lunes, 31 de mayo de 2021

T.S.E. (Tested, Safe and Effective)

    La Agencia Europea de los Medicamentos (EMA), después de dar luz verde para poner la inyección del fármaco experimental a partir de los 16 años a todo cristo viviente, amplía ahora la franja de edad desde los 12 en adelante. 
 
    Asegura la mentada EMA que, tras el estudio realizado entre dos mil adolescentes, el inmunógeno (sic, por el término) tiene una efectividad del 100% entre los chicos de 12 a 15 años, una población que sin embargo ya estaba inmunizada naturalmente desde el momento en que a lo largo del año y pico que llevamos de pandemia no ha contraído la enfermedad, y en el caso de haber sucumbido a ella como daban a entender falsamente con el estigma de "positivo" algunas pruebas PCR realizadas, ni ha desarrollado síntomas ni la ha contagiado, de lo que se deduce que no necesitaba para nada ni las mascarillas obligatorias a partir de los seis años en los centros escolares, ni la segregación obligatoria de los estigmatizados con el sambenito de "positivo" y sus contactos, ni la administración ahora, no corriendo ningún peligro, de una sustancia capaz de provocar una respuesta inmunitaria innecesaria. 
 
 
    ¿Qué necesidad, en efecto, tenían los adolescentes de entre 12 y 15 años de ponerse una vacuna T.S.E. (i.e. tested, safe and effective, experimentada, segura y efectiva, según dice la propaganda de la EMA) en dos dosis separadas por un período de tres semanas? Ellos, probablemente ninguna. Pero los laboratorios estarán sin duda satisfechos de haber aumentado considerablemente su lucro y su clientela en el universo mundo. También los gobiernos y autoridades sanitarias podrán ponerse la medalla por salvar vidas que no corrían ningún riesgo a costa de hacer creer que estaban en grave peligro de muerte. 
 
 
    Por lo demás, hay que decir que el fármaco que quiere inoculárseles a los teenagers, del que obviamente no vamos aquí a hacer publicidad, no ha sido aprobado todavía, sino autorizado provisionalmente para su uso con la excusa de la emergencia sanitaria de la pandemia. Si desapareciera dicha coartada, es decir, la pandemia, que no deja de ser un constructo de los medios informativos, no tendría ningún sentido seguir con la campaña de inoculación. 
 
    Se dice sin embargo, ahora que se acerca el verano, que la pandemia está retrocediendo gracias, precisamente, a la masiva campaña vacunal, lo cual es la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto del cuento de nunca acabar.

domingo, 30 de mayo de 2021

"Solo cumplo órdenes"

    Me hace gracia desde hace tiempo un debate que hay en la Red por su ingenuidad: si tal o cual internauta es o no un bot. Bueno, antes de seguir adelante y adentrarnos en la discusión, preguntémonos qué es un bot. ¿De dónde procede este monosílabo? Se trata, según la inevitable güiquipedia, de una aféresis, es decir de la supresión de uno o más sonidos en posición inicial de palabra: en este caso de (RO)BOT. Y robot es un préstamo del inglés robot, que a su vez está tomado del checo robota que significa ‘servidumbre y trabajo forzado’. 

   
     El autor teatral checo Karel Čapek publicó en 1920 una obra teatral titulada R.U.R. (Robots Universales Rossum) que se estrenó con gran éxito, donde llamaba “robots” a los viejos autómatas que ya habían soñado los antiguos griegos, como aquel Talos, personaje gigante de la mitología cretense que conserva la ambigüedad que nos interesa de que unas veces se consideraba un ser humano y otras un androide. 

    Patrullaba Talos la isla de Creta tres veces al día como celoso guardián del rey Minos. No dejaba entrar a los extranjeros, a los inmigrantes clandestinos, que diríamos hoy, ni a los cretenses abandonar la isla sin autorización del monarca, hasta el punto de que Dédalo y su hijo Ícaro, como se sabe, tuvieron que salir del laberinto y de la isla de Creta volando... 

    Era, pues, un agente del orden, celoso guardián del cierre perimetral de la isla de Creta. Arrojaba gigantescas piedras a las embarcaciones, haciéndolas naufragar y hundiéndolas como en el juego de los barcos. Si alguno se burlaba de su vigilancia, no por ello se libraba de su castigo: Talos calentaba al fuego, metáfora quizá del sol de Creta, su cuerpo metálico, que era de bronce, hasta volverse incandescente, y luego abrazaba hasta abrasar a los intrusos. 

 

  Medea y Talos, Sybil Tawse (1920)

  Talos era invulnerable según se creía pero, como Aquiles, tenía su punto débil: una vena cerrada con una clavija en la pierna, que Medea, la hechicera, logró romper con su magia matando al autómata para salvaguardar a los Argonautas, y, sobre todo, a su enamorado Jasón.

    Traducida al inglés la obra de Čapek, conservó la palabra que, preservada en la lengua del Imperio, se popularizó después  en todo el mundo. La obra comienza con una visita a la fábrica de Roboti (plural checo de robota), donde se fabrican máquinas de aspecto humano que carecen de emociones, diseñadas para servir a las personas como esclavos y trabajar por ellas. 

Jarrón que representa a Talos derramando una lágrima.

     Igual que Talos, el autómata cretense al servicio del rey Minos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no se plantean si está bien o mal lo que hacen: simplemente, cumplen órdenes, que para eso están: hacen aquello para lo que han sido programados y no pueden hacer otra cosa.

