viernes, 31 de diciembre de 2021
Pautas para el Camino.
jueves, 30 de diciembre de 2021
Médicos de los de antes
En estos tiempos que corren de dictadura sanitaria, Schlechte Zeit für Lyrik, mala temporada para la lírica, como escribió Bertolt Brecht, conviene escuchar la voz de alguno de esos médicos sabios de antes, galenos que no son robots que hacen reparaciones a enfermos considerados maquinarias averiadas, médicos como el doctor Florencio Escardó (1904-1992), que decía entre otras cosas que no se le puede pedir al médico que cure enfermedades, porque o se curan solas y entonces no hay que curarlas -algo parecido a aquella cantilinea infantil de 'sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, ya sanarás mañana'-, o no se curan, y entonces tampoco hay que curarlas. De las consideraciones del doctor Escardó sobre la medicina dimos cuenta en De los médicos según el doctor Escardó y en De la leche que mamamos y la OMS.
Otro de estos médicos de los de antes fue sin duda el canadiense William Osler (1849-1919), que nos ha dejado algunas perlas de sabiduría relacionados con el ejercicio de su profesión como esta, que conviene tener siempre presente: Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para que no consuman medicina. Es un ataque en toda regla contra la industria farmacéutica, cada vez más interesada en sobrediagnosticar y medicar a todo el mundo, olvidando que a veces como reconoce la sabiduría popular es peor el remedio, en este caso el medicamento y sus efectos secundarios adversos, que la enfermedad que pretende atajar: La persona que toma medicina debe recuperarse dos veces, una de la enfermedad y otra de la medicina. Era Osler, pues, un médico partidario como los de antes, como los de toda la vida de no sobremedicar al paciente, por lo que no encajaría muy bien en nuestra sociedad hipermedicalizada y sobrediagnosticada del siglo XXI.
Encarna William Osler una medicina que podríamos llamar humanística, o quizá mejor, sencillamente humana, centrada en el paciente y no en la enfermedad: No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino mejor qué persona tiene una enfermedad. Para él un buen médico es el que trata y cura una enfermedad, por supuesto, pero el gran médico es el que trata y cura al paciente que tiene una enfermedad. Y por eso insiste en que hay que escuchar al paciente, porque él es el que le da al médico el diagnóstico, y no al revés.
La medicina era para él la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad. Su consejo para cualquier paciente es Deja de preocuparte por tu salud. Ya se te pasará.
También reflexionó sobre la actividad pedagógica: La felicidad perfecta para el estudiante y el maestro llegará con la abolición de los exámenes, que son piedras de tropiezo y de ofensa en el camino del verdadero estudiante. Los pedagogos hodiernos están obsesionados con que hay que inventar nuevas y modernas técnicas pedagógicas porque no se puede enseñar como se ha hecho toda la vida, mediante la lección magistral ex cathedra. Predican que hay que introducir medios audiovisuales e informáticos en la enseñanza. Este argumento no resiste el más mínimo razonamiento crítico: Hay cosas que siempre se han hecho bien y que no necesitan ninguna puesta al día, como por ejemplo enseñar y aprender, o hacer el amor, o curar a los pacientes en el caso de la medicina que nos ocupa. Es cierto que el saber científico y técnico es imprescindible, pero no es suficiente, porque el enfermo tiene unos sentimientos, una biografía. Al saber técnico y científico hay que incorporar el arte de la medicina.
Otro de estos médicos de los de antes fue el estadounidense Robert S. Mendelsohn (1926-1988), considerado uno de los primeros pediatras contrarios a la vacunación infantil. Su libro Confesiones de un médico herético (1979) no fue muy bien recibido por la comunidad médica ortodoxa por algunas de sus afirmaciones. Comienza con un significativo Non credo Y se explica: No creo en la Medicina Moderna. Soy un médico herético. Mi objetivo con este libro es persuadirle a usted de que se convierta en un hereje también. No siempre he sido un médico herético. Una vez creí en la Medicina Moderna.
