sábado, 25 de octubre de 2025

Avec te temps / Con el tiempo

    En Tiempo contra amor, amor contra tiempo analizábamos algunos tratamientos pictóricos del combate a muerte entre el amor, que hace que nos olvidemos del tiempo, y el Tiempo, el Chronos (χρόνος) griego, representado a veces con un reloj de arena o una clepsidra, e  identificado enseguida con el Saturno romano por una falsa homonimia con Cronos (Κρόνος), el titán padre de Zeus/Júpiter, una divinidad en principio agrícola cuyo símbolo era la guadaña, que acabará simbolizando a la mismísima muerte inmortal,  que con su paso y su peso le corta las alas literalmente a Eros, o sea a Cupido, el amor.

    Añado aquí un tratamiento pictórico muy distinto a los que veíamos allí, se trata del cuadro de Bernardino Mei, "Amor curado por el tiempo con el agua del río Leteo", pintado a mediados del siglo XVII, donde aparece Cupido, o sea Eros, en el centro, desnudo, con las alas abatidas, desarmado con la aljaba caída y sus flechas a la derecha, y a su izquierda Chronos, el Tiempo, caracterizado como un anciano, también alado como el amor, con una jarra de agua del río Leteo, que es el del olvido -todos los que beben sus aguas olvidan su biografía-, y con la mano derecha, curando con una pluma impregnada en el agua las heridas sangrantes del amor. En el extremo izquierdo del cuadro un reloj de arena simboliza el tiempo, que aparece en este lienzo como curador de todas las heridas, incluso de las del amor. Es un tópico que a veces repite la gente: todo se cura con el tiempo o el tiempo lo cura todo.  Al no aparecer la guadaña entre los atributos del tiempo, este se presenta aquí como sanador, no como destructor.

    La figura femenina según algunos intérpretes representa a Afrotida/Venus como madre del dios Eros/Cupido, pero según otros encarna a Sapientia, la diosa romana de la sabiduría, por su actitud serena y majestuosa. El putto -niño alado que sobrevuela la escena- bajo la mirada de la Sapientia representa el amor purificado, platónico, ideal.

    Me viene a la memoria, volviendo al primer tratamiento del tema, a propósito de la guerra entre el tiempo con el amor y el amor contra el tiempo, la bellísima canción de Léo Ferré: "Avec le temps", grabada por primera vez en octubre de 1970, que viene a decirnos que el amor, que mientras dura es eterno, deja de serlo cuando tomamos conciencia de él, y entonces la muerte del amor, de puro sabido, nos separa, y ya dejamos de querernos. La canción fue escrita,  después de la ruptura con su segunda mujer al parecer. 

     Dice el oráculo digital, la IA de Gúguel que la canción de Léo refleja, además de la pérdida del amor, el paso del tiempo y el borrado de los recuerdos, 'une vision anarchiste et pessimiste de la société', en la que la pareja está destinada al fracaso. 

    Ha sido múltiples veces cantada por muchos artistas y en diversas lenguas. Añade la IA de Gúguel, que no se entera de casi nada, que no se conoce ninguna versión oficial de "Avec le temps" en español, ya que es una canción icónica de la música francesa. (No entiendo yo entre paréntesis, la razón que se aporta de que no exista tal versión en castellano, pues hay otras canciones 'icónicas de la música francesa' como "Ne me quitte pas" de Jacques Brel o "La vie en rose" de Edith Piaf, que sí han sido cantadas en castellano, esta última incluso por la propia Edith Piaf. Se  cura en todo caso la IA en salud concluyendo que "no hay una versión ampliamente reconocida y establecida en español que iguale la fama de la original", lo cual puede que sea cierto, pero no es menos cierto que entre nosotros la ha grabado y cantado Amancio Prada en el año del Señor de 2007. Aquí está:

 

viernes, 24 de octubre de 2025

Ni por mí, ni por ti, ni por los demás

    Estamos en pleno otoño y pronto llegará el invierno y con él, como todos los años pese al cambio climático y con el cambio de hora, las infecciones mil respiratorias. La campaña de vacunación otoño-invierno 2025-2026 ha empezado ya, y se basa en la propagación del virus del miedo a la infección que provoca tantas muertes y en el fomento del sentimiento de culpa(bilidad) de que debo hacerlo no solo egoístamente por mi propia salud sino, altruistamente, por los demás: mi sacrificio personal en beneficio de los otros (“por los nietos”, “por mis pacientes”, “por mis padres”, por mis alumnos”, etcétera): por mí y por todos mis compañeros, como decíamos cuando éramos niños, pero aquello era el juego del escondite, y esto de ahora no es precisamente un juego, sino una campaña perfectamente orquestada para lograr la aceptación masiva de unos sueros que son caros -aunque a nosotros nos resulten gratis-, de corta duración porque hay que renovarlos anualmente como la moda de las pasarelas cada temporada, y que no evitan ni el contagio propio ni el ajeno, por lo que resultan, al fin y a la postre, ineficaces para prevenir daños y con efectos adversos a veces más graves que el daño que pretenden combatir. 
 
 
    Cuando la Ministra de Sanidad o los Consejeros respectivos del gremio declaran que la gripe estacional y las infecciones respiratorias colapsan las urgencias están defendiendo los intereses de los laboratorios farmacéuticos, haciendo propaganda de las vacunas. Esparcen tanto miedo las campañas de vacunación a la gripe, al covid, al virus sincitial y demás virus que no es raro que ante el menor y primer síntoma de algo parecido los ciudadanos acudan despavoridos al servicio de urgencias porque les han dicho que pueden haber contraído una enfermedad mortal. 
 
    Las vacunas son un gran negocio milmillonario que hace que el sistema sanitario público se ponga a trabajar para los accionistas de las empresas farmacéuticas. Consumen muchos recursos, dinero sobre todo, pero también humanos como el tiempo que dedica el personal sanitario a poner vacunas a trochemoche, porque, dicen, vale más vacunar que curar, cosa que es mentira, lejos de sus ocupaciones habituales, como si estuvieran en una cadena de montaje. 
 
