domingo, 20 de marzo de 2022
"Matarse por no morir"
sábado, 19 de marzo de 2022
¡La tercera no nos la perdemos!
Comentaba en una entrevista Eduardo Carraso, cantautor chileno fundador del legendario grupo Quilapayún entre otras muchas cosas, que cuando publicó en su primer disco como solista “La tercera no me la pierdo” (1996) mucha gente no captó la esencia humorística y de fina ironía de esta canción contra el belicismo y contra la guerra. Algunos llegaron incluso a acusarlo de estar promoviendo nada más y nada menos que la tercera guerra mundial, esa misma guerra que según el presidente del Ejecutivo español, el doctor Sánchez, ya la estamos (vi)viendo ahora mismito. La ironía, declaraba Carrasco, exige una cierta inteligencia. Y no todo el mundo tiene el sentido del humor inteligente para captarla. Aquel disco, titulado "Carrasco" pasó sin mucha pena ni gloria, pero merece la pena escuchar esta canción, a la luz de los acontecimientos actuales que estamos (vi)viendo.
Entre las 'guerras insulsas' que nos ofrecían en los ochenta y los noventa (contra el alcoholismo, contra el SIDA) tenemos que añadir las que han surgido después, una vez entrados en el milenio: la guerra contra la violencia de género, contra el virus asesino, contra el cambio climático... Y finalmente: la Tercera Gran Guerra Mundial, la tercera que es la definitiva por aquello de que a la tercera va la vencida, la que ya estamos (vi)viendo en todas nuestrs pantallas: La tercera no me la pierdo, letra y música del compositor chileno Eduardo Carrasco (1996):
Me
perdí la del catorce / por no haber aún nacido: / el festín de los
cañones, / la fiesta del estallido. / Me los perdí, mala suerte, /
las bombas con sus silbidos, / las trincheras en el frente, / el
fusil, los alaridos.
Podré perderme disputas, / peleas sin atractivo, / jaleos en el Estadio, / divorcios consecutivos. / Podré perderme una rosca / en algún día festivo, / pero la próxima guerra, / esa, por ningún motivo.
Hubo aquí muy buenas guerras / con occisos* eminentes, / murió hasta Pedro'e Valdivia** / y muchísima más gente. / Murieron conquistadores, / los indios altivamente, / pero yo me las perdí / porque no estaba presente.
Y una guerra muy mentada / fue la de la Independencia: / se mataron españoles / con patriótica licencia; / con la pólvora y la espada / se les hizo resistencia, / pero yo me quedé afuera: / ¡me la perdí por ausencia!
Me perdí las guerras santas, / las diecisiete cruzadas. / Jamás corté una cabeza, / ni una sola rebanada. / Apenas alguna vez / he dado una bofetada / y a lo más, en los sesenta / construí una barricada.
Me ofrecen guerras insulsas / que no están a mi medida: / guerra contra el alcoholismo, / guerra también contra el SIDA. / Yo quiero una buena guerra / para mi furia homicida / y esta tercera que viene / me la tengo prometida.
Guerras con gases malignos, / con sablazos y escopetas, / guerras de grueso calibre / con tanques y bayonetas. / Y si nos quedamos cortos / pongamos más altas metas: / ¡Hagamos esta tercera / pa' acabar con el planeta!
viernes, 18 de marzo de 2022
Teletipos
La industria militar crea empleo: España entra en el top ten ocupando el noveno lugar del ranking mundial de principales vendedores y traficantes de armamento.
Los reyes de España presidirán el Congreso Internacional
'Ganarse la vida. Género y trabajo a través de los siglos', que
tendrá lugar en la Alpujarra granadina.
jueves, 17 de marzo de 2022
"Fuera (y lejos) de aquí, esa es mi meta"
Di la orden de ir a buscar mi caballo al establo. El criado no me comprendió. Fui yo mismo al establo, ensillé el caballo y lo monté. A lo lejos oí sonar una trompeta; le pregunté qué significaba. No sabía nada y no había oído nada. Junto al portón me detuvo y preguntó:
miércoles, 16 de marzo de 2022
Majnovchina, Majnovchina
Ahora que tanto se habla de Ucrania, conviene rescatar la memoria del ucraniano Néstor Ivanovicth (o sea hijo de Iván) Majnó (1888-1934), y denunciar la manipulación que se hace de su legado y su memoria. Creó, junto a sus camaradas campesinos, un espacio libre y antiautoritario e hizo realidad el comunismo libertario. Se trata del llamado Territorio Libre de Ucrania (1919-1921). El nombre de Majnochina dado al movimiento majnovista se lo puso León Trotsky, su enemigo autoritario, y está formado sobre el nombre de Majnó y el sufijo -china, que tiene valor despectivo y peyorativo en ruso. El programa de Néstor Majnó era sencillo: ni Dios, ni patria, ni patrón: Ni imperialistas europeos, ni bolcheviques rusos, ni, por supuesto tampoco, nacionalistas ucranianos que reivindican ahora su figura de héroe nacional.