Algo que, escrito hace más de cuarenta años, está de plena actualidad a propósito de las llamadas vacunas anti covid-19, que se han aprobado apresuradamente y prescrito indiscriminadamente para toda la población sin haberse estudiado y experimentado bien y sin conocerse, por lo tanto, sus efectos adversos, que están empezando a aflorar y que seguramente seguirán saliendo a la superficie: Una de las reglas no escritas de la Medicina Moderna es la de recetar siempre un nuevo medicamento rápidamente, antes de que afloren todos sus efectos secundarios...
"Proceso de la FDA para la probación de nuevos medicamentos.
Hay que conocer todos los medicamentos cuyos efectos secundarios coinciden con las indicaciones. Esto no es tan raro como se puede creer. Por ejemplo, si usted lee la lista de indicaciones del Valium y luego la lista de efectos secundarios, ¡verá que las listas son más o menos intercambiables! En las indicaciones encontrará: ansiedad, fatiga, depresión, agitación aguda, temblores, alucinosis, espasmos musculares. Y bajo los efectos secundarios: ¡ansiedad, fatiga, depresión, estados de hiperexcitación aguda, temblores, alucinaciones, aumento de la rigidez muscular! Reconozco que no sé cómo utilizar un medicamento así: ¿qué debo hacer si lo prescribo y los síntomas continúan? ¿Suspender el fármaco o duplicar la dosis?
También nos ha dejado Mendelsohn esta reflexión sobre los inhóspitos hospitales: Un hospital es como una guerra. Hay que intentar mantenerse al margen. Y si te metes en ella debes llevarte a todos los aliados posibles y salir lo antes posible... Porque el hospital es el Templo de la Iglesia de la Medicina Moderna y, por tanto, uno de los lugares más peligrosos de la tierra.
No sería justo dejar de citar aquí el nombre del doctor Máximo de la Peña, que no sé si no se habrá jubilado ya a estas alturas. Por edad le correspondería desde luego. El caso es que consultado por una mujer que había entrado en la menopausia y sufría muchos sofocos sobre qué medicamento podría tomar para aliviarlos, le dijo que ninguno era bueno, habida cuenta de los efectos secundarios indeseables que eran sin duda mucho peores que los sofocos. Y le recomendó un remedio sencillo y económico, sin contraindicaciones: -Hay un remedio que le puedo recetar, un remedio que no se vende en farmacias y que es el que usaban nuestras abuelas toda la vida cuando llegaban a este trance: el abanico.
Por sugerencia de un anónimo lector, incluyo esta receta del doctor Gazo, que prescribe una terapia para mejorar la salud mental de todos nosotros consistente en "dejar de ver las noticias de T.V."
miércoles, 29 de diciembre de 2021
Sentiencias
El que más mira no suele ser el que más ve, sino por el contrario, el que menos: la mirada enceguece.
La mayoría democrática de la gente ha sido abducida, adormecida, anestesiada con la vacuna que nos predispone a creer que la mentira es verdad, a creer a pie juntillas en algo, en cualquier cosa, sea la que sea, porque cualquier cosa sirve, todo vale, vale todo con tal de renovar el inveterado fetiche, la cacharrería fantasmagórica de la vieja fe.
La Ciencia -hay que escribir esta palabra con mayúscula inicial, como corresponde a Dios- es la nueva fe en la que cree la mayoría religiosamente, ciegamente. La Ciencia ha servido para fortalecer la fe. Quien se atreva a poner en duda y tela de juicio el dogma de la Ciencia es considerado un hereje... y excomulgado, porque la Ciencia es una reencarnación de la vieja deidad monoteísta judeocristiana: la nueva teología.
La infancia es una especie en vías de extinción. La infancia, en estado de sitio. La infancia, en obras permanentemente y en construcción. Perdonen las molestias. Estamos trabajando por su bienestar, por su futuro. La educación, que, no se olvide, es obligatoria hasta los dieciséis años, es otra jurisdicción de poder, otro espacio donde se despliegan estrategias de dominación, como la de la salud: es por tu bien, es por tu salud: cuídate. Nos dicen que nos cuidemos para que no nos descuidemos. Ojalá pudiéramos descuidarnos.
