerviz.

 Sólo creo / lo que veo / que echan por televisión, / caja tonta / que me atonta, / llena de estupefacción.

 La vacuna, / ovejuna / medicina sin virtud, / es el medio / sin remedio, / que me arruina la salud. 

 

La rapera Mala Rodríguez.

La rapera / se sincera: / "Proxeneta soy de mí; / mercancía, / mi alcancía; / mi cuerpo es mi potosí."

 Mete y saca, / toma y daca, / te la incrustan hasta atrás; / por la diestra, / por siniestra, / por delante y por detrás.

 Una vida / no vivida / de realidad virtual, / que es comparsa / de una farsa / dentro de una Red Social.

¡Gloria a Ucrania! / ¡Viva España! / Patrias son de armas tomar: / fes divinas / y asesinas / en continuo batallar.

jueves, 14 de abril de 2022

Giorgio Agamben: 'Estado de excepción y guerra civil'.

    En un libro publicado hace unos años, Stasis(1). La guerra civil como paradigma político (2017), intenté demostrar que en la Grecia clásica la posibilidad -recalco la palabra "posibilidad"- de la guerra civil funcionaba como un umbral de politización entre el oikos(2) y la polis(3), sin el cual la vida política sería inconcebible. Sin la stasis, el levantamiento de los ciudadanos en la forma extrema de la disidencia, la polis ya no es una polis. Este vínculo constitutivo entre la stasis y la política era tan inextricable que incluso en el pensador que parecía haber fundado su concepción de la política en la exclusión de la guerra civil, a saber, Hobbes, sigue siendo virtualmente posible hasta el final.

    La hipótesis que quiero proponer es que si hemos llegado a la situación de despolitización absoluta en la que nos encontramos, es precisamente porque la posibilidad misma de la stasis ha sido progresiva- e integralmente excluida de la reflexión política en las últimas décadas, también a través de su identificación subrepticia con el terrorismo. Una sociedad en la que se excluye la posibilidad de la guerra civil, es decir, la forma extrema de disidencia, es una sociedad que sólo puede deslizarse hacia el totalitarismo. Llamo totalitario a un pensamiento que no contempla la posibilidad de enfrentarse a la forma extrema de la disidencia, un pensamiento, es decir, que sólo admite la posibilidad del consenso. Y no es casualidad que sea precisamente por el establecimiento del consenso como único criterio de la política por lo que las democracias, como nos enseña la historia, han caído en el totalitarismo.

    Como suele ocurrir, lo que se ha alejado de la conciencia resurge en formas patológicas, y lo que ocurre hoy en día es que el olvido y la falta de atención a la
stasis van de la mano, como observó Roman Schnur en uno de los pocos estudios serios sobre el tema, con la progresión de una especie de guerra civil mundial. No se trata sólo del hecho, que tampoco debe pasarse por alto, de que las guerras, como ya habían señalado hace tiempo juristas y politólogos, hayan dejado de ser formalmente declaradas, y, transformadas en operaciones policiales, adquieran las características que habitualmente se asignaban a las guerras civiles. Lo decisivo hoy es que la guerra civil, al formar un sistema con el estado de excepción, se transforma como éste en un instrumento de gobierno.

     Si se analizan los decretos y las medidas aplicadas por los gobiernos en los dos últimos años, queda claro que están dirigidos a dividir a los hombres en dos grupos opuestos, entre los que se establece una especie de conflicto irresoluble. Infectados y sanos, vacunados y no vacunados, pasaportados y no pasaportados, integrados en la vida social o excluidos de ella: en cada caso, la unidad entre los ciudadanos, como ocurre en una guerra civil, se ha roto. Lo que ha sucedido ante nuestros ojos sin que nos demos cuenta es que las dos formas-límite del derecho y la política han sido utilizadas sin escrúpulos como formas normales de gobierno. Y mientras en la Grecia clásica la stasis, en la medida en que marcaba una interrupción de la vida política, no podía en ningún caso ocultarse y transformarse en norma, ahora se ha convertido, como el estado de excepción, en el paradigma por excelencia del gobierno de los hombres. 