    El debate sobre los bots que se suscita en la Red no es fácil de responder. Debemos decir que no somos un robot. Pero ¿y si hemos sido programados para decir eso mismo inculcándonos la creencia de que tenemos libre albedrío y somos libres por lo tanto? La cuestión revela, si escarbamos un poco en el fondo, algo aterrador, y es que todos nosotros hemos sido cuidadosamente programados y dotados de una inteligencia, por así llamarla, artificial, que se ha impuesto a la natural, que sería nuestro sentido o razón común, embutidos como estamos de prejuicios y opiniones y creencias de forma que nuestras supuestas ideas personales se parecen como las de un clon a otro, incluso la idea más contradictoria y confusa de todas: la de que los (ro)bots no somos (ro)bots carentes de sentimientos y de sensibilidad, aunque todos tengamos “nuestro corazoncito” robótico. 

    Si escarbamos un poco más en la etimología de la palabra checa robota, resulta que está emparentada con la alemana Arbeit “trabajo”, y ya sabemos lo que decían los nazis del trabajo: que era la libertad, que te liberaba. Y preguntémonos ahora no ya si un presunto internauta es un bot, sino si nosotros mismos, cualquiera de nosotros, internautas o no, no seremos bots, robots diseñados para hacer lo que hacemos, decir lo que decimos y pensar lo que pensamos, que es por otra parte lo que Dios manda.

sábado, 29 de mayo de 2021

Vacunódromo y entrada libre al parque de atracciones USA

    No debe andar muy bien el asunto del jeringuillazo en los Estados Unidos de América cuando para convencer a los adolescentes de arremangarse y prestar su brazo para chutarse la primera dosis de la inyección mágica que les hará inmortales, y que salvará las vidas de los seres queridos que les rodean, otorgándoles el pasaporte dorado a la gloria y la libertad, no basta con decirles que las vacunas contra la COVID-19 están “tested”, lo cual no es cierto porque ellos mismos son los candidatos a conejillos de Indias para la experimentación que todavía no ha concluido, y son “Safe and Effective”, Seguras y Efectivas con mayúsculas, seguridad y efectividad que no están demostradas a fecha de hoy. Tienen que ofrecerles, además, una golosina como esta que les regalan: la entrada gratis a un parque de atracciones a cambio de dejarse pinchar por su propio "bien" y sobre todo por el de la industria farmacéutica. 


    El despropósito lo organizó el Departamento de Sanidad del condado de DuPage County del Estado de Illinois, que el 27 de mayo de 2 a 6 de la tarde reservó el Recinto Ferial de la ciudad de Wheaton para los teenagers, al efecto de inmunizarles contra la enfermedad del virus coronado (corona virus disease-19), que no suele afectarles en absoluto por el poco o nulo riesgo que tienen de sucumbir a la enfermedad y mucho menos de morir por ella en el caso de contraerla.

Vacunódromo de Wheaton
 

    Ignoro cuántos acudirían. Pero cada niño recibió, a buen seguro, su dosis a modo de primera comunión u hostia consagrada y tanto él como su imprescindible acompañante adulto, tenía que ser uno de sus progenitores o tutores legales, consiguieron a cambio una entrada gratuita, reservada a los doscientos primeros inscritos, para el parque de atracciones “Six Flags Great America”.  Una entrada individual a dicho parque cuesta 29,99 dólares americanos.

    Mientras en España, tan poco desarrollada, solo se escucha el infinitivo y monótono “vacunar, vacunar, vacunar”, sin mayor capacidad expresiva, en la tierra de la hegemonía cultural, donde el desarrollo científico está mucho más adelantado (I+D+I: Investigación Desarrollo Innovación), a los adolescentes que están comprendidos en la franja de edad de los 12 a los 17 años, se les brinda la oportunidad de que tras la inoculación acudan en tren, taxi o coche particular  al parque de atracciones Six Flags Great America de Gurnee, en el área metropolitana de Chicago, dentro siempre del Estado de Illinois, (acompañados de un adulto, matando así dos pájaros de un tiro) para que todo su cuerpo se agite y mueva en sintonía concurrente con la proteína P inoculada.

 

 Parque de atracciones Six Flags

     Los laboratorios farmacéuticos y las luminarias sanitarias han descubierto que es la mejor forma de asegurar el “agitado”, para alcanzar la óptima distribución del salvífico inoculado.

    La campaña de inoculación se basa en la confianza que ellos tienen en la estupidez de esa figura central que sostiene el sistema social: el consumidor, que a estas alturas del condicionamiento o crianza, con tal de consumir, hasta a sí mismo se devora en esta "emocionante" aventura histórica.

viernes, 28 de mayo de 2021

Contra el pasaporte sanitario

         En Charleroi la ciudad más importante de la Valonia, la Bélgica de habla francesa, un sencillo cartel propagandístico anima a los ciudadanos a inocularse “para comer mañana en el restaurante, me vacuno”, estableciendo un período hipotético irracional: si cumplo el requisito, puedo comer mañana en el restaurante, es decir, puedo recuperar mi vida anterior a la (falsa) pandemia; si no lo hago, no. 

    El sector de la hostelería se preocupa ante esta consigna difícil de digerir que exige a los clientes la obligación de presentar un pasaporte "verde" -que a modo de semáforo te da vía libre-, pase sanitario o salvoconducto de vacunación, en realidad certificado de buena conducta cívica, para acceder al comedor, lo cual introduce una discriminación significativa. Cuesta trabajo imaginar a un chef o al dueño de un restorán pidiendo el certificado de vacunación, quizá en forma de código QR en el adminículo imprescindible que es el móvil o celular, a sus clientes para autorizarles la entrada y servirles una comida. 

