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sábado, 16 de mayo de 2020

Cada loco con su tema

A propósito del refrán "Cada loco con su tema", o " Cada uno con su cadaunada", como ya decía don Miguel de Unamuno, o "Caúno con su caunada", en forma popular, traigo un texto literario -considerado poema en prosa, porque no está en verso-  del poeta francés Charles Baudelaire titulado "Cada cual con su Quimera", donde se menciona este monstruo híbrido de la mitología griega de cabeza y cuerpo de león, cola que es una serpiente y una segunda cabeza de cabra ignívoma -es decir, que vomita fuego- que sale de su lomo, propiamente imposible por lo que, como nombre común, designa también "aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo"

Cada cual con su Quimera


Bajo un amplio cielo gris, en una amplia llanura polvorienta, sin senderos, sin hierba, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados. 

Cada uno de ellos llevaba a sus espaldas una Quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la impedimenta de un soldado romano de infantería. 

Pero la monstruosa bestia no era un peso inerte; al contrario, envolvía y ahogaba al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; se prendía con sus dos vastas garras al pecho de su montura; y su cabeza fabulosa coronaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos esperaban infundir terror al enemigo. 

Interrogué a uno de aquellos hombres y le pregunté adónde iban de aquel modo. Me contestó que no sabía nada, ni él ni los demás; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les empujaba una necesidad invencible de caminar. 

 Quimera de Arezzo (circa 400 a. de C.)

Cosa curiosa que notar: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra la bestia feroz, colgada de su cuello y aferrada a su espalda; se hubiera dicho que la consideraba como que formaba parte de sí mismo. Todos aquellos rostros fatigados y serios no mostraban ninguna desesperación; bajo la bóveda esplinética* del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como ese cielo, caminaban con la fisonomía resignada de los condenados a esperar siempre. 

Y el cortejo pasó a mi lado, y se perdió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se sustrae a la curiosidad de la humana mirada. 

Y durante algunos instantes me obstiné queriendo penetrar aquel misterio; pero pronto la irresistible Indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedé más profundamente agobiado que ellos mismos con sus abrumadoras Quimeras. 

Charles Baudelaire, Petits poèmes en prose (Publicado en La Presse, el 28 de agosto de 1862, bajo el título A cada cual la suya.)

NOTA*.- El Diccionario de la RAE recoge el anglicismo “esplín” (spleen, tomado del griego σπλήν splḗn “bazo”), adoptado por el propio Baudelaire en su El spleen de París, con el significado de “melancolía, tedio de la vida”. Asimismo, se recoge el término médico esplenético/esplénico como “perteneciente o relativo al bazo”, pero no la connotación inglesa y bodeleriana de “melancólico” que tiene aquí, porque se pensaba que la atra bilis residía en el bazo, que segregaba la bilis negra o “melancolía”. 

 Cada uno con su Quimera, Henri Martin (1891)

Inspirado sin duda en el texto de Baudelaire, y con el mismo título, este lienzo del pintor francés Henri Martin, que representa una procesión de gente diversa caminando sin rumbo fijo y condenados, como dice el poeta, "a esperar siempre", cada cual con su personal "cadaunada", "tema", o "Quimera".  El cortejo va presidido por un hombre desnudo que lleva una victoria alada en la mano y una rama quizá de laurel, por lo que su Quimera puede ser la victoria deportiva, pues podría tratarse de un atleta olímpico. Tras él un monje, cuya Quimera es un ángel alado, lo que sugiere, como su mirada al cielo, la preocupación por la salvación de su alma. Tras ellos otras gentes, cada cual con su cadacualada.