(1) stasis: En griego tiene un significado general de acto de alzarse, levantamiento y uno particular, que es el que adopta Agamben, de contestación, desacuerdo; división política, rivalidad; sedición, sublevación, y en definitiva guerra civil.

(2) oikos: la casa, el ámbito privado, paralelo al concepto de zoé o vida física.

(3) polis: el Estado u organización ciudadana, paralelo al concepto de bios o vida social y política.

oOOo

(Publicado originalmente en italiano en quodlibet el 9 de abril de 2022, recoge la intervención de Giorgio Agamben en la Commissione Du-Pre, Dubbio e Precauzione (Duda y Precaución) el 2 de abril en Roma, celebrada bajo el lema "La verdad es la primera víctima de la guerra. Del toque de queda pandémico al toque de queda de la razón". La Comisión Du-Pre nació en diciembre de 2021 y su manifiesto contra el pasaporte sanitario y la obligación de las vacuans fue firmado por ocho filósofos, entre ellos Agamben, ocho científicos y seis juristas). 

miércoles, 13 de abril de 2022

¿Bailarinas rusas o ucranianas?

      La National Gallery de Londres, muy políticamente corregida y correcta ella, ha cambiado en el colmo de la corrección política el título del cuadro "Bailarinas rusas" de Edgar Degas (1834-1917) por el de "Bailarinas ucranianas", porque, al parecer, los colores nacionales de Ucrania que están ahora tan de moda por doquier (el amarillo que recuerda el color dorado de los campos de trigo y el azul cristalino del cielo despejado) adornan el pelo da las bailarinas en forma de cintas. 

 

    No es extraño que alguien se haya fijado en ese detalle, habida cuenta de que los colores de esa bandera nos bombardean por todas partes en la actualidad, siendo los más publicitados por todos los poderes públicos.

 

Tres bailarinas rusas, Edgar Degas (1899)
 

    Al parecer, la actuación de un grupo de ballet ruso en el Folies Bergère de París en 1895 inspiró a Degas a la hora de pintar esta escena, en la que podemos contemplar a tres bailarinas del este de Europa -no vamos a discutir sobre su nacionalidad- en un paisaje imaginario. La obsesión del pintor, solterón impenitente, era captar el movimiento femenino y plasmarlo congelado en un lienzo como si fuera una fotografía. 

    Varios grupos de danzas de Europa del Este visitaron París a finales de la década de 1890, actuando en los cabarés de la ciudad de la luz, en el Moulin Rouge, en el Folies-Bergère, en el Casino de París y hasta en un tugurio de Montmartre, cerca de la casa del pintor. Este pastel que ha renombrado la National Gallery en particular, puede haber sido uno de los tres que muestran ‘bailarinas con trajes rusos’ que Degas mostró a un visitante de su estudio en 1899. 

    Discusión bizantina como ella sola, la de la nacionalidad o bandera de estas bailarinas, sobre todo en una época en que las naciones no estaban tan delimitadas como pretenden estar ahora, ya que nos estamos remontando a una época en que Rusia tenía un significado mucho más amplio que en la actualidad: era la Madre Rusia, la Rusia del Imperio de los zares, anterior a la Rusia Soviética y a la URSS, ese otro Imperio que acabó derrumbándose también, una Rusia que no coincide con la actual. En todo caso esta polémica -palabra que procede del griego πόλεμος (pólemos), que significa 'guerra'- recuerda a aquella disputa trivial de los dos conejos sobre si sus perseguidores eran galgos o podencos. No resultan, además, estos tiempos revueltos en los que vivimos buenos para escudriñar en las esencias nacionales y patrióticas de otros tiempos.

    

    En todo caso, estas bailarinas rusas o ucranianas, si no era lo mismo entonces lo uno que lo otro en las postrimerías del siglo XIX,  mientras siguen levantando las piernas bajo sus faldones y bailando y dejando que pensemos lo que nos venga en gana, parecen reírse un poco de nosotros y de nuestra controversia.

 

martes, 12 de abril de 2022

Teletipos (4)

 

 (Pseudo)Pégaso alado.

