jueves, 5 de enero de 2023

Nueva mensajería de año nuevo

Elogio homérico de los feacios, que no se arman de arcos ni flechas, sino de amarras, mástiles, velas y remos de naves con que surcan ufanos el mar espumeante. 
 
La manipulación de la opinión pública en el sistema democrático de dominación vigente es lo que era en los viejos regímenes autoritarios el palo y tentetieso.
 
 Hay intelectuales orgánicos de oficio que, como nuevos clérigos, fomentan la crítica contra la crítica a fin formar una opinión pública conforme y conformista.

 La imposición del estudio del inglés hace que se abandonen las lenguas maternas en pro del único idioma hablado: la neolengua imperial del mercado financiero.

 
Los gobiernos y las empresas crean los problemas con el fin de resolverlos, cuando la existencia de los Estados y el capital son el único y auténtico problema.
 

  Profilaxis. La prevención se impone a la curación. Ya no tomamos medicamentos para curar una enfermedad que tenemos, sino para evitar la que no hemos contraído.
 
La fabricación de un enemigo común al que se declara la guerra es el alimento de todas las formas existentes de poder totalitario por muy democrático que sea.

  Cuando la anciana que paseaba a su perrito llegó al parque, leyó el letrero que decía: "Cerrado. Parque digitalizado. Visítenos en línea en la nueva ubicación".

 
 La creencia de que no se puede hacer nada para cambiar las cosas actúa como rémora que impide efectivamente su transformación, profecía fatal que se autocumple.
 
La Tierra no es plana, desde luego, según las evidencias científicas, pero el mundo, al igual que muchos encefalogramas humanos, se está aplanando cada vez más.
 
El virus coronado es, en verdad, un troyano que, so capa de emergencia pandemiológica, se introdujo en los medios (in)formativos para reestructurar la economía.
 
 

La queja de la ostra. Si decimos que es un molusco, la ostra protestará diciendo: "Yo no soy eso, eso no soy yo”, rebelándose contra el ataúd de su definición.
 
 El mapa no es el territorio: la información de un mapa no muestra exactamente el territorio, ya que no es más que es una representación cartográfica del mismo.
 
La Sociedad Española de Radiodifusión predica a sus oyentes: Si sigue así esto -se refiere a lo que pasa en China-, habrá que retomar las medidas restrictivas.
 
 
 
 Los nativos se negaban a ser fotografiados porque las cámaras, decían, les robaban el alma, la vida, y al robársela les daban la muerte o identidad definitiva.
 

miércoles, 4 de enero de 2023

Una mente abierta (y 2)

    Escribe Marco Aurelio  en sus Meditaciones VI. 21 (en traducción de Ramón Bach Pellicer): Si alguien puede refutarme y probar de modo concluyente que pienso o actúo incorrectamente, de buen grado cambiaré de proceder. Pues persigo la verdad, que no dañó nunca a nadie; en cambio sí se daña el que persiste en su propio engaño e ignorancia.

Mente abierta, Víctor García Guillén (2018)
 

    Se pueden rastrear algunos ecos de Sócrates en este pensamiento y actitud de Marco Aurelio, por ejemplo en la expresión “busco la verdad”, que hay que entenderlo en sentido negativo: no la poseo, por eso la persigo en una búsqueda interminable a lo largo de la vida. Los ecos socráticos también incluyen la idea subyacente de que la gente actúa mal por error y nadie obra mal a sabiendas. Es, por lo tanto, ventajoso que alguien pueda demostrarme que estoy equivocado, porque lo que daña a la gente no es la verdad, sino la persistencia en la ignorancia, como se ve en la Apología de Platón donde se habla de la búsqueda de la verdad que emprende Sócrates cuando se le dice que la pitonisa de Delfos había proclamado que él era el hombre más sabio del mundo, lo que no dejaba de ser una opinión falsa como cualquier otra:

    ¿Qué dice realmente el dios y qué indica en enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho . ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a regañadientes me incliné a una investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: «éste es más sabio que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste -pues no necesito citarlo con su nombre, era un político aquel con el que estuve indagando y dialogando- experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. 

    A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo. A continuación me encaminé hacia otro de los que parecían ser más sabios que aquél y saqué la misma impresión, y también allí me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes.

 

Estatua ecuestre de Marco Aurelio.
 

