jueves, 30 de marzo de 2023

Romance del viento Sur.

  "Valen más cien pájaros volando que uno en la mano” (José Bergamín) 


Éolo se ha liberado de los grillos de su cárcel, 

lobo que aúlla en el monte, y que estremece en el valle, 

dios que despierta del sueño siete legiones de arcángeles  

que desenfundan al vuelo sus afilados puñales.   

Cuando sopla, antiguo, el ábrego retornan inolvidables 

espejismos y destellos de un pasado inagotable 

que dibuja sus contornos imprecisos al desgaire

 entre luces y entre sombras,  incandescentes diamantes.

  Vuelven, viejas, las palabras olvidadas, susurrantes,

 desde el sur a mediodía: las fragancias y romances,

 los recuerdos, la locura tras la máscara que late.

 Una guitarra desgrana, lejana, sus notas graves:

  En la montaña, silencio, y en la marisma, la sangre;

 en el crepúsculo, olvido, y una pregunta en el aire.

miércoles, 29 de marzo de 2023

Manual de terrorismo y vandalismo poético

In memoriam  Hakim Bey, creador de la TAZ, Temporary Autonomous Zone o Zona Temporalmente Autónoma.

Peter Lamborn Wilson, alias Hakim Bey (1945-2022)
 

    -Falsifica billetes de banco de cinco, diez, veinte, cincuenta, cien, doscientos y quinientos euros que den el pego. Ponlos en circulación en lugares estratégicos, de forma que nadie pueda distinguirlos de los de curso legal. Con este acto terrorista de sabotaje al Estado y al Capital, tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando, demostrarás algo que ya sospechábamos todos: que todos los billetes (legales o ilegales) son igualmente falsos, y que el dinero, aunque real como la vida misma y de uso corriente, contante y sonante, es la más falsa de todas las monedas acuñadas.


    -Secuestra a una persona que ocupe algún cargo de responsabilidad, aunque no sea muy importante, en alguna empresa privada u organismo oficial de la administración que recae sobre el pueblo, y no pidas ningún rescate económico por ella. Exige a sus seres queridos a cambio de su liberación inmediata que depositen en una maleta de grandes proporciones una cantidad infinita de ternura .Con esta acción liberarás a esa persona en primera instancia y a la humanidad en segundo lugar de la carga de su cargo. Esta persona te lo agradecerá en el fondo de su alma, experimentando el llamado síndrome de Estocolmo o una comprensión y simpatía absolutas hacia ti, su secuestrador. 
 
 
    -Okupa y allana moradas ajenas, edificios públicos y templos religiosos de cualquier confesión, no desvalijándolos, sino por el contrario, dejando joyas poéticas en ellas, que sean la huella visible de tu paso por allí: algún verso ebrio y asesino, o más bien, hachisino, de Rimbaud, un pedo aromático de Rilke, heces descompuestas de Valéry, una salve marinera de Alberti a la Virgen del Carmen, un hexámetro dactílico inspirado en Virgilio de Gioacomo Leopardi, un vómito interminable de Lautréamont, una estrofa maldita de las Flores del Mal de Baudelaire donde se exalta el amor lésbico, un eructo metafísico de Blake, un regüeldo a vino peleón y rojo del color con que se tiñe el mar de Homero, o una metáfora espléndida de Lorca.

    -Instala placas conmemorativas de latón en lugares públicos y privados donde hayas experimentado alguna revelación trascendente y descubierto la mentira de alguna de las verdades o fes en las que creías. Sucedió una vez pero ha sido ya para siempre, grabado como está en el agujero negro donde se hunde la memoria infinita de todas las galaxias.


    - Convoca una huelga salvaje e ilegal en tu centro de estudio o de trabajo, basándote en que dicha institución no satisface en absoluto las demandas urgentes de indolencia, cariño y belleza espiritual del pueblo soberano, que se subleva así contra el régimen democrático de dominio vigente y contra el ordenamiento constitucional establecido. Utiliza como lema de una pancarta: La imaginación contra el Poder.
  