 Frente a la seriedad maniquea de los defensores del orden establecido, hay que contraponer la irreverencia del humor popular que no respeta ninguna jerarquía.

  El 'struggle-for-life' darwiniano se convierte en un 'life-for-struggle': La lucha por la vida se convierte en una vida para la lucha, es decir, para la guerra.

Hago mía la sentencia del autor inglés del siglo XVIII Samuel Johnson de que el patriotismo (incluyendo aquí yo el humanista) es el último refugio del canalla.

Sí, estamos en guerra, pero es una guerra librada en nuestro propio campo de batalla, entre arriba y abajo: nosotros somos el objetivo verdadero de la guerra.

  Acostumbrados a actuar en contra del sentido común, obedecemos a medidas irracionales en nombre de la “responsabilidad social”, esa hipócrita idea moralista.

Algunas socialdemocracias neoliberales se han quitado la careta que las enmascaraba y han mostrado su verdadera cara dura subyacente de regímenes autoritarios.

 

Fuga no hay de prisión que no se vea.  
 
El viejo mundo de las naciones-estado es sustituido por un conglomerado de multinacionales que toman las decisiones de economía política o política económica.
 
Hay una guerra contra el terrorismo doméstico que se escuda en la lucha contra la extrema derecha, el nazismo y el fascismo, y crea así el monstruo que combate.
 
Todo el que se opone al régimen tecnocrático de esta cuarta revolución industrial es tachado de fascista, como antes podía ser tachado de rojo o de maricón.
 
La deserción es la actitud ética más radical y subversiva ante el ardor guerrero que, en nombre del Bien Común, nos despoja de libertad individual y colectiva.
 
 Imponen cada vez más la ética sacrificial de la propia vida en aras del absolutismo del Bien Común y el cultivo egoísta y feroz de la resiliencia y la empatía.
 
 La Semana Santa, se mire por donde se mire, no deja de ser una consagración de la semana laboral que, como Jesucristo, muere y resucita, muere a fin de renacer.
 
 
    

lunes, 11 de abril de 2022

La locura de Changái

    La gente grita desesperada desde las ventanas de los rascacielos de Changái, la capital económica china, que cuenta con la friolera escandalosa de 25 millones de habitantes, tantos como los de toda Australia, y que afronta su peor crisis sanitaria de Covid-19 desde hace dos años, de lo que dábamos cuenta aquí el otro día, descargando su agresividad después de siete días y sus siete noches de confinamiento sin ningún alivio prolongado indefinidamente, ya que nadie puede abandonar su domicilio bajo ningún concepto. 
 
    Los habitantes de Changái protestan así, asomándose a sus ventanas y gritando, por la falta de suministros. Algo muy distinto, como puede comprobarse, de aquellos "aplausos de las ocho" no dóciles sino imbéciles del confinamiento español, que, alentados desde la televisión por los poderes públicos, hacían que muchos ciudadanos salieran a los balcones y se asomaran a las ventanas a aplaudir a los sanitarios que atendían a los enfermos, como era su deber, a las fuerzas de orden público que vigilaban el cumplimiento de la encerrona, y a las autoridades que habían ordenado por el bien común el arresto domiciliario.
 
    "Es Changái -dice en chino la voz en off que grabó este vídeo y que lo ha difundido por las redes sociales-. Todo el mundo está gritando. Empezó con una pareja. Ahora todo el mundo grita después de una semana de encierro. Algo va a pasar. Nadie sabe cuándo va a terminar esto".
 

     Un dron que sobrevuela la ciudad por la noche les dice con amable voz femenina a los habitantes de Changái encerrados en sus pisos a modo de abejas en las celdas de sus colmenas: Por favor, cumplan con las restricciones del COVID. Controlen el deseo de libertad de su alma. No abran la ventana ni canten.
 

         Mientras tanto, el presidente de la República Popular de China brinda satisfecho alzando una copa de vino. El gobierno chino que él representa es la envidia de todos los ejecutivos occidentales por el control cuasi absoluto que ejerce sobre sus ciudadanos. 

