Una frase de Tácito, tomada de la vida de su suegro
Agrícola, en la estupenda traducción de José Luis Moralejo: “Ellos, ingenuos,
llamaban civilización a lo que constituía un factor de su esclavitud.”
En su versión original dice así: idque apud imperitos humanitas uocabatur,
cum pars seruitutis esset. Podemos glosarlo del siguiente modo: Ellos
no sólo son ellos, somos nosotros también. Lo éramos entonces y lo seguimos siendo ahora mismo porque, ya lo dijo el
poeta, “hoy es siempre todavía”. Nosotros,
que somos unos ingenuos y nos engañamos
y nos dejamos engañar fácilmente habida cuenta de nuestra poca pericia en
el arte del desengaño, llamamos civilización –humanitas en latín– a lo que
consideramos en nuestra ignorancia que es propio de nuestra humana condición, y resulta que no lo es
porque nos estamos refiriendo con ese término a las cadenas de nuestra
esclavitud. Estamos confundiendo gravemente los nombres y los contornos de la realidad; llamamos civilización
a nuestra servidumbre, a nuestra ilibertad, como si fueran la misma cosa, y no
son ni cosas iguales ni palabras sinónimas, sino contrarias.
Hoy sabemos que "imperio" no es un falso nombre -ni un nombre carente de significado político como era en principio en latín, dónde sólo tenía un sentido militar, ya que 'imperator', antes de Julio César, era solo el jefe del ejército que daba a los soldados las órdenes o "imperia", pero César impregnó al término del valor político que hoy tiene subordinando el poder civil al militar, al mismo tiempo que su nombre propio se convertía en nombre común de los futuros emperadores, césares, Káisares y zares que en el mundo han sido-, sino que es el nombre que más le cuadra al pillaje, al asesinato y a la rapiña de los recursos. También sabemos que sigue llamándose paz torticeramente a la sumisión y a la voluntaria servidumbre, para que así pase desapercibidísima la guerra.
Tácito en la misma obra pone en boca del jefe caledonio Calgaco un fervoroso discurso de gran valor oratorio pronunciado ante sus compatriotas contra
el imperialismo romano, que contiene la siguiente perla aforística,
tomada de la mentada traducción de Moralejo: "A robar,
asesinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar
la desolación." Lo que en el latín de Tácito era: Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium atque, ubi solitudinem faciunt, pacem appellant.
Hoy sabemos que "imperio" no es un falso nombre -ni un nombre carente de significado político como era en principio en latín, dónde sólo tenía un sentido militar, ya que 'imperator', antes de Julio César, era solo el jefe del ejército que daba a los soldados las órdenes o "imperia", pero César impregnó al término del valor político que hoy tiene subordinando el poder civil al militar, al mismo tiempo que su nombre propio se convertía en nombre común de los futuros emperadores, césares, Káisares y zares que en el mundo han sido-, sino que es el nombre que más le cuadra al pillaje, al asesinato y a la rapiña de los recursos. También sabemos que sigue llamándose paz torticeramente a la sumisión y a la voluntaria servidumbre, para que así pase desapercibidísima la guerra.
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