    El propio Marco Aurelio nos habla de la conveniencia de cambiar uno de mentalidad y de tener una mente abierta si se le demuestra el error (IV, 12) (...cambiar de actitud, caso de que alguien se presente a corregirte y disuadirte de alguna de tus opiniones), y también en (VI, 30), donde se dice a sí mismo: No te conviertas en un César o No te cesarices, por así decirlo, que es lo que suele pasar. Y donde se pone como ejemplo a su predecesor Antonino Pío: “Y recuerda cómo él no habría omitido absolutamente nada sin haberlo previamente examinado a fondo y sin haberlo comprendido con claridad (…) y su capacidad de soportar a los que se oponían sinceramente a sus opiniones y de alegrarse, si alguien le mostraba algo mejor”.

martes, 3 de enero de 2023

Una mente abierta (1)

    Marco Aurelio (121-180 de nuestra era) fue emperador de Roma entre 161 y 180, año de su muerte. De origen hispánico como el emperador Adriano o el filósofo Séneca o el poeta Lucano, Marco Aurelio, que no quería convertirse en un César ni empaparse de la púrpura imperial, se convirtió sin embargo en el décimosexto emperador del Imperio romano. Llamado el “emperador filósofo” -en sentido etimológico “amante de la sabiduría” pero no poseedor de ella-, fue considerado uno de los “cino buenos emperadores”, donde “cinco” quiere decir “pocos”. Tuvo que enfrentarse a varias tribulaciones políticas y militares, causadas por los ataques de las tribus germánicas en el límite norte del Imperio y por la rebelión de Avidio Casio en Egipto y Siria, así como a dramas personales como la muerte de algunos de sus hijos. 

    Su lengua materna era el latín, pero como todo romano culto hablaba con fluidez el griego, y eligió esta lengua para escribir sus reflexiones filosóficas, conocidas como Meditaciones, obra dividida en doce libros que probablemente compuso en los últimos años de su vida. Son soliloquios dirigidos a sí mismo que probablemente nunca tuvo intención de publicar, y que han llegado milagrosamente a nosotros constituyendo una especie de íntimo diario personal.     

    Se presenta como un defensor del estoicismo, una doctrina de la Estoa que no era incompatible con el ejercicio del Poder, muy alejada, por lo tanto, de la docrina del Pórtico original de Zenón de Cicio. La filosofía estoica que se difundió entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón y sus primeros discípulos, sino una variante harto más conservadora, que es la que conocemos por los escritos de los estoicos imperiales –Séneca, Epicteto, Marco Aurelio–, los únicos que nos han llegado íntegros, en los que persiste un vago ideal humanitario y cosmopolita, pero que ya no intentan cambiar el mundo sino que lo aceptan estoicamente, nunca mejor dicho, tal y como es, lo que explica también el éxito de Las Meditaciones de Marco Aurelio en el mundo moderno como libro de cabecera de muchos poderosos.

    Como muestra, un botón. He aquí una reflexión que escribe sobre la brevedad de la vida (libro IV, 48) y que nos ofrece la espléndida metáfora de la aceituna al final:

    Considera constantemente cuántos médicos han muerto tras haber muchas veces fruncido el ceño sobre sus pacientes; cuántos astrólogos tras vaticinar la muerte de los demás como algo importante; cuántos filósofos, después de haber sostenido mil discusiones sobre la muerte o la inmortalidad; cuántos poderosos, después de haber dado muerte a muchos; cuántos tiranos que abusaron, con una terrible arrogancia, como si fuesen inmortales de su poder sobre vidas ajenas; y cuántas ciudades enteras, por así decir, fenecieron: Hélice, Pompeya, Herculano, y otras innumerables (*).

      *NOTA: Son conocidos los casos de Pompeya y Herculano, que fueron destruidas por la erupción del Vesubio en el 79 de la era cristiana. Hélice era una ciudad griega de la Acaya que fue engullida por el mar en el año 373 antes de nuestra era.