Xi Jinping, presidente de la República Popular china, alza satisfecho su copa.
 
    Resulta ridícula la pretensión del gobierno chino de cero cóvid. Es harto improbable que la existencia del bicho pueda ser erradicada de la faz de la Tierra una vez adquirida su carta de naturaleza. Como tantos otros víruses, y al margen de su origen natural o artificial que aquí y ahora no viene a cuento, hay que acostumbrarse a convivir con él, porque “llegó para quedarse”, o, mejor, siempre estuvo aquí, como el dinosaurio de Monterroso.
 
 
     Lo sacarán a relucir cuando a ellos les convenga, sobre todo en la próxima temporada otoño-invierno. El prestigioso virólogo alemán,  responsable de todas las peceerres que se hacen en el mundo y que engordan las estadísticas de casos, de cuyo nombre no quiero acordarme, además de recomendar las asfixiantes mascarillas FPP2 en todos los interiores, ya ha dicho que esto no es más que una tregua veraniega, que en el otoño e invierno que viene habremos perdido la inmunidad adquirida con la vacuna y con el hecho de haber pasado la enfermedad, pese a estar la mayoría vacunados. ¿Habrá que volver a vacunarse? Ahora mismo, aquí en Europa, el asunto está soterrado como el Guadiana con el parte diario de la guerra de Ucrania, pero la locura de Changái no está tan lejos, aunque ya no esté como está Ucrania todos los días y a todas horas en sus pantallas. ¡Atentos permanezcan!
 
 

domingo, 10 de abril de 2022

Dos prisiones

 Le debemos al poeta Garci Sánchez de Badajoz (1460?-1526?), que nació probablemente en la localidad sevillana de Écija, pero vivió en Badajoz y al parecer murió loco en un manicomio, según informa José María Valverde en su Antología de la poesía española e hispanoamericana, publicada por editorial Anthropos (Barcelona, 1986), esta preciosa copla que habla de las dos prisiones: una que me tiene a mí y otra que me tengo yo.




En dos prisiones estoy
 que me atormentan aquí
 la una me tiene a mí
 y la otra tengo yo. 

Y aunque de la una pueda
 que me tiene libertarme, 
 de la otra que me queda
 jamás espero soltarme. 

Ya no espero, triste, no, 
verme libre cual nací, 
 que, aunque me suelten a mí, 
 no puedo soltarme yo.


El llorado Chicho Sánchez Ferlosio retoma este viejo tema de las dos prisiones, la exterior y la interior,  en la coda que compuso para cantar al final del Romance del prisionero:  

 
"Cárcel tengo por fuera,
cárcel por dentro,
voy vagando y vagando,
puerta no encuentro:
tener no me importara
cárcel por fuera,
si de la de aquí adentro,
salir pudiera.
Veo el campo a lo lejos
por la ventana,
tristeza y esperanza,
noche y mañana.
Allí crece la yerba
de primavera,
esperanza y tristeza,
luz y quimera."

sábado, 9 de abril de 2022

Europa remasterizada y digitalizada

    En Europa la identidad digital avanza a pasos agigantados desde hace algunos años. ¿Qué es la digitalización? Un dígito en nuestra lengua madre es un dedo, y habida cuenta de que se contaba con los dedos de la mano -la calculadora de la vieja- un dígito es también un número. Digitalización es, por lo tanto, cuantificación numérica, conversión en número de algo que no lo es. Digitalizar es cuantificar lo incuantificable, numerarlo. Y numerarlo es cosificarlo. 
 
    Recordemos aquel sabio dicho de nuestra lengua que reza: Caballo y caballero no son dos, sino uno y uno (o uno y otro, según otra versión, y podríamos decir, uno solo, como el mítico centauro) pero nunca dos. Si digitalizamos el caballo y el caballero, obtenemos un número, el número dos. Estamos sumando. Todos sumamos. Sumamos todos, y si sumamos estamos convirtiendo lo que no se puede sumar en números, es decir en cosas, o mejor dicho, en ideas, incluidos nosotros que somos los que contamos, las personas. 

