La National Gallery de Londres, muy políticamente corregida y correcta ella, ha cambiado en el colmo de la corrección política el título del cuadro "Bailarinas rusas" de Edgar Degas (1834-1917) por el de "Bailarinas ucranianas", porque, al parecer, los colores nacionales de Ucrania que están ahora tan de moda por doquier (el amarillo que recuerda el color dorado de los campos de trigo y el azul cristalino del cielo despejado) adornan el pelo da las bailarinas en forma de cintas.
No es extraño que alguien se haya fijado en ese detalle, habida cuenta de que los colores de esa bandera nos bombardean por todas partes en la actualidad, siendo los más publicitados por todos los poderes públicos.
Tres bailarinas rusas, Edgar Degas (1899)
Al parecer, la actuación de un grupo de ballet ruso en el Folies Bergère de París en 1895 inspiró a Degas a la hora de pintar esta escena, en la que podemos contemplar a tres bailarinas del este de Europa -no vamos a discutir sobre su nacionalidad- en un paisaje imaginario. La obsesión del pintor, solterón impenitente, era captar el movimiento femenino y plasmarlo congelado en un lienzo como si fuera una fotografía.
Varios grupos de danzas de Europa del Este visitaron París a finales de la década de 1890, actuando en los cabarés de la ciudad de la luz, en el Moulin Rouge, en el Folies-Bergère, en el Casino de París y hasta en un tugurio de Montmartre, cerca de la casa del pintor. Este pastel que ha renombrado la National Gallery en particular, puede haber sido uno de los tres que muestran ‘bailarinas con trajes rusos’ que Degas mostró a un visitante de su estudio en 1899.
Discusión bizantina como ella sola, la de la nacionalidad o bandera de estas bailarinas, sobre todo en una época en que las naciones no estaban tan delimitadas como pretenden estar ahora, ya que nos estamos remontando a una época en que Rusia tenía un significado mucho más amplio que en la actualidad: era la Madre Rusia, la Rusia del Imperio de los zares, anterior a la Rusia Soviética y a la URSS, ese otro Imperio que acabó derrumbándose también, una Rusia que no coincide con la actual. En todo caso esta polémica -palabra que procede del griego πόλεμος (pólemos), que significa 'guerra'- recuerda a aquella disputa trivial de los dos conejos sobre si sus perseguidores eran galgos o podencos. No resultan, además, estos tiempos revueltos en los que vivimos buenos para escudriñar en las esencias nacionales y patrióticas de otros tiempos.
En todo caso, estas bailarinas rusas o ucranianas, si no era lo mismo entonces lo uno que lo otro en las postrimerías del siglo XIX, mientras siguen levantando las piernas bajo sus faldones y bailando y dejando que pensemos lo que nos venga en gana, parecen reírse un poco de nosotros y de nuestra controversia.
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