    -Asalta con pasamontañas el área de servicio informatizado de atención al cliente de un Banco cualquiera, o de una gran superficie comercial de uno de esos hipersupermercados donde todo se compra y todo se vende, en un día y una hora punta. Puedes también asaltar la sede de algún partido político, mejor si es en época electoral, arrojando una potente bomba fétida, y vete a toda pastilla antes de que cundan el pánico y el gobierno decrete el Estado de Alarma, y se descubra a qué huele el pastel de todo aquello de verdad.
 

    -Lanza una terrible maldición contra la institución maligna que más aborrezcas. En una carta adjunta, explica en una lengua muerta (sánscrito o latín, por ejemplo) que el conjuro se lanza contra la institución, no contra las personas; si hay personas que se identifican con la institución, como el Rey Sol lo hacía con el Estado, peor para ellas, porque sentirán en sus carnes el poder de un maleficio que en principio no iba contra ellas. La maldición infectará la sede de la institución de mala suerte y de un miasma de peste, negatividad y entropía negativa y podredumbre.

    -Organiza la guerrilla urbana de liberación infantil de resistencia civil para liberar a los niños de los deberes de ser adultos y responsables, descargándoles del peso de la responsabilidad fatal y futura de ser hombres y mujeres como Dios manda el día de mañana.

martes, 28 de marzo de 2023

De la brevedad de la vida

    Dicen que la vida son dos días. Y lo dicen para animarnos a disfrutar de ella encareciendo su valor ante la caducidad y urgencia de su efímera brevedad. Pero no es verdad. La vida no es ni breve ni larga porque no es tiempo mensurable que pueda cronometrarse, no es algo cuantitativo sino cualitativo que cabe tanto en el recipiente de un minuto como en el de un siglo.

     No es buena la máxima que le atribuyen a Hipócrates, el padre de la medicina, que decía "ars longa, uita breuis", que quiere decir que la vida es corta y mucho y largo lo que hay que hacer. Esta máxima nos llevaría a un frenético hacer por hacer para dar sentido unívoco a algo que como nuestra vida carece de sentido, y es bueno que carezca.

Óscar Guail (1854-1900)

    Óscar Guail decía que la mayoría existimos y que muy pocos son los que viven....(To live is the rarest thing in the world. Most people exist, thast is all: "Vivir es la cosa más rara que hay en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo"). ¡Qué razón tiene casi siempre el tío Óscar, ese entrañable mariconazo víctima del puritanismo victoriano, uno de los espíritus libres más agudos que en el mundo han sido, que sin embargo se mantiene, pese a estar muerto y enterrado, muy vivo, vivito y coleando todavía!

    La vida debe ser vida, sea esto lo que sea. Para que sea así, lo esencial es que no se la cuantifique, que no se la considere tiempo ni breve ni largo, ni mucho ni poco, que no se temporalice, y que, ya que "time is money" ("el tiempo es dinero", si se me permite, que no se mercantilice, es decir, que no se prostituya en el mercado laboral del trabajo asalariado). O, por lo menos, que no lo haga mucho, que no se vuelva oro como el rey Midas, o sea, mierda, porque time (and life) is money, sí, pero money is shit, ergo time (and life) is shit too: silogismo impecable, razonamiento lógico.

lunes, 27 de marzo de 2023

Tú y yo, pronombres personales indefinidos

    En dos versos del poema “Para vivir no quiero”  incluidos en el poemario de 1933 “La voz a ti debida” de Pedro Salinas (1891-1951), miembro insigne de la generación poética del 27, el poeta exclama: “¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres!”. 
 
    Me vienen a la cabeza estos versos que el poeta, representado por un “yo” en primera persona, le dedica a su amada, representada por un “tú” en segunda, los dos pronombres personales que sustituyen a todos los nombres tanto propios como comunes. Recuérdese la definición escolar de “pronombre”, esa clase de palabra que sustituye al nombre sin nombrarlo, desprendiéndose en el caso del poema de Salinas de todo lo superfluo que es inherente a la persona, como es la propia identidad personal o personalidad, o las convenciones sociales. 
 