    El consentimiento informado de los pacientes se resume en decirles para que acepten y reclamen los pinchazos que las vacunas salvan vidas -cosa que es mentira porque todo lo que nace muere y no hay vida que se salve- y funcionan porque son seguras y eficaces, cosa que tampoco es verdad. Lo hemos oído muchas veces. Y como en este país de María santísima no hay un sistema de compensación por daños de vacunas, que sí hay en muchos otros, si tienes efectos adversos como resultado de ellas, te dicen que ha sido decisión tuya, porque nadie te ha obligado a vacunarte. 
 
      
    Antaño a las embarazadas, hoy 'personas gestantes', se les desaconsejaba la ingesta de cualquier fármaco, hasta una simple aspirina, hoy, sin embargo, se les recomienda la vacunación antigripal y contra el covid 'en beneficio' propio y del bebé, matándose así, como suele decirse figuradamente, dos pájaros de un tiro. ¿Quiénes estaban equivocados los expertos de antes o los modernos de ahora?

     Hemos visto cómo en Gaza han vacunando a los niños gazatíes contra la poliomielitis (lo que no está mal) pero para, acto seguido, asesinarlos o mutilarlos con los bombardeos del ejército de Israel. Es decir, hay que salvar vidas para que estén sanas a la hora de matarlas. 

 
    Ni por mí, ni por ti, ni por los demás. Las vacunas contra la gripe, la enfermedad del virus coronado y el virus sincitial ni impiden el contagio ni impiden contagiar. Entonces, ¿me vacuno contra la gripe? ¿y contra la covid? Cada cual que haga de su capa un sayo, pero yo, desde luego, no voy a vacunarme. 
 
 
 
    Estas dos vacunas se promocionan como "milagrosas" pues dicen que son capaces de reducir un 50% la mortalidad por todas las causas, incluso cuando no hay epidemia de gripe ni olas de virus coronado, milagrosas de verdad, como el agua de Lourdes, como el bálsamo de Fierabrás. Más información aquí

jueves, 23 de octubre de 2025

Soberanía popular y soberanía nacional

    El pueblo es la gente que hay por aquí abajo, digamos para entendernos, una muchedumbre indeterminada e indefinida de carne y hueso. De ahí la dificultad de clarificar la noción de voluntad popular. La nación, sin embargo, es un ente ideal, abstracto, carente de toda realidad empírica, completamente ficticio, pero impuesto al pueblo, al que se encapsula dentro de una etiqueta que trata de definirlo,  lo que le produce claustrofobia, como acierta a decir la viñeta de El Roto.


    Pueblo, por definición,  sólo hay uno, sin embargo al convertirse la soberanía popular en soberanía nacional, surgen diversas naciones y, por lo tanto, diversas tribus configuradas ya como Estados. Ya no hay un solo pueblo, ya no hay una sola patria que sea todo el mundo, sino varias repartidas por el globo con sus fronteras, sus lenguas y banderas, sus señas culturales identitarias configuradas por la historia y sus gobiernos respectivos,  y todas ellas tienen la misma falsa pretensión de ser la única y verdadera, como si todas y cada una fueran la encarnación del pueblo elegido por Dios o por la Historia Universal para cumplir sus misteriosos e inextricables designios.

    Uno de los pilares de la democracia moderna es el concepto de “pueblo soberano”, que es una antinomia estridente, una contradictio in terminis, un oximoro o agudo sinsentido que rechina estrepitosamente: ¿Cómo puede algo indefinido y por lo tanto indiferenciado, sin una identidad específica y que pulula por aquí abajo, tener en sí características de superioridad o supremacía o empoderamiento, como dicen ahora, para colocarse por encima de los demás, sobre todo teniendo en cuenta el principio de que “nadie es más que nadie”?

    “Soberanía popular” es un concepto desconocido en el mundo antiguo grecorromano. Se trata de una invención moderna, según la cual el pueblo indefinido se define, valga la contradicción, como sujeto, es decir, subiectus, o sea, sometido,   en cuanto a hablante de una lengua, ocupante de un territorio y confinado dentro de las fronteras de ese territorio y configurado histórica- además de geográficamente. El pueblo, que era un conjunto abierto, es desde arriba determinado y cerrado, como si fuera un conjunto perfecto que responde a un censo definitivo en el que no puede entrar ni salir vivo nadie, y considerado soberano en el sentido de que no admite ningún poder superior por encima no tanto de sí mismo como del monarca que elige y se impone a sí mismo. Pero no hay mucha diferencia entre la monarquía electiva, como la romana primitiva de los siete reyes, y la hereditaria como la española o la inglesa actuales, o, dicho de otra manera, la diferencia que hay sólo afecta al modo de elección y a la existencia de una línea dinástica pero no al carácter monárquico del soberano. De hecho, el poder del presidente republicano -el prae-sedentem o primero que se sienta- de los Estados Unidos de América, elegido democráticamente, es bastante mayor que el del Rey de Inglaterra, Dei gratia rex, rey por la muy graciosa gracia dinástica de Dios, además de F(idei) D(efensor), defensor de la fe sacrosantísima y ecológica, como dan a entender las dos abejas del reverso de la nueva moneda de la libra británica.


