Todavía recuerdo que cuando aprendí el Padre nuestro de memoria,
hace ya la friolera de algo más de cincuenta años, decía hacia el final de la
oración: "Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores". Mi sopresa ha sido grande al comprobar que ya no se reza así. La letanía que se cacarea machachonamente ahora, según he oído en misa, es: "Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden". Ante este cambio significativo, me
pregunto yo ¿qué dicen las divinas palabras del Maestro recogidas en las
sagradas escrituras? Vayamos al texto en su versión original, que es lo
que hay que hacer en estos casos, y así encontramos en el evangelio de
Mateo capítulo 6, versículo 12 lo siguiente, escrito en griego, por
cierto:
¿A qué se debe esta doble traducción, en primer lugar "deudas", que era
la que yo recordaba, y ahora "ofensas"? Se debe al parecer a que en
griego la
misma palabra ὀφειλήματα (opheilémata), que figura en el texto de Mateo, (su forma
abreviada y alternativa ὀφειλή (opheilé) sigue existiendo en griego moderno) significa
ambas cosas y se puede entender de ambas maneras.
Resulta curioso que algo parecido pase en alemán. La misma palabra Schuld significa, en singular, "culpa", y Schulden en plural
"deudas", con lo que en la lengua de Goethe se da a entender que quien tiene deudas es culpable, tiene la
culpa, y por lo tanto tiene que pagarlas irremediablemente, lo que hace
difícil, si no imposible, el perdón, la Entschuldigung.
Pero esto que pasa en griego y en alemán, no sucedía en latín (y por
ende en las lenguas derivadas, incluido en este caso el inglés), donde
"culpa" -en el sentido de ofensa o falta- y "deuda" son dos palabras
completamente distintas, por lo que había que elegir, a la hora de
traducir con una sola palabra entre una u otra opción.
En la primera
versión que se hizo al latín de la Biblia, la Vulgata, se optó por
la palabra "débita", y de ahí vienen nuestras "deudas" y el Padre nuestro
que yo recordaba, pero en la oración que se reza en la actualidad en
las iglesias españolas se ha preferido el otro significado de la
palabra: no se perdonan las deudas -¡con el dinero no se juega!- sino las
ofensas. Algo muy significativo y que, en todo caso, puede explicar la
política económica europea, dirigida por Alemania, en su relación con la
deuda extranjera.
En latín, pues, hay dos palabras culpa y débitum para lo
que en griego y en alemán sólo una. La palabra "culpa" se conserva tal
cual en español, con la misma forma y significado. Cuando la misa se
celebraba como Dios manda, o sea, en latín
precisamente, se entonaba aquello de "Mea culpa, mea maxima culpa...".
Yo no llegué a oírlo así nunca porque, cuando yo era pequeño, la
eucaristía ya no se celebraba en latín y con el sacerdote vuelto de
espaldas a la congregación de los fieles, sino en román paladino. En su
lugar se decía, golpeándose los feligreses el pecho: Por mi culpa, por mi grandísima culpa... Del verbo
"culpare", que quería decir en principio reprochar una falta, y depués acusar, inculpar, echar la culpa, tenemos en castellano
los compuestos: in-culpar,dis-culpar y ex-culpar.
La palabra débitumdeuda nos lleva mucho más lejos. Si examinamos nuestros verbos "haber" y "deber" tan gratos a los economistas vemos
enseguida que hay una estrecha relación entre ellos. Ambos proceden del
latín habere y debere respectivamente. Hasta aquí nada de
particular. Lo curioso es que debere es un compuesto del primero con
el prefijo de delante. En efecto debere es etimológticamente *de-habere, lo que en términos de significado quiere decir que si habere es tener algo, debere es tener algo que no es propio de uno, sino de otro, ajeno.
Del participio de este verbo, que es débitum viene nuestro cultismo "débito" (debt
en la lengua del Imperio) y nuestra palabra patrimonial "deuda". Débito se contrapone a crédito, como débitor
-deudor- se contraponía en la lengua del Lacio a créditor -acreedor-, lo que en términos
económicos modernos significa que el deudor -aquel que tenía algo que
no era suyo- había contraído una deuda porque el acreedor le
había hecho un préstamo interesado, es decir, con intereses.
El interés del Capital es que este se multiplique con el paso del tiempo: i = c . r. t.
Debere
se empleó en latín con infinitivo para indicar la obligación de hacer
algo, uso que hemos heredado en español: debeo ire> debo ir >
tengo que ir. En este sentido competía con habere, que sirvió para la
creación del futuro en nuestro verbo: habeo ire> he de ir > ir
hé > iré.
Volviendo a nuestro Padre nuestro que estás en los cielos... Si
la palabra ὀφειλήματα (opheilémata), como hemos visto, se traduce por "débita" en
la Vulgata, ¿no deberíamos mantener, al lado de "ofensas", la
traducción "deudas" en español?
¿Por qué no lo hacemos? ¿No será porque no interesa que se perdonen las
deudas en estos tiempos en los que la economía ha
desplazado a la política de la faz del mundo y en los que Don Dinero no
sólo es el más poderoso de todos los caballeros sino que parece que es,
si no lo es de hecho ya, el único dios real y verdadero, aunque algo nos
diga por lo bajo que nunca verdadero, por muy real que sea, sino más falso que Judas? ¿No
deberíamos, sin embargo,
perdonar cristianamente no sólo a los que nos ofenden sino también a
nuestros deudores? ¿No es eso lo que Dios manda o nos mandaba?
Os propongo escuchar el Pater noster en latín. En primer lugar
con la pronunciación eclesiástica, que es la italiana y no la latina, en este vídeo,
donde se canta y acompaña de partitura gregoriana:
Y ahora me gustaría que escucháseis cómo suena con la pronunciación
clásica restituida, que no se corresponde con ninguna de las pronunciaciones nacionales de las lenguas derivadas, y a la vez cómo suena ahora en cada una de esas
lenguas romances: portugués, gallego, castellano, catalán, francés,
italiano y rumano. (Por cierto, al llegar al "perdónanos nuestras
deudas", la versión gallega es la única que presenta la nueva traducción
"ofensas", preceptiva desde 1988, mientras que las demás lenguas siguen fieles en el audio a las viejas y
originarias "deudas", más respetuosas con la Vulgata, esas que nadie,
ni siquiera Dios según la conferencia espiscopal, está dispuesto ya a
perdonar cristianamente hoy día).