     ¿Cómo comenzó este proceso de digitalización de la vieja Europa? Pues habría que remontarse ni más ni menos que a Pitágoras, quien creía que el número (arithmós) era el principio (arché) de todas las cosas, como si dijéramos su materia prima, su ser y su sustancia. 
 
    Pero, si no queremos remontarnos tan lejos y venimos a lo más cercano, vemos que el origen de nuestra conversión en un número está relacionado con el control que sobre nosotros pretende ejercer el Estado, que nos otorga, por ejemplo en España, un número: el de nuestro Documento Nacional de Identidad (o en su defecto el de nuestro pasaporte). Las entidades privadas o no estatales, por otra parte, también nos otorgan un número en función del peso específico de nuestro capital: el de nuestra cuenta corriente o tarjetas de crédito y débito. 
 
    El control que pretende ejercer el Estado sobre nosotros necesita constantemente de una coartada que lo justifique, dado que atenta contra nuestra libertad. Esa justificación habría que buscarla en principio en el riesgo terrorista, que pone en peligro nuestra seguridad. Últimamente este argumento, que se basaba en la existencia de un terrorista enemigo que ponía en peligro la seguridad de todos, no se sostenía, se veía como algo muy lejano e improbable, quedaba ya obsoleto, por lo que se recurrió a otro más sofisticado: la existencia de un virus de una letalidad peligrosísima del que podríamos ser portadores sin saberlo. Era una manera de decirnos que los terroristas y el virus éramos nosotros. Se entronizaba así la Sanidad, mejor que la salud, que sigue siendo una palabra patrimonial popular, para justificar nuestra inmolación o sacrificio en aras del ideal. 
¿La tecnología al servicio de las personas o las personas al servicio de la tecnología?
 
    El pasaporte vacunal, en efecto, es lo que mejor materializaba este progreso con el que avanzaba la digitalización de la sociedad a manos del caballo de Troya que es nuestro esmarfon o teléfono inteligente o, sencillamente, móvil, un aparato que lleva adosada nuestra identidad, nuestra alma, que es nuestro dinero, nuestros datos personales con un número que nos identifica como si fuera nuestra sombra. No hace falta ya ningún Documento Nacional de Identidad, nuestro DNI es nuestro móvil, que encarna nuestra identidad virtual, al que hablamos y que nos escucha: es nuestra agenda telefónica, nuestro geolocalizador, nuestro pasaporte, nuestro todo. Me he visto obligado a aprenderme su número, que no es sólo mi número de teléfono, sino mi DNI, mi pasaporte, mi tarjeta sanitaria, mi banco, mi todo. Resulta muy cómodo llevar todos estos datos en un solo soporte, pero resulta muy ingenuo no ver que ese soporte nos lleva a nosotros mismos que hemos vendido el alma al diablo. Resulta muy ingenuo no ver que el haber cedido todos estos datos no iba a causarnos ningún perjuicio en detrimento de nuestra libertad.
 
 
 
    Cuando se habla del incremento del control social y de la vigilancia en la vieja Europa, siempre sale alguien rebuznando «es peor en China», lo que seguramente es verdad pero el mal de los chinos, que son muchos como se sabe, no puede consolarnos a los europeos, que somos a la sazón muchísimos menos, muy muy pocos: mal de muchos, dice el refrán, consuelo de tontos. Esto recuerda la enseñanza moral del cuento aquel de El Conde Lucanor del infante don Juan Manuel:  “Por pobreza nunca desmayedes, pues otros más pobres que vos veredes”; argumento que retomó Calderón de la Barca en La vida es sueño y versificó así: Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, / que sólo se sustentaba / de unas hierbas que cogía. / ¿Habrá otro, entre sí decía, / más pobre y triste que yo?; / y cuando el rostro volvió / halló la respuesta, viendo / que otro sabio iba cogiendo / las hierbas que él arrojó. Lo que viene a decir que no podemos quejarnos, que hay otros que están mucho peor que nosotros y no se quejan, aunque tienen más razones para hacerlo.
 
