lunes, 31 de mayo de 2021
T.S.E. (Tested, Safe and Effective)
domingo, 30 de mayo de 2021
"Solo cumplo órdenes"
Me hace gracia desde hace tiempo un debate que hay en la Red por su ingenuidad: si tal o cual internauta es o no un bot. Bueno, antes de seguir adelante y adentrarnos en la discusión, preguntémonos qué es un bot. ¿De dónde procede este monosílabo? Se trata, según la inevitable güiquipedia, de una aféresis, es decir de la supresión de uno o más sonidos en posición inicial de palabra: en este caso de (RO)BOT. Y robot es un préstamo del inglés robot, que a su vez está tomado del checo robota que significa ‘servidumbre y trabajo forzado’.
Patrullaba Talos la isla de Creta tres veces al día como celoso guardián del rey Minos. No dejaba entrar a los extranjeros, a los inmigrantes clandestinos, que diríamos hoy, ni a los cretenses abandonar la isla sin autorización del monarca, hasta el punto de que Dédalo y su hijo Ícaro, como se sabe, tuvieron que salir del laberinto y de la isla de Creta volando...
Era, pues, un agente del orden, celoso guardián del cierre perimetral de la isla de Creta. Arrojaba gigantescas piedras a las embarcaciones, haciéndolas naufragar y hundiéndolas como en el juego de los barcos. Si alguno se burlaba de su vigilancia, no por ello se libraba de su castigo: Talos calentaba al fuego, metáfora quizá del sol de Creta, su cuerpo metálico, que era de bronce, hasta volverse incandescente, y luego abrazaba hasta abrasar a los intrusos.
Medea y Talos, Sybil Tawse (1920)
Talos era invulnerable según se creía pero, como Aquiles, tenía su punto débil: una vena cerrada con una clavija en la pierna, que Medea, la hechicera, logró romper con su magia matando al autómata para salvaguardar a los Argonautas, y, sobre todo, a su enamorado Jasón.
Traducida al inglés la obra de Čapek, conservó la palabra que, preservada en la lengua del Imperio, se popularizó después en todo el mundo. La obra comienza con una visita a la fábrica de Roboti (plural checo de robota), donde se fabrican máquinas de aspecto humano que carecen de emociones, diseñadas para servir a las personas como esclavos y trabajar por ellas.
Jarrón que representa a Talos derramando una lágrima.
Igual que Talos, el autómata cretense al servicio del rey Minos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no se plantean si está bien o mal lo que hacen: simplemente, cumplen órdenes, que para eso están: hacen aquello para lo que han sido programados y no pueden hacer otra cosa.
El debate sobre los bots que se suscita en la Red no es fácil de responder. Debemos decir que no somos un robot. Pero ¿y si hemos sido programados para decir eso mismo inculcándonos la creencia de que tenemos libre albedrío y somos libres por lo tanto? La cuestión revela, si escarbamos un poco en el fondo, algo aterrador, y es que todos nosotros hemos sido cuidadosamente programados y dotados de una inteligencia, por así llamarla, artificial, que se ha impuesto a la natural, que sería nuestro sentido o razón común, embutidos como estamos de prejuicios y opiniones y creencias de forma que nuestras supuestas ideas personales se parecen como las de un clon a otro, incluso la idea más contradictoria y confusa de todas: la de que los (ro)bots no somos (ro)bots carentes de sentimientos y de sensibilidad, aunque todos tengamos “nuestro corazoncito” robótico.
