domingo, 28 de febrero de 2021

El Árbol del Ahorcado

Se alza a la vera del camino el gran nogal

del que un suicida, soga al cuello, se colgó

condenándose a sí mismo a la pena capital:

lo llaman “el árbol del ahorcado”. 

                                                    Crece aún

y da su fruto: nueces que se perderán

sin recogerlas nadie y hojas que ajará

el otoño y las arrastrará el viento del sur

muy lejos. Ningún vecino nunca se atrevió

a derribarlo a hachazo limpio y despejar

su negra sombra a fin de desterrar así

su patibulario maleficio, invitación

al cadalso y barca de Caronte, y a seguir

la senda sin retorno del que por temor

de la Parca el hilo de su vida cercenó.

 

sábado, 27 de febrero de 2021

¿Información o propaganda?

Leo en la pantalla del ordenador un periódico digital de amplia difusión y talante progresista, cuyo nombre omito porque no me gusta hacer publicidad: Cómo paliar los efectos del uso de la mascarilla sobre tu tez en cómodos pasos. Sobre este titular, la foto de una bella señorita quitándose la mascarilla del rostro que aún le cuelga de la oreja y regalándonos la mejor de sus sonrisas.
 
 
Me entra entonces la duda ingenua pero razonable de si me encuentro ante un anuncio publicitario como sospecho a primera vista de una marca comercial de alguna crema facial o maquillaje por el estilo o ante una noticia de carácter informativo. 
 
Después de clicar en una misteriosa pestaña, leo en letra pequeña: “Este contenido está realizado por un anunciante y no interfiere en la información del periódico”. Ya está meridianamente clara la cosa: es publicidad comercial que ni siquiera se llama por su nombre, se denomina  “contenido ofrecido o patrocinado”. 
 
Los responsables del área comercial del diario digital justifican la inclusión del reportaje del siguiente modo: "El contenido patrocinado nos permite recibir financiación a la vez que contamos historias que les resulten interesantes (a los lectores). La función de este departamento comercial es crear historias mediante artículos, entrevistas y reportajes multimedia. Aportamos a nuestros patrocinadores nuestra conocida narrativa propia y trabajamos con ellos para ofrecerles una estrategia creativa y de distribución que se ajuste a sus intereses comunicativos". 
 
Una vez que se accede a la página, que en nada difiere del resto de las de ese diario, puede leerse lo siguiente: “Todo lo que necesitas para lucir una piel perfecta las 24 horas pese a la mascarilla.” No te preocupes, vienen a decirte: La falta de oxigenación, de transpiración y de vitamina D ha causado estragos en la epidermis, pero hay un maquillaje con tratamiento que te ayudará a recuperar el esplendor perdido
 
Ya se ve clarísimo que es publicidad, pero continúo leyendo porque el artículo no tiene desperdicio: “Si estás preocupada (sic por el uso del género femenino, el anuncio es sólo para señoras y señoritas, no para caballeros) por los efectos que ha tenido en tu piel la pandemia, con la mascarilla impidiéndote oxigenar medio rostro, la cuarentena y el actual semi confinamiento que nos impide disfrutar de la vitamina D solar tanto como sería necesario, aquí tienes unos cuantos consejos para volver a sentir una epidermis suave, aterciopelada, luminosa y a prueba de mascarillas.” 
 
 
Me encanta la crítica velada que se hace de la mascarilla y de los efectos cutáneos de la pandemia: ha impedido oxigenar medio rostro, y recibir la vitamina D solar “tanto como sería necesario”, lo que sería un mal menor si el tapabocas hubiese servido para algo bueno, pero el artículo no va a entrar a criticar la obligatoriedad del uso del barbijo, mordaza o bozal sino a poner remedio a sus efectos secundarios o colaterales adversos, por lo que no debe preocuparse, señora o señorita, ya que aquí van unos consejos para volver a sentir una epidermis “a prueba de mascarillas”. 
 
En suma, que se trataba de publicidad y propaganda, y no de información crítica, pero esta interferencia entre el contenido realizado por un anunciante y la información que suministra el periódico -generalmente malas noticias: cifras de muertos y contagiados y de lo que ellos llaman "casos", palabra mágica y performativa que convierte en enfermo imaginario al que no lo está,  hospitales colapsados en su mayoría, vacunas  y profecías científicas de futuras oleadas de epidemias y pandemias y virus asesinos- sólo conduce a la ceremonia de la confusión. 
 
Algo, sin embargo, podemos sacar en claro de todo ello que no deja de ser importante. Y es que hay que reconocer, la verdad sea dicha, que no hay ninguna diferencia entre lo uno y lo otro, que se ha difuminado tanto la definición de la noticia y del anuncio publicitario que se confunden una y otra cosa: lo que resulta revelador: las noticias, además de ser el cebo para meternos anuncios comerciales, no dejan de ser propaganda y la publicidad no deja de ser noticia. Y nosotros, receptores pasivos y consumidores de lo uno y de lo otro, que es lo mismo.

viernes, 26 de febrero de 2021

"Perdónanos nuestras deudas"

Todavía recuerdo que cuando aprendí el Padre nuestro de memoria, hace ya la friolera de algo más de cincuenta años,  decía hacia el final de la oración: "Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Mi sopresa ha sido grande al comprobar que ya no se reza así. La letanía que se cacarea machachonamente ahora, según he oído en misa,  es: "Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Ante este cambio significativo, me pregunto yo ¿qué dicen las divinas palabras del Maestro recogidas en las sagradas escrituras? Vayamos al texto en su versión original, que es lo que hay que hacer en estos casos, y así encontramos en el evangelio de Mateo capítulo 6, versículo 12 lo siguiente, escrito en griego, por cierto:

¿A qué se debe esta doble traducción, en primer lugar "deudas", que era la que yo recordaba,  y ahora "ofensas"? Se debe al parecer a que en griego la misma palabra ὀφειλήματα (opheilémata), que figura en el texto de Mateo,  (su forma abreviada y alternativa ὀφειλή (opheilé) sigue existiendo en griego moderno) significa ambas cosas y se puede entender de ambas maneras.

Resulta curioso que algo parecido pase en alemán. La misma palabra Schuld significa, en singular, "culpa", y Schulden en plural "deudas", con lo que en la lengua de Goethe se da a entender que quien tiene deudas es culpable, tiene la culpa, y por lo tanto tiene que pagarlas irremediablemente, lo que hace difícil, si no imposible,  el perdón, la Entschuldigung.