   Pasa revista también a todos los que tú has conocido, uno tras otro. Uno, rindiendo los honores fúnebres a ese, fue después sepultado; y otro a aquél, y todo en breve tiempo. Pues has de ver en suma siempre las cosas humanas como efímeras y sin valor; ayer, un moquillo; mañana, momia o ceniza. Procura, pues, pasar este mínimo lapso de tiempo conforme a la naturaleza y disolverte con alegría, como la aceituna que llegada a la madurez cae bendiciendo la tierra que la crió y dando las gracias al árbol que la produjo.  

lunes, 2 de enero de 2023

Jugando a policías y ladrones

    Ahí van estas coplas que he compuesto con mejor o peor fortuna en versos octosílabos, siguiendo el modelo de los hagesicoreos de la canción de la media noche de Safó, cuyo esquema rítmico es el siguiente:  - + - - + - + - donde el signo “+” representa la sílaba marcada rítmicamente y el signo “-” la no marcada, en griego antiguo por la cantidad larga de la sílaba, y en castellano actual por su carácter tónico. Pertenece este tipo de verso a los metros híbridos o alternantes, llamados eolios dentro de la prosodia clásica porque eran los favoritos de las canciones de los poetas lesbios Alceo y Safó, que, por otra parte, son harto conocidos de la métrica popular por todas partes y tiempos, en especial dentro de la canción por estrofas, coplas o semejantes estructuras retornantes. 
 

 
     Traduciendo rítmicamente la canción de Safó, me di cuenta de que su ritmo era el mismo que el de la cantilena española infantil del juego del ratón y el gato, que dice así: Ratón que te pilla el gato, / ratón que te va a pillar. / Si no te pilla esta noche, /  mañana te pillará (o "te pilla de madrugá"). Y en esta versión más truculenta: Ratón que te pilla el gato, / ratón que te va a pillar, / ratón que como te pille, / las tripas te va a sacar. La diferencia que hay con los hagesicoreos de Safó está en los versos pares de la copla infantil, que presentan un final cataléctico y agudo ("ratón, que te va a pillar") equivalente al llano- + - - + - + (-), con rima asonante en "-á".

    Reproduzco la partitura a continuación, a fin de que puedan cantarse las coplas si a alguien le apetece con el mismísimo compás.

 

    El juego infantil que proponen es igual que el del ratón y el gato, un juego de persecución. Se sortean los papeles de policía perseguidor y ladrones perseguidos, que deberán esconderse y no dejarse nunca atrapar por el policía cuando sean descubiertos. En caso de que este detenga a uno, el ladrón pasa a ser policía y el policía se convierte en ladrón y perseguido, intercambiándose los papeles. El juego, como tal, no se acabaría nunca de este modo, aunque precisamente lo que pretenden estos versos es que el juego del perseguidor y los perseguidos en nombre de la autoridad se acabe de una vez por todas al cansarse los niños de jugar. 
  Ratón, que te pilla el gato, / ratón, que te va a pillar. / Si no te pilla esta noche, / mañana te pillará. / Jugando al ratón y al gato, / perdemos la identidad, / y el rol nos intercambiamos, / y somos los dos igual.
 
  Ladrón, que te pilla el poli, / ladrón, que te va a pillar, / y si es que te alcanza, entonces, / ser poli te va a tocar. / Y perseguirás ladrones / y el alto les echarás /  pasando de ser ratero / a agente de autoridad. 
 
 Defiende la bofia el orden, / cual perro feroz guardián, / que dicen que en paz estamos / e impera la ley marcial.  / No entiende gendarmería / que es robo la propiedad; / que a unos los hace ricos / y pobres a los demás. 
 
También el ladrón defiende / de suyo la propiedad / robando al hacerse dueño /  del bien que el dinero da. / Y de esta manera el juego / jamás se podrá acabar / habiendo como hay, que sobran, / Estados y capital. 
 
  Cansados de perseguirnos, / tengamos la fiesta en paz. /  Privada desaparezca  / ahora la propiedad   / por arte de encanto y  magia.   / Dejemos de ser, sin más, / ladrones y policías, / y el juego se acabará.

domingo, 1 de enero de 2023

¡In-feliz Año Nuevo!

    Es tradicional felicitar en esta fecha el Año Nuevo a familiares, amigos y conocidos deseándoles prosperidad y que se cumplan todos sus sueños, nada más nefasto, por cierto que esto último, porque lo bueno de los sueños es que no lleguen a realizarse nunca porque, si lo hacen, dejan de ser lo que eran: sueños, y se convierten en algo peor: realidad. Sobre ello, ya sacamos una entrada en Odio el Año Nuevo, que a lo mejor no está mal que se relea por si acaso, que nunca se sabe, sirve para algo.