Si escarbamos un poco más en la etimología de la palabra checa robota, resulta que está emparentada con la alemana Arbeit “trabajo”, y ya sabemos lo que decían los nazis del trabajo: que era la libertad, que te liberaba. Y preguntémonos ahora no ya si un presunto internauta es un bot, sino si nosotros mismos, cualquiera de nosotros, internautas o no, no seremos bots, robots diseñados para hacer lo que hacemos, decir lo que decimos y pensar lo que pensamos, que es por otra parte lo que Dios manda.
sábado, 29 de mayo de 2021
Vacunódromo y entrada libre al parque de atracciones USA
No debe andar muy bien el asunto del jeringuillazo en
los Estados Unidos de América cuando para convencer a los
adolescentes de arremangarse y prestar su brazo para chutarse la primera dosis
de la inyección mágica que les hará inmortales, y que
salvará las vidas de los seres queridos que les rodean, otorgándoles el pasaporte
dorado a la gloria y la libertad, no basta con decirles que las vacunas contra la COVID-19 están
“tested”, lo cual no es cierto porque ellos mismos son los candidatos a conejillos de Indias para la experimentación que todavía no ha concluido, y son
“Safe and Effective”, Seguras y Efectivas con mayúsculas, seguridad y efectividad que no están demostradas a fecha de hoy. Tienen
que ofrecerles, además, una golosina como esta que les regalan: la entrada gratis a un parque de atracciones a cambio de dejarse pinchar por su propio "bien" y sobre todo por el de la industria farmacéutica.
Ignoro cuántos acudirían. Pero cada niño recibió, a buen seguro, su dosis a modo de
primera comunión u hostia consagrada y tanto él como su imprescindible acompañante adulto, tenía que ser uno
de sus progenitores o tutores legales, consiguieron a cambio
una entrada gratuita, reservada a los doscientos primeros inscritos, para el parque de atracciones “Six Flags Great America”. Una entrada individual a dicho parque cuesta 29,99 dólares americanos.
Mientras en España, tan poco desarrollada, solo se escucha el infinitivo y monótono “vacunar, vacunar, vacunar”, sin mayor capacidad expresiva, en la tierra de la hegemonía cultural, donde el desarrollo científico está mucho más adelantado (I+D+I: Investigación Desarrollo Innovación), a los adolescentes que están comprendidos en la franja de edad de los 12 a los 17 años, se les brinda la oportunidad de que tras la inoculación acudan en tren, taxi o coche particular al parque de atracciones Six Flags Great America de Gurnee, en el área metropolitana de Chicago, dentro siempre del Estado de Illinois, (acompañados de un adulto, matando así dos pájaros de un tiro) para que todo su cuerpo se agite y mueva en sintonía concurrente con la proteína P inoculada.

Parque de atracciones Six Flags
Los laboratorios farmacéuticos y las luminarias sanitarias han descubierto que es la mejor forma de asegurar el “agitado”, para alcanzar la óptima distribución del salvífico inoculado.
La campaña de inoculación se basa en la confianza que ellos tienen en la estupidez de esa figura central que sostiene el sistema social: el consumidor, que a estas alturas del condicionamiento o crianza, con tal de consumir, hasta a sí mismo se devora en esta "emocionante" aventura histórica.
viernes, 28 de mayo de 2021
Contra el pasaporte sanitario
En Charleroi la ciudad más importante de la Valonia, la Bélgica de habla francesa, un sencillo cartel propagandístico anima a los ciudadanos a inocularse “para comer mañana en el restaurante, me vacuno”, estableciendo un período hipotético irracional: si cumplo el requisito, puedo comer mañana en el restaurante, es decir, puedo recuperar mi vida anterior a la (falsa) pandemia; si no lo hago, no.
El sector de la hostelería se preocupa ante esta consigna difícil de digerir que exige a los clientes la obligación de presentar un pasaporte "verde" -que a modo de semáforo te da vía libre-, pase sanitario o salvoconducto de vacunación, en realidad certificado de buena conducta cívica, para acceder al comedor, lo cual introduce una discriminación significativa. Cuesta trabajo imaginar a un chef o al dueño de un restorán pidiendo el certificado de vacunación, quizá en forma de código QR en el adminículo imprescindible que es el móvil o celular, a sus clientes para autorizarles la entrada y servirles una comida.
