No hay sexta ola, como no ha habido tampoco quinta, ni cuarta, ni tercera, ni segunda, ni primera: en verdad no ha habido nunca ninguna 'pandemia' en absoluto.
El pasaporte sanitario, nueva deriva autoritaria del capitalismo, no garantiza la salud, sino que intensifica el control social mediante la vigilancia digital.
Un lapsus linguae significativo de mujer de ochenta y cinco años que, preguntada sobre su estado de vacunación, dijo sin ironía que ella ya estaba “bautizada”.
La política sanitaria es una aberración médica que traiciona a la medicina con su tratamiento colectivo prescindiendo del examen y reconocimiento del paciente.
La vacuna sólo funciona si se inocula el cien por cien de la población; igualmente,
el embuste sólo funciona si todo el mundo lo cree a pie juntillas verdadero.
Si
no vacunamos a todo el mundo no conseguimos nada, grazna el gerifalte
cántabro. ¿De qué nos vale la vacuna si no nos protege de los que
no se han inoculado?
La viróloga del gobierno: “Nos infectaremos todos, así que
mejor que nos pille vacunados”. O sea: Moriremos todos, así que
mejor que Dios nos coja confesados.
Las
empresas farmacéuticas están tan interesadas en que la gente goce de
buena salud como los traficantes de armas en que haya convivencia
pacífica en el mundo.
Suspendida de empleo y sueldo una profesora navarra, que está sana, por dar clase sin mascarilla, la cosa más natural del mundo cuando uno no está contaminado.
Titular periodístico: “España llega a Navidad con el triple de
contagios de hace un año.” (Tras un año de vacunación, iniciada
el día de los Santos Inocentes).
La pandemia es como el célebre cuchillo sin hoja de Lichtenberg
al que le falta el mango: quimera inexistente que solamente existe
como un espejismo colectivo.
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