    Solemos hacer mucho ruido cuando llega esta fecha, y celebrar las últimas campanadas del año viejo -algunos se atragantan comiendo uvas al ritmo que marca el reloj- con confeti multicolor, petardos y fuegos artificiales, sonido de cláxones y brindando con burbujas de cava por el año nuevo, metiendo mucho ruido y deseando que, efectivamente, sea una novedad y no lo que sabemos que va inevitablemente a ser: la eterna repetición de lo mismo como siempre.

    No voy a decir que me ha sorprendido la viñeta de Flavita Banana que publicó El Periódico Global el día 27 de diciembre de 2022, adelantándose a esta fecha, porque no es más que una vulgar imitación de otra que corre por la red desde hace años y cuya autoría no conozco, pero que aquí hemos alguna vez también utilizado. En la viñeta de Flavita, cinco planetas giran en torno del Sol. Se distinguen, por su anillo, a Saturno, por su diminuto tamaño y órbita más corta a Mercurio, también a la Tierra que con notas musicales y destellos luminosos multicolores dice: "¿¿Lo veis?? Cada vez que paso por aquí, lo mismo".

 

        Mucho más sencilla es la que considero original y más antigua, que presenta sólo al Sol y a la Tierra, que está describiendo su órbita. El Planeta Azul exclama de pronto, como está mandado: "¡Feliz Año Nuevo!" Y es aquí el Sol el que dice algo inteligente: "No entiendo por qué hacen tanto alboroto cada vez que pasan por ahí".

    Hay un meme en la lengua del Imperio que dice exactamente lo mismo, y que quizá sea la versión original en la que se ha inspirado Flavita, pero desconozco su autoría. Está fechada en 2017 y dice: Feliz viaje nuevo alrededor del Sol. Y el astro rey sentencia: No entiendo todo ese alboroto y ruido cada vez que pasan por este punto. Quizá sea el anonimato la mejor firma de las cosas que son razonables:

 
 
    Por mi parte, vuelvo a decir lo mismo que dije a propósito de la felicitación navideña, no le deseo a nadie un infeliz año nuevo, sino todo lo contrario, pero la felicidad no está desde luego ni en el año nuevo ni en el viejo, donde lo que nos espera, como sugiere esta desgarrada pintada en la lengua del Imperio, son nuevas crisis (sanitaria, económica, política, energética, climática...) y más miedo, mucho más miedo: ¡Felices crisis y próspero MIEDO nuevo! La felicidad está, como la liebre del refrán, donde menos se la espera, pero desde luego no en la realidad del tiempo computado y la ilusión de su futuro.
 

sábado, 31 de diciembre de 2022

Se acabó lo que se daba

    Se acabó, efectivamente, lo que se daba, y no me refiero al año 2022, que también se acaba, según dicen los que creen en el calendario, sino a la monarquía pandémica del virus coronado.  

    La pandemia de COVID-19, que es lo que se venía dando día y noche por todos los medios habidos y por haber desde marzo de 2020, puede considerarse superada, según el reputadísimo virólogo alemán Christian Drosten, jefe de virología del Hospital Universitario La Charité de Berlín y diseñador de la prueba PCR ad hoc que detectaba su existencia, y por lo tanto máximo responsable de su propagación mediática,  que declaró al diario Tagesspiegel de aquel país: “Estamos experimentando la primera ola endémica de Sars-CoV-2 este invierno. En mi opinión, la pandemia ha terminado", refiriéndose al virus coronado. 


     Como Drosten no da puntada sin hilo, hay que prestar atención a sus palabras: la razón de que haya terminado la pandemia que declaró la OMS y que él certificó con su fraudulento test, no es que hayamos acabado con el virus derrotándolo en la guerra sin sentido que le declaramos, o que se haya extinguido por arte de magia y birlibirloque desapareciendo de la faz de este mundo, sino que, todo lo contrario, se ha hecho endémico, es decir, está en toda la población, en el demos, como dice la palabra griega, que es seguramente lo que se pretendía: democratizarlo, nunca extinguirlo, sino convivir pacíficamente con el virus. 

