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miércoles, 15 de octubre de 2025

Crónica de cosas que pasan (5)

Alto el fuego: Después de dos años de guerra, se acuerda el alto el fuego en la franja de Gaza, lo que no significa que se haya alcanzado la paz como cacarean los medios masivos de manipulación de masas. Conviene recordar una cita del historiador latino Publio (si no era Gayo su auténtico prenombre) Cornelio Tácito que, unida a las imágenes que nos sirven de la destrucción de la ciudad de Gaza, revelan mucho más que todo lo que dicen los servicios informativos de los medios de comunicación y adoctrinamiento de masas: ubi solitudinem faciunt pacem appellant, una cita que, puesta en boca de Calgaco, el caudillo de los caledonios o pictos, que se enfrentó a las legiones romanas de Gneo Julio Agrícola, suegro del historiador, se ha empleado para denunciar el imperialismo en particular y en general contra cualquier acción bélica, una frase que traduce Moralejo como “llaman... paz al sembrar la desolación”, o, si se prefiere una versión más literal: “donde lo arrasan todo, dicen que hacen la paz”.

Este Calgaco es, de alguna manera, como escribió René Pichon, el portavoz, no solo de los caledonios, sino de todos los bárbaros, de todos los adversarios del imperio de la loba romana. Renzo Tosi ha hecho notar el paralelismo formal de la cita de Tácito con un versículo del Libro de la Sabiduría del Viejo Testamento, donde se describe la necedad y la ceguera de los idólatras y el origen de su idolatría, (14,22) en el que los idólatras “viviendo sumamente combatidos de su ignorancia, a un sinnúmero de muy grandes males les dan el nombre de paz”. Las imágenes ilustrativas, que hablan por sí solas, nos las sirve la cadena de televisión RT (Russia Today):
 
 
Chicas con pene (y ¿chicos con vagina?). Esta expresión tan chocante a primera y simple vista se lee en una guía de educación sexual que el Gobierno Vasco difunde a través del Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico como material didáctico bilingüe destinado a niños de Primaria de seis a doce años “Saioz saio/De sesión en sesión”.  La autora del guión es Saioa Hernández, Javier Ruiz se ha ocupado del guion gráfico, y la ilustración y el diseño corren a cargo de Eider Eibar. Se ha editado con licencia de Creative Commons y se presenta como un colorido y divertido cómic que explica a los menores en veintiocho páginas en castellano y otras veintiocho en vascuence el mundo al revés, pues si ellos tienen más o menos claro que los niños tienen pito y las niñas en su lugar tienen chocho, por decirlo con sus palabras habituales, aquí se les dice que hay chicas con pene -no dicen pito, sino pene, que es más culto, menos vulgar y se entiende menos. 
Supongo que lo que quiere decir la guía pedagógica de educación sexual es que hay chicos que se autoperciben -obviamente, no utilizan este término con los escolares- como chicas y que por lo tanto son chicas, porque lo importante no es lo que tienen o dejan de tener, sino lo que sienten (sic). Se les dice -inculca, mejor- también que hay chicos y chicas transexuales, y que todas las personas son intersexuales porque tienen características de los dos sexos, y se explica el fenómeno del cambio de sexo mediante ilustraciones que lo trivializan, sin percatarse de que la modificación física del cuerpo conlleva prácticas quirúrgicas con riesgos graves e irreversibles. 
 
El autor del prólogo, el sexólogo 'sustantivo' -sexualidad que se centra no en el sexo que se tiene o que se practica, sino en el que se es- Joserra Landarroitajauregi se felicita de que recurriendo a “dos instrumentos minoritarios y minorizados -un pequeño arte, el cómic y un pequeño idioma, el euskera a través de la imagen y la sugerencia, mediante el ingenio y la gracia, un poco indagando y otro poco provocando” se contribuya a “la difusión, divulgación y universalización de sabios saberes (sic) y valiosos valores” (re-sic). No tiene desperdicio este párrafo suyo, que resume muy bien el despropósito pedagógico: “Se trata de poner en valor materias que, por ser sexuales, han sido históricamente negadas, silenciadas o difamadas; así: la intersexualidad, la diversidad sexual, los diferentes cuerpos y sexualidades, las diferentes orientaciones e identidades, los muchos modos de ser mujer y de ser hombre, las muchas maneras de gustarse, amarse o gozarse”. 
 