 


    El sitio web dedicado a lanzar dichas proclamas se llama jemevaccine.be -"be" es abreviatura de Bélgica, aunque podría ser repetido múltiples veces la onomatopeya del balido de las ovejas camino del matadero. En todos los eslóganes publicitarios de propaganda que han elaborado aparece como un talismán la palabra “mañana”. Además del citado mensaje han sacado estos otros: “Para volver al festival mañana, me vacuno”, “Para ver a mis allegados cuando quiera mañana, me vacuno”, “Para quedar con mis amigos mañana, me vacuno” y también: “Para respirar mejor mañana, me he vacunado hoy”. Como decía Lope, “¡Oh dulces desvaríos! / Siempre mañana, y nunca mañanamos”. ¿Por qué no nos preguntamos por qué no podemos hacerlo hoy mismo y hemos de esperar al incierto día de mañana? ¿Qué o quién nos lo impide?

"Una inyeccioncita de nada... y le devuelvo su libertad..."

    La campaña es sintomática de un totalitarismo delirante que avanza a pasos gigantescos con la complicidad de los que se prestan como cobayas humanas al experimento. La propaganda del Régimen nos promete un futuro halagüeño de vino y rosas que en realidad es una vuelta al pasado sólo para los que se vacunen. No hace falta decir que es un chantaje. Comprobar el estado de vacunación de una persona plantea serias cuestiones de violación de la privacidad de su historial médico, y además plantea la cuestión de quién debe supervisar dicho requisito. ¿Se nos pide a los ciudadanos que nos controlemos los unos a los otros, convirtiéndonos en policías del prójimo? ¿Será la policía la encargada que se limita, como siempre, a hacer el trabajo sucio de cumplir órdenes sin cuestionárselas?


     Lo que más cuesta creer es cómo la gente obedece sumisamente y traga. Unos lo hacen engañados pero convencidos de que van a inmunizarse, haciendo caso de la falsa ecuación que han establecido los medios de propaganda del Régimen consistente en utilizar el verbo “inmunizar” como sinónimo de “vacunar” indiscriminadamente, cuando no está demostrado que estas presuntas “vacunas”, vamos a llamarlas así para entendernos, inmunicen a nadie. Y otros lo hacen porque aceptan el caramelo envenenado que las autoridades sanitarias les ofrecen a cambio. 
 
    Tanto unos como otros están colaborando y son por lo tanto responsables de la implantación del certificado de buena conducta sanitaria, que no podría imponerse sin la aceptación de la población. Los que lo aceptan “por imperativo legal”, como dicen algunos imitando a los diputados y senadores que estando en contra de la Constitución la acataban contra su voluntad para recibir el acta y el salario correspondiente a su condición democrática recién estrenada, están legitimándolo con su aceptación y cediendo al chantaje. Los que lo aceptan como “mal menor” no se dan cuenta de que lo que están aceptando es el mal sin adjetivos, como decía Hannah Arendt, y que por lo tanto son cómplices colaboracionistas del apartheid sanitario que establece una segregación serológica que discrimina a la población. En realidad ni siquiera se trata de una cuestión relacionada con la salud, no es, como pretende, un pasaporte sanitario, sino de control de la gente, como la mascarilla obligatoria, otro símbolo visible de sumisión.

jueves, 27 de mayo de 2021

La prueba del diablo

    Pedir la demostración de algo que no puede demostrarse tiene nombre entre nosotros, se llama diabolica probatio’, la prueba del diablo o Devil's proof en la lengua del Imperio, y se estudia en primer año de la carrera de leyes. En el campo del derecho se adoptó el principio general de que la carga de la prueba corresponde a quien acusa, es decir, a quien afirma algo, no a quien lo niega: «ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat; negatiua non sunt probanda», según la máxima heredada del derecho romano: ‘le incumbe la prueba a quien afirma, no al que niega; los hechos negativos no se prueban’. Es lo que se ha denominado con el latinajo onus probandi o carga de la prueba. De ahí arraiga nuestra maltrecha presunción de inocencia.

     Establecer una prueba negativa es lo que los juristas de la baja Edad Media calificaban como prueba «diabólica». Quizá la expresión surja del dicho: “Prueba que no existe el diablo”. Nos están exigiendo una prueba negativa: alguien debe demostrar, por ejemplo, que no es algo que se considera repulsivo y merecedor de sanción, según las costumbres de la época, un poseso por ejemplo, o un enfermo asintomático con lenguaje de hoy. 

Mártir del fanatismo, José de Brito (1895)
  
   Si nos adentramos, así, en el lienzo al óleo del pintor portugués José de Brito titulado “Mártir del fanatismo” (1895) nos encontraremos con el terror de la Santa Inquisición. Entre las oscuras figuras masculinas destaca la desnudez y la blancura de un cuerpo femenino a modo de Cristo crucificado iluminado por la luz que entra por el ventanuco en la tétrica sala de torturas donde se alza una también desnuda cruz. La mujer, bellísima modelo, está fuertemente iluminada. La víctima está sentada sobre el potro de tormentos, sufriendo la brutal tortura de los dos verdugos y sometida al interrogatorio de los tres inquisidores, que le piden a la bruja, acusada de haber tenido tratos carnales con el mismísimo Satanás, que demuestre que no es una bruja, lo que lógicamente no puede demostrar. En la pared del fondo se insinúan las alucinaciones de la mártir del fanatismo religioso inquisitorial. La escena tiene algo de erótico y de sádico a la vez, mezclándose el horror  y la belleza femenina.