    Acudamos para aclarar la noción al diccionario de la docta Academia, que así define el término 'endemia', explicando su etimología:  un galicismo (del francés endémie), tomado a su vez del griego ἔνδημος (éndēmos) 'endémico', compuesto por su parte de ἐν, que significa 'en', y δῆμος, que quiere decir, como se sabe, la población: “Enfermedad que se da habitualmente, o en épocas fijas, en una zona.” O sea, igual que la gripe estacional que decían que había desaparecido milagrosamente gracias a las mascarillas cuando apareció el coronavirus, y más viejo que el catarro de Matusalén.  O, dicho con otras palabras: originario de un país, indígena, opuesto a ξένος (xénos), que es 'extranjero': ya no es el virus chino, como se dijo al principio, ya es patrimonio nacional.


     Hemos nacionalizado, efectivamente, el virus gripalizándolo y dándole carta de naturaleza en primer lugar y también ciudadanía. Este adjetivo ἔνδημος (éndēmos) se aplicó significativamente en griego a dos sustantivos principalmente: πόλεμος (pólemos), 'guerra', y así puede hablarse de guerra endémica o guerra civil; y  sobre todo a lo que nos interesa aquí: νόσημα (nósēma) 'enfermedad'. Así hemos llegado a lo que es ahora el COVID-19, no lo que era en principio, una vulgar epidemia estacional, y enseguida, habida cuenta del cambio de significado del término, una pandemia, sino -¡atención a este otro cambio semántico!- una enfermedad endémica, una endemia según el reputadísimo doctor.

    El renombrado virólogo achaca el final de la pandemia en Europa al éxito de la campaña de vacunación orquestada por la Unión Europea, y afirma, contrafactualmente, algo que no se puede corroborar, algo que no hay Dios que pueda demostrarlo, como decían los teólogos medievales de la contrafactualidad, que “si no se hubiera hecho nada, habría habido un millón o más de muertes en Alemania”. Esas muertes de más que, según él, habría habido no pueden demostrarse porque no sabemos qué hubiera sucedido en caso contrario: lo único que sabemos es lo que ha pasado y sigue pasando: que la gente se sigue muriendo, que hay incluso según todos los contadores un exceso de mortalidad considerable, y que las causas de esas muertes permanecen inexplicadas. 

    El ministro de Justicia teutón solicitó rápidamente el levantamiento de las últimas medidas restrictivas que todavía imperaban en Alemania, donde se mantenía, como en España, el uso obligatorio de mascarillas en el transporte público y en hospitales, centros asistenciales y consultorios médicos.

viernes, 30 de diciembre de 2022

El apéndice celular móvil

    Fabio Coala es un dibujante de cómic brasileño, que publica desde 2010 historietas en su página mentirinhas con diferentes personajes, generalmente animales, en cuatro viñetas, con un estilo muy característico. He elegido esta en que un cuervo le pregunta a otro si lo que ven desde las alturas es un ser humano, a lo que el otro le responde que no, que se trata de un espantapájaros, de lo que está seguro por la sencilla razón de que no está mirando su teléfono móvil.

    La respuesta nos produce una ligera sonrisa. No puede decirse que 'mirar el móvil' sea una nota característica esencial de las personas. Al menos, no lo había sido hasta ahora. Pero ya lo es. Hay tantos móviles como personas. De hecho hay más. Cada teléfono móvil está asociado a un número personalizado que lo identifica, tan característico y definitorio como el número del DNI español o el de la tarjeta de crédito o débito o nuestro ADN esencial.

    Cada vez es más frecuente ver niños en edad escolar absortos en su teléfono móvil que llevan siempre consigo como un apéndice imprescindible de su personalidad. Es la imagen típica característica de esta época. Probablemente es el objeto que más atraiga nuestra atención, tanto de los pequeños como de los adultos, también el que más tocamos a lo largo del día. En el caso de los primeros parece más grave porque para ellos la realidad es una novedad todavía, y en consecuencia, un espectáculo, pero la realidad que les entra por los ojos a través del teléfono inteligente no es la real, valga la redundancia, sino la virtual.

    La realidad virtual gana con creces a la real porque decide por nosotros dónde centrar nuestra atención haciéndonos creer que somos nosotros los que decidimos. La primera reflexión que surge cuando se trata este tema es cómo el progreso de la tecnología ha trastornado nuestros hábitos. Es algo evidente, pero estaba ya en nuestra naturaleza crear un mundo virtual, ideal, que sustituyera al real, para evadirnos de este.