He oído que a los presos ya no se los llama presos, ni tampoco reclusos, eufemismo de presos, sino “residentes”. He oído que en sus celdas ya no son celdas, sino habitáculos, donde tienen hasta televisión de plasma. He oído que la cárcel ya no se llama así, sino "residencia de personal recluido". Pero, aunque cambien los nombres para disimular la realidad -ese era el "cambio, change, wechsel" que nos prometieron-, la cárcel sigue siendo prisión.
El SIDA no tiene entidad
biológica o patológica como el cáncer, no es una enfermedad sino
una construcción realizada concienzudamente, que aprovecha problemas
de salud realmente existentes aunque ya conocidos para constituirse
en uno de los mayores mecanismos de producción de terror, dinero y
poder de finales del siglo XX y comienzos del XXI. El supuesto
descubrimiento del VIH fue un fraude intencionado llevado a cabo por
el Dr. Gallo en 1984. Pero no es nada en comparación con el COVID-19 que nos cayó el año pasado y que persiste todavía: covid persistente lo llaman.
La salud y la enfermedad son un campo abonado para el ejercicio autoritario y despótico del Poder, desde antes del nacimiento, pasando por una interminable sucesión de momentos claves de nuestra vida, hasta el trance final de la muerte. Nacemos y morimos en un Hospital. Nos pasamos media vida entre el quirófano y la sala de espera de la consulta médica, ya no sólo presencial, sino telefónica: subordinan nuestra existencia a lo que ellos entienden por salud, es decir, a la profilaxis, dicho en griego, o prevención. Nacemos y morimos en un hospital, condenados a follar siempre con preservativo, a no ser que lo hagamos bajo la bendición del matrimonio homosexual o heterosexual, ya da igual. Y la vida se ensombrece por el miedo a la muerte. Y la salud, por el fantasma de la enfermedad.
¿No estamos acaso más locos y somos más peligrosos algunos de los supuestos cuerdos que la mayoría de los internados y privados de libertad en un hospital psiquiátrico?
No entro en el debate estéril y politiquero de “izquierdas” y “derechas”: es lo mismo, son la cara y la cruz de la misma moneda. En las alturas puede gobernar quien le dé la gana, la izquierda o la derecha. Da lo mismo. Aquí abajo da igual quien gobierne arriba. Lo que uno quiere es que no gobierne nadie: que no haya arriba ni abajo.
¿Cómo quieres que el Estado solucione nuestros problemas políticos si el mayor problema político que tenemos es la polis que decían los griegos, o sea el Estado?
martes, 28 de diciembre de 2021
Conmemoración de la matanza de los Santos Inocentes
Vivimos tiempos bíblicos y plucuambíblicos, apocalípticos en el sentido etimológico del término de reveladores, nos tienen en vilo y nos desvelan la catástrofe.
Los sacrificios se hacen siempre por algo, generalmente en aras del bien común, en beneficio de otros o de otro, distinto, claro está, del chivo que se inmola.
Hay comités de expertos, pediatras, pedagogos, médicos y sobre todo padres, que apoyan la matanza de los inocentes. Se le hiela a uno el alma sólo de pensarlo.
La masacre de los inocentes, narrada sólo en el evangelio de Mateo, no tiene muchos visos de ser histórica, pero posee un valor simbólico metafórico innegable.
Pero no todo es tan fatal. Aunque Herodes mata a las tiernas criaturas, no las mata nunca del todo: Dios aprieta pero no ahoga, por más que no deje de apretar.
En el lienzo de Guido Reni dos angelotes aguardan en el cielo con palmas de martirio a los niños ejecutados para consagrarlos como futuros santos inocentes.