    Dado que los procedimientos judiciales de la Inquisición española no respetaban la presunción de inocencia de los acusados,  a la prueba diabólica se la denominó también prueba inquisitorial. Si el acusado confesaba su culpabilidad era, por supuesto, culpable, pero si no lo hacía, incluso sometido a tortura, era porque el diablo le daba fuerzas sobrehumanas y demoniacas para soportarlo, y también era culpable. No había forma de probar la inocencia una vez que había recaído la acusación de culpabilidad, como si uno estuviera estigmatizado por el pecado original de por vida.

    Aunque no hay pruebas fehacientes que demuestren la existencia del diablo, tampoco se puede probar que el diablo no exista, de lo que podría deducirse frívolamente su existencia: si no hay pruebas de que no existe es porque existe y las ha destruido. De ahí la broma magistral de aquel predicador de uno de los poemas en prosa de Baudelaire: ¡Queridos hermanos míos, no olvidéis nunca, cuando oigáis pregonar el progreso de las luces, que, la más inteligente de las tretas del diablo es persuadiros de que no existe!

El ángel caído, Ricardo Bellver (1877)
 

    No se le puede pedir a nadie, por ejemplo, que demuestre la inexistencia de seres extraterrestres. Lo que hay que demostrar, en todo caso, es su existencia, que hipotéticamente es posible si se presentan las pruebas adecuadas. Pero es metafísica- y lógicamente imposible probar su inexistencia. De ahí que algunos deduzcan apresuradamente a sensu contrario que los extraterrestres existen, lo que sirve para alimentar creencias irracionales en la ufología y cosas por el estilo.

    Por su naturaleza racionalmente perversa, este tipo de prueba de Satanás es rechazada por los tribunales modernos de Justicia dado que supone una inversión de la carga de la prueba. También debe excluirse de cualquier razonamiento lógico que pretenda probar la inexistencia de algo. Lo que hay que probar siempre es la existencia, no la inexistencia, y en el caso de los tribunales de justicia la culpabilidad, no la inocencia.

   En este sentido son apasionantes las recientes discusiones sobre la existencia del virus, porque con la sola mención de la palabra “virus” y del verbo “existir”, aunque sea para negarlo diciendo “el virus no existe”, ya estamos afirmando algo y dándole carta de naturaleza.

    De algún modo es el argumento ontológico de san Anselmo, referido a Dios, que es el Ser por excelencia, el ente realísimo. Cuando un ateo dice “Dios no existe” está, paradójicamente, sacándolo a relucir como el conejo o la paloma que saca el mago de su chistera o de la manga. A pesar de que el verbo existir se inventó precisamente para un único sujeto en principio que era Dios, ahora puede utilizarse cualquier sustituto o sucedáneo como suplente en su lugar, pero siempre caeremos en la misma contradicción al negar su existencia. Habría que decir “No hay Dios”, que es la fórmula popular del ateísmo, pero ahí es donde vendría san Anselmo a decirnos que si no hay Dios en nuestro corazón descreído, hombres que somos de poca fe,  hay un sitio por lo menos donde sí hay Dios:  en el diccionario y en la Biblia.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Lenguaje inclusivo (y exclusivo)

    El Gobierno, a través sobre todo del Ministerio de Igualdad, suscita debates estériles para justificar así su existencia, disimulando tras una cortina de humo la radical impotencia de todos los poderes y poderosos de este mundo y del otro. En este sentido, le pidió a la Real Academia Española de la Lengua, los cancerberos del idioma, que revisase el lenguaje de la Carta Magna para adecuarlo al lenguaje inclusivo de las nuevas exigencias de la sociedad en aras de la corrección política y la no discriminación de las mujeres. 

    ¿En qué consisten estas nuevas exigencias? Básicamente en que las féminas, tradicionalmente ausentes de los centros de poder, rompan los “glass ceiling barriers” o techos de cristal que las excluyen de las altas esferas y cuadros de mando de la política económica y de la economía política y puedan acceder a los puestos jerárquicos en igualdad de condiciones que los varones. ¿Eso es, realmente, lo que quieren las mujeres de verdad? Dejo la pregunta suspensa en el aire para recogerla e intentar responderla más adelante.




    No pretende el Gobierno, entiéndase bien, derogar la Constitución ni modificarla sustancialmente, nada más lejos de su intención, sino maquillarla con algunos cambios retóricos y en definitiva cosméticos referentes a lo que se ha dado en llamar lenguaje inclusivo, es decir, que incluya a las mujeres, a las que se equipara erróneamente con el género gramatical femenino, cuando se utiliza el género gramatical masculino como no marcado, es decir como genérico o válido para ambos géneros gramaticales, lo que no deja de ser un mecanismo de economía de la lengua. 


    Se trata, en definitiva, de imitar la constitución bolivariana de Venezuela, que ha incorporado dicho lenguaje inclusivo y políticamente correcto y dice cosas tan redundantes y campanudas como estas: Para ejercer los cargos de diputado o diputada a la Asamblea Nacional, Ministro o Ministra, Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley. (Artículo 41)

    ¿Qué sucederá, me pregunto yo, cuando la reforma de la Carta Magna española llegue al escollo del artículo 56 “De la Corona”. ¿Se mantendrá el punto 1, que dice actualmente: “El Rey es el Jefe del Estado...” o se modificará de la siguiente forma: “El Rey o la Reina es el Jefe o la Jefe (¿quizá Jefa?) del Estado...?"