   

Pero esto que pasa en griego y en alemán, no sucedía en latín (y por ende en las lenguas derivadas, incluido en este caso el inglés), donde "culpa" -en el sentido de ofensa o falta- y "deuda" son dos palabras completamente distintas, por lo que había que elegir, a la hora de traducir con una sola palabra entre una u otra opción. 
 
En la primera versión que se hizo al latín de la Biblia,  la Vulgata, se optó por la palabra "débita", y de ahí vienen nuestras "deudas" y el Padre nuestro que yo recordaba, pero en la oración  que se reza en la actualidad en las iglesias españolas se ha preferido el otro significado de la palabra: no se perdonan las deudas -¡con el dinero no se juega!- sino las ofensas.  Algo muy significativo y que, en todo caso, puede explicar la política económica europea, dirigida por Alemania, en su relación con la deuda extranjera.

En latín, pues, hay dos palabras culpa y débitum para lo que en griego y en alemán sólo una. La palabra "culpa" se conserva tal cual en español, con la misma forma y significado. Cuando la misa se celebraba como Dios manda, o sea, en latín precisamente,  se entonaba aquello de "Mea culpa, mea maxima culpa...". Yo no llegué a oírlo así nunca porque, cuando yo era pequeño, la eucaristía ya no se celebraba en latín y con el sacerdote vuelto de espaldas a la congregación de los fieles, sino en román paladino. En su lugar se decía, golpeándose los feligreses el pecho: Por mi culpa, por mi grandísima culpa... Del verbo "culpare", que quería decir en principio reprochar una falta, y depués acusar,  inculpar, echar la culpa, tenemos en castellano los compuestos: in-culpar, dis-culpar y ex-culpar

La palabra débitum deuda nos lleva mucho más lejos. Si examinamos nuestros verbos "haber" y "deber" tan gratos a los economistas vemos enseguida que hay una estrecha relación entre ellos. Ambos proceden del latín habere y debere respectivamente. Hasta aquí nada de particular. Lo curioso es que debere es un compuesto del primero con el prefijo de delante. En efecto debere es etimológticamente *de-habere, lo que en términos de significado quiere decir que si habere es tener algo, debere es  tener algo que no es propio de uno, sino de otro, ajeno.

Del participio de este verbo, que es débitum viene nuestro cultismo "débito" (debt en la lengua del Imperio) y nuestra palabra patrimonial "deuda".    Débito se contrapone a crédito, como débitor -deudor-  se contraponía en la lengua del Lacio a créditor -acreedor-, lo que en términos económicos modernos significa que el deudor -aquel que tenía algo que no era suyo- había contraído una deuda porque el acreedor le había hecho un préstamo interesado, es decir, con intereses.

 El interés del Capital es que este se multiplique con el paso del  tiempo: i = c . r. t.

Debere se empleó en latín con  infinitivo para indicar la obligación de hacer algo, uso que hemos heredado en español: debeo ire > debo ir > tengo que ir.  En este sentido competía con habere, que sirvió para la creación del futuro en nuestro verbo: habeo ire > he de ir > ir hé > iré.

Volviendo a nuestro Padre nuestro que estás en los cielos...  Si la palabra ὀφειλήματα (opheilémata), como hemos visto, se traduce por "débita" en la Vulgata, ¿no deberíamos mantener, al lado de "ofensas",  la traducción "deudas" en español? ¿Por qué no lo hacemos? ¿No será porque no interesa que se perdonen las deudas en estos tiempos en los que la economía ha desplazado a la política de la faz del mundo y en los que Don Dinero no sólo es el más poderoso de todos los caballeros sino que parece que es, si no lo es de hecho ya, el único dios real y verdadero, aunque algo nos diga por lo bajo que nunca verdadero, por muy real que sea, sino más falso que Judas? ¿No deberíamos, sin embargo, perdonar cristianamente no sólo a los que nos ofenden sino también a nuestros deudores? ¿No es eso lo que Dios manda o nos mandaba?
 
Os propongo escuchar el Pater noster en latín. En primer lugar con la pronunciación eclesiástica, que es la italiana y no la latina, en este vídeo, donde se canta y acompaña de partitura gregoriana:


Y ahora me gustaría que escucháseis cómo suena con la pronunciación clásica restituida, que no se corresponde con ninguna de las pronunciaciones nacionales de las lenguas derivadas, y a la vez cómo suena ahora en cada una de esas lenguas romances: portugués, gallego, castellano, catalán, francés, italiano y rumano. (Por cierto, al llegar al "perdónanos nuestras deudas", la versión gallega es la única que presenta la nueva traducción "ofensas", preceptiva desde 1988, mientras que las demás lenguas siguen fieles en el audio a las viejas y originarias "deudas", más respetuosas con la Vulgata, esas que nadie, ni siquiera Dios según la conferencia espiscopal, está dispuesto ya a perdonar cristianamente hoy día).

 

jueves, 25 de febrero de 2021

Guerra preventiva

La guerra preventiva es una perversión conceptual: consiste en atacar al enemigo antes de que él arremeta contra nosotros, por aquello que decía una vez un matón condecorado con una cicatriz en el labio superior izquierdo en la barra de un bar americano: “El que da el primero da dos hostias”. 
 
Algo muy parecido a lo de aquel otro policía que sentenciaba que él disparaba primero descerrajándole una bala entre pecho y espalda al presunto delincuente y le preguntaba después, corriendo el riesgo seguro de que el interrogado no pudiera responderle por haberse encargado la Santísima Muerte, bendito sea su nombre, de llevárselo al otro barrio. 
 

 
La legitimidad moral de la guerra preventiva iniciada por el Imperio es bastante dudosa por la dificultad que entraña determinar si la amenaza futura que supone el enemigo (y su propia condición de enemigo)  es real o es sólo el fruto de nuestro temor histérico o incluso de nuestro deseo inconfesable. 
 
Si se trata de una amenaza real, hay que valorar el peligro añadido que conlleva, no vaya a ser un riesgo insignificante que no justificaría nunca la barbaridad de una intervención armada, y que se utilizaría como mero pretexto tácito o coartada para atacar primero.
 

 
Pero lo más importante de todo sería hacerse la pregunta básica que le hizo una vez un recluta que estaba haciendo el servicio militar obligatorio o antigua mili al capitán de su compañía: “¿Quién es el enemigo, mi capitán?” 
 