 
    La alegría del poeta consiste en vivir en los pronombres, no en los nombres propios ni comunes, que enterraría gustoso: “enterraré los nombres, / los rótulos, la historia. / Iré rompiendo todo / lo que encima me echaron / desde antes de nacer”
 
    Yo, igual que tú porque yo soy tú y tú eres yo, es un pronombre personal, como dice la gramática, al que hay que añadirle "indefinido".  "Yo es otro", dijo otro poeta, Arthur Rimbaud, huyendo así de la definición. Por eso es imposible que me defina yo, que ya estoy muy definido por los demás y autodefinido por mí mismo y por mis actos, por los que me conocéis, como para definirme más, porque soy otro, otro que como Proteo huye siempre de todas las definiciones. Proteo, como se sabe, era un personaje mitológico que cambiaba de forma a su antojo, por lo que nunca se dejaba atrapar en las redes de una definición. Según nuestra docta Academia, un proteo, sin embargo, es un 'hombre que cambia frecuentemente de opiniones y afectos', un hombre voluble, por lo tanto, pero Proteo era mucho más que eso: era siempre otro. De él escribió Borges: Urgido por las gentes asumía / la forma de un león o de una hoguera / o de árbol que da sombra a la ribera / o de agua que en el agua se perdía. 
 
 
    Más bien, lo que me queda a mí y a ti, y a cualquiera, por hacer en esta vida a partir de ahora es todo lo contrario, des-definirme, liberarme de los límites conceptuales o etiquetas que me hemos impuesto (sí digo bien, no me he equivocado: que nosotros –vosotros y yo- me hemos impuesto a mí mismo: vosotros le habéis impuesto y yo también le he impuesto a este menda que ahora se desdice y quiere deshacer el entramado que -se- ha tejido en torno a su vida). Quiero des-definirme para defenderme de las rejas de la cárcel de las definiciones. 
 
     Adjunto el poema de Pedro Salinas, al que le sorprendió el golpe de Estado del general Franco que dio lugar a la guerra civil española en Santander, implicado como estaba en la creación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de dicha ciudad, de la que fue secretario general entre 1933 y 1936, y desde donde partió al exilio, en primer lugar a Francia y posteriormente a los Estados Unidos, donde murió en Boston. 
 

 La reproducción prohibida, René Magritte (1937)
 
    Se trata de un poema de amor carente de rima regular en heptasílabos salvo dos versos de tres sílabas: Para vivir no quiero / islas, palacios, torres. / ¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres! / Quítate ya los trajes, / las señas, los retratos; / yo no te quiero así, / disfrazada de otra, / hija siempre de algo. / Te quiero pura, libre, / irreductible: tú. / Sé que cuando te llame / entre todas las gentes / del mundo, / sólo tú serás tú. / Y cuando me preguntes / quién es el que te llama, / el que te quiere suya, / enterraré los nombres, / los rótulos, la historia. / Iré rompiendo todo / lo que encima me echaron / desde antes de nacer. / Y vuelto ya al anónimo / eterno del desnudo, / de la piedra, del mundo, / te diré: / «Yo te quiero, soy yo».

domingo, 26 de marzo de 2023

Arde París

    París está que arde y no sólo París, sino todo el hexágono francés. ¿Qué está pasando en el país vecino que no pasa aquí? ¿Por qué los franceses están saliendo masivamente a las calles a protestar en las manifestaciones más numerosas que se hayan visto en los últimos años? ¿Por qué se niegan a aceptar como les pide su presidente del Gobierno que les suban la edad de jubilación de 62 a 64 años? ¿No ven, acaso, que todos los países europeos, entre ellos el nuestro, ya han adoptado los 65 y 67 años como límites de jubilación? ¿Por qué los franchutes reaccionan con tanta ira, contra algo que los demás han aceptado al fin sin rechistar? ¿Son acaso ellos unos vagos redomados que no quieren trabajar más porque son los más holgazanes de Europa?

    Dicen los defensores del retraso de la edad de jubilación que al haber aumentado nuestra esperanza de vida es lógico que aumente también con ella la de nuestra vida laboral y por lo tanto la edad de jubilación, equiparando la vida propiamente dicha con la maldición veterotestamentaria del trabajo. 


