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domingo, 28 de enero de 2024

Los amantes, ahogados en su amor propio

    Entre los cuadros de Remedios Varo (1908 – 1963) destaca este de “Los amantes” (1963), que es una reflexión gráfica sobre la pareja y el amor. Se trata de un lienzo lleno de simbolismo y de significado que nos invita a profundizar en la experiencia del enamoramiento, y en el hecho que subrayó Fernando Pessoa en su Libro del desasosiego de que nunca amamos realmente a otra persona: "Nunca amamos a nadie. Es a un concepto nuestro -a nosotros mismos en suma- a quien amamos. Esto es verdad en toda la escala del amor. En el amor sexual buscamos un placer nuestro alcanzado por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor que no es sexual, buscamos nuestro placer mediante una idea nuestra también. El onanista es abyecto, pero, en rigor de verdad, es la perfecta expresión lógica del enamorado. Es el único que no se oculta lo que pasa, por eso no se engaña".

    Dos amantes, sentados en un banco de un frondoso parque, cogidos de la mano tiernamente, se miran y admiran, pero al mirarse no ven al otro, sino a sí mismos, porque sus rostros son el mismo rostro, un rostro andrógino enmarcado en un espejo que refleja al otro que es el mismo. Sus cabezas han sido sustituidas por dos espejos que reflejan simétricamente la misma imagen, como puede comprobarse por el detalle del lunar que hay en la mejilla, el mismo rostro que es el espejo del alma, como suele decirse, y resulta ser el reflejo del otro, que es uno mismo, independientemente de su sexo.

Los amantes, Remedios Varo (1963)
 

    El motivo del espejo nos recuerda inevitablemente el mito de Narciso, que se enamora, como se sabe, de su propio reflejo visto en el agua y se ahoga en ella, metamorfoseándose luego según Ovidio en la flor de su nombre que nace en los humedales. Remedios Varo nos da a entender en este cuadro que la atracción que siente esta pareja que lleva a dos individuos de distinto sexo a unirse y fundirse en uno es la misma que sintió Narciso. 

Narciso, ilustración medieval

    No en vano hay una relación con el agua también entre el mito de Narciso y el lienzo: de la unión de la pareja se desprenden unos vapores que emanan de sus cuerpos, y que acaso simbolizan la pasión característica del arrobo de su enamoramiento, que ascienden al cielo, se condensan y recaen sobre los enamorados en forma de lágrimas de lluvia, ocasionando una inundación en torno a sus pies, de manera que, parece advertirnos el lienzo, los amantes corren el peligro de ahogarse lenta- e imperceptiblemente en el propio charco de su amor. Los amantes se ahogan en su amor propio. 

Los amantes (detalle central), Remedios Varo

    El cuadro, al parecer, puede estar inspirado en el soneto de Baudelaire “La muerte de los amantes”, que me atrevo a traducir conservando verso y rima:

 

    Tendremos los lechos de aromas fragantes, / divanes profundos como sepulturas, / y flores extrañas sobre los estantes / abriéndosenos bajo auras más puras. 
    Usando a porfía sus nuevos ardores, / nuestros corazones serán gruesas velas / que reflejarán sus dobles fulgores / en nuestras dos almas, sus lunas gemelas. 
    Una tarde rosa y de azul austero, / intercambiaremos destello señero, / cual largo sollozo de adioses preñado; 
    y más tarde un Ángel, abriendo las puertas, / vendrá a avivar, fiel y alborozado, / empañados vidrios y las llamas muertas. 
 

    Madonna se inspiró sin duda alguna en este cuadro para una secuencia de su video Bedtime Story (1994). 

viernes, 31 de diciembre de 2021

Pautas para el Camino.

Si quieres hacer el Camino, estas son las pautas que debes tener en cuenta antes de emprenderlo.
1ª.- Ten siempre presentes en tu corazón los versos de Machado: “Caminante, no hay camino / se hace camino al andar.” 
 
2ª.- No hay meta ni destino que merezca la pena: ni Roma ni Santiago. Ya sabes, peregrino: huye, como si fuera la mismísima peste, del trillado camino.
 
3ª.- Viajero de verdad, que no vulgar turista, no sabe a dónde va.
 