Elemental, querido Watson, que diría Sherlock Holmes: El enemigo es aquél al que le hacemos la guerra preventiva, sin declarársela siquiera como se hacía antaño con toda la panoplia y las formalidades que eran menester. 
 
Mientras tanto, a nuestro alrededor, se hace la guerra en nombre de la paz, en nombre de esta última se llevan a cabo las más sangrientas campañas de exterminio. Los Estados, las modernas repúblicas y monarquías, ya ni siquiera declaran la guerra solemnemente como hacían antaño, porque no es políticamente correcto mentar a la bicha –la guerra-, y entonces utilizan el eufemismo conceptualmente perveso de llamarla con el nombre contrario, pero ni siquiera se la denomina "paz", que sería algo sarcástico, sino misión militar o intervención humanitaria.

miércoles, 24 de febrero de 2021

INTVS EST HOSTIS

La guerra antiterrorista que inició el Imperio contra el yijadismo islámico a raíz del 11 de septiembre de 2001, bajo la égida del señor George Bush, creo que se llamaba, apoyada por varios miembros de la OTAN/NATO y otros aliados, tenía como objetivo acabar con el terrorismo internacional eliminando los grupúsculos y grupos terroristas extranjeros. La Guerra, que es el padre de todo según Heraclito,  o mejor la madre en nuestra lengua, no ha concluido aún. El terror que inspira tampoco. Sin embargo los enemigos han cambiado.

Veinte años después, instalados ya en la Nueva Normalidad, sigue la guerra contra el terror, pero el objetivo ya no es tanto exterior o extranjero como interior y nacional.

La primera catilinaria, Maccari (1880)

Me vienen a las mientes ahora unos latines de Cicerón, donde denunciaba la conjuración o conspiración -palabra prohibida en nuestros días- de Catilina según creo recordar, muy apropiados al caso: domesticum bellum manet, intus insidiae sunt, intus inclusum periculum est, intus est hostis: La guerra intestina permanece, dentro está la celada, dentro está agazapado el peligro, dentro está el enemigo público. Parece que ahora los servicios secretos consideran que, efectivamente, el enemigo público, en el sentido latino del término hostis, y no en el de inimicus, que es el enemigo personal, está dentro del sistema. 

Algo de eso empezó a sospecharse cuando en la fase anterior de la lucha antiterrorista se veía que muchos guerrilleros islámicos eran ciudadanos europeos, nacidos, criados y educados en el viejo continente, y no talibanes de Afganistán o de remotos países del mundo oriental de Las mil y una noches... Y ahora se ve mucho más claramente porque, en rigor, nada queda ya fuera del sistema. 

En la situación actual el enemigo es el virus invisible a simple vista. Se precisa una fe de carbonero en el microscopio electrónico para creer que lo que vemos a través de él es el virus causante de una enfermedad que produce síntomas muy parecidos a los de la influenza o gripe común, y en la mayoría de los caos ningún síntoma, creando la categoría peligrosa por lo contagiosa del enfermo asintomático, es decir, que no tiene ningún síntoma aparente de ninguna enfermedad y que, por lo tanto, no sabe que está malo y que, sin embargo, es un peligroso contagiador que hay que neutralizar.

Un sistema mundial hegemónico como es el capitalismo global, adoptado ya hasta por el comunismo chino, no tiene enemigos externos, dado que no hay ningún territorio geográfico que quede fuera del dominio del capital, sino enemigos internos que son, en primer término los que critican esa dominación y, contrarios a ella, se enfrentan no a la globalización, porque ya no es un proyecto, sino al sistema globalizado, que es  un hecho, y critican su ideología anideológica, es decir, valga la contradicción, su ideología carente de ideología. 


¿Dónde está el enemigo? Pues está, por ejemplo, en aquellos grupos o personas que protestan airadamente contra las restricciones sanitarias con motivo de la pandemia inventada y declarada por la Organización Mundial de la Salud o contra la brutalidad policial del Estado o contra los resultados de las elecciones norteamericanas, que se tachan de fraudulentos, y otras “narrativas falsas”, como pueden ser la existencia del Estado Profundo, de la inmunidad natural de rebaño, del cambio climático,  del sexo biológico... Los enemigos son los disidentes, los radicales, los científicos críticos que están contra la ciencia oficial, los extremistas, los que siembran el discurso del odio...

Por lo que respecta a la dictadura sanitaria que padecemos en nuestros regímenes democráticos, a la pregunta inglesa de Who is the guilty? (¿Quién es el culpable?) o Who is the impostor?, la respuesta es evidente y resplandece, sólo hay que abandonar la entonación interrogativa y se responde por sí sola: WHO is the guilty o the impostor: WHO, es decir, la World Health Organization, o entre nosotros la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, afirmar esto va a ser tachado de terrorista. ¿Cómo puede alguien criticar a una asociación tan venerable como esa? Y ¿Cómo puede una organización que se dice sanitaria y saludable atentar contra la salud mundial?

El enemigo es la desinformación y las teorías de la conspiración o de la conjuración. Y volvemos otra vez al viejo Cicerón y a su De coniuratione Catilinae, que se leía cuando yo estudiaba bachillerato y se leía algo de latín en versión original: Resulta que ahora los que denuncian la conjuración y no los conjurados son los conspiracionistas... O tempora, o mores!

martes, 23 de febrero de 2021

¡Levántate, Galicia!

 Ay, Galicia, ¡¿quién te ha visto?! / ¡¿Quién te ha visto y hoy te ve?!

¡Dios te libre del Gobierno / que te quiere subyugar,

de la ley y del decreto / que te quieren endilgar!

 Ay, Galicia, ¡¿quién te ha visto?! / ¡¿Quién te ha visto y hoy te ve?!

Con criterios sanitarios, / sana, te hacen enfermar,

y en defensa de la vida / te quieren, viva, matar.


 Ay, Galicia, ¡¿quién te ha visto?! / ¡¿Quién te ha visto y hoy te ve?!

Santiago de Zebedeo, se echa en el cielo a temblar:

Galicia, si no espabilas, cuánto vas a lamentar. 

 

 Ay, Galicia, ¡¿quién te ha visto?! / ¡¿Quién te ha visto y hoy te ve?!

¡Sumisa, no te arrodilles, / levántate y echa a andar

de camino a Compostela, / peregrina, a protestar!

