(Pseudo)Pégaso alado.
Frente a la seriedad maniquea de los defensores del orden establecido, hay que contraponer la irreverencia del humor popular que no respeta ninguna jerarquía.
El 'struggle-for-life'
darwiniano se convierte en un 'life-for-struggle': La lucha por la
vida se convierte en una vida para la lucha, es decir, para la
guerra.
Hago mía la sentencia del autor inglés del siglo XVIII Samuel Johnson de que el patriotismo (incluyendo aquí yo el humanista) es el último refugio del canalla.
Sí, estamos en guerra, pero es una guerra librada en nuestro propio campo de batalla, entre arriba y abajo: nosotros somos el objetivo verdadero de la guerra.
Acostumbrados
a actuar en contra del sentido común, obedecemos a medidas irracionales
en nombre de la “responsabilidad social”, esa hipócrita idea moralista.
Algunas socialdemocracias neoliberales se han quitado la careta que las enmascaraba y han mostrado su verdadera cara dura subyacente de regímenes autoritarios.
Fuga no hay de prisión que no se vea.
El
viejo mundo de las naciones-estado es sustituido por un conglomerado de
multinacionales que toman las decisiones de economía política o
política económica.
Hay
una guerra contra el terrorismo doméstico que se escuda en la lucha
contra la extrema derecha, el nazismo y el fascismo, y crea así el
monstruo que combate.
Todo
el que se opone al régimen tecnocrático de esta cuarta revolución
industrial es tachado de fascista, como antes podía ser tachado de rojo o
de maricón.
La
deserción es la actitud ética más radical y subversiva ante el ardor
guerrero que, en nombre del Bien Común, nos despoja de libertad
individual y colectiva.
Imponen
cada vez más la ética sacrificial de la propia vida en aras del
absolutismo del Bien Común y el cultivo egoísta y feroz de la
resiliencia y la empatía.
La
Semana Santa, se mire por donde se mire, no deja de ser una
consagración de la semana laboral que, como Jesucristo, muere y
resucita, muere a fin de renacer.
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