4ª.- Amer savoir celui qu'on tire du voyage. Lo escribió Baudelaire: Saber amargo aquél que se saca del viaje. El saber amargo y de alguna manera también el sabor amargo que obtenemos de los viajes es que no hay escapatoria, que el viaje es un engaño, y ese es el mayor aprendizaje, el del desengaño, contra lo que nos venden las agencias turísticas, que podemos obtener.
 
5ª También había que tener presente la frase que atribuyen a Aníbal sin demasiado fundamento: aut uiam inueniam aut faciam: o encontraré el camino o lo haré. Esta frase transmite un significado esencialmente negativo: no hay que seguir un camino preestablecido, pero tampoco hay que inventar ningún otro camino. Sabemos, desde Zenón por lo menos, que el movimiento no se demuestra andando. 

 



Peregrino sin rumbo, / Veleta al viento, / Recorriendo caminos / Voy y senderos.

Yo no llevo bordón / Ni calabaza, / Ni manto de estameña / Oscura o parda,

Ni tampoco un sombrero /De ala ancha y vuelta, / Ni zurrón ni mochila, / Ni una venera.

Soy sólo un caminante / Sin rumbo fijo / Sin brújula ni norte, / Sin un destino.

Yo no beso, devoto, /A ningún santo, / Ni albergo el propósito /  De ir a Santiago.

No es ese mi camino / Ni esa mi meta: / Ni Roma ni Santiago / De Compostela.


miércoles, 30 de junio de 2021

QVIS EVADET? (¿Quién escapará?)

    Me he entretenido últimamente mucho y distraído de otras preocupaciones más acuciantes con dos grabados de Hendrik Goltzius, representante del arte manierista holandés, que muestran a un putto o Amorcillo, aunque desprovisto de arco, flechas y alas, que hace pompas de jabón que suben al cielo como el humo del pebetero difuminándose en el aire, niño que se apoya sobre una descarnada calavera,  y con los versos latinos de Franco Estius, poeta humanista del siglo XVI, que lo ilustran. Las iniciales del autor del grabado HG figuran enlazadas debajo de la calavera y debajo de ellas el año de composición 1594.
 
Homo Bulla, Hendrik Goltzius (1594)
 
    El texto, titulado "QVIS EVADET?" (¿Quién escapará?) son cuatro hexámetros dactílicos. En el segundo encuentro un error de transcripción: donde pone “ali”, en mitad del verso, debe leerse “ah” por razones morfosintácticas, léxicas y métricas -sobra una sílaba- en las que sería muy prolijo entrar aquí. No es difícil confundir la letra "h" con "li" unidas por un trazo intermedio, y viceversa, separando el trazo que las une y creando una sílaba vocálica más. Veo también que en el cuarto verso algunos leen la cuarta palabra "uanitas", quizá por aquello de que el grabado representa lo que tradicionalmente se entiende por una vánitas -representación artística que resalta la vacuidad y vanidad de la vida humana ante la presencia de la muerte en forma de calavera generalmente señalando el fin de los placeres mundanales-, pero que métricamente es imposible dado que es un crético que no tiene cabida en el hexámetro, por lo que es preferible la lectura "uanique".  Entiendo pues los versos del siguiente modo: 
 
Flos nouus, et uerna fragrans argenteus aura
marcescit subito, perit, ah, perit illa uenustas. 
Sic et uita hominum iam nunc nascentibus, eheu, 
instar abit bullae uanique elapsa uaporis. 
 
Y los traduzco rítmicamente así: 
Fresca la flor plateada y fragante en la primavera
pronto se aja, perece, perece, ah, su belleza. 
Tal la vida también de los hombres, ya en cuanto nacen, 
ay, cual burbuja se va disipando y humo en el aire.
 

    El tema de los versos es lo que se denomina homo bulla (πομφόλυξ ὁ ἄνθρωπος, en versión griega, “el hombre es una pompa de jabón”), una variante dentro del género de las vanitates. La palabra latina bulla significa burbuja, y es el origen etimológico de nuestra "bola".