El
sitio web dedicado a lanzar dichas proclamas se llama jemevaccine.be -"be" es abreviatura de Bélgica, aunque podría ser repetido múltiples veces la onomatopeya del balido de las ovejas camino del matadero.
En todos los eslóganes publicitarios de propaganda que han elaborado
aparece como un talismán la palabra “mañana”. Además del
citado mensaje han sacado estos otros: “Para
volver al festival mañana,
me vacuno”, “Para ver a mis allegados cuando quiera mañana,
me vacuno”, “Para quedar con mis amigos mañana,
me vacuno” y también: “Para respirar mejor mañana,
me he vacunado hoy”. Como decía Lope, “¡Oh
dulces desvaríos! / Siempre mañana, y nunca mañanamos”. ¿Por qué no nos preguntamos por qué no podemos hacerlo hoy mismo y hemos de esperar al incierto día de mañana? ¿Qué o quién nos lo impide?
La campaña es sintomática de un totalitarismo delirante que avanza a pasos gigantescos con la complicidad de los que se prestan como cobayas humanas al experimento. La propaganda del Régimen nos promete un futuro halagüeño de vino y rosas que en realidad es una vuelta al pasado sólo para los que se vacunen. No hace falta decir que es un chantaje. Comprobar el estado de vacunación de una persona plantea serias cuestiones de violación de la privacidad de su historial médico, y además plantea la cuestión de quién debe supervisar dicho requisito. ¿Se nos pide a los ciudadanos que nos controlemos los unos a los otros, convirtiéndonos en policías del prójimo? ¿Será la policía la encargada que se limita, como siempre, a hacer el trabajo sucio de cumplir órdenes sin cuestionárselas?
jueves, 27 de mayo de 2021
La prueba del diablo
Pedir la demostración de algo que no puede demostrarse tiene nombre entre nosotros, se llama ‘diabolica probatio’, la prueba del diablo o Devil's proof en la lengua del Imperio, y se estudia en primer año de la carrera de leyes. En el campo del derecho se adoptó el principio general de que la carga de la prueba corresponde a quien acusa, es decir, a quien afirma algo, no a quien lo niega: «ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat; negatiua non sunt probanda», según la máxima heredada del derecho romano: ‘le incumbe la prueba a quien afirma, no al que niega; los hechos negativos no se prueban’. Es lo que se ha denominado con el latinajo onus probandi o carga de la prueba. De ahí arraiga nuestra maltrecha presunción de inocencia.
Establecer una prueba negativa es lo que los juristas de la baja Edad Media calificaban como prueba «diabólica». Quizá la expresión surja del dicho: “Prueba que no existe el diablo”. Nos están exigiendo una prueba negativa: alguien debe demostrar, por ejemplo, que no es algo que se considera repulsivo y merecedor de sanción, según las costumbres de la época, un poseso por ejemplo, o un enfermo asintomático con lenguaje de hoy.
Dado que los procedimientos judiciales de la Inquisición española no respetaban la presunción de inocencia de los acusados, a la prueba diabólica se la denominó también prueba inquisitorial. Si el acusado confesaba su culpabilidad era, por supuesto, culpable, pero si no lo hacía, incluso sometido a tortura, era porque el diablo le daba fuerzas sobrehumanas y demoniacas para soportarlo, y también era culpable. No había forma de probar la inocencia una vez que había recaído la acusación de culpabilidad, como si uno estuviera estigmatizado por el pecado original de por vida.
Aunque no hay pruebas fehacientes que demuestren la existencia del diablo, tampoco se puede probar que el diablo no exista, de lo que podría deducirse frívolamente su existencia: si no hay pruebas de que no existe es porque existe y las ha destruido. De ahí la broma magistral de aquel predicador de uno de los poemas en prosa de Baudelaire: ¡Queridos hermanos míos, no olvidéis nunca, cuando oigáis pregonar el progreso de las luces, que, la más inteligente de las tretas del diablo es persuadiros de que no existe!