    El feminismo que persigue el empoderamiento de la mujer -no estoy hablando, por lo tanto, del anarcofeminismo- refuerza el machismo y el patriarcado, lejos de oponerse a ellos: la pretensión igualitaria pretende que la diferencia sexual sea indiferente a la hora de desempeñar el poder. Los feministas fomentan que la mujer desempeñe el papel de reina en igualdad de condiciones que el varón, lo que al fin y a la postre resulta poco republicano y viene a reforzar a la vieja monarquía, y lo que de aplicarse aquí y ahora destronaría a Felipe VI en favor de su hermana mayor la infanta Elena, proclamándola reina de todas las Españas, así como príncipe heredero, supongo, a su hijo el infante don Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón. Con la equiparación de la mujer y el varón a la hora de ascender al trono, no se acaba el poder monárquico, se consolida. Ya lo dice el refrán: Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. Igual da que la voz de mando sea masculina que femenina. 
 

    La diferencia, por cierto, entre una y otra voz radica, al parecer, en el grosor y la longitud de las cuerdas vocales: cuanto más finas y cortas son éstas, más femenina resulta la voz, y cuanto más gruesas y largas, más grave y masculina. Hasta la pubertad, voces de varones y mujeres no se diferencian, y las voces infantiles se caracterizan por ser muy agudas. Sin embargo, a partir de los 11, 12 y 13 años de edad se produce la mutación vocal, debida a los niveles más altos de estrógenos y progesterona en las mujeres y testosterona en los varones. Este hecho fisiológico podría hacernos pensar ingenuamente a primera vista que una voz de mando femenina, al ser más aguda, algo más nítida y más musical en su entonación, resultaría menos imperativa que la masculina. La experiencia de algunas mujeres  en los primeros puestos de mando desmiente este hecho: una vez en el poder, las mujeres hacen lo mismo que los varones: mandar; y, al hacerlo, demuestran que ellas también saben ser unas mandadas. 

    Habrá que recordarles acaso a ministras y ministros la vieja etimología latina de esta palabra: tanto el masculino minister como su femenino ministra  -de donde viene también el nombre del potaje de verduras que se suministra en la mesa, la menestra- son sinónimos de esclavo, sirviente, empleado, y proceden del adverbio minus, que significa "menos", porque son los de menos valer,  y son lo contrario de magister y magistra -¿quién iba a decirlo?-, que están formados sobre el adverbio  magis que quiere decir "más" y eran los de más valer, por lo que se contraponen el magisterio de maestros y maestras y el ministerio de ministras y ministros, que son los menesterosos ministriles que nos administran desde los despachos ministeriales y que, como es menester, son los primeros administrados como la sugerencia etimológica de la palabra suministra.


    Estos debates suscitados por los decretos y declaraciones del consejo de ministros y ministras son una cortina de humo para distraernos de lo esencial: que el gabinete del gobierno no gobierna porque no puede gobernar, porque los gobernantes y las gobernantas, los que mandan, son los más mandados. La medida obedece a un intento de distraer a la población de los problemas reales de la gente, que son los que importan, suscitando el debate de cuestiones en las que todo el mundo entra al trapo a opinar visceralmente, mientras la realidad, esencialmente falsa, permanece estanca.
  

    Es hora de retomar la pregunta que hemos dejado pendiente: ¿Es el poder lo que quieren de verdad las mujeres?  Algunas, sí, desde luego, no cabe la menor duda, a juzgar por sus declaraciones, pero no todas. Siempre habrá algunas otras, que son la sal de la tierra, y que, lo mismo que algunos varones, no aspiran a romper los techos de cristal para asaltar ningunos cielos y así empoderarse, sino todo lo contrario: desprecian la jerarquía y se levantan contra el poder, tradicionalmente masculino, haciéndole la higa. Y esa lucha no reside en un enfrentamiento político entre la izquierda y la derecha: la auténtica pelea está entre arriba y abajo. Y quienes estamos más o menos por aquí abajo sabemos que de arriba nunca puede venirnos nada bueno. 
 
Rosie la remachadora, J. Howard Miller (1942)
 
    Hace tiempo que hemos caído en la cuenta de que la diferencia entre lo que dice y hace un partido político en el gobierno y otro contrapuesto ideológicamente a él, sean sus respectivos líderes lideresos que lideresas -igual da que da lo mismo-, se reduce a cambiar las posaderas que se asientan en las poltronas de los ministerios, de las cortes, de los despachos y de la mismísima Moncloa, sin que la acción de gobierno -la gobernanza- cambie ni un ápice la realidad. El cacareado cambio es sólo nominal o, si se prefiere, gramatical.

martes, 25 de mayo de 2021

Apuntes a vuelapluma

De la manipulación del lenguaje en la crisis sanitaria.

Cabe destacar el cambio semántico que se ha operado en los siguientes términos:

CONFINAMIENTO/CUARENTENA: Arresto domiciliario con la consiguiente restricción de libertades formales de reunión, movimiento, asociación y expresión, las únicas libertades, por otra parte, que teníamos.

INMUNIDAD NATURAL: Según la OMS ya no existe. Sólo existe la artificial, fruto de la vacunación.

ENFERMOS ASINTOMÁTICOS: Personas sanas con una salud a prueba de bombas.

EXPERTOS: Cualquier mamarracho que sale por la televisión.

NEGACIONISTAS/TEÓRICOS DE LA CONSPIRACIÓN/CONSPIRANOICOS: Personas que se dan cuenta de la manipulación y denuncian el bulo de la pandemia.

PANDEMIA: Con anterioridad a la declaración de la actual por parte de la OMS se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad independientemente de su letalidad. Esto permitió que lo que era una epidemia fuera considerado una pandemia y se implementaran los protocolos correspondientes ad hoc, que es a buen seguro lo que se pretendía con el cambio de la definición.

VACUNA: Inoculación en fase experimental de no se sabe muy bien qué.