    Hay en la cultura francesa un libro cuyo título ha dejado una huella indeleble. Se trata de “El derecho a la pereza”. Corría 1880 cuando un tal Paul Lafargue, marxista en principio y casado con Laura, la hija de Carlos Marx, que acabaría irritándose con su yerno, publicó un pequeño manifiesto que circuló con ese mismo título en la lengua de Molière: Le droit à la peresse, en el que reivindicaba uno de los siete pecados capitales, la pereza, haciendo de él virtud y renegando de la diligentia que proponía la iglesia para combatirlo, y que se ha convertido en todo un clásico de la literatura de la Francia. 

    Frente a los que reclamaban el derecho al trabajo, Lafargue reivindicaba el derecho a la vagancia, holgazanería o pereza. El manifiesto levantó una inmensa polvareda. Aunque ha pasado casi un siglo y medio, el libro nunca ha perdido actualidad. Se convirtió en objeto de interminables debates, especialmente dentro de la izquierda, que había acabado por santificar el trabajo, como el cristianismo, y comenzó a hablarse del derecho al tiempo libre y al ocio. Lafargue imaginó esencialmente el momento en que "trabajaremos como máximo tres horas al día" y disfrutaremos el resto, para poder vivir de este modo de verdad.

 

      Lafargue estaba enfatizando algo que hemos olvidado, el lugar que ocupa el trabajo en nuestras vidas. El trabajo se ha convertido en un fin en sí mismo y las condiciones laborales, lejos de mejorar, han empeorado y acabado deteriorándose, la gente en todos los rincones del planeta trabaja cada vez más y en trabajos cada vez más precarios a costa del tiempo libre, con todo lo que ello conlleva. Y conlleva mucho.

    Desde las primeras palabras de su libro Lafargue describió algo que suena sumamente relevante en nuestro tiempo: “Una extraña locura se apodera de las clases trabajadoras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura arrastra tras ella las miserias individuales y sociales que atormentan desde hace siglos a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión furibunda por el trabajo llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su descendencia. En lugar de reaccionar ante esta aberración mental, los sacerdotes, los economistas y los moralistas han considerado sacrosanto el trabajo".  A lo que tendríamos que añadir nosotros: y los políticos tanto de la izquierda como también de la derecha. No olvidemos que en la tradición cristiana el trabajo es una maldición de Dios, que luego los cristianos han bendecido, y los marxistas también gritando ¡Viva la clase trabajadora!, lo que es lo mismo que decir: ¡Viva la esclavitud!


    Lafargue se retrotrae a la antigüedad clásica: "Los griegos del siglo de oro, también ellos, no sentían más que desprecio por el trabajo: a los esclavos solos les estaba permitido trabajar: el hombre libre no practicaba nada más que los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia... Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio por el trabajo, esta degradación de la libertad del hombre; los poetas alababan la pereza, este don de los dioses. O Meliboee, deus nobis haec otia fecit. (“Oh Melibeo, un dios nos dio esta paz sin trabajo”) Cristo en su discurso de la montaña predicó la pereza: “Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan. Y sin embargo, os lo digo yo, ni Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.” Jehová, el dios barbudo y ceñudo, dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal: después de seis días de trabajo, descansa para toda la eternidad.”

    Lo que vienen a reivindicar estos franceses que salen a las calles no es en definitiva algo tan revolucionario como sería una vida sin la condena del trabajo, que, según la etimología de la palabra es un suplicio porque el tripalium era un instrumento de tortura, sino algo tan sencillo como que no empeoren las condiciones laborales aumentando el tiempo de condena laboral.

sábado, 25 de marzo de 2023

Gobernar es mentir (y II)

    Gobernar es, en efecto, mentir, sin que pueda afirmarse lo contrario, que mentir sea gobernar, pero sí que parece que para gobernar es preciso engañar, y para engañar hay que mentir, porque el Poder se basa en dos pilares fundamentales que son uno solo en definitiva: la mentira y el miedo. 
 