No se le puede pedir a nadie, por ejemplo, que demuestre la inexistencia de seres extraterrestres. Lo que hay que demostrar, en todo caso, es su existencia, que hipotéticamente es posible si se presentan las pruebas adecuadas. Pero es metafísica- y lógicamente imposible probar su inexistencia. De ahí que algunos deduzcan apresuradamente a sensu contrario que los extraterrestres existen, lo que sirve para alimentar creencias irracionales en la ufología y cosas por el estilo.
Por su naturaleza racionalmente perversa, este tipo de prueba de Satanás es rechazada por los tribunales modernos de Justicia dado que supone una inversión de la carga de la prueba. También debe excluirse de cualquier razonamiento lógico que pretenda probar la inexistencia de algo. Lo que hay que probar siempre es la existencia, no la inexistencia, y en el caso de los tribunales de justicia la culpabilidad, no la inocencia.
En este sentido son apasionantes las recientes discusiones sobre la existencia del virus, porque con la sola mención de la palabra “virus” y del verbo “existir”, aunque sea para negarlo diciendo “el virus no existe”, ya estamos afirmando algo y dándole carta de naturaleza.
De algún modo es el argumento ontológico de san Anselmo, referido a Dios, que es el Ser por excelencia, el ente realísimo. Cuando un ateo dice “Dios no existe” está, paradójicamente, sacándolo a relucir como el conejo o la paloma que saca el mago de su chistera o de la manga. A pesar de que el verbo existir se inventó precisamente para un único sujeto en principio que era Dios, ahora puede utilizarse cualquier sustituto o sucedáneo como suplente en su lugar, pero siempre caeremos en la misma contradicción al negar su existencia. Habría que decir “No hay Dios”, que es la fórmula popular del ateísmo, pero ahí es donde vendría san Anselmo a decirnos que si no hay Dios en nuestro corazón descreído, hombres que somos de poca fe, hay un sitio por lo menos donde sí hay Dios: en el diccionario y en la Biblia.
miércoles, 26 de mayo de 2021
Lenguaje inclusivo (y exclusivo)
El Gobierno, a través sobre todo del Ministerio de Igualdad, suscita debates estériles para justificar así
su existencia, disimulando tras una cortina de humo la radical
impotencia de todos los poderes y poderosos de este mundo y del otro. En este sentido, le pidió a la Real
Academia Española de la Lengua, los cancerberos del idioma, que revisase el
lenguaje de la Carta Magna para adecuarlo al lenguaje inclusivo de las nuevas exigencias de la
sociedad en aras de la corrección política y la no discriminación de las mujeres.
Habrá que recordarles acaso a ministras y ministros la vieja etimología latina de esta palabra: tanto el masculino minister como su femenino ministra -de donde viene también el nombre del potaje de verduras que se suministra en la mesa, la menestra- son sinónimos de esclavo, sirviente, empleado, y proceden del adverbio minus, que significa "menos", porque son los de menos valer, y son lo contrario de magister y magistra -¿quién iba a decirlo?-, que están formados sobre el adverbio magis que quiere decir "más" y eran los de más valer, por lo que se contraponen el magisterio de maestros y maestras y el ministerio de ministras y ministros, que son los menesterosos ministriles que nos administran desde los despachos ministeriales y que, como es menester, son los primeros administrados como la sugerencia etimológica de la palabra suministra.
Hace tiempo que hemos caído en la cuenta de que la diferencia entre lo que dice y hace un partido político en el gobierno y otro contrapuesto ideológicamente a él, sean sus respectivos líderes lideresos que lideresas -igual da que da lo mismo-, se reduce a cambiar las posaderas que se asientan en las poltronas de los ministerios, de las cortes, de los despachos y de la mismísima Moncloa, sin que la acción de gobierno -la gobernanza- cambie ni un ápice la realidad. El cacareado cambio es sólo nominal o, si se prefiere, gramatical.
martes, 25 de mayo de 2021
Apuntes a vuelapluma
De la manipulación del lenguaje en la crisis sanitaria.
