Heráclito, o mejor Heraclito, con acentuación llana, más latina y por lo tanto más castellana, el oscuro presocrático, está considerado el filósofo del devenir, que, según Platón, dijo "panta rhei" o todo fluye, incluidos nosotros que constatamos el flujo de los ríos heraclitanos en los que sólo podemos bañarnos una vez, porque sus aguas, a la segunda vez, ya no son las mismas que nos bañaron la primera vez. Pero Heraclito nunca dijo eso, o si por fortuna lo hubiera dicho, tendría que haber añadido, fiel a su lógica, lo contrario. En palabras de Machado: Todo pasa y todo queda.
Pero para mejor entendimiento de cómo son las cosas debemos decir que no es que todo cambie, incluidos nosotros también, en el todo que cambia y en el cambio de todo, por supuesto, es que, al mismo tiempo que cambia todo, todo permanece igual idéntico a sí mismo, inmutable, porque Heraclito no es como nos dijeron en la clase de historia de la filosofía del Bachillerato, si llegamos por ventura a dar el tema de los presocráticos, el filósofo del devenir y del cambio, sino el filósofo de la contradicción y de la coincidencia de los opuestos:
Cambia lo superficial,
cambia también lo profundo;
porque siga todo igual
cambia todo en este mundo.
Porque siga todo igual... nos dejamos atar a las servidumbres que nos imponen los más locos y ciegos, esos encargados del gobierno de este mundo, con sus apóstoles del progreso y artífices de la innovación para que permanezca la su-misión.
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