 

 Ay, Galicia, ¡¿quién te ha visto?! / ¡¿Quién te ha visto y hoy te ve?!

Que se entere el mundo entero: / no te van a avasallar,

que en Galicia ha empezado / ya la gente a despertar.


Quien, Galicia, así te ha visto, / nunca te podrá olvidar.  

lunes, 22 de febrero de 2021

Una fábula de Samaniego

Cuenta Horacio una vieja fábula griega en la décima del libro primero de sus Epístolas (versos 34-41), en la que contrapone la libertad del animal salvaje con la servidumbre del doméstico. La historia se incluye en el contexto de ensalzamiento de la vida rural frente a la urbana abordando el tópico literario del menosprecio de corte y alabanza de aldea. Narra cómo el caballo se sometió al hombre al aceptar su domesticación motivada por una disputa por el pasto con el ciervo:

Ceruus equum pugna melior communibus herbis / pellebat, donec minor in certamine longo / implorauit opes hominis frenumque recepit; / sed postquam uictor uiolens discessit ab hoste, / non equitem dorso, non frenum depulit ore. / sic qui pauperiem ueritus potiore metallis / libertate caret, dominum uehet improbus atque / seruiet aeternum, quia paruo nesciet uti.

Un venado, mejor en la lid, alejaba a caballo / siempre del pasto,  hasta que este, menor en larga pelea, / fue a pedir la ayuda del hombre y sufrió su bocado; / mas después que libró de rival, venciendo fogoso, / no se quitó a su jinete de encima, ni brida del morro. / El que temiendo así la pobreza se priva, más cara / que oro, de su libertad, cargará, desgraciado, con su amo y / siempre esclavo será, porque no gozará de lo poco. 

 

Podemos retrotraernos a Esopo que nos ofrece la misma fábula con un jabalí en lugar de un ciervo, introduciendo la figura humana de un cazador (Hsr. 238, Ch. 328), cuya historia dice así en traducción de P. Bádenas de la Peña: “Un jabalí y un caballo pacían en el mismo lugar. El jabalí constantemente estropeaba la yerba y removía el agua, el caballo quería vengarse de él y recurrió a la ayuda de un cazador. Pero éste le dijo que no le podía ayudar de otra manera sino aceptando el freno y con­sentir en ser montado; el caballo se sometió por completo. Entonces, el cazador se montó en él, acabó con el jabalí y luego se llevó al caballo y lo ató al pesebre. Así, muchos, por una cólera irracional, queriendo librarse de sus enemigos, se arrojan ellos mismos bajo el yugo de otros.”

Interesante la moraleja, por su carácter paradójico y político: muchos para librarse de un enemigo caen bajo el yugo de otro, como sucede en las democracias representativas modernas donde los electores no ven más salida para librarse de un mal gobierno que elegir otro que acabará haciendo bueno al precedente.   Y también  nos recuerda a su modo aquella paradoja de Lucrecio de los suicidas, a los que el miedo a la muerte los empuja precisamente a darse ellos la muerte que temían. 

Otra fábula esópica, la del asno salvaje y el doméstico (Hsr. 194, Ch. 264), nos presenta el mismo tema del animal libre frente a la esclavitud del doméstico, en la misma traducción:  Un asno salvaje, que vio a uno doméstico en un lugar bien soleado, se acercó para felicitarle por su cuerpo  tan lustroso y por el pasto de que gozaba. Pero al verlo más tarde llevando la carga y seguido detrás por el arriero, que le pegaba con el palo dijo ‘pues ya no le considero tan afortunado, porque veo que tu abundancia la tienes a base de males enormes’ (Así, no son envidiables las ventajas que van acompañadas de peligros y desgracias).

Fedro recogerá este mismo argumento en su repertorio de fábulas latinas cambiando los protagonistas, que serán el perro y el lobo.

 

El caballo que se vengó del ciervo, C. Vernet (s.XIX)

Nuestro Samaniego se hará eco en castellano de la fábula del ciervo y el caballo, inspirándose seguramente en los versos de Horacio que citábamos al principio, y versificándola magistralmente en cuartetos de hendecasílabos con rima consonante:

Perseguía un Caballo vengativo / a un Ciervo que le hizo leve ofensa; / mas hallaba segura la defensa / en veloz carrera el fugitivo.

El vengador, perdida la esperanza / de alcanzarlo, y lograr así su intento, / al hombre le pidió su valimiento / para tomar del ofensor venganza.

Consiente el hombre, y el Caballo airado / sale con su jinete a la campaña; / corre con dirección, sigue con maña, / y queda al fin del ofensor vengado. 

Muéstrase al bienhechor agradecido; / quiere marcharse libre de su peso; / mas desde entonces mismo quedó preso, / y eternamente al hombre sometido.

El Caballo que suelto y rozagante / en el frondoso bosque y prado ameno / su libertad gozaba tan de lleno, / padece sujeción desde ese instante.

Oprimido del yugo ara la tierra; / pasa tal vez la vida más amarga; / sufre la silla, freno, espuela, carga, / y aguanta los horrores de la guerra.

En fin perdió la libertad amable / por vengar una ofensa solamente. / Tales los frutos son que ciertamente / produce la venganza detestable.

Extraordinariamente narrada y versificada, la fábula de Samaniego se estropea con el epimitio o moraleja final a la que subordina la narración. Sobra, desde mi punto de vista, como sobra en la colección de fábulas atribuidas a Esopo la enseñanza moral o moralizante, mejor dicho, que se desprende de la fábula, en este caso cómo la venganza de una ofensa puede conllevar la pérdida de libertad, porque dicha pérdida no se debe sólo al deseo de vendetta del caballo sino, como se desprende del relato, a la domesticación humana.

domingo, 21 de febrero de 2021

Sarta de mensajes breves


El Periódico Global ya no sabe cómo vendernos la vacuna: Israel asegura que a los 14 días de la segunda dosis la vacuna de Pfizer protege al 98,9% de la muerte.

El robot de la NASA “Perseverance”, la mayor misión espacial de la Historia, aterriza con éxito en el planeta rojo y comienza la infructuosa búsqueda de vida. 
 
La paradoja del individuo, calco semántico del “átomo” griego, que significa “indivisible”, es que acaba por desintegrarse y dividirse enfrentándose a sí mismo. 
 
Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o de orden público, que se decía antes, velan por mantener un orden aparente que en el fondo no es sino desorden. 
 