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Declaración del presidente del Gobierno de las Españas, que espera cargar de razón las palabras a fuerza de repetirlas dos y tres veces: "Quiero ser muy claro: el estado de alarma es el pasado, el estado de alarma es el pasado. Hay que mirar al futuro y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación". En otro mitin había definido la libertad con la palabra vacunación repetida tres veces, como ha hecho aquí a la hora de definir el futuro. La libertad, en conclusión, es el futuro. Y tanto el futuro como la libertad son iguales a una tercera cosa en al menos tres dosis: la vacuna.

 

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Giorgio Agamben ha dejado dicho que "vivimos en un permanente estado de excepción", o, con otras palabras, que el estado de excepción se ha convertido en la regla. Se prohíbe la carnalidad en favor de la espiritualidad de lo virtual. En nombre de la salud, como de la salvación de nuestra alma de la condenación eterna que se decía en otros tiempos, se nos inculca ahora que no debemos abrazarnos, darnos la mano, besarnos, tocarnos, ni hablarnos siquiera. Sobre todo siempre que se trate de desconocidos, de elementos exteriores a nuestras burbujas familiares, porque debemos desconfiar de lo desconocido. Pretenden, quizá, así que nos acomodemos a lo malo conocido, que, como dice el refrán, vale más que lo bueno por conocer. Este puritanismo higiénico y saludable nos obliga también a llevar mascarilla, a tapar una parte de nuestro cuerpo que hasta ahora no habíamos considerado necesaria cubrir: nuestro rostro, nuestra boca. Se nos impone, incluso, el silencio: no hablemos, no razonemos: puede ser contagioso. Para alimentar nuestro afán de sociabilidad, se nos dan sustitutos: contactos virtuales, video conferencias, incremento de las redes.

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Non seruiam: Siempre me ha resultado más atractiva la figura del Diablo, el más bello de todos los ángeles, que la de Dios, por eso he preferido a Luzbel que, como Prometeo rebelde, romántico y encadenado, rechaza el servilismo y afronta el castigo que recae sobre él por haberse rebelado contra la divina providencia y sus designios, aguardando sólo la hora lejana, quizá imposible, de la liberación. Como sus satánicas majestades, los Rolling Stones, yo siento simpatía por el diablo. Y entono con Baudelaire el malditismo de las flores del mal de sus diabólicas letanías, proclamando en voz alta y desgarrada el “non seruiam” o “no seviré (a Dios)”, consigna antiautoritaria por excelencia donde las haya a la que sólo cabe oponerle una objeción, que yo le pongo: Algunos no sirven a Dios, pero sirven a la real gana de su propia personalidad, obedeciendo servilmente a ese nuevo dios que es su voluntad individual. O sea, que a veces dicen “no serviré a Dios” y dicen “sí, amo” a ese nuevo Dómine que es la sacrosanta y divinizada voluntad o, dicho más vulgarmente, nuestra real gana. Y es que el que hace lo que le sale de los cojones, como se dice vulgarmente, si se me permite la vulgaridad,  tampoco es libre, como podía parecer a primera vista, sino que es esclavo de su voluntad, esa despótica tirana. A mí lo que me gustaría es no servir a nadie, ni a Dios ni al Diablo, pero a mí mismo tampoco. El mejor amo al que podemoes servir es ninguno, se llama Nadie.   

 

oOo

Unos versos de una canción del viejo roquero irlandés Van Morrison, el león de Belfast, nos preguntan a los oyentes y, al mismo tiempo, nos responden, por lo que la pregunta resulta finalmente retórica: “¿Dónde han ido todos los rebeldes escondiéndose tras las pantallas de sus ordenadores? ¿Dónde está el espíritu, dónde está el alma? ¿Dónde han ido todos los rebeldes?” (“Where have all the rebels gone / Hiding behind their computer screens? / Where’s the spirit, where is the soul? / Where have all the rebels gone?).



 

lunes, 24 de mayo de 2021

En menos de lo que canta un gallo

En menos de lo que canta un gallo y de lo que se reza un santiamén*, con ciento sesenta caracteres o menos, pueden decirse muchas cosas en pocas palabras. 
 
Los feligreses se persignaban e invocaban en un instante de corrido a la Santísima Trinidad en latín: In nómine Pátris et Fílii et Spíritus Sáncti, amén*.
 
No somos animales domésticos sino domesticados. Lo aceptamos resignadamente desde la cuna hasta la sepultura como algo bueno y benéfico cuando no lo es. 

Familia y escuela son las principales instituciones que se encargan de nuestra civilización y amaestramiento, pero cada vez más el Estado que la familia. 

De algún modo, los cachorros de la bestia humana perfectamente civilizada se refugian sin escapatoria de la familia en la escuela y de la escuela en la familia. 
 
 
 
 La vacunación va como un tiro en España, uno de cada tres españoles ya tiene una dosis”, dice la Ministra de Sanidad con magistral comparación: “como un tiro”.
 
La lección alfabética del maestro acabó con la espontaneidad y belleza de la expresión oral de la lengua viva: la letra con la tinta de la sangre entra.

La exclusión de la Historia Sagrada del currículo docente ha conllevado como contrapartida la consagración de la Historia Profana o historia propiamente dicha.

La aceptación de la realidad con sonrisa bobalicona culpabiliza a las personas de su propia situación y anula la capacidad que tienen de cambio de las cosas. 

Se responsabiliza al individuo de su suerte considerando al perdedor un pobre diablo y aupando al triunfador que se ha hecho a sí mismo ganando lo que tiene.

El currículum vitae es la carrera competitiva e insolidaria de corredores solitarios que inflan el globo narcisista del ego y rinden culto a la personalidad. 