    Tanto la una como el otro son imposiciones de arriba, y se basan en que para lograr la obediencia es preciso intimidar, como seintimida al niño para que se duerma o para que coma y, en definitiva, para que obedezca. Hay que engañar al niño diciéndole que viene el coco, o que viene el lobo. Y hay que engañar al hombre porque el hombre es por naturaleza ingobernable y para lograrlo es preciso engañarle, mentirle. 
 
    Recurramos a la etimología de las dos palabras que componen la ecuación de nuestra fórmula. Gubernare era en latín 'dirigir una nave' y más exactamente 'pilotarla, timonearla' es decir, manejar el gubernum, que era el timón, también llamado en castellano gobernalle, como hacía el timonel, que era quien dirigía el rumbo de la nave. 
 
Alegoría: la nave del Estado, Frans Francken (1562-1616)
 
         En griego 'gubernare' se decía κυβερνᾶν (kybernân), de donde deriva nuestra 'cibernética'. Enseguida se nos aparece como sin querer la metáfora de la nave del Estado, de largo recorrido en nuestras letras: el Estado sería una nave -y todos iríamos juntos en el mismo barco, como suele decirse-, y el gobierno sería el timón que dirige esa nave hacia buen puerto. El problema de esta metáfora es que parece que se conoce previamente el destino o puerto al que se dirige dicha nave, su rumbo. Se diría que el que maneja el timón -o el gobierno- sabe a dónde dirige la nave, cuando no es cierto, porque no se sabe a dónde vamos si no hemos ido antes, pero se actúa como si se supiera, como si la travesía estuviera hecha antes de hacerse, y en eso consiste el engaño. 
 
    Algo en ese sentido de que no hay meta ni por lo tanto camino previo sugería Antonio Machado cuando decía en aquellos versos: Caminante, son tus huellas / el camino y nada más. / Caminante, no hay camino / se hace camino al andar. Y al final del poema: Caminante, no hay camino / sino estelas en la mar
 
    En cuanto a la etimología de 'mentir', es bastante curiosa, porque procede del verbo latino mentiri, derivado de mens mentis 'la mente', que en principio no significaba “engañar, no decir la verdad', como acabó significando, sino 'inventar, imaginar'. Pero eso es lo curioso: que las palabras mente y mentira comparten un mismo origen común: Tendemos a creer que nuestra mente es el templo de la verdad y nada más que la verdad, cuando lo que sugiere el expediente etimológico es todo lo contrario: que la fabuladora mente nos engaña como una bellaca, urdidora de mentiras y embelecos. 
 
    El caso es que para gobernar es preciso mentir. Y se miente creando miedo, intimidando: Se ha dicho muchas veces que el pastor engaña a las ovejas mentándoles al lobo, cuando probablemente quien va a matarlas no es el lobo, sino el propio pastor que las llevará al matadero. También se ha repetido a veces el dicho espurio que Séneca le habría soltado a Nerón, personificando uno y otro respectivamente al sabio y al poderoso: Tu poder se basa en mi miedo. Si yo no tengo miedo, tú no tienes poder.

viernes, 24 de marzo de 2023

Gobernar es mentir (I)

    La primera formulación que conozco del descubrimiento de que gobernar es mentir pertenece al aristócrata,  escritor,  político nacionalista francés y uno de los primeros periodistas de su tiempo Henri Rochefort (1831-1913), marqués de Rochefort-Luçay, que durante el caso Dreyfus que sacudió a Francia tomó partido contra el capitán Dreyfus y su acérrimo defensor Émile Zola, y sentenció algo que a mí enseguida se me ha revelado como de sentido común y no por ello poco incisivo:  “Gouverner, c'est mentir”.

    Antes que él, Maquiavelo había escrito en 1532 en El Príncipe,  algo más tímidamente, un aforismo que parece escrito ayer mismo:  que gobernar era hacer creer (governare è far credere).    