Homo bulla, Jacob de Wit (1724)
 

    La metáfora está atestiguada ya en Varrón que al comienzo de su De re rustica dice que tiene que darse prisa en escribir su obra (esse properandum) porque si se dice que la vida del hombre es como una burbuja o pompa de jabón, la de un hombre viejo como era él lo es más aún (quod, ut dicitur, si est homo bulla, eo magis senex). Contaba Varrón ochenta años cuando escribió la obra. En el Satiricón de Petronio (42) encontramos también atestiguada esta metáfora: nos non pluris sumus quam bullae: nosotros no somos de más valor que burbujas de aire.

    En la literatura griega, por su parte, en el Caronte o Los contempladores (19) de Luciano de Samósata, el barquero del mundo subterráneo le pide permiso a Hades, el dios del inframundo, y de la mano de Hermes se da una vuelta por la Tierra y en su ascenso de los infiernos le explica a Hermes lo que es para él el hombre y su vida: “¿Has visto alguna vez las burbujas (πομφόλυγας) que se producen en el agua cuando uno llena el caldero a cierta altura bajo el chorro de la fuente? Esas pequeñas pompas quiero decir, de las que se forma la espuma. Algunas de ellas son pequeñas y en cuanto se revientan se desvanecen; otras en cambio duran más. Cuando se les acercan otras, infladas, van creciendo hasta formar una gran bola, y, sin embargo, después, también ellas estallan. No es posible que suceda de otro modo; así es también la vida del hombre: todos se hinchan por acción del aire, los mayores, los menores; y unos mantienen el soplo de aire por un breve espacio de tiempo y un destino rápido; otros dejan de existir al instante mismo de su constitución; pero a todos no les queda más remedio que romperse” (traducción J. L. Navarro González). 

 

Homo bulla, H. Goltzius (circa 1590)

    Otro QVIS EVADET? de H. Goltzius, conservado en el Museo Británico, presenta al putto haciendo pompas de jabón, junto al pebetero que echa humo y al jarrón con flores. En esta ocasión los versos son cuatro dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro latinos, donde se plantea el subtema de la “uita quasi fumus, bullula flosque perit”, es decir, la vida humana que se desvanece como el humo, como una burbujita y como una flor.

    En cuanto al texto sólo encuentro un error de transcripción en el último verso: un imposible *calica, que debe interpretarse por razones semánticas y métricas como “caelica”, el adjetivo que suele acompañar al sustantivo “turba” en muchos textos cristianos: la corte celestial o angelical.

    Mantengo, por otra parte, la lectura “Momento”  de la primera palabra del poema (En un instante, en un momento) y no considero que sea una corrupción de “Memento” (Recuerda, como en el célebre memento mori),  como podría parecer a simple vista.

Momento breuis haec, certeque obnoxia morti

uita, quasi fumus, bullula flosque perit.

Cur ergo teneris (proh stulti!) fidimus annis!

Cur non sponte mori discimus ante diem?

Habida cuenta de la complejidad del texto, ofrezco, además de la versión rítmica, una traducción más pedestre en prosa.

Pronto la vida, breve y, seguro, sujeta a la muerte,

nuestra perece al igual     que humo, que pompa, que flor.

¿Cómo entonces nos fiamos de tiernos años, ah necios,

no aprendiendo, mejor,     antes de la hora a morir?

(En un momento esta vida breve y sujeta ciertamente a la muerte se desvanece como el humo, como una pequeña pompa y una flor. ¿Por qué entonces (ah estúpidos de nosotros) nos confiamos en nuestros tiernos años? ¿Por qué no aprendemos a morir voluntariamente antes del día?)

 Excussa blandae carnis, dum uita superstes,

compede, post mortem liberiore gradu

spiritus astra petet, iam sedem ubi fixerat ante,

ciuemque agnoscet caelica turba suum.
 

 Roto el grillete de blanda la carne, mientras hay vida,

tras la muerte con un     paso más libre, a subir

va a los astros el alma, donde antes ya tuvo su sede,

y ciudadana la hará      suya la grey celestial.

(Una vez sacudida la cadena de la blanda carne, en tanto presente la vida, después de la muerte con un paso más libre el espíritu ascenderá a los astros, donde ya antes había fijado su sede, y donde la corte celestial reconocera a su conciudadano.)

 

Chico haciendo pompas de jabón, Manet (1867)
 
    El poeta francés Charles Baudelaire le dedicó al grabado de Goltzius un poema de sus Flores del Mal, el titulado "El amor y el cráneo (Viñeta antigua)".
 
