Dicen que la vida son dos días. Y lo dicen para animarnos a
disfrutar de ella encareciendo su valor ante la caducidad y urgencia de su
efímera brevedad. Pero no es verdad. La vida no es ni breve ni larga porque no
es tiempo mensurable que pueda cronometrarse, no es algo cuantitativo sino cualitativo que cabe tanto
en el recipiente de un minuto como en el de un siglo.
No es buena la máxima que le atribuyen a Hipócrates, el padre de la medicina,
que decía "ars longa, uita breuis", que quiere decir que la vida es
corta y mucho y largo lo que hay que hacer. Esta máxima nos llevaría a un frenético
hacer por hacer para dar sentido unívoco a algo que como nuestra vida carece de sentido, y es bueno que carezca.
Óscar Guail decía que la mayoría existimos y que
muy pocos son los que viven....(To live is the rarest thing in the world. Most people exist, thast is all: "Vivir es la cosa más rara que hay en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo"). ¡Qué razón tiene casi siempre el tío Óscar, ese entrañable mariconazo víctima del puritanismo victoriano, uno de los espíritus libres más agudos que en el mundo han sido, que sin embargo se mantiene, pese a estar muerto y enterrado, muy vivo, vivito y coleando todavía!
La vida debe ser vida, sea esto lo que sea. Para que sea así, lo esencial es
que no se la cuantifique, que no se la considere tiempo ni breve ni largo, ni
mucho ni poco, que no se temporalice, y que, ya que "time is money"
("el tiempo es dinero", si se me permite, que no se mercantilice, es
decir, que no se prostituya en el mercado laboral del trabajo asalariado). O,
por lo menos, que no lo haga mucho, que no se vuelva
oro como el rey Midas, o sea, mierda, porque time (and life) is money, sí, pero money is shit, ergo
time (and life) is shit too: silogismo impecable, razonamiento lógico.