    Otro autor francés, Émile-Auguste Chartier, apodado Alain, afirmaba en Les propos d'un Normand (1908): “Gobernar es mentir”, esta es una máxima raramente formulada, casi siempre practicada, y que ha matado más hombres en el mundo que lo que han podido hacer los asesinos”. 

    El también escritor francés Jean Giono, por su parte, escribía años después: «Cuando se es jefe del gobierno no se puede decir la verdad; nunca se ha dicho. Gobernar es mentir». (Jean Giono Précisions, 1939, Récits et Essais, Gallimard 1988).

     Hay un juego de palabras en francés que sugiere lo que afirmaron Rochefort, Alain y Giono: Gobierno se dice en la lengua de Molière “gouvernement”; si dividimos la palabra en dos, obtenemos “gouverne-ment”, un sustantivo que puede reinterpretarse como dos verbos en tercera persona del singular del presente de indicativo: “gobierna-miente”, de donde ya tenemos la sugerencia del aforismo de que quien gobierna miente (celui qui gouverne ment).

     Más recientemente (2019), se ha publicado un ensayo prepandémico de Rémy Prud'homme titulado precisamente “Gouverner c'est mentir” (gobernar es mentir), subtitulado “doce mentiras públicas”, donde se analizan doce artículos de fe, por así llamarlos, que utiliza el gobierno francés para administrar a sus súbditos. 

    Circunscrito al ámbito galo, escribe Prud'homme que los franceses ya no creen en lo que les dice el Estado o sus representantes bien directamente o bien por mediación de los medios informativos. Y se refiere a 1984 la novela de Órgüel que describe la vida en un país totalitario -pero todos lo son- y en un año 1984 que muy bien podría ser este mismo de 2023, un país que se basa en la mentira sistemática, simbolizada en que dos más dos son cinco (2+2=5).

     Venía Órgüel a decirnos que en ese país y en ese año, es decir, aquí y ahora mismo sin ir más lejos,  “la mentira es verdad”, lo que ejemplificaba con la triple divisa de que la guerra es la paz (war is peace), la libertad es esclavitud (freedom is slavery), y la ignorancia es la fuerza (ignorance is strength), a lo que podríamos añadir un cuarto lema después de lo que hemos vivido estos últimos tres años de la pandemia, que el ensayo de Prud'homme, publicado como está en 2019, no recoge: la salud -recuérdese el oximoro de 'enfermos asintomáticos'- es la enfermedad.

    Después de analizar las mentiras públicas, señala el autor en el apartado de las conclusiones certeramente que el Estado es consciente de la proliferación de dichos bulos o mentiras públicas y pretende luchar contra la desinformación o mala información. ¿Qué propone el Estado? Más Estado. Una lucha contra las fake-news, en la lengua del Imperio, pero hay una contradicción grave ahí: la lucha contra las mentiras de los políticos no puede consistir en aumentar el poder de los políticos sobre los medios de comunicación tanto públicos como privados. Si los políticos son el problema, porque mienten sistemáticamente -y no solo en campaña electoral-, no pueden por eso mismo ser la solución. Los medios informativos -formadores de ese monstruo falaz que se llama 'opinión pública'-  repiten los engaños de políticos y administraciones. Los medios no son la fuente de dichas mentiras, pero son su hilo conductor.

     A nuestros políticos, a diferencia del Pinocho de Collodi, no les crece la nariz cuando mienten, -cuando no mienten totalmente sólo dicen medias verdades, lo que viene a ser lo mismo-,  por lo que sus mentiras no resultan visibles a simple vista, sino que se descubren tarde, en el futuro.

    Lo que propone finalmente el Rémy Prud'homme en su ensayo es una ración de duda cartesiana, o dicho más clara y sencillamente, de escepticismo popular que invita a desconfiar de las ideas recibidas, de los dogmas dominantes, de las proclamas oficiales y a hacer uso de la duda sistemática.

jueves, 23 de marzo de 2023

El mejor regalo de los dioses

Nota fabula est. Dice Cicerón: Es conocida la historia que contaba Heródoto que le contó el sabio Solón al rey Creso cuando le preguntó quién era el hombre más feliz del mundo. 


