miércoles, 29 de diciembre de 2021

Sentiencias

    El que más mira no suele ser el que más ve, sino por el contrario, el que menos: la mirada enceguece.

    La mayoría democrática de la gente ha sido abducida, adormecida, anestesiada con la vacuna que nos predispone a creer que la mentira es verdad, a creer a pie juntillas en algo, en cualquier cosa, sea la que sea, porque cualquier cosa sirve, todo vale, vale todo con tal de renovar el inveterado fetiche, la  cacharrería fantasmagórica de la vieja fe.

    La Ciencia -hay que escribir esta palabra con mayúscula inicial, como corresponde a Dios- es la nueva fe en la que cree la mayoría religiosamente, ciegamente. La Ciencia ha servido para fortalecer la fe. Quien se atreva a poner en duda y tela de juicio el dogma de la Ciencia es considerado un hereje... y excomulgado, porque la Ciencia es una reencarnación de la vieja deidad monoteísta judeocristiana: la nueva teología. 

    La infancia es una especie en vías de extinción. La infancia, en estado de sitio. La infancia, en obras permanentemente y en construcción. Perdonen las molestias. Estamos trabajando por su bienestar, por su futuro. La educación, que, no se olvide, es obligatoria hasta los dieciséis años, es otra jurisdicción de poder, otro espacio donde se despliegan estrategias de dominación, como la de la salud: es por tu bien, es por tu salud: cuídate. Nos dicen que nos cuidemos para que no nos descuidemos. Ojalá pudiéramos descuidarnos.


     A Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz, que era además de escritor médico, se le atribuye sin mucho fundamento al parecer la autoría del dicho: “Ahora la medicina ha progresado tanto... que ya todos somos enfermos”. Pero sea quien sea el autor del dicho, el dicho tiene razón: Todos, en efecto, nos hemos convertido en pacientes de la noche a la mañana dentro del estado terapéutico y profiláctico en el que vivimos, que mira por nosotros y vela por nuestra salud, siempre futura. Más que dedicarse a curar los males que padecemos, la medicina -tanto ha progresado- se dedica a prevenir los que no tenemos todavía. Ha dejado de ser curativa para pasar a ser única y exclusivamente preventiva, o profiláctica, que es lo mismo pero dicho en griego para que no se entienda bien la cosa de buenas a primeras.

    He oído que a los presos ya no se los llama presos, ni tampoco reclusos, eufemismo de presos, sino “residentes”. He oído que en sus celdas ya no son celdas, sino habitáculos, donde tienen hasta televisión de plasma. He oído que la cárcel ya no se llama así, sino "residencia de personal recluido". Pero, aunque cambien los nombres para disimular la realidad -ese era el "cambio, change, wechsel" que nos prometieron-, la cárcel sigue siendo prisión.

    El SIDA no tiene entidad biológica o patológica como el cáncer, no es una enfermedad sino una construcción realizada concienzudamente, que aprovecha problemas de salud realmente existentes aunque ya conocidos para constituirse en uno de los mayores mecanismos de producción de terror, dinero y poder de finales del siglo XX y comienzos del XXI. El supuesto descubrimiento del VIH fue un fraude intencionado llevado a cabo por el Dr. Gallo en 1984. Pero no es nada en comparación con el COVID-19 que nos cayó el año pasado y que persiste todavía: covid persistente lo llaman.  

    La salud y la enfermedad son un campo abonado para el ejercicio autoritario y despótico del Poder, desde antes del nacimiento, pasando por una interminable sucesión de momentos claves de nuestra vida, hasta el trance final de la muerte. Nacemos y morimos en un Hospital. Nos pasamos media vida entre el quirófano y la sala de espera de la consulta médica, ya no sólo presencial, sino telefónica: subordinan nuestra existencia a lo que ellos entienden por salud, es decir, a la profilaxis, dicho en griego, o prevención.  Nacemos y morimos en un hospital, condenados a follar siempre con preservativo, a no ser que lo hagamos bajo la bendición del matrimonio homosexual o heterosexual, ya da igual. Y la vida se ensombrece por el miedo a la muerte. Y la salud, por el fantasma de la enfermedad.

    ¿No estamos acaso más locos y somos más peligrosos algunos de los supuestos cuerdos que la mayoría de los internados y privados de libertad en un hospital psiquiátrico?

    No entro en el debate estéril y politiquero de “izquierdas” y “derechas”: es lo mismo, son la cara y la cruz de la misma moneda. En las alturas puede gobernar quien le dé la gana,  la izquierda o la derecha. Da lo mismo.  Aquí abajo da igual quien gobierne arriba. Lo que uno quiere es que no gobierne nadie: que no haya arriba ni abajo.

    ¿Cómo quieres que el Estado solucione nuestros problemas políticos si el mayor problema político que tenemos es la polis que decían los griegos, o sea el Estado?

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