El poli bueno y el malo son el mismo policía. Y no es bueno que haya policías, porque no es bueno que tenga que haberlos: lo bueno sería que no los hubiera.

Claro que, de haberlos, preferimos que cuantos menos haya mejor, y que los que haya cuanto menos policías sean, es decir cuanto menos malos, mejor que mejor.
 
 

La figura del camaleón que se adapta al medio sin dificultad está sobrevalorada, e infravalorada en contrapartida la del inadaptado que no cuadra en sociedad.
   
Inadaptación e inconformismo, que antes se veían como un síntoma de salud mental, ahora se consideran una enfermedad o, al menos, una tara psicológica.

Hay que recordar a Krishnamurti, maestro que renunció a su magisterio: No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. 

No hay un patriotismo noble y otro vil. Todo patriotismo es deleznable per se, tanto el chovinista o jingoísta como el de patria chica de baja intensidad.

Resuena una voz femenina contra el matrimonio en la lírica popular española en aquellos versos de Gil Vicente: Dicen que me case yo: / no quiero marido, no.

Te animan a emprender y diseñar, verbos mágicos, tu proyecto vital original como forma de desarrollo personal, inflando tu ego hasta la obesidad mórbida.

Vuélcate en tu trabajo y cultiva alguna actividad creativa o recreativa en tu tiempo libre que te distinga del resto haciéndote exactamente igual a los demás.

Adherirse a una moda, partido o bandería es un acto desesperado por mor de sentirse uno realizado, esto es cosificado, adquiriendo una identidad de que carece.
 
 
¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sánchez! ¿2050? ¿Dónde estaremos dentro de 29 años? ¿Dónde mañana mismo? ¿Dónde ahora poniendo miras en el futuro inalcanzable? 
 
No vivimos en presente sino en futuro. Ni es posible la máquina del tiempo de H. G. Wells que nos haga volver al pasado porque el ayer no ha pasado todavía.

Vivir es sobrevivir a un niño muerto, escribió Jean Genet. Nuestra existencia domesticada es mera supervivencia, muerte en vida que nos convierte en zombis. 

La aparición en las películas de hambrientos zombis depredadores que fascinan a los niños es una metáfora de nuestra muerte en vida y nuestra humana condición. 

Vivimos bajo arresto domiciliario nuestra vida privada en módulos de aislamiento de nichos y viviendas que son muriendas y en ciudades igual que cementerios. 
 

La idiocia ministerial educativa sentencia que los niños se sienten héroes llevando mascarilla, por lo que de cara al próximo curso seguirá siendo prescriptiva.


Lo llamamos ascensor porque sube pero igualmente podríamos llamarlo descensor porque baja, cuestión de perspectiva. Pero arriba es abajo y abajo es arriba. 

Los esclavos que se creen espíritus libres porque cultivan una imagen inconformista y una pose iconoclasta de escaparate resultan poco menos que patéticos. 


domingo, 23 de mayo de 2021

El beso

 

El beso, Silvio Allason (c.1910)
 
 
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
 
El beso, Francesco Hayez (1859)
   
 


sábado, 22 de mayo de 2021

Maldita esperanza, maldita desesperación

    Unos versos del poema Dicen que la esperanza es felicidad (They say that hope is happiness) de lord Byron (1788-1824) me dan pie para la siguiente reflexión sobre la esperanza, que no nos proporciona la felicidad. La felicidad, en efecto, no proviene de la esperanza en el futuro, porque todas las esperanzas que hemos albergado han fracasado, o si por ventura se han logrado, han acabado desvaneciéndose con el paso del tiempo en el mero recuerdo. Pero los versos del romántico inglés van más lejos aún y denigran la felicidad de la esperanza. Toda etapa, ya sea pasada, presente o futura, es un engaño, por lo que no hay ninguna esperanza de felicidad. Copio la última estrofa compuesta de cuatro tetrámetros yámbicos, cuyo ritmo reproduzco en mi traducción, sin poder salvar la rima: Alas! it is delusion all; /   The future cheats us from afar, / Nor can we be what we recall, /   Nor dare we think on what we are: ¡Ay! Todo es desilusión; / Lejos se burla el porvenir, / ni ser podemos un recuerdo / ni osar creemos lo que somos.

 
    La esperanza, esa vieja virtud teologal, sólo sirve para prolongar la aceptación de una realidad presuntamente inexorable. Si perdiera la esperanza, podría entregarme a vivir plenamente. Son dos frases de Fidel, un amigo poeta argentino, devoto incondicional de Dostoyesqui, mi Rimbaud particular abocado a algunos excesos juveniles, extraídas de una bitácora electrónica con la que pretendía fundar un movimiento anarquista y nihilista con reminiscencias neonietzscheanas hace ya algunos años. 

    Me parecen muy acertadas sus observaciones sobre la esperanza. Es lo que sucede con la religión: la esperanza ultraterrena hace que aceptemos con islámica sumisión o cristiana resignación, que vienen a ser lo mismo, lo que nos ha tocado vivir aquí. Y aplico la reflexión a las izquierdas políticas: su esperanza de cambiar el mundo hace que acepten la realidad del mundo que esperan cambiar y que, por lo tanto, no puedan hacer ninguna transformación. 

 
    Se lo comento y me dice que es así, pero que no le gusta el concepto de “izquierda” que manejo tanto, que a él le parece trasnochado y le da un poco como vergüenza usarlo. A mí tampoco me gusta, le confieso, porque supone que es lo contrario de la derecha, y nada más lejos de eso: izquierda y derecha no son manos contrarias, sino complementarias. Además, si nos miramos en un espejo ya se sabe lo que pasa y es muy revelador: la izquierda es la derecha y la derecha la izquierda. 