Éranse una vez dos hermanos gemelos, Cléobis y Bitón, hijos de Cídipe, una sacerdotisa argiva de Hera, la divinidad principal de Argos, a la que estaba consagrada la ciudad. En una ocasión, debía Cídipe acudir al sacrificio anual y solemne de la diosa Hera, que se celebraba en el santuario del Hereo, lejos de la ciudad de Argos, en un carro, como era prescriptivo, tirado por dos bueyes de labranza. Pero, llegado el momento de la partida, los bueyes no habían regresado aún del campo, por lo que la sacerdotisa no iba a llegar a tiempo al santuario. 

Los dos hermanos gemelos, que eran campeones atléticos por su vigor corporal, se desnudaron entonces, se ungieron con aceite, se uncieron al yugo, y tirando del carro, lo llevaron a rastras durante 45 estadios, (el estadio equivalía 174 metros, que era lo que medía el estadio de Olimpia tomado como referencia), por lo que el trayecto fue de unos 8 quilómetros,  pero además cuesta arriba, porque el santuario de Hera se hallaba situado a mayor altura con respecto al nivel del mar que la ciudad de Argos, por lo que la acción de Bitón y de Cléobis tiene el carácter de una auténtica proeza. 

 Cléobis y Bitón, Museo Arqueológico de Delfos

Consiguieron llegar a tiempo a la ceremonia en el templo de Hera, por lo que Cídipe, agradecida, le pidió con fervor a la diosa de la que era sacerdotisa, postrándose a los pies de su imagen, que les concediese a sus hijos que tanto habían honrado a su madre y a la propia diosa, haciendo posible el sacrificio, el don más preciado que pudiera alcanzar un hombre en esta vida a juicio de los dioses.  No pedía algo en concreto, sino lo que la diosa considerara que era lo mejor para los seres humanos.

Tras la súplica y una vez concluido el sacrificio y el posterior banquete, los muchachos se echaron a descansar en el propio santuario y se entregaron al sueño. Durmieron un sueño profundo, reparador y placentero del que nunca ya depertarían: el sueño eterno de la muerte. 

La diosa Hera dejaba así patente que para el hombre era mucho mejor estar muerto que vivo y que el mayor regalo que podía alcanzar una persona en esta vida era la propia muerte. 

Los habitantes de Argos mandaron hacer unas estatuas de ellos en su honor y las consagraron en Delfos al dios Apolo como ofrenda de la ciudad, donde precisamente, al correr de los siglos, fueron encontradas dos toscas estatuas de dos κουροί (curoí, muchachos) del siglo VI antes de Cristo, atribuidos al escultor Polimedes de Argos, que podrían ser Cléobis y Bitón.

 Litografía del dios Apolo firmada por Jean Cocteau.

"Los amados de los dioses mueren jóvenes" es un tópico que arranca probablemente del griego Menandro, que escribió en la lengua de Homero  Ὃν οἱ θεοὶ φιλοῦσιν, ἀποθνὴσκει νέος, y que Plauto vertió al latín como "Quem di diligunt adulescens moritur", y que llegó al poeta británico lord Byron como "whom the gods love, dies young".  Otro poeta, el italiano Giacomo Leopardi lo tradujo a su lengua como "Muor giovane colui ch' al cielo è caro": Muere joven el que es al cielo grato.

De esta manera alcanzarían muriendo, paradójicamente, la inmortalidad (no-muerte, en sentido literal), viviendo al menos en la memoria y el recuerdo de los hombres. Pero la enseñanza que se desprende de la historia no es que la diosa les concediese la inmortalidad, como han querido algunas interpretaciones cristianas torticeras, considerando la muerte en sí como algo malo, y decidiese recompensarles con la vida eterna post mortem, sino, todo lo contrario: la muerte y no la inmortalidad era lo mejor que podría lograr un mortal. 

Se preguntaba Borges que cómo se podía amenazar a alguien de otra forma que no fuera con la muerte, y se respondía "lo interesante, lo original sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad". 