El amor se sienta en el cráneo / de la humanidad, / y sobre este trono, el profano, / con risa mordaz, / sopla orondas pompas con júbilo / que aire arriba van, / como para alcanzar los mundos / de éter celestial. / El globo luminoso y frágil / se despega ya, / quiebra y escupe su alma grácil, / cual sueño ideal. / Oigo el cráneo a cada pompa / rezar y llorar: / -“Tu atroz y ridícula broma / ¿cuándo acabará? / Pues lo que esparce por el aire / tu boca brutal, / es mi cerebro, sangre y carne, / monstruo criminal.”

sábado, 16 de mayo de 2020

Cada loco con su tema

A propósito del refrán "Cada loco con su tema", o " Cada uno con su cadaunada", como ya decía don Miguel de Unamuno, o "Caúno con su caunada", en forma popular, traigo un texto literario -considerado poema en prosa, porque no está en verso-  del poeta francés Charles Baudelaire titulado "Cada cual con su Quimera", donde se menciona este monstruo híbrido de la mitología griega de cabeza y cuerpo de león, cola que es una serpiente y una segunda cabeza de cabra ignívoma -es decir, que vomita fuego- que sale de su lomo, propiamente imposible por lo que, como nombre común, designa también "aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo"

Cada cual con su Quimera


Bajo un amplio cielo gris, en una amplia llanura polvorienta, sin senderos, sin hierba, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados. 

Cada uno de ellos llevaba a sus espaldas una Quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la impedimenta de un soldado romano de infantería. 

Pero la monstruosa bestia no era un peso inerte; al contrario, envolvía y ahogaba al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; se prendía con sus dos vastas garras al pecho de su montura; y su cabeza fabulosa coronaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos esperaban infundir terror al enemigo. 

Interrogué a uno de aquellos hombres y le pregunté adónde iban de aquel modo. Me contestó que no sabía nada, ni él ni los demás; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les empujaba una necesidad invencible de caminar. 

 Quimera de Arezzo (circa 400 a. de C.)

Cosa curiosa que notar: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra la bestia feroz, colgada de su cuello y aferrada a su espalda; se hubiera dicho que la consideraba como que formaba parte de sí mismo. Todos aquellos rostros fatigados y serios no mostraban ninguna desesperación; bajo la bóveda esplinética* del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como ese cielo, caminaban con la fisonomía resignada de los condenados a esperar siempre. 

Y el cortejo pasó a mi lado, y se perdió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se sustrae a la curiosidad de la humana mirada. 

Y durante algunos instantes me obstiné queriendo penetrar aquel misterio; pero pronto la irresistible Indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedé más profundamente agobiado que ellos mismos con sus abrumadoras Quimeras. 

Charles Baudelaire, Petits poèmes en prose (Publicado en La Presse, el 28 de agosto de 1862, bajo el título A cada cual la suya.)

NOTA*.- El Diccionario de la RAE recoge el anglicismo “esplín” (spleen, tomado del griego σπλήν splḗn “bazo”), adoptado por el propio Baudelaire en su El spleen de París, con el significado de “melancolía, tedio de la vida”. Asimismo, se recoge el término médico esplenético/esplénico como “perteneciente o relativo al bazo”, pero no la connotación inglesa y bodeleriana de “melancólico” que tiene aquí, porque se pensaba que la atra bilis residía en el bazo, que segregaba la bilis negra o “melancolía”. 

 Cada uno con su Quimera, Henri Martin (1891)

Inspirado sin duda en el texto de Baudelaire, y con el mismo título, este lienzo del pintor francés Henri Martin, que representa una procesión de gente diversa caminando sin rumbo fijo y condenados, como dice el poeta, "a esperar siempre", cada cual con su personal "cadaunada", "tema", o "Quimera".  El cortejo va presidido por un hombre desnudo que lleva una victoria alada en la mano y una rama quizá de laurel, por lo que su Quimera puede ser la victoria deportiva, pues podría tratarse de un atleta olímpico. Tras él un monje, cuya Quimera es un ángel alado, lo que sugiere, como su mirada al cielo, la preocupación por la salvación de su alma. Tras ellos otras gentes, cada cual con su cadacualada.