La frase Deus vult tiene al parecer sus orígenes algo traídos por los pelos en la primera epístola de san Pablo a Timoteo, 2: 3-4: « (salutaris noster Deus) omnes homines vult salvos fieri» («(Dios nuestro Salvador) quiere que todos los hombres sean salvos»). Hay en la expresión “omnes homines” (todos los hombres) un afán totalitario que justificaría que el lema Deus vult sirviera como proclamación de la primera cruzada: una extensión del catolicismo a ultranza a toda la Tierra: Dios quiere salvanos a todos, sin excepción, incluso a los que no quieren que nadie les salve. Por lo que, aunque no queramos, debemos ser salvados por Nuestro Salvador.
Se configuró así este grito de guerra de la Primera Cruzada (1094-1099) que predicó el papa Urbano II para la recuperación de Tierra Santa y de la emblemática Jerusalén. La Europa cristiana formaba por vez primera en su historia una coalición militar frente a un enemigo común: los sarracenos que ocupaban Tierra Santa. La respuesta de la multitud a la prédica del papa fue unánime: ‘Deus vult! Deus vult! Deus vult!’ — ‘¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!’ El Papa dijo entonces: "Que sea un grito de guerra para vosotros en la batalla, porque vino de Dios. Cuando os unáis para atacar al enemigo, este grito enviado por Dios será el grito de todos: "¡Dios lo quiere! Dios lo quiere!" El reino de Cristo proclamaba así su esencia imperial, uniendo la cristiandad y la guerra, la cruz y la espada, y justificando y santificando esta última que respondería a la voluntad del Señor todopoderoso.
Bohemundo de Tarento fue una de las figuras estelares de esa primera cruzada, de la que oyó hablar por primera vez cuando estaba asediando Amalfi, en el golfo de Salerno (en la italiana Campania), en 1096, y vio pasar a unos caballeros que enarbolaban la Cruz y se dirigían a los puertos del sur de Italia gritando "Deus vult! Deus vult!". Sintió, diríase, entonces la llamada de Dios en forma de pintiparada oportunidad de conquista y pillaje en tierras bizantinas bendecida por la Santa Iglesia Católica y Apostólica.
Dice la inevitable Güiquipedia: En el 1101 durante el asedio de la ciudad musulmana de Saraqusta, la Caesar Augusta de los romanos, los cruzados cristianos del Reino de Aragón establecieron un campamento permanente al norte de la ciudad llamado Deus lo vol (Dios lo quiere). Este campamento deformaría su nombre andando el tiempo convirtiéndose en el pueblo de Juslibol, un barrio rural hoy de la actual ciudad de Zaragoza.
Durante la guerra civil española (1936-1939) volvieron a oírse no pocos ecos dentro del bando nacional de este Deus vult!, adoptando así el grito de los cruzados y declarando la propia guerra civil una cruzada que se hacía en el nombre de Dios y de España, la Patria.
En la dos primeras décadas de este siglo XXI, la frase ha resucitado en las redes sociales sobre todo como ataque folclórico al Islam en los Estados Unidos de América. Durante las protestas del verano de 2020 en el ayuntamiento de Milwaukee aparecieron carteles como el que reproduzco, donde se observa una significativa falta de ortografía que revela que quien lo escribió desconocía el significado de lo que fueron las cruzadas -crusades y no crucades en inglés- y del lema Deus vult, que escriben Dues vult. En el cartel de algún moderno supremacista blanco se lee: Han renacido los caballeros templarios. Dues(!) vult.
Ya sabemos en qué consiste la voluntad de Dios cuando se decía en el emblemático Paternoster, en latín, como Dios manda: Fiat uoluntas tua sicut in caelo et in terra!, y en nuestro Padrenuestro: Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo.
Deus vult y el regreso a esa voluntas es el impulso complementario que el progreso necesita para que la carne, la sangre y el alma vuelvan a adquirir presencia en esta virtualidad transgénica, donde el Nacionalismo y Dios vienen a ser el polo dialéctico para que el progresismo transhumanista pueda emular al menos las conquistas de antaño.
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