 
 Cléobis y Bitón, Jean Bardin (1762)

miércoles, 22 de marzo de 2023

Retales

Marte, dios de la Guerra, violó a la virgen Vestal, que engendró a los gemelos Rómulo y Remo, expuestos y amamantados por La Loba, la meretriz del Capitolio. 
 

 Marte y Rea Silvia, P. P. Rubens (1617)

  Rómulo funda la ciudad abocada a ser eterna sobre la sangre derramada de su hermano Remo. El imperio romano inicia así su andadura con un asesinato fratricida.
 
 Si usted sospecha que las nuevas tecnologías arruinan su cerebro, menguan su memoria y favorecen el déficit o mejor, la falta de atención, no yerra en absoluto.
 
Las armas nunca van a decretar el alto el fuego; son los hombres que las manejan los que, rebelándose, pueden, suspendidas hostilidades, ordenar el armisticio.
 
 
«Hay carroña ahora en la política» ha declarado el gerifalte de la taifa. No dice que antes no la hubiera, sino que ahora ha salido a la luz haciéndose visible.
 
 Dice Gómez de la Serna que el acento (gráfico o tilde) «es la vacuna de la palabra», pero se refiere solo a la palabra escrita porque la viva no precisa vacuna.
 

Según una meteoróloga, las altas temperaturas pueden conducir a suicidios y homicidios, como al extranjero de Camus, que mata a un árabe «por el ardor del Sol».
 
El relato es más importante que los hechos, ya que estos no son nada si no están insertos en un relato que los explique, de modo que no hay facta sine dictis.
 
 
No hay tecnología neutra: el martillo empuñado ve clavos por todas partes, la pistola, una vez desenfundada, dianas y objetivos militares y civiles por doquier. 

martes, 21 de marzo de 2023

Dos latinajos

    Corruptissima re publica plurimae leges, escribe Tácito a propósito del afán legislativo del Estado, que Moralejo en su espléndida traducción vierte al castellano como “en una república corrompida a más no poder se multiplicaron las leyes”. Denunciaba Tácito así que ya no se legislaba para todos (in commune), sino contra particulares (in singulos homines), por lo que proliferaban las leyes en número exorbitantemente creciente. 
    
 Viene la frase en nuestros días a denunciar que cuantas más leyes hay, más corrupción habrá en el seno, es decir en las cloacas del Estado, estableciéndose una relación proporcional: a más leyes, más corruptelas, por aquello que dice la gente de que el que hace la ley hace la trampa para saltársela. La emisión de nuevas reglas, procedimientos, disposiciones, ordenanzas y cualquier tipo de normativa o protocolos, que en su mayoría son absurdas e inaplicables, es cosa de todos los días. Su cumplimiento es tan difícil que se crean enseguida espacios apropiados para la transgresión. 
 
    Y llegamos así al otro latinajo, un poco más largo, que es una definición de la ley, que establece una metáfora muy significativa que Valerio Máximo le atribuía a un bárbaro, el escita Anacarsis: Lex est araneae tela, quia si in ea inciderit quid debile, retinetur; graue autem pertransit tela rescissa. Lo que viene a decir: La ley es una tela de araña porque si algo débil cae en ella lo retiene; pero lo grave se escapa una vez rasgada la tela. 
 
 
    Es algo que sabe todo el mundo: las leyes están para penalizar las pequeñas infracciones, como la telaraña, que captura moscas y mosquitos, pero deja escapar impunes las grandes infracciones, como los abejorros y moscones, que se libran de la tela de araña, destruyéndola y burlándola. Venía así a decir algo que sabe la gente. 
 
    Una copla de La vuelta de Martín Fierro de José Hernández se hace eco de este latinajo: La ley es tela de araña / -en mi inorancia lo esplico-. / No la tema el hombre rico; / nunca la tema el que mande; / pues la ruempe el bicho grande / y sólo enrieda a los chicos.
 
    Si seguimos la metáfora de Anacarsis de que las leyes de un Estado son como las telarañas, el Estado sería el arácnido que ha tejido su red para atrapar a sus presas y engullirlas. Y si relacionamos esto con el primer latinajo: a más leyes, más trampas y más corrupción.