    Lo que está meridianamente claro es que a fecha de hoy, España, Europa y en sentido general, Occidente, se exponen a la digitaliación de nuestra sociedad, tomando como punto de partida la salud para llegar hasta la identidad personal. Es verdad que hace años ya que somos dependientes de nuestros móviles pero, desaparecidos prácticamente los móviles prepago, no se había visto nunca hasta la pandemia que tuviéramos que sacar los esmárfones para justificar nuestra identidad en lo concerniente a nuestro estado de salud, o, mejor dicho, de vacunación, que no es lo mismo. Había que exhibirlo hasta para entrar a comer a un restorán, y hasta para consultar su menú a través del código digital. 
 

 
    Nadie puede salir ya de su casa sin su adminículo móvil. Y ahora que el secreto médico se ha vuetlo cada vez más evanescente, pese a la cacareada protección de datos, el resto de nuestros datos sigue siendo aspirado por los codiciosos bancos de datos, compañías de seguros, navegadores de la Red, etc. El esmarfon es la moderna epifanía del Estado y el Capital asociados a un número: nuestra identidad personal que es también la económica, sobra que se diga. 
 
    La Unión Europea no se queda a la zaga, ya que ha regulado su «agenda digital para 2030» desde marzo de 2021. Se trataría con todo ello de dotar a cada uno de un pasaporte digital europeo en el que estaría incluido el carné de vacunación.  En esta generalización de la identidad digital que mezcla lo público y lo privado, el Estado y el Capital en términos políticos clásicos, el Foro Económio Mundial, con sede en Suiza, trabaja en ello desde hace años y no lo oculta. 
 
 La casa de los locos o El manicomio, Louis Raemaekers (1915)
 

viernes, 8 de abril de 2022

Z, una letra polémica

    La última letra de nuestro abecedario, la 'Z', se ha convertido un tanto inexplicablemente de la noche a la mañana en una letra polémica y maldita: un símbolo pro-ruso en la guerra de moda entre Rusia y Ucrania. Inexplicablemente, digo, porque esta letra, que procede de la griega dseta (Ζ), a través de la latina del mismo nombre -el latín la adaptó para trascribir palabras griegas como por ejemplo Amazona o Zeus (pronunciados 'amadsona' o 'dseus')- no aparece en el alfabeto cirílico con el que se escribe la lengua rusa.

    El alfabeto griego, de origen fenicio, fue, adoptado y ligeramente modificado por los romanos, dando lugar al abecedario latino, que es el más utilizado en la actualidad en el mundo, y también al llamado alfabeto cirílico, en el que se escribe el ruso y otras lenguas eslavas, enseñado como fue por el monje Cirilo a los eslavos.

    En el diagrama de Venn siguiente podemos ver cuáles son las letras comunes a los tres alfabetos. Sólo aparecen las letras mayúsculas porque originalmente no había minúsculas, que son un hallazgo medieval de la escritura cursiva: 11 letras comparten el alfabeto griego (incluido en el círculo izquierdo), el latino (en el derecho) y el cirílico (en el central inferior).  La letra Z, como puede comprobarse, no aparece como tal en el alfabeto cirílico. Sin embargo, su sonido coincide con el de la letra cirílica З, ausente en los otros alfabetos. 

     Cuando se trascribe el ruso a nuestro alfabeto latino, es decir, cuando se romaniza, se utiliza nuestra Z para la letra cirílica З de igual sonido, cuya pronunciación es como la de la mayoría de las lenguas que emplean el abecedario latino (distinta de la zeta española), como la inglesa o la italiana por ejemplo.

    El caso es que la letra “Z” que comenzó a verse de repente escrita en tanques rusos como logo identificativo para evitar el fuego amigo, en campañas de propaganda de la guerra u 'operación militar especial' rusa, en la camiseta de un gimnasta, en los coches y en las redes sociales, se ha convertido en un símbolo de apoyo a la invasión de Ucrania y de apoyo a la identidad rusa que así se constituye. ¿Cómo se explica?