    De sobra sabemos que el pueblo es un mandado y por eso la idea de democracia es perversa en sí misma, porque oculta esta realidad haciéndole creer que él es quien manda y tiene la sartén por el mango. Puede llegar a decirse, de hecho, que la democracia es un sistema totalitario porque se impone a la totalidad de la población un gobierno, el gobierno de una mayoría (oclocracia) que delega en sus supuestos representantes (teatrocracia). El totalitarismo tradicional, además, se caracterizaba por controlar a las personas por la fuerza y la violencia -piénsese en el nazismo y demás regímenes fascistas, o en el estalinismo-, pero las personas podían pensar lo que les viniera en gana en su vida privada, y aun rebelarse legítimamente contra la dominación impuesta por la violencia y por la fuerza de un dictador, o de una oligarquía, pero parece que no puede hacerlo contra la mayoría que elige y aprueba a un gobierno al que sólo puede destituir sustituyéndolo por otro, pero nunca reprobando la necesidad misma de que haya gobierno. Uno, como individuo de un estado democrático no es más que un voto, y por lo tanto tiene que acatar las decisiones de la mayoría de los votantes, lo que acaba con el libre pensamiento y la libertad de expresión. La rebelión no parece legítima, porque no se impone por la violencia de la fuerza, sino por la coacción ideológica.
 
 
'La mayoría es usted'. Eslogan electoral francés.

    Como dice el viejo latinajo: “uox populi, uox Dei” “La voz del pueblo es la voz de Dios, sobre todo ahora, en esta época de dominación democrática. Se ha sustituido el ser gobernante por la gracia de Dios por serlo por la gracia del pueblo o mandato popular o democrático emanado de las urnas. Pero es lo mismo. Sólo que ahora es peor, porque engaña más en el sentido de que lo de Dios podía verse como una imposición ajena y externa y de algún modo dictatorial y teocrática mientras que lo de popular, ay, eso no se ve como lo que es, una imposición que se asume como propia, un autoengaño. Y por eso esa es la dictadura más difícil de desenmascarar porque nosotros mismos somos nuestros propios dictadores.

    Hay una frase atribuida a Giulio Andreotti que tiene toda la razón del mundo no porque la haya dicho quien la ha dicho, un Jefe de Estado italiano en este caso, sino porque cualquiera con más de dos dedos de frente que la oiga reconoce enseguida que hay en ella mucha enjundia de sabiduría y la suscribiría por lo razonable que es después de haber vencido la extrañeza que supone escucharla por primera vez, dado que la razón es común a todos, no propiedad privada de algún cráneo privilegiado: “El dictador más difícil de aborrecer es uno mismo”.
    Y si seguimos el hilo del razonamiento que nos abre la frase podemos afirmar que uno mismo es también el dictador más difícil de desenmascarar, y, por lo tanto, el tirano más costoso de derrocar. Y, sin embargo, es preciso acabar con la tiranía para lo que no basta con el tiranicidio que consiste en quitar del medio al tirano, sino con la propia tiranía, proceda de donde proceda, venga de quien venga, por amor de lo que no sabemos, por amor de la libertad.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Las dos miradas

     El poeta Paul Valéry formuló en su lengua esta máxima: «Regarder c’est oublier le nom des choses que l’on voit», que quizá podríamos traducir como “Ver (o, si se prefiere, 'mirar') es olvidar el nombre de las cosas que se ven (o que vemos)”. La frase proviene del ensayo Degas, Danza, Dibujo (1936), un homenaje que brinda el poeta al pintor Edgar Degas y una reflexión sobre la naturaleza del arte pictórica. 
 

     Valéry deja caer esa frase en un párrafo donde contrasta la mirada del artista con la del filósofo Blaise Pascal como figura emblemática del pensamiento abstracto para ilustrar cómo incluso una mente tan poderosa como la suya puede errar al juzgar las artes plásticas si se deja llevar por las categorías del intelecto. De alguna manera está contraponiendo la experiencia visual, con la intelectual. Cuando Valéry dice que Pascal “no sabía mirar, es decir, olvidar los nombres de las cosas que se ven”, está formulando que ver verdaderamente, que es lo que quiere decir mirar, implica desprenderse del lenguaje y de los conceptos previos, dejar de reconocer las cosas por su nombre y permitir que se presenten como lo que son, sin la mediación verbal del lenguaje y las palabras. 
 
    En otras palabras, “olvidar los nombres” es despojar la mirada de todo saber previo para acceder a la experiencia directa de lo visible como si fuera la primera vez que abrimos los ojos, tal como hace el artista —y especialmente el pintor— en su relación con el mundo, y, podríamos añadir, el niño con su prístina mirada cuando ni siquiera conoce todavía los nombres de las cosas que ve porque no ha adquirido el lenguaje de su tribu. 
 
    También en la misma obra escribe Paul Valéry a propósito de 'observar', un aparente sinónimo de 'regarder', pero en realidad no hay sinónimos que valgan lo mismo en ninguna lengua,  que «Observer, c’est, pour la plus grande part, imaginer ce que l’on s’attend à voir», que viene a ser “observar es para la mayoría de la gente imaginar lo que se espera ver”. Aquí Valéry señala el mecanismo mental opuesto, propio del observador común o científico: quien “observa” suele proyectar a través de palabras, es decir, las ideas sobre el mundo que tiene, sus propias expectativas, sus esquemas y opiniones personales. No ve lo que está ahí, lo que tiene delante, sino lo que cree que hay. Observar, por tanto, implica una mirada mediada por la imaginación anticipatoria, por la memoria y la costumbre. 
 
Afgano invisible con la aparición, sobre la playa, del rostro de García Lorca, en forma de frutero con tres higos. Salvador Dalí (1938) 
 
    Ambas reflexiones sobre la mirada son complementarias al mismo tiempo que se contradicen: Mientras que observar, en el sentido común y corriente del término, pero también en el científico, implica reconocer, nombrar, confirmar lo previsto, es decir, creer; mirar, en el sentido de ver lo que hay de verdad, implica olvidar, desnombrar, abrirse a lo imprevisto, es decir, pensar, reflexionar, que es decir-que-no a lo que se cree, a las ideas previas que se tienen. 
 
    Valéry distingue así dos miradas: la que se subordina a las ideas y conocimientos previos, lo que él llama 'observer', que no es ver lo que hay sino proyectar lo que se cree, y la que aspira a una visión inmediata, sin la intervención de las ideas preestablecidas o prejuicios, sin palabras, previa al lenguaje, lo que él llama 'regarder'.
 