    No son internet y el esmarfon los que han provocado el cambio de hábitos nuestros, sino que tanto lo uno como lo otro son el resultado de lo que siempre hemos querido tener entre manos. Una herramienta que pone todo a nuestra disposición, incluidos los otros usuarios. La pregunta que debemos hacernos es ¿por qué anhelamos tanto la creación de un mundo virtual y tener acceso inmediato a él?


    La respuesta no puede ser simple, sino muy compleja. Queremos trascender el mundo físico, y por eso nos refugiamos en el metafísico. Nos evadimos así de la realidad de un mundo que nos genera mucho sufrimiento y dolor, además de un tremendo cansancio. Por lo que buscamos refugiarnos en otro mundo, purgado de todo el sufrimiento de este. No nos importa que ese mundo sustitutorio sea un engaño y trampantojo.

    Podemos criticar el transhumanismo todo lo que queramos, pero de hecho lo estamos aceptando tácitamente desde el momento en que incorporamos a nuestras vidas como lo más normal del mundo estos artilugios que a modo de apéndices nos anulan como seres humanos. Y a eso lo llamamos progreso o camino hacia delante, pero ¿a dónde vamos?

jueves, 29 de diciembre de 2022

El bombero pirómano y el triángulo de Karpman

En las Españas, y más ampliamente en la vieja Europa, la crisis sanitaria del síndrome del virus coronado es un buen ejemplo de lo que se ha dado en llamar “ingeniería social” de gobernanza mediante el caos que se disfraza de orden establecido. Nos hallamos con la vieja estructura narrativa ya conocida de la «amenaza terrorista» o del cuento infantil de “¡que viene el lobo!”, con una mezcla de realidad y ficción en el sentido de presentarnos una realidad que es ficticia y una ficción que es real. Si los partidarios de «todo es real» están equivocados, los partidarios de «todo es ficción» también lo están, y llegaríamos a un punto intermedio en que lo real es ficción y la ficción es la única realidad que nos es dado contemplar, combinada con dos estrategias o, por mejor decir, estratagemas bien precisas que son: 
 
1.- El bombero pirómano. El bombero provoca el incendio para justificar su trabajo de extinguirlo. Uno de ellos ha reconocido su culpabilidad, justificando su comportamiento por el subidón de adrenalina que le provocaba y la necesidad de sentirse imprescindible. Una vez conseguido esto se presenta como el único Salvador capaz de sacarnos del atolladero donde él mismo nos colocó de manera solapada. Finalmente hace de bombero apagando el incendió que él mismo provocó. 
 
 
2.- El triángulo de Karpman. El triángulo de Karpman presenta un juego de roles triangular: el verdugo, la víctima y el héroe salvador o socorrista. Las autoridades permiten que se instale una situación de crisis, o hasta incluso contribuyen a desatarla de manera voluntaria o involuntaria, para contribuir a liberar a la víctima del desastre que ellas mismas han creado, convirtiéndose el verdugo en el héroe salvador e incorporando ambos roles. 
 
La «versión oficial» de la crisis del virus coronado es falsa, lo que no quiere decir que no haya una epidemia real, una epidemia básicamente de miedo que hizo, sobre todo al principio de la crisis, que la gente se abasteciera de cantiades ingentes de papel higiénico porque, literalmente, se cagaba de miedo, con perdón. 
 

La «versión oficial» de los ataques terroristas es falsa. Eso no significa que no haya habido ataques terroristas. Esos eventos han tenido lugar, sólo que el relato que los explica es falso, los ha falseado magnificándolos, y amenazándonos con que puedan suceder, lo que, de hecho, es imposible, porque ya han sucedido.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Todo cambia y todo sigue igual

    Heráclito, o mejor Heraclito, con acentuación llana, más latina y por lo tanto más castellana, el oscuro presocrático, está considerado el filósofo del devenir, que, según Platón, dijo "panta rhei" o todo fluye, incluidos nosotros que constatamos el flujo de los ríos heraclitanos en los que sólo podemos bañarnos una vez, porque sus aguas, a la segunda vez, ya no son las mismas que nos bañaron la primera vez. Pero Heraclito nunca dijo eso, o si por fortuna lo hubiera dicho, tendría que haber añadido, fiel a su lógica, lo contrario. En palabras de Machado: Todo pasa y todo queda.
 