El sentido económico del término “interés” implica que interesa computar el tiempo, que es oro y dinero según el adagio, para que así se incremente el capital. 
 
(Tergiversación) A quien no presenta síntomas de enfermedad, las autoridades sanitarias intentan convencerlo de que es enfermo crónico en potencia aristotélica. 
 
La pareja “individuo y sociedad” es una falsa antinomia. Rebelarse contra lo uno en nombre de lo otro y viceversa, es meterse en un callejón oscuro sin salida. 
 

(De S. Sontag) La contemplación hace que el observador se olvide de sí mismo: el objeto digno de contemplación es el que de hecho aniquila al sujeto perceptor.
 
No puedo ir a verte al municipio colindante porque hay restricción de movimiento, y confinamiento. ¿Dónde está el límite, quién lo trazó, del término municipal? 
 
El sistema de enseñanza nos despoja de nuestra propia lengua hablada e impone la escrita: hablar como escribimos, no escribir como hablamos, que sería lo mejor. 
 
Nos han hecho desconfiar del vecino, del amigo, de la mismísima madre que nos parió, y aun de nosotros mismos; en suma, de la poca humanidad que nos quedaba. 
 
En lugar de cambiar las condiciones que deprimen a las personas, la sociedad receta antidepresivos que, por su parte, hacen soportable tolerar lo intolerable. 
 
La crisis sanitaria de la pandemia patrocinada por la OMS nos ha inoculado el virus patógeno enfermándonos a todos hasta el mismísimo túétano de las entrañas. 
 
La extraordinaria banalidad del mal. El Eichmann de Hannah Arendt cumplía órdenes, aplicaba protocolos, controlaba la puntualidad no el destino de los trenes. 
 

El retrato paraliza un movimiento, es decir, un momento presente, retrayéndolo, convirtiéndolo automáticamente en pasado; es el vuelo disecado de una mariposa.
 
El estado de emergencia para la gestión de la crisis sanitaria justifica maquiavélicamente en nombre de la 'seguridad nacional' el despotismo del gobierno. 
 
Los telepredicadores desde su púlpito televisivo o mediático digital de las redes sociales son los que mandan y los que nos señalan lo que tendríamos que ver. 
 
La pandemia se utiliza para avanzar en la agenda de limitación de las libertades formales o burguesas, al frente de las que emerge el dragón chino gigantesco.
 
Es muy difícil que uno deje de opinar, porque cada cual tiene su opinión, su voto, su ideología, su credo, y se aferra a ello como si fuera privada propiedad. 
 
Lo que ahora no se da de hecho es porque no puede darse; decir que se dará en un futuro por estar larvado en potencia es falso ya que no hay venidero porvenir.
 
No es por reventaros el argumento de la película desentrañándoos su desenlace fatal, pero al final de la cinta se mueren, morimos, todos, hasta el apuntador.

sábado, 20 de febrero de 2021

Nueva normalidad militar

Hasta ahora estábamos acostumbrados a ver sólo a los soldados en los cuarteles, en el desfile patriótico de la fiesta nacional una vez al año y como entretenimiento para distracción en las películas de guerra de las pantallas -sobre todo en la caja tonta de la pequeña y en las micropantallas de los móviles y las tabletas, ya que las grandes de las salas de cine están cerradas hace tiempo a cal y canto o con aforo restringido, lo que casi viene a ser lo mismo. Las pantallas proyectaban hazañas bélicas de la soldadesca para hacernos creer a sus espectadores que esto que teníamos, por contraposición a lo que nos echaban, era paz. 
 
De vez en cuando nos servían alguna noticia lejana o vaga referencia de alguna de las Misiones Internacionales en las que participaban las gloriosas, humanitarias y sacrificadas tropas de nuestros ejércitos por tierra, mar y aire, pero poco más. 
 
Sin embargo, a raíz de la declaración de la pandemia estamos empezando a ver cada vez más tropas en las calles, generales hablando por televisión, rastreadores militares, soldados desinfectando residencias de ancianos, evacuando al personal, atendiendo a enfermos y enfrentándose a fenómenos meteorológicos gravísimos como la nevada que trajo la borrasca Filomena... hasta el punto de que cada vez vemos como lo más normal esta militarización nacional y paulatina, y no reaccionamos o lo hacemos muy tibiamente considerando que son exigencias de la coyuntura actual especialmente grave. 
 
Al comienzo de la pandemia se hicieron virales las imágenes de dos soldados que llevaban en Gijón las bolsas de la compra de una anciana que caminaba con ellos ayudada de una muleta, ofreciendo una estampa amable y bondadosa del ejército que fue alabada por la población y enaltecida por los mandos militares, que aprovechaban así para vendernos la necesidad de un ejército profesional que no está ocioso sino que está “para lo que haga falta”, tanto para un roto como para un descosido, pero siempre para ayudar y defender a la población civil. 
 
 
Se habla ya, a falta de mejor enemigo exterior, de una nueva guerra contra el terrorismo, que no se centra ya en el yihadismo islámico como se ha visto a propósito del caso norteamericano. Los medios de ese país, modelo exportador de democracia, aceptan esta situación como lo más normal del mundo encogiéndose de hombros. 
 
Guasintón se militarizó con motivo de la toma de posesión del nuevo presidente, hasta desplegar 20.000 efectivos de la Guardia Nacional por las calles de la capital. La justificación original era asegurar la investidura, evitando un nuevo asalto al Capitolio o algo similar. Pero aunque la ceremonia ya concluyó, esos guardias nacionales permanecen y, parece que no tienen órdenes de abandonar por ahora. Parece que, como suele decir la gente sobre “lo de la pandemia”, esto ha venido para quedarse. 
 
 
EE.UU. es probablemente el país más militarizado del mundo, pero la idea de que el país se enfrenta a una especie de insurrección armada que sólo los militares pueden controlar es además de novedosa, peligrosa y no nos es ajena aquí en las Españas, donde se nos vende que el Ejército está para lo que haga falta tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, proyectando la imagen de que los militares son hermanitas de la caridad armadas con un par de pistolas por si hiciera falta... 
 