 El ensayo, Edgar Degas (c 1873-78)
 
    En el contexto del ensayo de Paul Valéry donde deja caer estas observaciones, Edgar Degas encarna la auténtica mirada, la que no consiste en aplicar ideas previas ni confirmarlas, sino en ver como si fuera la primera vez la danza de sus bailarinas, despojando la mirada de la rémora de todo lo aprendido en un esfuerzo por recuperar lo visible antes de que el lenguaje lo capture.

martes, 21 de octubre de 2025

Zona de Altas y Bajas Emisiones

El hecho de que no se declare oficialmente la guerra no significa que haya paz, sino que hay guerra que camuflada disimula su beligerancia: todo lo contrario. 
 
El crecimiento macroeconómico no logra ocultar la pobreza persistente. Crece la gran economía, no la microeconomía: los ricos son más ricos, y los pobres... 
 
La historia no es una línea recta progresista, sino una curva que tiende a convertirse en un círculo, que, como todo círculo, no deja de ser un círculo vicioso.
 
La Iglesia introduce la religión en las redes sociales, conecta con la juventud milenial y santifica a su primer beato digital adolescente, muerto de leucemia.
 Nadie ya se libra de hacer turismo, de hacer una escapada y dar una vuelta, un tour, un giro completo para poder volver, acto seguido, al establo de lo mismo.
 
Dice el doctor que conviene reforzar la detección del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en adultos, que en su mayoría no están diagnosticados.
 
Construidos los muros de la prisión digital, la única tarea que queda ya es atraernos, mantenernos dentro y cerrar la puerta después de habernos confinado.
 
La IA entra en el terreno de la fe y convierte a Jesucristo en un 'coach' virtual por el módico precio de seis euros al mes acumulando millones de descargas.

El rentable negocio de los tanatorios: Cuenta con una numerosa red funeraria que destaca por las lujosas condiciones de sus servicios. ¿No vamos todos a morir? 
 
Cedemos servilmente las migajas de la libertad individual a cambio de una falsa promesa de seguridad bajo la protección del Estado, idolatrando la estabulación. 
 
Se efectúe o no dos veces al año el cambio de hora, cualquier cómputo del tiempo horario que se haga repercutirá negativamente en la salud y vida de la gente.
 
El Estado y el mercado nos atomizan para convertirnos en individuos aislados; la única libertad que tenemos es la de ser esclavos, una esclavitud con anestesia.
 
 ¿Teoría conspirativa? Las élites políticas y económicas progresistas invaden con falsas promesas libertarias desde el Estado y el mercado nuestras existencias.
  

lunes, 20 de octubre de 2025

Tratado de vexilología, y voz del pueblo.

Tratado de vexilología

Banderas que se lleva el viento, Gabriel Pérez-Juana (2025)

Ejército y bandera, El Roto (2014)

oOo
 
La voz del pueblo 
"Mierda a la política", pintada anónima.
 
El argumento del jefe, Tute (2025)
  

domingo, 19 de octubre de 2025

La Nueva Escuela

    El pedagogo suizo Adolphe Ferrière (1878-1960), promotor de la Escuela Nueva, una corriente de renovación pedagógica surgida a finales del siglo XIX y desarrollada a lo largo del  XX, propuso la reforma de la vieja escuela tradicional denunciando su fracaso; basándose en principios psicopedagógicos modernos pretendió reformar la sociedad mediante una "educación para la vida", dándole la vuelta al non uitae sed scholae discimus ('no aprendemos para la vida, sino para la escuela') de Séneca, convirtiéndolo en lo que debería ser: non scholae sed uitae discimus ('no aprendemos para la escuela, sino para la vida'). Su propuesta está recogida en sus libros como, por ejemplo, 'Transformons l'école' (1920). 
 
 
    Contaba Ferrière que la escuela, lejos de su etimología griega (en griego scholé, ocio), se había convertido en un centro de trabajo (en latín tripalium, tres estacas que servían como instrumento de tortura), un suplicio, lo que se había logrado siguiendo las indicaciones del diablo, su fundador (cito textualmente):  Al niño le gusta la naturaleza: se le enclaustró en aulas cerradas. Al niño le gusta jugar: se le obligó a trabajar. Le gusta ver que su actividad sirve para algo: se hizo de forma que su actividad no tuviera ningún objetivo. Le gusta moverse: se le obligó a permanecer inmóvil. Le gusta manipular objetos: se le puso en contacto con las ideas. Le gusta servirse de las manos: solo se puso en juego su cerebro. Le gusta hablar: se le obligó al silencio. Le gustaría razonar: le hicieron memorizar. Le gustaría investigar la ciencia: se la sirvieron ya hecha. Le gustaría seguir su imaginación: lo sometieron al yugo de los adultos. Le gustaría entusiasmarse: inventaron los castigos. Le gustaría ser útil libremente: le enseñaron a obedecer pasivamente. «Perinde ac cadaver» [igual que un cadáver].
 
    Muy pronto este régimen dio sus frutos. Donde mejor estaban los niños era en la escuela, intramuros, no extramuros, correteando por ahí sin ton ni son. Así es como debía ser. En la escuela aprenden a someterse a unos horarios, de encierro y libertad con el alivio de sus correspondientes recreos. Sin embargo, algunos niños, a los que se les hacía insoportable aquel confinamiento, se rebelaron contra la escuela,  hicieron novillos y practicaron el absentismo escolar: huyeron al bosque a trepar a los árboles, a coger moras, a corretear, saltándose las clases... 
 