La educación sexual que se ofrece “no se queda en los genitales y en sus usos”, que es quizá donde debería quedarse en cualquier caso, “sino que aspira a la exquisita formación de los sexos contemplando sus muchos hechos de diversidad”. El buenrollismo queda patente en la expresión “crear buen rollo entre los sexos” y en el objetivo final, bastante loable por cierto, pero ya se sabe que de buenas intenciones está empedrado el pavimento del infierno, de que “chicas y chicos se traten mucho y se traten bien, para que se conozcan y se reconozcan, para que se acepten, se gusten, se quieran y se gocen”. Ya lo cantaban Los Bravos, sin tantas retóricas alharacas, a finales de los sesenta: "Los chicos con las chicas tienen que estar, las chicas con los chicos han de vivir...

lunes, 12 de junio de 2023

PRINCIPES MORTALES, REM PVBLICAM AETERNAM

    Cuenta el historiador Tácito en sus Anales (Libro III, capítulo 6) que el emperador Tiberio tras la llorada muerte de Germánico  intentó que el pueblo pasara página y dejara de lamentar un luto prolongado que resultaba ya excesivo y que hasta cierto punto corría el peligro de volverse subversivo, ya que el pueblo no sólo lamentaba la pérdida de un príncipe en la flor de la edad, sino que de alguna manera culpaba indirectamente de ella al propio emperador. 


 
  La muerte de Germánico, Nicolas Poussin (1626-1627)

    Tiberio publicó a tal fin un edicto, donde decía, entre otras cosas, que copio de la esmerada traducción de don José Luis Moralejo: El luto había sido adecuado al reciente dolor, y bien estaba buscar solaz en la pena; pero era hora ya de hacer volver el ánimo a la firmeza, al igual que antaño el divino Julio al perder a su única hija, al igual que el divino Augusto cuando le fueron arrebatados sus nietos, había ahogado su tristeza. No había por qué recurrir a ejemplos más antiguos, de cuántas veces el pueblo romano había sobrellevado con entereza los desastres de sus ejércitos, las muertes de sus caudillos, la desaparición total de nobles familias.

    Intentaba Tiberio aplacar así los ánimos de la plebe que lloraba la muerte de Germánico, al que Tácito llega a comparar para ensalzarlo con Alejandro Magno por su juventud, apostura y por el tipo de muerte por envenenamiento. Tras la muerte de Germánico, en efecto, Tácito recrea las emotivas escenas que se producen en Roma a raíz de la noticia de su enfermedad y su trágico fin. La llegada de sus cenizas a Italia y su procesión hacia Roma hacen que se desborde el dolor popular, que contrasta con la frialdad y el retraimiento del emperador Tiberio, que siempre temió que Germánico pudiese hacerle sombra. Germánico, de hecho, era un personaje muy querido por el pueblo por su enorme carisma, a diferencia del despiadado y aborrecido Tiberio. Asimismo, su viuda Agripina se convertía en una suerte de heroína doliente y popular. 
 
Agripina desembarcando en Bríndisi con las cenizas de Germánico, Benjamin West (1766)

    Tiberio recurre en su edicto al tópico y célebre argumento de principes mortales, rem publicam aeternam esse, en palabras del propio Tácito, lo que viene a decir que los Jefes de Estado, como seres humanos que son, son mortales; el Estado, eterno. O, dicho de otra manera, los príncipes de este mundo vienen y van, pasan, pero el Estado permanece. Lo que, con otras palabras, dicen los funcionarios del Estado de los gobiernos: estos pasan, mientras ellos permanecen. Pero los funcionarios, aunque duren más que los gobiernos, acaban pasando también como mortales que son. Lo que no queda nunca vacía es la casilla del gobierno, que obliga a reponer al muerto: a rey muerto, rey puesto. En la traducción de Moralejo: Los príncipes eran mortales, la república eterna.

    ¡Qué sarcasmo que el propio emperador diga que la república era eterna, cuando ya no quedaba de ella nada más que el nombre, estando como estamos en el período que los historiadores de Roma denominan el principado,  a las puertas del Imperio, que resultó al cabo una vuelta a la monarquía primitiva! Lo que parece eterno es el régimen y no porque deba serlo sino porque nos empeñamos en que así sea. Y el régimen es el dominio del hombre por el hombre, el Estado en cualquiera de sus formas, ya sea monárquico o republicano, lo que viene a ser algo al fin indiferente.

    Pero todavía le quedaba una baza al astuto emperador que era Tiberio, que era el recurso a la distracción y el entretenimiento del panem et circenses. Por eso recomienda al pueblo al final de su edicto como si se tratara del consejo de un padre bondadoso y benévolo que se preocupa por la salud y el bienestar de sus hijos, a los que pretende consolar y animar: Por tanto debían volver a sus ocupaciones habituales y, ya que se acercaba el tiempo de los Juegos Megalenses, también a las diversiones.

martes, 21 de marzo de 2023

Dos latinajos

    Corruptissima re publica plurimae leges, escribe Tácito a propósito del afán legislativo del Estado, que Moralejo en su espléndida traducción vierte al castellano como “en una república corrompida a más no poder se multiplicaron las leyes”. Denunciaba Tácito así que ya no se legislaba para todos (in commune), sino contra particulares (in singulos homines), por lo que proliferaban las leyes en número exorbitantemente creciente. 
    
