En el II Foro Económico Español, la pretendida versión nacional del WEF, acrónimo del World Economic Forum, o sea del Foro Económico Mundial de Davos, se congregaron “más de 200 líderes del mundo de la política, la empresa, la ciencia y la sociedad civil”. El Foro se llamaba Wake Up, Spain! en la lengua del Imperio, es decir, ¡Despierta, España!, como si los organizadores quisieran sacar de su siesta modorra y zarandear a ese vejestorio de señora llamada España para que espabile. Wake Up, Spain! podría también traducirse libremente muy a gusto por ¡Arriba España!, expresión que a los mayores nos trae recuerdos de otros tiempos que, por lo que se ve, no son tan otros en el fondo.
La crisis, se nos dice subrepticiamente, se debe a “esta terrible guerra que estamos sufriendo a las puertas de Europa”, de la que nos enteramos por la televisión y la prensa, aunque no veamos la caja tonta ni leamos la prensa, que miente, como se sabe, más que la Gaceta, que era el diario oficial del Gobierno, o sea, el BOE, porque la inmensa mayoría de la gente, que ve la tele y lee los papeles, habla siempre de lo mismo, de la pobre Ucrania, la dama ultrajada y vejada, y del hijoputa de Putin que la ha invadido y la está masacrando, lo que redunda en el alza de nuestros precios y la insuficienica de nuestros salarios para la vida cotidiana.
En cuanto a la pandemia hay que decir que ha propiciado, y no tanto ella como la gestión que de ella han hecho nuestros gestores, que España sea el país más consumidor de
benzodiazepinas, es decir, ansiolíticos, tranquilizantes y pastillas para dormir del mundo por segundo año consecutivo.
Uno de esos más de doscientos CEOS, otro acrónimo anglosajón, este de 'Chief Executive Officer', como llaman ahora con neologismo flagrante a los nuevos Jefes, era el Presidente del Gobierno de las Españas, que en su alocución cacareaba: “España no va a perder la carrera de la tecnología más avanzada. Muy al contrario. El Gobierno de España quiere que nuestro país definitivamente sea y se sitúe a la vanguardia del progreso industrial y también del progreso tecnológico.”
Anunciaba así el Jefe del Ejecutivo un nuevo PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) el pasado 4 de abril sobre microchips y semiconductores que iba a conllevar una inversión pública de una cifra astronómica para mí y para la mayoría de la gente, supongo, tanto que me cuesta imaginarla: 11.000 millones de euros, que no de las antiguas pesetas en las que solemos contar los viejos, cantidad que también sería una barbaridad.
“La
guerra como la pandemia exige de todos nosotros unidad.” Unidad, peroraba,
para proteger a Ucrania y pararle los pies a Putin, y establecía la equiparación de Europa y Democracia. Al mismo tiempo, afirmaba que Europa no era inmune ni a
las pandemias ni a las guerras, como se había demostrado, dándoles una buena coartada a los
fabricantes de vacunas y a los traficantes de armas, que así reactivarían
nuestra maltrecha economía. Apoyaba así, de hecho, la política belicista de la Unión Europea de suministrar ayuda humanitaria, es decir armamento, a Ucrania, a pesar de que dicho país no forma parte de la Unión ni de la OTAN. Dicha política es una clara subordinación a los dictados de Londres y de Guásinton, dos países que no forman parte efectiva tampoco de la Unión.
Escena de guerra de Sopa de Ganso (1933), hermanos Marx.
El presidente justificaba el desembolso de una suma tan elevada para su nuevo proyecto económico, pese a la crisis actual, adobando las razones con huera
palabrería. Hago notar la jerga grandilocuente que emplea para no
decir nada a la hora de definir la importancia de la inversión en
los susodichos microchips y semiconductores: “Creo -dice
textualmente- que las razones son bien conocidas. Podemos todas
intuirlos, intuirlas mejor dicho (creo que aquí se ha liado el
presidente queriendo decir “podemos todos -nosotros- y todas
-nosotras- intuirlas (sc. las razones), que seguramente es lo que
tenía preparado), incluso también corroborarlo y es que los
semiconductores son un elemento básico de todos los sectores
energéticos, y, por tanto, adquieren una importancia que yo
calificaría de geoestratégica mundial en un contexto de
transformación digital tan profundo de nuestras economías”. El discurso no tiene desperdicio. La charlatanería campanuda con la que envuelve a los microchips y a los semiconductores es de traca.
Los microchips y los semiconductores que ni se ven ni se notan les conducen y nos conducirán misteriosamente por las brillantes pantallas sobresaturadas de 'contenidos', incluidas esas figuras y monigotes de la política y la empresa reducidas al papel de patéticos actores para un público complaciente y nada exigente, mientras crece el vacío y la desolación en ese vivir cada dia, fuera de las pantallas entretenidas con sus tormentas de relámpagos y truenos condicionando el tiempo, las mentalidades y las imbecilidades que el progreso, de los microchips y semiconductores, nos fia.
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