    Pronto se vio el fracaso de aquella vieja escuela decimonónica, por lo que el diablo, nunca ayuno de recursos, ingenió otra estrategia, sugiriendo a los ilustres pedagogos como Ferrière que crearan la Nueva Escuela: los niños podrían gozar de salidas didácticas, organizándose periódicas excursiones. Los escolares agradecerían infinitamente la salida del centro (eso es lo que sugiere el prefijo ex- de la palabra ex-cursión con toda su fuerza centrífuga) a los maestros y profesores enrollados que los sacaran por un tiempo prudencial de la jaula de las aulas, para recargar las pilas o mejor, como dicen ahora, las baterías, de forma que pudiesen volver con energía renovada a la incursión (el prefijo in-, aquí de claro valor centrípeto, señala la vuelta a la normalidad y enclaustramiento; tras la excursión se impondría la incursión en la machadiana “monotonía / de lluvia tras los cristales”).
 
 
    Bien entrados ya en el siglo XXI, la Escuela Nueva es una realidad. Centros públicos y privados compiten en la organización de las llamadas “actividades extraescolares”, hasta el punto de que todos disponen prescriptivamente de un Departamento a ellas consagrado, y de un Jefe encargado de hacer su programación y el seguimiento de dichas actividades fundamentales para el normal funcionamiento de un centro escolar de primaria y secundaria que se precie, cuya obligatoriedad sin ellas resultaría intolerable, igual que un calendario sin festividades, un trabajo sin vacaciones o una semana sin su finde.
 
    Hemos ido viendo desde entonces cómo también rivalizan unos y otros equipos directivos de los centros en la organización de diversos saraos académicos como posados fotográficos para orlas conmemorativas del inolvidable curso escolar, eventos deportivos y concursos varios de misses y misters, bailes de primavera y de graduación, ceremonias de comienzo y fin de curso, llegando a fletar autobuses y chóferes para que se vayan turnando en los largos trayectos por las autopistas de Dios devorando millas a toda pastilla, trenes, cruceros y hasta aviones para poner en circulación por tierra, mar y aire por el ancho mundo las cohortes de estudiantes. 
 
    Parece a fin de cuentas que las Actividades Extraescolares, por lo tanto, se hubieran convertido en las auténticas actividades escolares, las que más caracterizan y definen al Centro Escolar convirtiéndose en el eje de su 'proyecto educativo'(sic), siendo las intraescolares, por emplear este término para las clases cada vez menos magistrales poco más que un breve paréntesis entre una y otra extraescolar y una disculpa para realizar las que realmente promocionan al Centro, las que rompen con la reclusión claustrofóbica, sin las que esta sería insoportable.
 
La vieja y la nueva escuela.

     Los profesores que osan criticar la excesiva realización de dichas actividades, por su parte, son tachados de intransigentes cavernícolas y carcas chapados a la antigua por pretender tener a los alumnos "amarrados al duro banco" de las galeras turquescas que siguen siendo, pese a todos los pesares, las aulas. Como consecuencia de todo esto, la mayoría de los centros educativos han cambiado y se han convertido en centros de actividades extra-escolares: organizan excursiones, intercambios de "inmersión lingüística" (sic) y viajes que hacen la competencia a las agencias del gremio; hacen turismo para dar una vuelta -eso es el "tour"- y volver tras el garbeo del giro copernicano a lo mismísimo de siempre. 
 
    Al tiempo que se organizan las salidas pedagógicas, se extreman las medidas de control interior instalándose cámaras de videovigilancia e intensificándose las guardias de patios y recreos a cargo de profesores que se convierten así en vigilantes más preocupados del buen comportamiento de los escolares que del proceso de enseñanza y aprendizaje.
 
    Pero la Nueva Escuela no solo consistió en la organización de actividades extraescolares, sino, sobre todo, en la imposición de la educación en lugar de la enseñanza, lo que con el tiempo se revelaría igualmente desastroso y no menos doctrinario: la gran mayoría de los niños dejaría de interesarse por las cosas, echando a perder el tesoro de su curiosidad infantil. En la Nueva Escuela se les deja hablar y expresarse hasta la saciedad, y hacer ruido. Nada más obsoleto que aquella voz del maestro gritando "¡silencio!". Se alienta a que los pequeños expresen con sus propias voces y palabras lo que se les inculca, que no deben memorizar, con el detrimento que esto supone para el desarrollo de la capacidad mnemotécnica: memoria minuitur nisi eam exerceas: la memoria se atrofia si no se hace uso de ella. 
      Como a los niños les gusta preguntar, para que no cansen a sus maestros y profesores, se les sirven las respuestas antes de que formulen sus interminables preguntas, y se les aconseja que utilicen la Red donde está toda la información disponible hasta la fecha, y recurran, en el colmo de la estupidez natural, a la Inteligencia Artificial, a través de las pantallas y medios audiovisuales, en detrimento de las viejas pizarras trasnochadas. 
 
    El viejo demonio, fundador de la vieja escuela y refundador de la nueva, sonríe satisfecho, qué diablos,con la nueva e incomprensible jerga psicopedagógica o pedopsicagógica con la que se envuelve su regalo envenenado: la Vieja Escuela de toda la vida de Dios envuelta en el celofán de la Nueva Escuela.

sábado, 18 de octubre de 2025

Pareceres LXXXVII

426.- Orgulloso de ser vasco. No es mi caso, pero creo que si yo fuera vascongado, que no lo soy, no me sentiría orgulloso de serlo, como decía en francés ("fier d´être basque") la publicidad de un queso de oveja de cuyo nombre no quiero acordarme, sino todo lo contrario: me daría muchísima vergüenza enorgullecerme de serlo. No por nada. No por el caso concreto que nos ocupa, sino porque yo no me enorgullezco de haber nacido donde he nacido: ha sido una casualidad de la vida como otra cualquiera, ajena a mi voluntad, algo que le puede pasar a cualquiera como el mismo hecho de haber nacido: yo no elegí nacer o no, tampoco elegí el lugar de mi nacimiento, ni la familia ni la vida siquiera. ¿Quién se enorgullece de ser lo que es? ¿Los que son lo que son? Y ¿qué han hecho para sentirse orgullosos de ser lo que son aparte de serlo? ¿Quién es más vasco, el queso o los tres chicarrones del norte de España o del sur de Francia, esos tres Patxis tan tópicos que resultan atípicos, atuendados con boina negra de ancho vuelo con pitorro típicamente vasco, o sea, con chapela, en un marco incomparable de un paisaje idílico –verde y montañoso en unos tonos pastel y propios de una suave acuarela- con un bucólico caserío al fondo?¿Qué han hecho para sentirse orgullosos de su vascongadez? Según mi humilde modo de entender las cosas, uno puede enorgullecerse acaso de lo que haga y sea obra y responsabilidad suya, pero no de lo que es.