 Viene la frase en nuestros días a denunciar que cuantas más leyes hay, más corrupción habrá en el seno, es decir en las cloacas del Estado, estableciéndose una relación proporcional: a más leyes, más corruptelas, por aquello que dice la gente de que el que hace la ley hace la trampa para saltársela. La emisión de nuevas reglas, procedimientos, disposiciones, ordenanzas y cualquier tipo de normativa o protocolos, que en su mayoría son absurdas e inaplicables, es cosa de todos los días. Su cumplimiento es tan difícil que se crean enseguida espacios apropiados para la transgresión. 
 
    Y llegamos así al otro latinajo, un poco más largo, que es una definición de la ley, que establece una metáfora muy significativa que Valerio Máximo le atribuía a un bárbaro, el escita Anacarsis: Lex est araneae tela, quia si in ea inciderit quid debile, retinetur; graue autem pertransit tela rescissa. Lo que viene a decir: La ley es una tela de araña porque si algo débil cae en ella lo retiene; pero lo grave se escapa una vez rasgada la tela. 
 
 
    Es algo que sabe todo el mundo: las leyes están para penalizar las pequeñas infracciones, como la telaraña, que captura moscas y mosquitos, pero deja escapar impunes las grandes infracciones, como los abejorros y moscones, que se libran de la tela de araña, destruyéndola y burlándola. Venía así a decir algo que sabe la gente. 
 
    Una copla de La vuelta de Martín Fierro de José Hernández se hace eco de este latinajo: La ley es tela de araña / -en mi inorancia lo esplico-. / No la tema el hombre rico; / nunca la tema el que mande; / pues la ruempe el bicho grande / y sólo enrieda a los chicos.
 
    Si seguimos la metáfora de Anacarsis de que las leyes de un Estado son como las telarañas, el Estado sería el arácnido que ha tejido su red para atrapar a sus presas y engullirlas. Y si relacionamos esto con el primer latinajo: a más leyes, más trampas y más corrupción.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Dos aforismos de Tácito

Una frase de Tácito, tomada de la vida de su suegro Agrícola, en la estupenda traducción de José Luis Moralejo: “Ellos, ingenuos, llamaban civilización a lo que constituía un factor de su esclavitud.” 

 
En su versión original dice así: idque apud imperitos humanitas uocabatur, cum pars seruitutis esset. Podemos glosarlo del siguiente modo: Ellos no sólo son ellos, somos nosotros también. Lo éramos entonces y lo seguimos siendo ahora mismo porque, ya lo dijo el poeta, “hoy es siempre todavía”. Nosotros, que somos unos ingenuos y nos engañamos y nos dejamos engañar fácilmente habida cuenta de nuestra poca pericia en el arte del desengaño, llamamos civilización –humanitas en latín– a lo que consideramos en nuestra ignorancia que es propio de nuestra humana condición, y resulta que no lo es porque nos estamos refiriendo con ese término a las cadenas de nuestra esclavitud. Estamos confundiendo gravemente los nombres y los contornos de la realidad; llamamos civilización a nuestra servidumbre, a nuestra ilibertad, como si fueran la misma cosa, y no son ni cosas iguales ni palabras sinónimas, sino contrarias. 


Tácito en la misma obra pone en boca del jefe caledonio Calgaco un fervoroso discurso de gran valor oratorio pronunciado ante sus compatriotas contra el imperialismo romano, que contiene la siguiente perla aforística, tomada de la mentada traducción de Moralejo:  "A robar, asesinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolación." Lo que en el latín de Tácito era: Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium atque, ubi solitudinem faciunt, pacem appellant.  


Hoy sabemos que "imperio" no es un falso nombre -ni un nombre carente de significado político como era en principio en latín, dónde sólo tenía un sentido militar, ya que 'imperator', antes de Julio César, era solo el jefe del ejército que daba a los soldados las órdenes o "imperia", pero César impregnó al término del valor político que hoy tiene subordinando el poder civil al militar, al mismo tiempo que su nombre propio se convertía en nombre común de los futuros emperadores, césares, Káisares y zares que en el mundo han sido-, sino que es el nombre que más le cuadra al pillaje, al asesinato y a la rapiña de los recursos. También sabemos que sigue llamándose paz torticeramente a la sumisión y a la voluntaria servidumbre, para que así pase desapercibidísima la guerra.