Si algo de sangre nos queda en las venas, rebeldía
contra lo que está mandado y amor hacia lo que no se sabe, es para sublevarnos contra el poder y el capital.
lunes, 27 de diciembre de 2021
La enfermedad y el remedio
Frente al dicho popular del que tantas veces nos hacemos eco por aquí de que '(a veces) es peor el remedio que la enfermedad' propuso Baltasar Gracián, hace ya cuatrocientos años, la siguiente corrección que no invalida lo anterior, sino que ofrece otra perspectiva enriquecedora: 'Muchas veces nace la enfermedad del mismo remedio'.
El doctor jubilado Juan Gérvas publicó en Acta Sanitaria el 19 de noviembre pasado un artículo titulado En Europa rebrota la covid19 pese a la vacunación, ¿o por la vacunación? Frente a las noticias que se hacían virales entonces del rebrote de la epidemia a pesar de los altos índices de inoculación de los europeos, J. Gérvas sembraba la duda y se planteaba si no sería dicho recrudecimiento de la epidemia una consecuencia directa del proceso mismo de la vacunación. Según Gérvas la vacunación destinada a la covid19, como la de la gripe, no comporta inmunidad de grupo, y tampoco asegura que el vacunado no vaya a infectarse. Los vacunados pueden contagiarse, y de hecho se están contagiando, incluso más que los no vacunados.
Sabemos, dice el doctor, que la vacuna de la gripe no evita la gripe ni sus complicaciones, y tampoco conlleva inmunidad de grupo. Además, quienes están vacunados pueden expulsar seis veces más virus gripales si contraen la gripe. La vacuna de la gripe, por lo tanto, es una vacuna fallida que ni conlleva inmunidad de rebaño, ni impide pasar y contagiar la gripe.
Las vacunas de la covid19, al igual que las de la gripe, tampoco conllevan inmunidad de grupo y hay datos que demuestran que los vacunados pueden infectar(se) más. No impiden, pues, ni la infección ni la transmisión del virus. No se sabe cuál es la razón de por qué pueden contagiarse más los vacunados. Una respuesta que aventura el doctor y que parece plausible es que “al caer a los seis meses la inmunidad artificial provocada por las vacunas el sistema inmunitario hubiera quedado dañado y en cierta forma menos capaz de producir defensas naturales y que por ello fuera más fácil la infección.”
“No sería raro, reflexiona J. Gérvas, el daño a largo plazo del sistema inmunitario humano con tal avalancha de moléculas del virus producida en todas las células del cuerpo humano.”
Una vez razonado que la vacuna de la covid19 no sirve para evitar los brotes del virus, se pregunta el autor si las medidas no farmacológicas como el uso de mascarillas, los confinamientos, toques de queda y demás pueden servir para combatirlos.
No hace falta razonar mucho para responder a eso: los rebrotes son generales pese a la vacunación y pese a las medidas, da igual que se relajen o se intensifiquen.
Respecto a las vacunas de la covid19 es fundamental saber que su beneficio es a corto plazo y de tipo individual. La protección frente al contagio es de poco más de tres meses, y una vez infectados los vacunados contagian algo más que los no vacunados, por lo que es falso que al vacunarse uno esté protegiendo a los demás.
Cito literalemente este párrafo de su artículo: “Vacunarse contra la covid19 es una decisión que tiene lógica personal ante el miedo a la enfermedad, pero no es un acto “de desprendimiento”, ni de altruismo, sino más bien de egoísmo (pues conlleva beneficio personal a corto plazo a costa del incremento de la probabilidad de infección y, quizá, de transmisión). Es fantasía, si no manipulación, el "me protejo, te protejo".
Hay por lo tanto que contradecir a Su Santidad el Papa y decir que la vacuna no es un “acto de amor”, como dijo él, a los demás, sino sólo a uno mismo: un acto de amor propio o de egolatría. Y también hay que contradecir al Jefe del Ejecutivo, como llaman los periodistas al Presidente del Gobierno español, aunque ya se contradice él solo, cuando dice que la vacuna es la libertad, porque es un argumento cínico, en el peor sentido de la palabra, que sólo vale cuando te privan de dicha libertad si no te vacunas. La vacuna no es la solución del problema, sino una parte y no la más pequeña precisamente de él.
