La primera formulación que conozco del descubrimiento de que gobernar es mentir pertenece al aristócrata, escritor, político nacionalista francés y uno de los primeros periodistas de su tiempo Henri Rochefort (1831-1913), marqués de Rochefort-Luçay, que durante el caso Dreyfus que sacudió a Francia tomó partido contra el capitán Dreyfus y su acérrimo defensor Émile Zola, y sentenció algo que a mí enseguida se me ha revelado como de sentido común y no por ello poco incisivo: “Gouverner, c'est mentir”.
Antes que él, Maquiavelo había escrito en 1532 en El Príncipe, algo más tímidamente, un aforismo que parece escrito ayer mismo: que gobernar era hacer creer (governare è far credere).
Otro autor francés, Émile-Auguste Chartier, apodado Alain, afirmaba en Les propos d'un Normand (1908): “Gobernar es mentir”, esta es una máxima raramente formulada, casi siempre practicada, y que ha matado más hombres en el mundo que lo que han podido hacer los asesinos”.
El también escritor francés Jean Giono, por su parte, escribía años después: «Cuando se es jefe del gobierno no se puede decir la verdad; nunca se ha dicho. Gobernar es mentir». (Jean Giono Précisions, 1939, Récits et Essais, Gallimard 1988).
Hay un juego de palabras en francés que sugiere lo que afirmaron Rochefort, Alain y Giono: Gobierno se dice en la lengua de Molière “gouvernement”; si dividimos la palabra en dos, obtenemos “gouverne-ment”, un sustantivo que puede reinterpretarse como dos verbos en tercera persona del singular del presente de indicativo: “gobierna-miente”, de donde ya tenemos la sugerencia del aforismo de que quien gobierna miente (celui qui gouverne ment).
Circunscrito al ámbito galo, escribe Prud'homme que los franceses ya no creen en lo que les dice el Estado o sus representantes bien directamente o bien por mediación de los medios informativos. Y se refiere a 1984 la novela de Órgüel que describe la vida en un país totalitario -pero todos lo son- y en un año 1984 que muy bien podría ser este mismo de 2023, un país que se basa en la mentira sistemática, simbolizada en que dos más dos son cinco (2+2=5).
Después de analizar las mentiras públicas, señala el autor en el apartado de las conclusiones certeramente que el Estado es consciente de la proliferación de dichos bulos o mentiras públicas y pretende luchar contra la desinformación o mala información. ¿Qué propone el Estado? Más Estado. Una lucha contra las fake-news, en la lengua del Imperio, pero hay una contradicción grave ahí: la lucha contra las mentiras de los políticos no puede consistir en aumentar el poder de los políticos sobre los medios de comunicación tanto públicos como privados. Si los políticos son el problema, porque mienten sistemáticamente -y no solo en campaña electoral-, no pueden por eso mismo ser la solución. Los medios informativos -formadores de ese monstruo falaz que se llama 'opinión pública'- repiten los engaños de políticos y administraciones. Los medios no son la fuente de dichas mentiras, pero son su hilo conductor.
Lo que propone finalmente el Rémy Prud'homme en su ensayo es una ración de duda cartesiana, o dicho más clara y sencillamente, de escepticismo popular que invita a desconfiar de las ideas recibidas, de los dogmas dominantes, de las proclamas oficiales y a hacer uso de la duda sistemática.