427.- El regreso del hijo pródigo. Hay una versión moderna de la parábola, del hijo pródigo, basada en la narración del evangelista Lucas (capítulo XV, versículos 11-32), que le debemos al escritor francés y premio Nobel de literatura, galardón en su caso bien merecido, André Gide (1869-1951), que se titula “Le retour de l'enfant prodigue” (1948), que presenta una significativa variante sobre el relato evangélico. La parábola de Lucas pone en escena a tres personajes: el padre, el hijo mayor, que permanece junto a su padre sin abandonarlo, y el hijo mozo que le pide a su padre la parte de la herencia y se marcha de casa al descubrimiento del mundo, dilapidando su hacienda con rameras. El padre, cuando regresa arrepentido, le recibe con los brazos abiertos y le da mil besos porque, como la oveja descarriada, ha vuelto al redil. El hijo pródigo de Gide regresa, como el otro, fatigado a la casa paterna, pero por la noche, al acostarse a dormir en el lecho mullido, se abre suavemente la puerta y entra un hermano más pequeño: “Quiero irme, la casa de nuestro padre es ya demasiado estrecha para mí”, le confiesa. Y el hermano, que esa noche había regresado fatigado, se alegra de oírlo, lo abraza y empieza a darle consejos, a decirle lo que debe hacer, dónde ir; y lo incita a mostrarse más valiente que él, más orgulloso, a no aceptar el regreso al establo paterno: así llamaba a la casa de su padre. Lo acompaña hasta la puerta y le da ánimos para que él, al menos, no tenga que volver: “¡Vamos! Bésame, hermano mío: llevas contigo todas mis esperanzas. Sé fuerte. Olvídanos, olvídame. ¡Si pudieras no regresar!” Tal vez, cavilaba en su fuero interno, mi hermano sea más fuerte que yo y no regrese.

El regreso del hijo pródigo, James Tissot (1850)

428.- Su triunfo. Aunque la noticia podría calificarse de positiva por el título mesiánico de "SU TRIUNFO" y por los siguientes titulares, donde se sugiere que ha sido el artífice de la paz en el cercano Oriente porque es el líder que Israel necesitaba y la salvación de Gaza, lo que podría ayudar al personaje a satisfacer su ego codicioso  del Premio Nobel de la Paz, algo que no ha sucedido al menos este año, empeñado ahora en lograr la paz en Ucrania, la fotografía destroza la imagen del personaje: por el pelo ralo, desteñido y no anaranjado, la fofa papada, la pose seria, dictatorial, debida a que es un plano contrapicado, tomado por el fotógrafo en posición más baja del retratado a fin de resaltar su superioridad con respecto a quien contempla la fotografía, que es el peor ángulo para un retrato porque revela las arrugas de la persona. Hay además una corona que flota sobre la cabeza del preboste norteamericano, que es la M del logo de la revista británica TIME. Pero quizás lo que más le ha dolido al vanidoso personaje narcisista es que esta foto en particular, que es la peor posible, adorne una portada que ostensiblemente lo elogia. La forma en que la foto socava ligeramente el título de la portada es parte de lo que la hace interesante y una elección visual poderosa. El sesgo de confirmación hace que la imagen corrobore sus sentimientos, da igual lo que haya hecho. Otro preboste yanqui, por ejemplo, hizo menos que él por merecerlo, y le otorgaron el premio Nobel de la Paz, porque caía bien, hiciera lo que hiciera, representaba la esperanza del cambio, y la redención que nunca se produjo. En la portada de la revista aparece la palabra triunfal: Triumph, que contiene las cinco letras de su apellido: Triumph. Aunque ha triunfado, la foto le está llamando calvo y gordo. Y lo más importante y en lo que nadie repara; se le está llamando "fascista" al pretender vincularle físicamente por el gesto con Benito Mussolini. Ya que tiene cierta semejanza con el típico gesto mussoliniano.


429.- Guerra híbrida. Desconcertado me tienen las declaraciones que la presidenta de la Comisión Europea, cuyo nombre propio voy a omitir deliberadamente. Ha dicho que Europa está en "guerra híbrida" con Rusia y afirma que hay que "responder" a los ataques del presidente del gobierno de ese país. "Ha llegado el momento de llamarlo por su nombre: esto es guerra híbrida". Lo ha dicho sin ambages, dejando claro que ya no se trata sólo de una amenaza sino de una realidad y que la situación está escalando. Y yo me pregunto de qué puede ser híbrida una guerra. Tengo presente que híbrido -hybrida o hibrida en latín con ortografía dudosa, era un animal salido de un cruce de una hembra doméstica con un macho salvaje, por ejemplo de una cerda y un jabalí, y por extensión el término se generalizó al hijo de padres de diversos países o de diversa condición y enseguida adoptó la connotación de monstruoso e irregular. La guerra que nos anuncia die Vorsitzende es una guerra mixta y también bastarda por lo tanto. ¿A qué se refiere? A una guerra híbrida de guerra y paz: ciberataques, cables submarinos cortados, campañas de desinformación masiva, ataques de drones, elecciones democráticas fraudulentas y crecientes amenazas rusas que pretenden socavar la unión de Europa y su decidido apoyo a la santa Ucrania. Ha dicho die Vorsitzende que tenemos que salir de nuestra zona de confort. En resumen, esta Caperucita azul nos dice que viene el lobo. Lo mismo nos dijo en otra de sus alocuciones premonitorias:  “Estamos al borde, o incluso al comienzo, de otra crisis sanitaria mundial. Por eso hoy puedo anunciar que la UE encabezará una nueva Iniciativa Mundial de Resiliencia Sanitaria”. ¿Otra crisis sanitaria que se suma a la bélica para engendrar una doble crisis híbrida? ¡Menos lobos, Kleines Blaukäppchen!