Se necesitarían mejores vacunas que las que tenemos, vacunas que creen inmunidad personal a largo plazo y que conlleven inmunidad de grupo. Pero no es el caso. El caso, en la coyuntura actual, como concluye Juan Gérvas es que la vacunación no está extinguiendo los brotes de la enfermedad, sino que los está provocando.
Sin embargo, nuestras autoridades
sanitarias -¿qué error hay que no hayan cometido?- se aferran desesperadamente al clavo ardiente de la vacunación como si no
hubiera más salida. No dan marcha atrás, sino
todo lo contrario. No son capaces de reconocer una equivocación, perseveran
persistente- y tozudamente en el error: El
Jefe del Ejecutivo español refuerza los dispositivos de vacunación
con equipos de las Fuerzas Armadas para rastrear positivos, insistiendo en la necesidad
de la tercera dosis para los mayores y de la primera y segunda para
los niños. Erre que erre.
domingo, 26 de diciembre de 2021
Afirmacionismo corrupto
sábado, 25 de diciembre de 2021
Mensaje navideño de la OMS
Propaganda de Ómicron: La nueva mutación puede infectarnos o reinfectarnos a todos y cada uno de nosotros. De hecho podemos estar ya infectados sin notarlo.
Todos nosotros estamos muy hartos de esta pandemia que está, como la pesadilla del cuchillo sin hoja de Lichtenberg al que le falta el mango, durando demasiado.
El Director General de la Organización Mundial de la Salud llama a cancelar celebraciones navideñas hoy para no tener que lamentarnos mañana todos enlutados.
Recomienda este señor que dejemos para mañana lo que podemos celebrar hoy, como si el futuro no fuera un trampantojo cuya función no es otra que engañarnos.
El Director de la Organización Mundial de la Salud les desea a todos y cada uno de ustedes unas felices pascuas aplazadas y un próspero año nuevo postergado.
oOo
No he podido resistir la tentación de incluir este vídeo donde el Director de la Organización Mundial de la Salud, cuyo nombre propio voy a citar, contra lo que es mi costumbre, el señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, comete un lapsus linguae freudiano que revela lo que no quería decir pero que estaba pensando y, sin embargo, se le escapó porque es la verdad que al final aflora y sale del pozo en el momento menos pensado: dice al final de su parlamento a propósito de la dosis de recuerdo de la vacunación infantil: (No hacen falta muchos conocimientos de la lengua de Shakespeare para entenderlo): ...to give boosters to KILL children ('dar refuerzos para MATAR a los niños').
viernes, 24 de diciembre de 2021
El parto de la estanquera
jueves, 23 de diciembre de 2021
El niño aquel: Sólo un niño.
Me viene hoy al recuerdo el niño que era yo, sin querer, con todo el ímpetu de su insolente inocencia, el niño que era lo que era y no lo que iba a ser después, lo que me he visto yo obligado a ser a fin de entrar en sociedad.
No era una promesa de futuro, era un presente escandaloso que había salido del claustro materno al mundo para decir que no. Sólo era un niño. Ni más ni menos. Enseguida quisieron hacer algo más de él. No les bastaba con que fuera un niño. Quisieron modelarlo a su imagen y semejanza, educarlo, llevarlo por un camino establecido, por el buen camino, para que fuera uno de los suyos. Lo obligaron a ser algo, a ser alguien, un Hombre como Dios Manda, un hombre hecho y derecho. Lo inmolaron en el altar del Día de Mañana. Para eso tuvo que dejar de ser un niño, tuvo que dejar de ser lo que era. Exiliado del paraíso de la infancia, la única patria, fue desterrado a la tierra prometida del futuro que, por definición, no llega nunca.
