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martes, 27 de diciembre de 2022

Una bala perdida

    El artista británico Chris Mitton (Londres 1963-...) confiesa que cuando era niño no podía entender cómo el revólver tan utilizado en las películas del oeste americano de indios y vaqueros que veía en el cine y la televisión, el Colt 45 se llamaba “pacificador” (peacemaker, o 'hacedor de la paz' en la lengua del Imperio), hasta que comprendió la idea de que la paz se mantiene gracias a la amenaza de las armas, el viejo 'si uis pacem, para bellum' de los romanos (si quieres la paz, prepara la guerra, que es el fundamento de la pax Americana),  una ideología que ha robustecido siempre el militarismo y que evolucionó hasta la proliferación de armamento nuclear de destrucción mutua asegurada y masiva de la Guerra Fría de mediados del siglo XX hasta la actualidad, cuyo uso desembocaría en la destrucción completa tanto del atacante como del atacado, tanto de los tirios como de los troyanos.
 
      Esta arma de acción simple, cuyo tambor tiene cabida para seis cartuchos, fascinó al niño que era el artista Chris Mitton, que, una vez adulto, decidió reproducirlo haciendo una réplica exacta de 3:1 de un original, tallada a mano en un bloque de mármol de Carrara blanco, lo que le llevó seis meses, presentándolo sobre un soporte de acero inoxidable, convirtiéndola en una Obra de Arte.  En esta página se pueden ver fotos del proceso imitativo, mejor que creativo, que ha seguido el artista.
 
    Dice, a propósito, la inevitable Güiquipedia que el Colt Pacificador fue ampliamente utilizado por la industria cinematográfica, que lo elevó a la categoría de mito al asociarlo a grandes estrellas de la pantalla en las películas del viejo oeste americano. 
 
La pistola pacificadora, Chris Mitton   
 
    El que a un instrumento de muerte se le denomine 'pacificador' sólo se explica por la amenaza que conlleva. Este nombre es como el viejo epíteto latino “pacifer”, portador de la paz, a imagen y semejanza de “lucifer”, portador de la luz, que los romanos le dieron a Marte, el dios de la guerra. La paz, evidentemente, solo puede estar fundada sobre la amenaza de la guerra, lo mismo que la vida sobre la de la muerte. Claro que en ambos casos ni la paz es paz verdadera ni la vida es vida de verdad, sino todo lo contrario. Por eso nos va como nos va. 
 
  Hay, según me cuentan, una serie televisiva norteamericana, estrenada este mismo año, titulada así mismo 'Peacemaker' (El pacificador), cuyo argumento se resume muy sencillamente: Un hombre lucha por la paz a toda costa, sin importar a cuántas personas tenga que eliminar para conseguirla. Quizá debería acabar la última temporada de dicha serie con el suicidio del protagonista y de la serie. 
      
Ulises y Nausícaa, Jean Alfred Marioton (1888)
 
    Cuando Ulises naufraga en la isla de Esqueria, desarmado y desnudo, después de haber perdido tripulación y barco, donde lo encuentran unas muchachas y una de ellas, Nausícaa, la hija del rey Alcínoo, se enamora perdidamente de él, descubre que sus habitantes, los feacios, no saben de arcos ni flechas, porque son un pueblo pacífico que solo se preocupa de los aparejos de sus negras naves. En el ágora se levanta un templo al dios del mar, el terrible y fascinante Posidón, y allí mismo los feacios, que no se cuidan de las armas, se dedican en cambio a sus amarras y velas, a los mástiles y remos de sus naves "con las que cruzan ufanos el mar plateado de espumas". Gracias a ellos y a uno de sus navíos podrá Ulises, después de regalarles a cambio de su hospitalidad el relato de toda su odisea, volver a su reino, a Ítaca, que había dejado atrás hacía veinte años para poder ganar una guerra en la que al final no hay ni vencedores ni vencidos, ni buenos ni malos, sino solo derrotados.    
     

jueves, 24 de noviembre de 2022

Ni mandar ni obedecer

    Ha llamado mi atención esta sudadera negra con una imagen iconoclasta de un busto encapuchado con una braga de cuello que representa, sin duda, a un antihéroe, a un héroe anónimo que no existe porque no tiene rostro.
 
 
    Debajo del busto del encapuchado figura una frase en griego clásico: οὔτε γὰρ ἄρχειν οὔτε ἄρχεσθαι ἐθέλω, que significa que el busto parlante no quiere ni gobernar por activa ni ser gobernado por pasiva, que me recuerda enseguida al "De nadie soy siervo, de nadie señor" de nuestro romántico Zorrilla.  El hecho de estar escrito en griego antiguo me hace pensar que se trata de alguna cita de algún autor clásico. Investigando en la Red, compruebo que es, en efecto, una frase literal que el padre de la historia, Heródoto, pone en boca de Ótanes en el libro III de sus Historias, capítulo 83, dentro del discurso de este personaje sobre quién será elegido el futuro rey de los persas, que desembocará en la coronación de Darío. El trono de Persia no podía quedar vacío. Dice así, en traducción de Carlos Schrader: “Camaradas, está bien claro que uno cualquiera de nosotros -bien sea que resulte designado por sorteo, que encomendemos su elección como tal a la totalidad de los persas, o que lo sea por cualquier otro procedimiento- ha de ser rey; sea como fuere, yo no voy a entrar en liza con vosotros, pues no quiero mandar, ni recibir órdenes. Renuncio pues al poder a condición de no estar, tanto yo, personalmente, como mis sucesivos descendientes, a las órdenes de ninguno de vosotros”. 
 
       La imagen está tomada de un busto en mármol blanco de Carrara del artista británico Chris Mitton (1963-...), que se titula precisamente Hoodie, es decir, Sudadera. No es desde luego el típico busto de un personaje heroico clásico, sino un personaje moderno y anónimo.
    
 Sudadera, Chris Mitton (2014)