Cabe destacar el cambio semántico que se ha operado en los siguientes términos:
CONFINAMIENTO/CUARENTENA: Arresto domiciliario con la consiguiente restricción de libertades formales de reunión, movimiento, asociación y expresión, las únicas libertades, por otra parte, que teníamos.
INMUNIDAD NATURAL: Según la OMS ya no existe. Sólo existe la artificial, fruto de la vacunación.
ENFERMOS ASINTOMÁTICOS: Personas sanas con una salud a prueba de bombas.
EXPERTOS: Cualquier mamarracho que sale por la televisión.
NEGACIONISTAS/TEÓRICOS DE LA CONSPIRACIÓN/CONSPIRANOICOS: Personas que se dan cuenta de la manipulación y denuncian el bulo de la pandemia.
PANDEMIA: Con anterioridad a la declaración de la actual por parte de la OMS se definía como una infección contagiosa, simultánea en diferentes países, que tenía una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada. En la nueva definición, se eliminó la «mortalidad significativa», y se quedó en propagación mundial de una nueva enfermedad independientemente de su letalidad. Esto permitió que lo que era una epidemia fuera considerado una pandemia y se implementaran los protocolos correspondientes ad hoc, que es a buen seguro lo que se pretendía con el cambio de la definición.
VACUNA: Inoculación en fase experimental de no se sabe muy bien qué.
Declaración del presidente del Gobierno de las Españas, que espera cargar de razón las palabras a fuerza de repetirlas dos y tres veces: "Quiero ser muy claro: el estado de alarma es el pasado, el estado de alarma es el pasado. Hay que mirar al futuro y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación". En otro mitin había definido la libertad con la palabra vacunación repetida tres veces, como ha hecho aquí a la hora de definir el futuro. La libertad, en conclusión, es el futuro. Y tanto el futuro como la libertad son iguales a una tercera cosa en al menos tres dosis: la vacuna.
oOo
Giorgio Agamben ha dejado dicho que "vivimos en un permanente estado de excepción", o, con otras palabras, que el estado de excepción se ha convertido en la regla. Se prohíbe la carnalidad en favor de la espiritualidad de lo virtual. En nombre de la salud, como de la salvación de nuestra alma de la condenación eterna que se decía en otros tiempos, se nos inculca ahora que no debemos abrazarnos, darnos la mano, besarnos, tocarnos, ni hablarnos siquiera. Sobre todo siempre que se trate de desconocidos, de elementos exteriores a nuestras burbujas familiares, porque debemos desconfiar de lo desconocido. Pretenden, quizá, así que nos acomodemos a lo malo conocido, que, como dice el refrán, vale más que lo bueno por conocer. Este puritanismo higiénico y saludable nos obliga también a llevar mascarilla, a tapar una parte de nuestro cuerpo que hasta ahora no habíamos considerado necesaria cubrir: nuestro rostro, nuestra boca. Se nos impone, incluso, el silencio: no hablemos, no razonemos: puede ser contagioso. Para alimentar nuestro afán de sociabilidad, se nos dan sustitutos: contactos virtuales, video conferencias, incremento de las redes.
oOo
Non seruiam: Siempre me ha resultado más atractiva la figura del Diablo, el más bello de todos los ángeles, que la de Dios, por eso he preferido a Luzbel que, como Prometeo rebelde, romántico y encadenado, rechaza el servilismo y afronta el castigo que recae sobre él por haberse rebelado contra la divina providencia y sus designios, aguardando sólo la hora lejana, quizá imposible, de la liberación. Como sus satánicas majestades, los Rolling Stones, yo siento simpatía por el diablo. Y entono con Baudelaire el malditismo de las flores del mal de sus diabólicas letanías, proclamando en voz alta y desgarrada el “non seruiam” o “no seviré (a Dios)”, consigna antiautoritaria por excelencia donde las haya a la que sólo cabe oponerle una objeción, que yo le pongo: Algunos no sirven a Dios, pero sirven a la real gana de su propia personalidad, obedeciendo servilmente a ese nuevo dios que es su voluntad individual. O sea, que a veces dicen “no serviré a Dios” y dicen “sí, amo” a ese nuevo Dómine que es la sacrosanta y divinizada voluntad o, dicho más vulgarmente, nuestra real gana. Y es que el que hace lo que le sale de los cojones, como se dice vulgarmente, si se me permite la vulgaridad, tampoco es libre, como podía parecer a primera vista, sino que es esclavo de su voluntad, esa despótica tirana. A mí lo que me gustaría es no servir a nadie, ni a Dios ni al Diablo, pero a mí mismo tampoco. El mejor amo al que podemoes servir es ninguno, se llama Nadie.