Estamos siendo testigos de cómo los medios de comunicación y su audiencia tratan un hecho que debería ser visto con recelo no sólo como normal sino como deseable, mediatizado por la propagación viral del miedo y por la inflación de nuevos escenarios amenazadores. Resulta patético ver como la gente acepta estas medidas extremas como lo más normal del mundo en nombre de la seguridad nacional o de la respuesta, legítima al parecer en este caso, del sistema a la violencia que protesta contra el sistema, sobre todo cuando el Presidente del Gobierno de las Españas afirma desde el púlpito televisivo: En una democracia plena, y la democracia española es una democracia plena, resulta inadmisible el uso de la violencia. 

El enemigo perfecto que necesitamos, en cualquier caso, es el invisible, el virus -veneno, en latín- que puede, agazapado, matarnos a todos y cada uno, el invisible que, sin embargo, pueden ver los expertos con sus potentes microscopios electrónicos, y fotografiarlo con sus potentes cámaras para mostrarnos su imagen y que así podamos verla todos, hombres que somos de poca fe,  y comprobemos que, como Dios, existe, porque necesitamos ver para creer. Pero suele ser al revés la cosa, no nos engañemos, no necesitamos ver para creer, es lo contrario: necesitamos creer antes, lo primero de todo, creer que hay un enemigo,  para poder verlo luego acechándonos por todas partes. 

viernes, 19 de febrero de 2021

Abanico de jaicus y tancas

Jaicus:

Fuera ya el disfraz; / se ha acabado el carnaval; / mascarada, adiós.

Maldito reloj / que cuentas el palpitar / de mi corazón.

 ¡El magnolio en flor! / Febrero, loco de atar, / ¿quién te desató?

 Si ella está, no estoy; / si yo estoy, no está. ¿Qué es? / La felicidad.

 Igual que un ladrón / a la puerta, la vejez / acechando está. 

 Día y hora no / (ni almanaque ni reloj) / quiero yo saber. 

Sombras de oro y luz / de niñez que no acabó / de pasar aún.

 Ensordecedor, / canta el grillo su canción / con arduo tesón.

 Patético amor / y patético Platón, / que lo recetó. 

Impresión fugaz, / la gaviota en el azul / del cielo y el mar. 

El barco en la mar / deja larga estela atrás. / ¿Qué voy yo a dejar?

 Infinito ayer, / que proyecta su fulgor / hoy, ahora, aquí.

 Contra el tiempo va / este momento a estallar / una y otra vez.

 Moneditas de oro / suelta pobre acacia, rica / caridad de otoño.

 Cofre del tesoro, / el arcón de los juguetes / y los sueños rotos.

 Cantan las cigarras / pregonando los calores / de las horas largas. 

La luna en el lago, / desnuda en cuarto creciente; / impúdico baño.


Tancas:


(Variación sobre estribillo a lo divino de fray Íñigo de Mendoza: "Eres niño y as amor / ¿qué farás cuando mayor?").
 
Si eres niña y ya / tienes mal de amores, ay, / al crecer, ¿qué haras? / ¿Qué va a ser de ti, mayor? / ¿Qué será de ti, mujer? 
 
Dientes de león, / margaritas por doquier, / y violetas mil, / prímulas abiertas ya, /en flor por San Valentín. 
 
No se sabe a quién / a toda velocidad / le vendrá a buscar / la ambulancia, aullando atroz / con su intermitente luz.

jueves, 18 de febrero de 2021

John Bull aséptico y desinfectado

¡Gloriosos tiempos aquellos en que un periódico británico serio y prestigioso como The Times publicaba el 1 de agosto de 1854 lo siguiente: Preferimos correr nuestra suerte con el cólera y lo demás que ser sacrificados en aras de la Salud (1)! 
 
Se felicitaba el periódico por la dimisión del señor Edwin Chadwick, al que comparaba con Esculapio, el dios romano de la medicina, político que intentando solucionar un problema sanitario, creó otro de mucha mayor envergadura: para librar a los vecinos del desagradable hedor que provenía de las fosas sépticas de sus sus pozos negros, condujo las aguas fecales por un sistema de alcantarillado hasta el Támesis, contaminando el río del que bebían, lo que contribuyó inadvertidamente a la propagación del cólera entre la población.  
 
Comenzaba el artículo diciendo que la idiosincrasia británica aborrecía el poder absoluto, ya lo encarnara un soberano, un obispo o incluso el propio parlamento. 
 
Se celebraba que hubiera caído la Junta de Salud, nuestro Comité de Expertos, que diríamos hoy, y, rebelándose contra la tiranía médica que había impuesto, se leía: Todos nosotros reclamamos el privilegio de cambiar de médicos, de desechar su medicina cuando estamos hartos de ella, o de prescindir de ellos por completo cuando nos sentimos aceptablemente bien (2).
 
Se protestaba contra el atentado que en nombre de la Salud Pública se perpetraba contra el bienestar de la gente obligándola a tomar medidas higiénicas asépticas y sanitarias de carácter profiláctico que atentaban contra sus costumbres y principios: No hay nada que un hombre odie tanto como que le limpien en contra de su voluntad, o que le barran el suelo, le blanqueen las paredes, le quiten los estercoleros, o le obliguen a cambiar el techo de paja por pizarra, todo ello a las órdenes de una especie de bomba sanitaria. Es un hecho positivo que muchos han muerto de un buen lavado, tanto por la irritación de los nervios como por la exposición de la cutícula, una vez desprotegida por la suciedad. (3) 
 
El artículo refleja, al ser de carácter anónimo, no sólo la opinión de un lector, sino de alguna forma la línea editorial del propio periódico. Cita a John Bull, un personaje literario creado por John Arbuthnot como personificación del prototipo británico, del Reino Unido en general y de Inglaterra en particular: un tipo robusto, de mediana edad, más rural que urbano. A diferencia del tío Sam, que es la alegoría de los Estados Unidos, John Bull, no es un símbolo de autoridad, sino un hombre común que se contenta con su pinta de cerveza y su carácter flemático. 
 
Cartel de John Bull animando al reclutamiento durante la I guerra mundial.
 
Se ha utilizado su imagen, al igual que la del Tío Sam, para animar a los jóvenes a alistarse en el Ejército pero también satíricamente para burlarse de los poderosos, como en la caricatura, que es obra de Richard Newton, donde le suelta un pedo irreverente al mismísimo cartel del rey Jorge III. 
 