430.- Razones para descreer. -Lo que nos enseña cualquier teoría conspiranoica es que, en el fondo, todas las teorías, conspiranoicas o no, no son más que eso, teorías carentes de razón. El común de los mortales fundamentamos nuestras creencias en confianzas no verificadas. Y lo que creemos que es un consenso científico, no hay tal. Lo más interesante de cualquier teoría conspiranoica no es lo que afirma, sino que tiene razón en que no vemos lo que tenemos delante. Ella no escapa a la paradoja de que la alternativa que propone para abrirnos los ojos chocará contra aquello que le otorga, en principio, su credibilidad. El hecho de creer en las vacunas o no hacerlo, en que el paracetamol produzca autismo,  en que la Luna es un holograma y la Tierra no sea redonda, como nos han inculcado, sino plana, se me ocurre, se resume en quién confías, en el fondo, cuando lo único que queda es confiar. Por supuesto, siempre hay voces más dignas de confianza que otras, pero lo cierto es que la sociedad moderna ya no evalúa los hechos científicos de manera racional ni los datos por su veracidad, sino por cómo encajan en sus valores pervios y creencias preestablecidos. La evidencia no solo informa, sino que también amenaza o refuerza identidades de grupo. Me pregunto a quién puede interesar exactamente que eso ocurra. Y si a promoverlo podemos llamarlo conspirar. Una teoría conspirativa, según la inevitable Güiquipedia, es una explicación de un suceso o situación que afirma la existencia de una conspiración por parte de grupos poderosos y siniestros, llamados a veces satánicos,​ a menudo de motivación política, cuando otras explicaciones son más probables y tranquilizadoras pero no menos verdaderas.​​​

  

viernes, 17 de octubre de 2025

Cárceles

    Un Ministro del Interior de las Españas ya fallecido  (no era el actual, que aún vive, pero para el caso como si lo fuera, ni siquiera recuerdo si era conservador o progresista, lo que viene a ser lo mismo) declaró que la situación económica que por entonces atravesaba el reyno y que calificó como difícil, no muy distinta de la actual, no afectaría a la partida destinada a las prisiones para el año venidero. Haya o no haya nuevos presupuestos del Estado para el año que viene, no importa, se prorrogan los existentes, y siempre habrá una partida para las cárceles.
  
    Según los datos disponibles en la Red, en el reyno de las Españas hay unos 23.000 funcionarios de prisiones, o sea, carceleros, y la población reclusa para 2025 se cifra en alrededor de los 60.000 'internos', según los datos disponibles de principios de año. A 31 de diciembre de 2024, en efecto, se registraron 59.226 personas privadas de libertad, de las cuales 55.103 eran hombres y 4.123, mujeres. La cifra total puede variar ligeramente durante el año debido a la fluctuación de ingresos y salidas de prisión, por lo que la ta tasa española de población reclusa podría situarse en torno a un poco más de uno por ciento: 126,2 reclusos por cada 100.000 habitantes, según los datos de 2023, y España se encontraría entre los países de Europa Occidental con mayor población reclusa. Pero podemos dormir tranquilos pensando que los malhechores están encarcelados y que nosotros somos libres, lo que no es verdad, porque ni son todos los que están ni están todos los que son. Además, no hace falta insistir en que el Poder Judicial existe para que no haya precisamente justicia, legitimando con su existencia las tropelías y las injusticias. 
 

    El excelentísimo aprovechó su discurso para combatir la imagen "distorsionada", según él, de las cárceles, como si no supiéramos lo que es eso. Al día siguiente publicó un artículo en El Diario Global(ista), alias El País, diciendo: "La sociedad debe conocer qué se hace dentro de las prisiones. Es bueno que ahora que se habla tanto de impuestos la gente sepa en qué se gasta el dinero. Nos vamos a seguir esforzando para que las prisiones sigan teniendo los recursos que necesitan… No se puede hablar de justicia o de seguridad sin hablar del sistema de prisiones". 
 
    Todo esto ocurría, precisamente, el día de la patrona de las prisiones, el día de la Merced y de las Mercedes, el 24 de septiembre. Muchas mercedes, o sea, muchas gracias, señor ministro, le sean dadas a Vuestra Merced, o sea a Vd. por recordarnos a qué se destinan los impuestos con los que contribuimos a la causa, esos impuestos que pagamos y que según la publicidad vuelven a nosotros. 
 
    ¿Hemos olvidado cuál es la razón de ser de las cárceles? No lo perdamos de vista: Las prisiones existen para que los que estamos fuera creamos, engañados, que somos libres: privamos de libertad de una manera evidente a nuestros semejantes para que no se vea la evidencia de que todos estamos en verdad privados de ella. 
 
    La cárcel es, por lo tanto, una metáfora de la falta de libertad en la que malvivimos todos. Hemos de desmentir el mito de la libertad, que sirve como sostén principal del Estado y del orden establecido;  reconozcamos que lo que está padeciendo en la cárcel no es precisamente la persona, que está presa lo mismo dentro que fuera de la prisión, sino algo que no es la persona, que queda por debajo y que de una manera especial está allí constreñida; más bien algo que está contra la persona lo mismo que está contra la cárcel. 
 