oOo
Unos versos de una canción del viejo roquero irlandés Van Morrison, el león de Belfast, nos preguntan a los oyentes y, al mismo tiempo, nos responden, por lo que la pregunta resulta finalmente retórica: “¿Dónde han ido todos los rebeldes escondiéndose tras las pantallas de sus ordenadores? ¿Dónde está el espíritu, dónde está el alma? ¿Dónde han ido todos los rebeldes?” (“Where have all the rebels gone / Hiding behind their computer screens? / Where’s the spirit, where is the soul? / Where have all the rebels gone?).
lunes, 24 de mayo de 2021
En menos de lo que canta un gallo
La aceptación de la realidad con sonrisa bobalicona culpabiliza a las personas de su propia situación y anula la capacidad que tienen de cambio de las cosas.
La idiocia ministerial educativa sentencia que los niños se sienten héroes llevando mascarilla, por lo que de cara al próximo curso seguirá siendo prescriptiva.
domingo, 23 de mayo de 2021
sábado, 22 de mayo de 2021
Maldita esperanza, maldita desesperación
Unos versos del poema Dicen que la esperanza es felicidad (They say that hope is happiness) de lord Byron (1788-1824) me dan pie para la siguiente reflexión sobre la esperanza, que no nos proporciona la felicidad. La felicidad, en efecto, no proviene de la esperanza en el futuro, porque todas las esperanzas que hemos albergado han fracasado, o si por ventura se han logrado, han acabado desvaneciéndose con el paso del tiempo en el mero recuerdo. Pero los versos del romántico inglés van más lejos aún y denigran la felicidad de la esperanza. Toda etapa, ya sea pasada, presente o futura, es un engaño, por lo que no hay ninguna esperanza de felicidad. Copio la última estrofa compuesta de cuatro tetrámetros yámbicos, cuyo ritmo reproduzco en mi traducción, sin poder salvar la rima: Alas! it is delusion all; / The future cheats us from afar, / Nor can we be what we recall, / Nor dare we think on what we are: ¡Ay! Todo es desilusión; / Lejos se burla el porvenir, / ni ser podemos un recuerdo / ni osar creemos lo que somos.
viernes, 21 de mayo de 2021
Dos metáforas de la inyección
La estatua de Jesucristo más famosa del mundo, el Cristo Redentor enclavado en el cerro Corcovado de 30 metros de envergadura con sus brazos abiertos a la ciudad de Río de Janeiro en actitud protectora, se iluminó el otro día como por arte de magia para hacerse eco de una vergonzosa campaña publicitaria de propaganda proyectando el lema VACINA SALVA en portugués y VACCINE SAVES en la lengua del Imperio, of course, para que lo entienda el mundo entero, a la mayor gloria de la industria farmacéutica, que no pretende curar a la humanidad ni salvarla de ningún mal, sino asegurar que su mal sea crónico y perdure en el tiempo por los siglos de los siglos convirtiendo a los pacientes en clientes fidelizados. El mensaje era “la vacuna salva” y trataba de concienciar a la población de la virtud salvífica, más que milagrosa, de la vacunación contra la enfermedad del virus coronado. Se promovía así la idea de que la humanidad debe salvarse de una enfermedad mortal que ocasiona estadísticamente pocas muertes a través de un suero redentor utilizando la imagen icónica de Jesucristo que nos recibe con los brazos abiertos.
