domingo, 26 de diciembre de 2021

Afirmacionismo corrupto

    La comparación con la persecución de los judíos bajo el nacionalsocialismo alemán con la segregación que imponen  a los no vacunados las actuales políticas sanitarias de la Unión Europea (que son de índole policial y por lo tanto política más que sanitaria) le parece al editorialista de El País ('Negacionismo corrompido', 22/12/2021) 'una intolerable mezquindad y sin justificación alguna' aunque añade, como si quisiera de alguna manera intentar encontrar alguna explicación a dicha vinculación, 'a pesar del prolongado cansancio y el malestar acumulados'. 
 
Montaje fotográfico: La vacuna libera.
 
     Según el citado editorial: “organizaciones de ultraderecha buscan aprovechar el malestar social después de casi dos años de pandemia para agitar, radicalizar. Son una pequeña minoría, pero es preciso tener en cuenta que el agotamiento tras 21 meses de vida bajo presión pandémica es alto, y que hay terrenos propicios para propagar incendios, sobre todo ahora que la variante ómicron vuelve a poner en dificultad a los sistemas sanitarios y requerir sacrificios.” Dejando de lado la susodicha y virulenta variante, no entiende el editorialista de El País que si para algo están los sistemas sanitarios y los hospitales es para afrontar retos y dificultades, y para que se colapsen cuando por alguna razón es menester que lo hagan, como por ejemplo cuando hay epidemias, y no para exigir el sacrificio a los pacientes de quedarse en casa para 'salvar vidas'. El problema es que los sistemas sanitarios europeos han sido previamente desmantelados, y no pueden encarar ahora ni siquiera una triste epidemia de gripe catarral. 
 
 
 
    No resulta muy descabellado, desde mi punto de vista, comparar el afán totalitario de la política sanitaria de la Unión Europea, que persigue el cien por cien la inoculación de todos sus ciudadanos, con el de la Alemania nazi que pretendía el cien por cien de sangre aria de todos y cada uno de sus súbditos, algo materialmente imposible, porque en ambos casos se trata de una obsesión absolutista de conjunto cerrado donde todos sus elementos deben ser equiparables e intercambiables. 
 
   Hay quien dice que no pueden compararse 'judíos' y 'no-vacunados' porque siendo tanto los unos como los otros seres humanos, los judíos pertenecen a un grupo étnico determinado -no podemos decir 'raza', que es palabra mayor- mientras que los no-vacunados están diseminados entre todos los grupos y no pueden adscribirse a ninguno en particular. De hecho hay muchos judíos que se han inoculado y algunos que han rechazado la vacunación. 
 
 
    El problema de la persecución étnica de los judíos lo plantea la propia definición de 'judío', que ya se les presentó a los jerarcas nazis. ¿Qué es un judío? ¿Quién es judío? Y se trata de hacer de algo que es cuestión de más o menos, una cuestión ontológica de sí o no: se es o no se es judío, y no hay término medio: en eso radica el absolutismo totalitario. Ser o no ser, he ahí la cuestión, como diría Hamlet. Parece a simple vista que es judío el que es hijo de padres judíos, pero uno puede ser hijo de un padre judío y de una madre no-judía, o viceversa -da igual para el caso-, por lo que no sería un 'judío entero' al cien por cien, sino un 'medio judío', o, remontándose incluso a sus abuelos, uno podría ser un 'cuarto de judío', por así decirlo, si sólo tiene entre sus ancestros un abuelo de sangre judía. Parece que hasta ahí llegó la definición del régimen hitleriano: bastaba que uno tuviera un abuelo judío para ser catalogado ya como tal y ser considerado un elemento étnicamente indeseable o impuro. Algo parecido está pasando con la definición de vacunado con la pauta completa. Cuando uno llevaba una dosis le decían que necesitaba la segunda para tener la pauta completa. Cuando ya lleva las dos dosis reglamentadas inyectadas en el cuerpo le dicen ahora que necesita una tercera para que se le considere 'completamente vacunado' (fully vaccinated, en la lengua del Imperio, que es la de la Unión Europea) y pueda gozar de los privilegios que su status conlleva. Cuando uno ya lleve las tres dosis... 
 