 
John Bull, es decir, cualquier inglés, se veía obligado a practicar compulsivamente sus abluciones y condenado a una perpetua noche del sábado todos los días. Se deduce que era considerado hasta cierto punto normal practicar la higiene corporal una vez a la semana, la noche del sábado,  pero no más, por lo que resulta intolerable la imposición de la higiene cotidiana: “Era una noche de sábado perpetua, y el señorito John Bull era fregado, y frotado, y peinado con dientes pequeños, hasta que las lágrimas se asomaban a sus ojos, y sus dientes castañeaban, y sus puños se cerraban de preocupación y dolor. (4) 
John Bull con mascarilla quirúrgica y guantes señalándonos con el dedo.

¿Se atrevería, me pregunto yo retóricamente, alguno de nuestros periódicos emblemáticos como por ejemplo El Periódico Global, pongamos por caso, a publicar una cosa así a propósito de la gestión gubernamental del virus coronado? Obviamente, no, porque no sería políticamente correcto, y porque nosotros, que aceptamos el poder absoluto bajo nuestro régimen democrático, hemos hecho ya nuestra elección y hemos preferido sacrificarnos en los altares de la diosa Salud, que es mortífera por necesidad, que correr nuestra suerte con el virus coronado u otras epidemias. 
 
(1) We prefer to take our chance of cholera and the rest than be bullied into health. (The Times, 1 de agosto de 1854, pág. 8.) 
 
(2) We all of us claim the privilege of changing our doctors, throwing away their medicine when we are sick of it, or doing without them altogether whenever we feel tolerably well. (Ibidem) 
 
(3) There is nothing a man so much hates as being cleaned against his will, or having his floors swept, his walls whitewashed, his pet dungheaps cleared away, or his thatch forced to give way for slate, all at the command of a sort of sanitary bombailiff. It is a positive fact that many have died of a good washing, as much from the irritation to the nerves as from the exposure of the cuticle, no longer protected by dirt. (Íbid.) 
 
(4) It was a perpetual Saturday night, and Master John Bull was scrubbed, and rubbed, and small-tooth-combed, till the tears came into his eyes, ansl his teeth chattered, and his fists clinched themselves with worry and pain. (Íbid.)

miércoles, 17 de febrero de 2021

Mensajería brevísima

¡Libertad de expresión para que la razón pueda, desamordazada y suelta la lengua, aunque ofenda, expresar un pensamiento que nunca se resignará a la esclavitud! 
 
La milagrosa vacuna, cuya efectividad alcanza el 95%, ya está produciendo su efecto, cual célebre purga de Benito, inmunizando a la gente incluso sin ponerla. 
 
Los hijos acusan que sus padres están quemados (burnout parental), y los padres observan con desvelo el mismo síndrome en sus hijos: en suma: todos abrasados. 
 
El filántropo y visionario milmillonario norteamericano le declara la guerra al cambio climático y pronostica que tendrá un efecto mucho peor que la pandemia. 
 
La primera dama, al presidente: -Ahora podrás realizar el cambio que prometiste. -No, no creo, tener el gobierno no cambia el mundo, hace que siga como siempre. 
 
Celebran el cincuentenario del aterrizaje, bien digo, y no alunizaje en la Luna, porque el satélite pasó a ser parte de la Tierra y a integrarse en el sistema.


Conmemoran a bombo y platillo la llegada del Imperio a la Luna, que hincó en ella el pendón de barras y estrellas, no del Hombre, que no la ha pisado todavía. 

Es mentira que la Humanidad haya puesto su pie alguna vez en la Luna, mítica Selene, que sigue siendo la patria inalcanzable de locos, enamorados y poetas.
 
Como el diablo que no sabe qué hacer y con el rabo espanta moscas, así el ejército, a falta de mejor enemigo, lucha contra la pandemia y la borrasca Filomena. 
 
La propaganda insiste en que hay que seguir las consignas (o recomendaciones sanitarias, más fino) para “salvar vidas”; la obediencia como chaleco salvavidas. 
 
Los medios de comunicación que propagan el pánico son los mismos que te venden el remedio de la vacuna; te ofrecen la solución pero te crean antes el problema. 
 
Programados desde la infancia para solucionar problemas, no podemos ya adultos vivir sin ellos. Si no los tenemos, los creamos de la nada a fin de resolverlos.

martes, 16 de febrero de 2021

Se acabó la diversión (Carnaval, carnaval...)

El Gobierno de Canarias ha decretado unas “medidas específicas y temporales”  para prohibir las tradicionalmente denominadas “Fiestas de Carnaval” del 12 al 21 de febrero, recogidas en el Boletín Oficial de Canarias (BOC núm. 30, del viernes 12 de febrero de 2021). 
Cabe destacar, en medio de la farragosa y lamentable prosa del Boletín, las siguientes: 
 
-“La permanencia de grupos de personas tanto en espacios de uso público como privado, cerrados o al aire libre, quedará supeditada a que no se supere el número máximo de personas que se indica, salvo que se trate de convivientes, en función del nivel de alerta establecido para cada territorio”. En pocas palabras: se limita el derecho de reunión de las personas tanto en la calle como en casa, en lo público y en lo privado. 
 
Y se establecen los siguientes topes: 
a) En los niveles de alerta 1 y 2: máximo 6 personas. 
b) En el nivel de alerta 3: máximo 4 personas. 
c) En el nivel de alerta 4: máximo 2 personas. 
 
Habrá que saber en qué nivel de alerta estamos para ver cuántas personas podemos juntarnos. La administración tendrá que informar cumplidamente a la ciudadanía de este particular. Nótese que no se ha establecido un nivel de alerta 5: máximo 1 persona, que nos condenaría a todos a la soledad atómica y anacoreta del cangrejo ermitaño y del eremita. Y, afortunadamente, no se contempla un nivel de alerta 6: ninguna persona. 

 -"Se limita la libertad de circulación de las personas en horario nocturno, con independencia del nivel de alerta en que se encuentre cada una de las islas, entre las 22:00 h y las 06:00 h.” Es decir, toque de queda, o, por decirlo al ridículo modo del presidente del gobierno de las Españas, "restricción de movilidad nocturna". 
 
-En el apartado de “Fiestas, verbenas y otros eventos populares” puede leerse: “Las fiestas, verbenas y otros eventos populares no están permitidas. Esto conlleva también, la prohibición de convocar actos, celebraciones, concursos o cualquier otro tipo de evento que pueda incitar a la reunión descontrolada de personas o que supongan situaciones que dificulten o imposibiliten el cumplimiento de las medidas preventivas generales, tales como la aglomeración de personas, la permanencia de personas en un número superior al establecido para cada nivel de alerta, el mantenimiento de la distancia de seguridad interpersonal, incumplimiento de aforos, etc.” Lo más llamativo es la expresión "reunión descontrolada -o fuera de control- de personas", que revela la obsesión que tienen por establecer el control de la gente, una vez convertidas las personas en números. 
 