Ya en enero dos trabajadores sanitarios recibieron las primeras dosis de la vacuna a los pies de la misma estatua como señal del inicio de la inoculación brasileña. Desde entonces el proceso de inyección del suero ha continuado imparable hasta la fecha y continuará si alguien o algo no le pone remedio y lo impide, que no parece que vaya a ser el caso.
Lo más sangrante de todo esto es cómo se utiliza la imagen de Cristo para adoctrinar a la población sobre las virtudes del suero, pero no sus palabras, que son lo más auténtico que nos ha quedado de él, más auténticas, desde luego, que cualquier utilización y manipulación de su imagen que pretenda representar al verbo encarnado.
Es más, las palabras que salieron de su
boca, tal y como nos han llegado, contradicen, desde luego, el mensaje que nos transmiten
las autoridades sanitarias. Es posible, además, que sean palabras
propias del verbo encarnado, habida cuenta de que han sido recogidas por los cuatro
evangelistas. Cito por la traducción que manejo de Nácar-Colunga:
“El que halla su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor
de mí, la hallará” (Mateo 10;39), “Pues quien quiera salvar su
vida, la perderá, y quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése
la salvará” (Marcos 8; 35) "Porque quien
quisiere salvar su vida, la perderá; pero quien perdiere su vida por
amor de mí la salvará" (Lucas 9;24), y “El que ama su vida,
la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará
para la vida eterna” (Juan, 12;25). Cuando dice que quien pierda su
vida por Él la salvará, se refiere sin duda a que Él, Nuestro Señor Jesucristo, es nuestro
Salvador, y a que no hay otra salvación posible, por lo que la vacuna no puede arrogarse dicha sacrílega pretensión.
Al otro lado del charco, la Torre del Rin de Düsseldorf (der Rheinturm),
Alemania, que es el edificio más alto de la ciudad con 240 metros de
altura, con su imponente aspecto de gigantesca jeringuilla a modo de símbolo fálico que amenaza penetrarnos, se diría, por salva sea la parte, también ha proyectado una leyenda luminosa recientemente
haciéndose eco de la vergonzosa campaña propagandística de la Organización Mundial de la Salud donde se establecía en la lengua de Goethe la siguiente falsa ecuación
matemática: IMPFEN=FREIHEIT, o, lo que es lo mismo:
VACUNA=LIBERTAD.
Se trata de una nueva metáfora, más laica que la
brasileña, desde luego, que equiparaba la inyección a la salvación,
que establece que la inoculación es la libertad, lo que nos recuerda
a otra metáfora de la reciente historia alemana: A la entrada del
campo de exterminio de Auschwitz figuraba el oporbioso ARBEIT MACHT FREI:
El trabajo libera, que viene a ser otra falsa ecuación matemática: TRABAJO=LIBERTAD.
Las dos metáforas alemanas que estamos analizando son dos definiciones poéticas obvia- y lógicamente falsas de lo que es la libertad. La libertad, desde luego, no consiste en el trabajo ni tampoco en una inyección experimental de vaya usted a saber qué, que todavía no lo sabemos, autorizada provisionalmente deprisa corriendo y mal por razones que no están nada claras pues ni la mortalidad del síndrome es tan grande como nos han hecho creer, sino bastante modesta, ni carecemos tampoco de tratamientos curativos, que los hay y no son pocos a estas alturas, como para justificar dicho pinchazo, por lo que parece bastante descabellada la campaña desatada.
La vacuna no es la salvación, como dicen los brasileños, ni la libertad tampoco como preconizan los alemanes. Esas palabras no son sinónimos como quieren hacernos creer perversamente. La vacuna ni siquiera es, más modestamente, la solución de un problema sanitario, sino la auténtica enjundia de un problema creado a propósito donde no lo había.