    Chicho Sánchez Ferlosio lo expresó muy bien en la versión que grabó del célebre romance anónimo de El Prisionero en su disco A contratiempo (1978), al que añadió unos versos de su cosecha en los que el prisionero se quejaba también de la cárcel que tiene por dentro:  Cárcel tengo por fuera / cárcel por dentro... / Tener no me importara / cárcel por fuera / si de la de aquí adentro / salir pudiera.
    La cárcel es un encerramiento grosero por medio de muros, con la consiguiente privación de libertad que conlleva. Suele distinguirse entre presos políticos y presos comunes, pero en realidad y bien mirado los presos comunes son tan políticos o más que los primeros. A veces creemos que las cárceles están llenas de peligrosísimos delincuentes, pero no es cierto: la mayoría de los que están entre rejas están por delitos de drogas o contra el patrimonio por haber robado porque carecían de todo. La gente no suele engañarse cuando piensa, lo diga o no lo diga, que los malhechores más peligrosos están fuera de las cárceles, igual que los locos más peligrosos, que no están precisamente en los hospitales psiquiátricos.
 
    El poema completo de Chicho (tomado de Chicho Sánchez Ferlosio: Canciones, poemas y otros textos, Edit. Hiperión, 2008)'Cárcel tengo por fuera'. Subrayo en negrita los versos que canta añadidos al Romance del Prisionero, cantados en esta ocasión por Amancio Prada bajo el título Cárcel por dentro, añadiendo al final estos dos versos que supongo del propio Chicho:  '¿Quién tu cuerpo y tu cara / me devolviera?'
  Cárcel tengo por fuera, / cárcel por dentro, / voy vagando y vagando, / puerta no encuentro; / puerta no encuentro, ¡ay, no!, / puerta no encuentro, / el camino que busco nace / de adentro.
 
Tener no me importara / cárcel por fuera / si de la de aquí adentro / salir pudiera, / salir pudiera, ¡ay, sí!, / salir pudiera, / por un rayo de luz / mi vida diera. 
 
Veo el campo a lo lejos / por la ventana, / tristeza y esperanza, / noche y mañana; / noche y mañana, ¡ay, sí!, / noche y mañana, / tristeza omnipotente, / esperanza vana. 
 
Allí crece la yerba / de primavera, / esperanza y tristeza, /  (luz y quimera) / flor y tijera, / flor y tijera, ¡ay, sí!, / flor y tijera, / tristeza del que espera / y desespera. 
 
Donde nacen las penas / no crece hierba, / crecen cardos y ortigas, / frontera negra, / frontera negra, ¡ay sí!, / negra frontera, / por dentro mi dolor, / mi alma por fuera. 

jueves, 16 de octubre de 2025

Clase obrera

    Cuando yo estudiaba en la Universidad, hace una friolera de años, se reivindicaba a voz en grito en las manifestaciones izquierdistas y estudiantiles: “¡El hijo del obrero, a la Universidad!”, y yo me sentía que era, efectivamente, de alguna manera ese hijo de la clase obrera que estaba consiguiendo a duras penas y con no pocas dificultades económicas estudiar fuera de casa una carrera universitaria en la Facultad viviendo en una pensión cutre, lóbrega y barata. Había logrado lo que me había propuesto, estudiar Filosofía y Letras, en concreto Filología Clásica, una carrera gloriosamente inútil, con el sacrificio de mis padres y mío propio a través de becas y de trabajo veraniego en correos, privándome de las vacaciones estivales de las que disfrutaba el resto de mis compañeros.

     Mi madre, huelga decirlo, siempre fue un ama de casa. Profesión: sus labores. Un eufemismo que quería cubrir aquel otro. Y, cuando me preguntaban por la profesión de mi padre, yo no sabía qué decir. En los impresos oficiales, ponía, con una mezcla indescriptible de vergüenza y a la vez de orgullo: “Obrero”. Hubo una etapa del franquismo en que se quiso imponer el eufemismo “productor” para sustituir a “obrero” precisamente y aludir al trabajador asalariado por cuenta ajena no especializado, que trabajaba a duros turnos en una fábrica siderúrgica, como mi padre, denominación que por suerte no tuvo mucho éxito y no triunfó.

     El caso es que parece que ya no existe la clase obrera, esa que según los marxistas estaba llamada a redimir al género humano y a los parias de la tierra, famélica legión, en la lucha final. Esa clase que todos los primeros de mayo se santificaba con un resignado grito que yo no he entendido nunca: ¡Viva la clase obrera! Yo creía que lo que deberían gritar los proletarios era todo lo contrario: ¡Muera la clase obrera! Porque "clase obrera" era sinónimo de explotación, como cantaba John Lenon en su 'Working class hero', cuyo estribillo rezaba con sarcástica ironía que ser héroe de la clase obrera es algo que valía la pena o que había que ser. A mí me parecía que si esta clase social estaba llamada a la emancipación lo que había que gritar era "¡Viva la libertad! ¡Abajo el trabajo!". Pero lo que gritaban los trabajadores que celebraban el Día del Trabajo, dirigidos por los sindicatos orgánicos y por sus respectivos caciques o líderes sindicales, como los llaman hoy con flagrante anglicismo, obreros ellos mismos liberados de la cadena del trabajo asalariado, era “¡Vivan las cadenas!”.

   

A working class hero, John Lenon 

    Nos damos cuenta de que existe la clase obrera cuando algún trabajador muere en algún accidente laboral, olvidando que el accidente es que exista todavía el trabajo mismo. Si antes el problema era proporcionarle suficiente tiempo libre al trabajador, ahora el problema es proporcionarle al parado un trabajo más o menos digno, una ocupación que no sea provisional y basura precaria, un trabajo que acabe de llegar, pues cada vez se tarda más en acceder al mercado laboral (sic) y en jubilarse, entre un despido y la firma de un nuevo contrato eventual, en períodos cada vez más exiguos. El trabajo ya no es algo serio para toda la vida, sino algo provisional, eventual… Mi padre, que antes recordaba, fue prejubilado, como tantos otros, antes de la edad reglamentaria. Hoy sus restos mortales descansan en un nicho del cementerio.