    Le cito la copla de la llorada Isabel Escudero dedicada a Jesús Ibáñez, creo: “Ni izquierda ni derecha; / entre arriba y abajo / está la pelea”. Y le hace mucha gracia. 

    En esa pelea, que también se da dentro del individuo, dentro de uno mismo, entre lo consciente de arriba, las Instancias Superiores, y lo subconsciente de abajo, lo que no se sabe, no hay esperanza ni tregua que valga tampoco, porque la esperanza sólo sirve para aceptar la realidad tal y como es y, en el terreno personal, para impedirme vivir plenamente, y la pelea es a muerte. Maldita sea, pues, la esperanza. Pero en esa pelea tampoco hay desesperación. Maldita, sea, también.

viernes, 21 de mayo de 2021

Dos metáforas de la inyección

    La estatua de Jesucristo más famosa del mundo, el Cristo Redentor enclavado en el cerro Corcovado de 30 metros de envergadura con sus brazos abiertos a la ciudad de Río de Janeiro en actitud protectora, se iluminó el otro día como por arte de magia para hacerse eco de una vergonzosa campaña publicitaria de propaganda proyectando el lema VACINA SALVA en portugués y VACCINE SAVES en la lengua del Imperio, of course, para que lo entienda el mundo entero, a la mayor gloria de la industria farmacéutica,  que no pretende curar a la humanidad ni salvarla de ningún mal, sino asegurar que su mal sea crónico y perdure en el tiempo por los siglos de los siglos convirtiendo a los pacientes en clientes fidelizados. El mensaje era “la vacuna salva” y trataba de concienciar a la población de la virtud salvífica, más que milagrosa, de la vacunación contra la enfermedad del virus coronado. Se promovía así la idea de que la humanidad debe salvarse de una enfermedad mortal que ocasiona estadísticamente pocas muertes a través de un suero redentor utilizando la imagen icónica de Jesucristo que nos recibe con los brazos abiertos.

 


    Ya en enero dos trabajadores sanitarios recibieron las primeras dosis de la vacuna a los pies de la misma estatua como señal del inicio de la inoculación brasileña. Desde entonces el proceso de inyección del suero ha continuado imparable hasta la fecha y continuará si alguien o algo no le pone remedio y lo impide, que no parece que vaya a ser el caso. 

 


    Lo más sangrante de todo esto es cómo se utiliza la imagen de Cristo para adoctrinar a la población sobre las virtudes del suero, pero no sus palabras, que son lo más auténtico que nos ha quedado de él, más auténticas, desde luego, que cualquier utilización y manipulación de su imagen que pretenda representar al verbo encarnado. 

    Es más, las palabras que salieron de su boca, tal y como nos han llegado, contradicen, desde luego, el mensaje que nos transmiten las autoridades sanitarias. Es posible, además, que sean palabras propias del verbo encarnado, habida cuenta de que han sido recogidas por los cuatro evangelistas. Cito por la traducción que manejo de Nácar-Colunga: “El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor de mí, la hallará” (Mateo 10;39), “Pues quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará” (Marcos 8; 35) "Porque quien quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por amor de mí la salvará" (Lucas 9;24), y “El que ama su vida, la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Juan, 12;25). Cuando dice que quien pierda su vida por Él la salvará, se refiere sin duda a que Él, Nuestro Señor Jesucristo, es nuestro Salvador, y a que no hay otra salvación posible, por lo que la vacuna no puede arrogarse dicha sacrílega pretensión.


    Al otro lado del charco, la Torre del Rin de Düsseldorf
(der Rheinturm), Alemania, que es el edificio más alto de la ciudad con 240 metros de altura, con su imponente aspecto de gigantesca jeringuilla a modo de símbolo fálico que amenaza penetrarnos, se diría, por salva sea la parte, también ha proyectado una leyenda luminosa recientemente haciéndose eco de la vergonzosa campaña propagandística de la Organización Mundial de la Salud donde se establecía en la lengua de Goethe la siguiente falsa ecuación matemática: IMPFEN=FREIHEIT, o, lo que es lo mismo: VACUNA=LIBERTAD. 

    Se trata de una nueva metáfora, más laica que la brasileña, desde luego, que equiparaba la inyección a la salvación, que establece que la inoculación es la libertad, lo que nos recuerda a otra metáfora de la reciente historia alemana: A la entrada del campo de exterminio de Auschwitz figuraba el oporbioso ARBEIT MACHT FREI: El trabajo libera, que viene a ser otra falsa ecuación matemática: TRABAJO=LIBERTAD.

    Las dos metáforas alemanas que estamos analizando son dos definiciones poéticas obvia- y lógicamente falsas de lo que es la libertad. La libertad, desde luego, no consiste en el trabajo ni tampoco en una inyección experimental de vaya usted a saber qué, que todavía no lo sabemos, autorizada provisionalmente deprisa corriendo y mal por razones que no están nada claras pues ni la mortalidad del síndrome es tan grande como nos han hecho creer, sino bastante modesta, ni carecemos tampoco de tratamientos curativos, que los hay y no son pocos a estas alturas, como para justificar dicho pinchazo, por lo que parece bastante descabellada la campaña desatada. 

    La vacuna no es la salvación, como dicen los brasileños, ni la libertad tampoco como preconizan los alemanes. Esas palabras no son sinónimos como quieren hacernos creer perversamente. La vacuna ni siquiera es, más modestamente, la solución de un problema sanitario, sino la auténtica enjundia de un problema creado a propósito donde no lo había.