Sólo era un niño. Ni más ni menos. Antes de que lo castigaran por decir la verdad. Antes de que le enseñaran un camino sesgado en busca de la máscara de la personalidad tras la que había de ocultarse para no ser más nunca el niño que era. Antes de que le enseñaran a decir mentiras piadosas porque, le aseguraron, la verdad hacía daño por lo que a veces era preferible mentir para no herir a los demás. Pero las verdades escuecen y son para lo que son, para hacer daño como los cuchillos y las armas de fuego.
Aquel niño al que amaestraron como a un animal salvaje y libre, para que compitiese en una rivalidad no deseada, para que fuese más que los demás, a los que había que dejar atrás, porque, le inculcaron, si no pisas, te pisan a ti. Había que mirar siempre adelante, sin preocuparse de los que quedaban atrás, vencidos pero quizá más dichosos. Había que ir con la vista siempre al frente. Tenías que ser el mejor. Tenías que ganar. Igual que un caballo de carrera. Te habían espoleado para competir en el hipódromo. Te habían falsificado.
Hoy recuerdas a aquel niño, tu antepasado ya difunto. Enterrado por adultos biempensantes, por la propia familia, y, en último y no menos importante lugar, también por ti mismo. Asesinado por quienes más lo amaban, por quienes él amaba más que a nadie en el mundo. Hoy recuerdas a aquel niño y te dejas embargar por la nostalgia. Pero ni siquiera sabes cómo puedes recordarlo, si él ya no existe, si quizá no ha existido nunca. ¿Será, acaso, te preguntas, porque aunque no exista sigue vivo todavía de alguna forma, latiendo y palpitando dentro de ti y tal vez en contra de ti mismo, tu niño antiguo, el niño aquel, aquel niño, todavía, ese niño redivivo y renaciente que siempre resucita en navidad?
miércoles, 22 de diciembre de 2021
La obediencia como heroísmo
Y
claro está, algún sinvergüenza tenía que apuntarse la ocurrencia
de acompañar a los peques con los superhéroes de las películas
infantiles, tales como el Capitán América, Spiderman, el Hombre
Araña, o Batman, el Hombre Murciélago. Al parecer, según leo en la
prensa gallega de provincias, voluntarios disfrazados de superhéroes
acompañarán a los niños que se vacunen en Orense . “El objetivo
-dicen los organizadores del evento- es hacerles pasar un momento lo
más agradable posible”. Los enfermeros que se presten a semejante
sarcasmo portarán adornos navideños y un brazalete de superhéroe.
Pero antes del pinchazo los desinteresados voluntarios, profesionales de enfermería, se encargarán de animar a las tiernas criaturas
informándoles a ellas y a sus padres de lo que están haciendo, como
si lo supieran ellos.
Cada niño se llevará a su casa como
recordatorio de regalo, además, un carné de superhéroe. En él aparecerá su nombre y la fecha del primer y del segundo
pinchazo. En el citado carnet, pone en gallego: “O/a enfermeiro/a
de vacinación certifica que superou a proba”. El niño puede
considerarse un héroe porque ha superado heroicamente la prueba que
el rey Herodes le ha impuesto. Sería interesante que en dicho carné, se me
ocurre a mí, figurara también el nombre y los apellidos del
enfermero o enfermera que le puso al niño la inyección así como el
nombre y apellidos del o de la pediatra que prescribió dicha vacuna, por si
hubiera que depurar, seamos serios -no estamos jugando con los niños-, responsabilidades en el futuro. Lo más sangrante del caso es cómo las autoridades sanitarias gallegas en este caso disfrazan de heroísmo la sumisión y la obediencia infantil.
martes, 21 de diciembre de 2021
Del fanatismo vacunatorio
La vacunación avanza, rauda y veloz, como un tiro, según expresión cacareada por nuestro presidente del gobierno, hacia una cobertura del 100% de la población general, incluidas las tiernas criaturas, no sólo las que tenemos, sino también las venideras, dado que el proceso incluye a las madres embarazadas. La salvación merced a la inoculación general de la mesiánica vacuna, sin embargo, es una falacia que salta enseguida a la vista de cualquiera que lo quiera ver -pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.