    Han surgido algunas hipótesis. La que parece más convincente es que la expresión rusa За победу (trascrita 'za pobedu') quiere decir “por la victoria”; За мир (trascrita 'za mir') quiere decir “por la paz”, За правду (trascrita 'za pravdu') quiere decir "por la verdad" y За Россию (trascrita 'za Rossiyu') significa “por Rusia”. За es, pues, una preposición que trascrita ZA y abreviada Z significaría “a favor de, por, para”.


     Alemania se había planteado la prohibición de esta polémica letra, lo que originaba serias dudas, ya que a diferencia de otros símbolos más reconocibles como la cruz gammada, por ejemplo, la Z como apoyo a la sangrienta invasión de Ucrania es una simple letra del alfabeto grecolatino, originalmente griega, por lo que no es fácil demostrar cuándo se usa como símbolo bélico y cuando no, por lo que se deja esta interpretación en manos de los tribunales de justicia a los que lleguen las denuncias, aunque el portavoz gubernamental del país germano ha tenido que reconocer que la letra zeta, como tal, por supuesto no está prohibida, aunque, matizó, en algunos casos concretos, “su uso puede representar la aprobación de la guerra rusa” y podría ser delictiva.

 


        La rusofobia, motivada por la equiparación torticera del pueblo ruso con el Estado ruso, puede llega a extremos increíbles, hasta el punto demencial de declarar contenidos política- y culturalmente poco correctos las vanguardias pictóricas, la literatura (Tolstoi o Dostoyesqui, por citar solo dos nombres)  o la música clásica de un Estravinsqui, por ejemplo, por no hablar del séptimo arte  que nos ha venido de la Madre Rusia. Hasta estos delirantes extremos puede llegar esta rusofobia que nos invade cuyo contrapunto es la subida a los altares de santa Ucrania martirizada por el demonio satánico de Putin, que ha lanzado una guerra que él denomina torticeramente "operación militar especial". Todo ello coincide con la beatificación del señor Zelinsky, presidente del gobierno ucraniano, y nuevo modelo de líder o Führer político de masas que va suplicando para su país por el mundo ayuda humanitaria (es decir, armas de destrucción masiva y endurecimiento de sanciones).  

jueves, 7 de abril de 2022

Teletipos (3)

La pandemia con denominación de origen y nombre registrado 'COVID-19' fue inscrita por la Organización Mundial de la Salud en el registro de marcas comerciales.

La primera palabra del lenguaje humano y la más humana fue “no”. El demonio se la suelta a la autoridad de Dios, Nuestro Señor, y a la realidad que nos impone.

  La estrategia del actual gobierno español consiste en darse lustre a bombo y platillo autodenominándose el más “progresista, diverso, inclusivo” de la Historia.

¿Por qué empeñarse en ser uno mismo? No hay que tratar de ser uno mismo, cosa que ya se es sin mucho esfuerzo, sino tratar de librarse, mejor, de imposiciones.

 "No somos de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba" afirman los manifestantes en huelga acusados por el gobierno del país.
 
  Del partido que nos metió en la OTAN no podemos esperar en relación con la guerra de Ucrania que deje de ser lo que siempre fue: lacayo del tío Sam americano.
 
No hay plano(
β), ni recta(r) ni punto(A). 
 

Mientras el pueblo llano sufre cada día más pobreza, sueldos miserables y precios inaccesibles, los Señores del Mundo anuncian incrementos en el gasto militar.

  El instrumento que tiene a su disposición la oligarquía dominante para imponerle al pueblo su dominio son los gobiernos democráticos de izquierdas y/o derechas. 

Para salir de la caverna de Platón hay que desenchufar televisión y radio y tirar todos los periódicos en los que uno abrevaba para estar informado a la basura.

Una falsa etimología pero etimología popular griega dice más verdad, sin embargo, de la que parece relacionando iatrikḗ (medicina) con iós (virus o veneno).

 La retransmisión televisiva de la guerra de Ucrania oculta el mayor escándalo sanitario de todos los tiempos y la mayor manipulación y deformación informativa.
 
 Los medios mainstream subvencionados (cadenas de televisión, periódicos, emisoras de radio) son los creadores de simulacros de la caverna mediática y platónica.
 

El poder de la naturaleza contra la naturaleza del poder.