    La pureza racial no existe como tal. En inglés se utiliza el término full-blooded para referirse a alguien que es de pura cepa, como decimos a veces en castellano, o de pura sangre, esto es, de sangre no mestiza o exogámica sino endogámica, de antepasados no contaminados con sangre foránea. Pero purasangre, en castellano, escrito junto, es un término que hace referencia al pedigrí de un caballo más que de una persona, y que alude curiosamente a una raza que es producto del cruce -y por lo tanto, del mestizaje- de la árabe con las del norte de Europa. Es decir, que ni siquiera los purasangres en su origen son de sangre “pura” o no contaminada, sino mestiza, lo que debería darnos mucho en que pensar. 
 
Quema de judios acusados de propagar la Peste Negra (1348-1351)
 
    Lo que persigue la U.E. no es un grupo étnico, sino el rechazo de las políticas sanitarias (políticas) de la propia U.E. por algunos de sus ciudadanos, “una pequeña minoría”, según el editorial de El País, pero que encuentra un terreno abonado “para propagar incendios”. En ese sentido me parece más acertada la comparación de la exclusión de los no vacunados de la vida social con la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos de España si no se convertían al catolicismo, porque no era una persecución étnica sino religiosa (y política). Sus católicas majestades en el Decreto de Granada de 1492 decían: «acordamos de mandar salir todos los judíos y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos ni alguno de ellos». Aunque la expulsión era definitiva, en el edicto estaba implícita la alternativa de la conversión: disponían de cuatro meses para abandonar su fe y bautizarse convirtiéndose al catolicismo si querían seguir en España. Si persistían en sus creencias, rechazando el agua bendita del bautismo y la gracia de Dios, equiparables al mágico suero de la industria farmacéutica, sólo les quedaba el exilio, como a los no vacunados sólo les queda la exclusión de la vida social.
 
    Lo mismo sucedió con los mudéjares o musulmanes que vivían en territorios cristianos en 1501. Se les puso en el brete de recibir el bautismo o ser expulsados de las Españas. La mayor parte de ellos aceptó el agua bendita del bautismo que los convertía ipso facto en cristianos nuevos (frente a los cristianos viejos o de toda la vida) y se les denominó moriscos. En 1609, poco más de un siglo después del edicto de sus católicas majestades, Felipe III firmaba el decreto de expulsión de los moriscos porque mantenían sus costumbres y formas de vida diferentes de los cristianos viejos y porque muchos practicaban a escondidas el islam, pese al cristianismo obligatorio que se les había impuesto al bautizarlos a la fuerza.   
 
    Del mismo modo a los que rechazamos la vacuna se nos da la posibilidad de inocularnos si queremos reanudar nuestra vida social, convirtiéndonos a la religión impuesta por la Gran Farmacia, o refugiarnos en nuestro exilio interior como si fuésemos anacoretas.

2 comentarios:

  1. Se puede estar en contra del pasaporte sanitario, pero comparalo con la persecución de los judíos por los nazis o por los reyes católicos es un disparate y una falta de respeto.

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    1. Donde se ve la falta de generosidad y nobleza de espíritu no es precisamente entre aquellos que deciden no inocularse, la mezquindad pues, hasta ahora, es patrimonio exclusivo de quienes no conciben otra relación con sus semejantes que la de imponer a los demás aquello por ellos deseado o por lo que han optado y que precisamente como no ven los efectos esperados, ante la incertidumbre, exigen lo mismo para todos para asegurarse que su decisión y su rol no sea cuestionable.
      También estamos viendo a hipócritas y demagogos pregonando "Peligrosidad, bien común y pueblo", cada uno de ellos desde la defensa de su interesada atalaya que es la propiamente peligrosa por interesada, privativa y a costa del común sufragada, apelando a ese pueblo con el que pretenden redimirse cualesquiera canallas.

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