*Y la guinda del pastel canario: “Quedan prohibidas las actividades que propicien aglomeraciones, no mantener la distancia de seguridad interpersonal o un uso incorrecto de mascarillas, tales como la celebración de fiestas, bailes, karaokes, concursos, conciertos o música ambiental que inviten a bailar o cantar”. O sea que también se prohíbe, por si quedaba algo sin prohibir, cantar y bailar. ¿Lo habéis entendido? Nada de "Carnaval, carnaval, bailaremos sin parar en el mundo entero..."

lunes, 15 de febrero de 2021

El triunfo perverso del doctor Knock

"Doctor Knock o el triunfo de la medicina" (1923) es una obra teatral, concretamente una comedia satírica en tres actos que acaba convertida en farsa trágica, en la que su autor Jules Romains describe una sociedad medicalizada donde los diagnósticos y las diferentes opciones terapéuticas se han adueñando poco a poco de la vida de las personas en detrimento de su salud, por lo que la obra, llevada varias veces al cine con desigual fortuna, se convierte en una profecía cumplida, al estilo de 1984, la novela de Georges Orwell, dos distopías que no tienen nada de utópicas, ya que se ven realizadas en la actualidad.

Un médico, el doctor Knock, llega a una pequeña población de la Francia profunda llamada Saint-Maurice. No sólo es médico, sino también doctor en medicina, como hará enseguida que todo el mundo le denomine con propiedad. 


Su significativa tesis doctoral versó sobre los presuntos estados de salud, en la que pretendió demostrar que la buena salud como tal no existe, atribuyéndole una cita espuria al prestigioso Claude Bernard: “Les gens bien portants sont des malades qui s' ignorent” (Las personas que gozan de buena salud son enfermos que se ignoran). Afirma que la salud no es más que una palabra que habría que desterrar del vocabulario. “Por mi parte -le dice al boticario en una ocasión- sólo conozco gente más o menos afectada de enfermedades más o menos numerosas de evolución más o menos rápida”. La estrategia del doctor Knock consiste en propagar el siguiente axioma: toda persona sana es realmente un enfermo que todavía no sabe que lo es.

El doctor, escudándose en un lucrativo espíritu filantrópico que intenta frenar el progreso de las enfermedades de toda índole que acechan al género humano, se encargará, por lo tanto, de diagnosticarle a cada vecino su mal, poco importa si verdadero o falso, y de ponerle en tratamiento enseguida, con lo que alcanzará prestigio, poder y dinero, fomentando la higiene aséptica y la profilaxis: en eso consiste el triunfo de la medicina sobre la salud. 

 

¿No nos recuerda esto a la paradoja de los “enfermos asintomáticos” de nuestros días, es decir, personas que no presentan dolencias ni síntomas de enfermedad y que, sin embargo, se definen como “enfermos” aunque sea al estilo del malade imaginaire de Molière? ¿No ha venido a decirnos nuestro doctor Knock particular que todos y cada uno somos o podemos ser enfermos si todavía no estamos malos y no hacemos algo para remediarlo como ponernos una mascarilla, evitar lugares concurridos y guardar distancia de seguridad para no chocar con los demás, e incluso guardar silencio en los transportes públicos como aconsejan algunas Comunidades Autónomas porque el virus podría transmitirse hablando(¡!), hablando, que es como, por otra parte, se entiende la gente?

El nuevo profesional, el doctor Knock, representa la antítesis del antiguo galeno, el entrañable médico rural Parpalaid, que le ha cedido su puesto, practicante de una medicina tradicional, curativa y poco lucrativa, basada en el principio hipocrático del primun non nocere (“lo primero y principal, no hacer daño”)

Knock, por su parte, practica la medicina profiláctica para lo que se gana enseguida el soporte del apoyo de las fuerzas vivas del pueblo, concretamente del maestro, del farmacéutico, que hasta la llegada del doctor no ganaba para subsistir, de la hostelera, que convertirá su hotel De la clef en el hospital del mismo nombre, y del pregonero del lugar, que hará publicidad de la consulta del doctor. 

Con su estratégico método consigue amedrentar a los vecinos que hasta entonces vivían descuidados transformándolos en hipocondríacos enfermos potenciales y clientes sumisos que demandan constantes atenciones sanitarias y farmacéuticas, y se someten voluntariamente a chequeos, análisis y a todas las restricciones que se les imponen.

La telaraña tejida por el Dr. Knock acaba atrapando a todo el mundo de forma que la población de Saint Maurice queda finalmente dividida en dos grandes grupos: los enfermos y los sanitarios que trabajan a su servicio y, que indefectiblemente, en cualquier momento, podrán enfermar también y convertirse en pacientes. 

Fotograma de la película Dr. Knock, Guy Lefranc (1951)

Así se gesta el triunfo definitivo de la medicina sobre la salud. Cuando el médico anterior le reprocha que su método subordina el interés del enfermo al del médico, el Dr. Knock se defiende argumentando que hay un interés superior a ambos, que es el interés de la Medicina, el único que dice preocuparle.

El nombre propio “Knock” del doctor tiene innegables resonancias, pues en la lengua de Shakespeare significa “golpe/golpear”, en el sentido de llamar dando golpes a la puerta, pero también “to knock out” significa “dejar sin conocimiento”, dejar K.O. El Dr. Knock, efectivamente, nos ha dejado noqueados a todos y fuera de combate. 

Pero no nos dejemos, sin embargo, engañar por los pintorescos nombres propios ajenos a nuestra geografía, lengua e historia: el doctor Knock es el Estado Terapéutico, las autoridades sanitarias de nuestros gobiernos subordinadas a la Organización Mundial de la Salud, y el pequeño cantón francés, cuyos habitantes se convierten de la noche a la mañana en pacientes/clientes, es el universo entero aquí y ahora. Todo un clásico, como todos los clásicos, de rabiosa actualidad.

La sonrisa amable en los labios de la comedia de Jules Romains, cuando cae el telón, nos deja no poco pensativos y perplejos. Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur, que dijo Horacio: ¿De qué te ríes? Cambiando el nombre la historia trata de ti.