 
    Pero para mejor entendimiento de cómo son las cosas debemos decir que no es que todo cambie, incluidos nosotros también, en el todo que cambia y en el cambio de todo, por supuesto, es que, al mismo tiempo que cambia todo, todo permanece igual idéntico a sí mismo, inmutable, porque Heraclito no es como nos dijeron en la clase de historia de la filosofía del Bachillerato, si llegamos por ventura a dar el tema de los presocráticos, el filósofo del devenir y del cambio, sino el filósofo de la contradicción y de la coincidencia de los opuestos: Cambia lo superficial, cambia también lo profundo; porque siga todo igual cambia todo en este mundo.

martes, 27 de diciembre de 2022

Una bala perdida

    El artista británico Chris Mitton (Londres 1963-...) confiesa que cuando era niño no podía entender cómo el revólver tan utilizado en las películas del oeste americano de indios y vaqueros que veía en el cine y la televisión, el Colt 45 se llamaba “pacificador” (peacemaker, o 'hacedor de la paz' en la lengua del Imperio), hasta que comprendió la idea de que la paz se mantiene gracias a la amenaza de las armas, el viejo 'si uis pacem, para bellum' de los romanos (si quieres la paz, prepara la guerra, que es el fundamento de la pax Americana),  una ideología que ha robustecido siempre el militarismo y que evolucionó hasta la proliferación de armamento nuclear de destrucción mutua asegurada y masiva de la Guerra Fría de mediados del siglo XX hasta la actualidad, cuyo uso desembocaría en la destrucción completa tanto del atacante como del atacado, tanto de los tirios como de los troyanos.
 
      Esta arma de acción simple, cuyo tambor tiene cabida para seis cartuchos, fascinó al niño que era el artista Chris Mitton, que, una vez adulto, decidió reproducirlo haciendo una réplica exacta de 3:1 de un original, tallada a mano en un bloque de mármol de Carrara blanco, lo que le llevó seis meses, presentándolo sobre un soporte de acero inoxidable, convirtiéndola en una Obra de Arte.  En esta página se pueden ver fotos del proceso imitativo, mejor que creativo, que ha seguido el artista.
 
    Dice, a propósito, la inevitable Güiquipedia que el Colt Pacificador fue ampliamente utilizado por la industria cinematográfica, que lo elevó a la categoría de mito al asociarlo a grandes estrellas de la pantalla en las películas del viejo oeste americano. 
 
La pistola pacificadora, Chris Mitton   
 
    El que a un instrumento de muerte se le denomine 'pacificador' sólo se explica por la amenaza que conlleva. Este nombre es como el viejo epíteto latino “pacifer”, portador de la paz, a imagen y semejanza de “lucifer”, portador de la luz, que los romanos le dieron a Marte, el dios de la guerra. La paz, evidentemente, solo puede estar fundada sobre la amenaza de la guerra, lo mismo que la vida sobre la de la muerte. Claro que en ambos casos ni la paz es paz verdadera ni la vida es vida de verdad, sino todo lo contrario. Por eso nos va como nos va. 
 
  Hay, según me cuentan, una serie televisiva norteamericana, estrenada este mismo año, titulada así mismo 'Peacemaker' (El pacificador), cuyo argumento se resume muy sencillamente: Un hombre lucha por la paz a toda costa, sin importar a cuántas personas tenga que eliminar para conseguirla. Quizá debería acabar la última temporada de dicha serie con el suicidio del protagonista y de la serie. 
      
Ulises y Nausícaa, Jean Alfred Marioton (1888)
 
    Cuando Ulises naufraga en la isla de Esqueria, desarmado y desnudo, después de haber perdido tripulación y barco, donde lo encuentran unas muchachas y una de ellas, Nausícaa, la hija del rey Alcínoo, se enamora perdidamente de él, descubre que sus habitantes, los feacios, no saben de arcos ni flechas, porque son un pueblo pacífico que solo se preocupa de los aparejos de sus negras naves. En el ágora se levanta un templo al dios del mar, el terrible y fascinante Posidón, y allí mismo los feacios, que no se cuidan de las armas, se dedican en cambio a sus amarras y velas, a los mástiles y remos de sus naves "con las que cruzan ufanos el mar plateado de espumas". Gracias a ellos y a uno de sus navíos podrá Ulises, después de regalarles a cambio de su hospitalidad el relato de toda su odisea, volver a su reino, a Ítaca, que había dejado atrás hacía veinte años para poder ganar una guerra en la que al final no hay ni vencedores ni vencidos, ni buenos ni malos, sino solo derrotados.