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jueves, 29 de diciembre de 2022

El bombero pirómano y el triángulo de Karpman

En las Españas, y más ampliamente en la vieja Europa, la crisis sanitaria del síndrome del virus coronado es un buen ejemplo de lo que se ha dado en llamar “ingeniería social” de gobernanza mediante el caos que se disfraza de orden establecido. Nos hallamos con la vieja estructura narrativa ya conocida de la «amenaza terrorista» o del cuento infantil de “¡que viene el lobo!”, con una mezcla de realidad y ficción en el sentido de presentarnos una realidad que es ficticia y una ficción que es real. Si los partidarios de «todo es real» están equivocados, los partidarios de «todo es ficción» también lo están, y llegaríamos a un punto intermedio en que lo real es ficción y la ficción es la única realidad que nos es dado contemplar, combinada con dos estrategias o, por mejor decir, estratagemas bien precisas que son: 
 
1.- El bombero pirómano. El bombero provoca el incendio para justificar su trabajo de extinguirlo. Uno de ellos ha reconocido su culpabilidad, justificando su comportamiento por el subidón de adrenalina que le provocaba y la necesidad de sentirse imprescindible. Una vez conseguido esto se presenta como el único Salvador capaz de sacarnos del atolladero donde él mismo nos colocó de manera solapada. Finalmente hace de bombero apagando el incendió que él mismo provocó. 
 
 
2.- El triángulo de Karpman. El triángulo de Karpman presenta un juego de roles triangular: el verdugo, la víctima y el héroe salvador o socorrista. Las autoridades permiten que se instale una situación de crisis, o hasta incluso contribuyen a desatarla de manera voluntaria o involuntaria, para contribuir a liberar a la víctima del desastre que ellas mismas han creado, convirtiéndose el verdugo en el héroe salvador e incorporando ambos roles. 
 
La «versión oficial» de la crisis del virus coronado es falsa, lo que no quiere decir que no haya una epidemia real, una epidemia básicamente de miedo que hizo, sobre todo al principio de la crisis, que la gente se abasteciera de cantiades ingentes de papel higiénico porque, literalmente, se cagaba de miedo, con perdón. 
 

La «versión oficial» de los ataques terroristas es falsa. Eso no significa que no haya habido ataques terroristas. Esos eventos han tenido lugar, sólo que el relato que los explica es falso, los ha falseado magnificándolos, y amenazándonos con que puedan suceder, lo que, de hecho, es imposible, porque ya han sucedido.