Néstor Ivanovitch Majnó (1888-1934)
La estatua de Majnó sustituye a la de Lenin en su ciudad natal
Su figura se ha idealizado y una estatua suya, galvanizada y dorada, ha sustituido a la de Lenin en su ciudad natal Guliai Pole (ciudad libre en ucraniano). Ucrania quiere asimilar así al mayor líder anarquista convirtiéndolo en un héroe militar y símbolo de la resistencia a la invasión rusa, además de objeto de consumo del 'merchandising'. De hecho a él, que fue un internacionalista o, mejor, antinacionalista, las autoriades de Kiev, la capital de Ucrania, y de su ciudad natal lo quieren presentar ahora como un nacionalista ucraniano. Pero a la vez que se idolatra, se distorsiona su figura con fines tan espurios y capciosos como atraer turismo a Guliai Pole. Sus descendientes vivos han autorizado el traslado de sus restos del cementerio Père Lachaise de París donde está enterrado a su ciudad natal.
El compositor francés de letras de canciones E. Roda Gil, hijo de un exiliado anarquista español, escribió la letra en 1968 de esta Majnovchina, la música es la del himno de los partisanos bolcheviques, interpretada aquí a cargo de Nigra Safo. La traduzco un poco libremente alterando en una ocasión el orden de sucesión de dos versos para conservar la rima asonante romanceada. En la ejecución de la canción se repiten siempre los dos últimos versos de cada cuarteta asonantada.
Makhnovtchina, Makhnovtchina, / Tes drapeaux sont noirs dans le vent; / Ils sont noirs de notre peine, / Ils sont rouges de notre sang.
Majnochina, Majnochina / negra bandera ondeante, / negra está de nuestra pena / y roja de nuestra sangre.
Par les monts et par les plaines, / Dans la neige et dans le vent, / A travers toute l’Ukraine / Se levaient nos partisans.
En la nieve y en el viento / por los montes y los llanos / a través de toda Ucrania / se alzaban los partisanos.
Au printemps les traités de Lénine / Ont livré l’Ukraine aux allemands, / A l’automne la Makhnovtchina / Les avait jetés au vent.
En mayo a los alemanes / entregó Lenin Ucrania, / la Majnochina en otoño / al viento los arrojaba.
L’armée blanche de Denikine / Est entrée en Ukraine en chantant, / Mais bientôt la Makhnovtchina / L’a dispersée dans le vent.
Ruso el Ejército Blanco / cantando en Ucrania entró, / mas pronto la Majnochina / al viento lo dispersó.
Makhnovtchina, Makhnovtchina,/ Armée noire de nos partisans / Qui combattait en Ukraine / Contre les rouges et les blancs.
Majnochina, Majnochina, / ejército partisano / que combatía en Ucrania / a los rojos y a los blancos.
Makhnovtchina, Makhnovtchina, / Armée noire de nos partisans / Qui voulait chasser d’Ukraine / A jamais tous les tyrans.
Majnochina, Majnochina, / ejército partisano / que quería echar de Ucrania / para siempre a los tiranos.
oOo
Cuelgo esta otra versión, con una traducción más literal al español, habida cuenta de lo efímeros que son algunos vídeos en esta plataforma.
martes, 15 de marzo de 2022
Guerra neuronal
Acuso recibo de un artículo titulado The casualties of Empire (Las víctimas del Imperio) escrito por el periodista norteamericano Patrick Lawrence y publicado el 8 de marzo en Consortium News. Según su análisis, la intención de Washington fue provocar la intervención de Moscú e instigar un conflicto de larga duración que atasque a las fuerzas rusas y deje solos a los ucranianos para librar una resistencia que posiblemente no tenga éxito. No hay otra forma de explicar los miles de millones de dólares en armas y material que Estados Unidos y sus aliados europeos vierten ahora en Ucrania. La estrategia estadounidense requiere, necesariamente, la destrucción de una Ucrania puesta al servicio de las ambiciones imperiales de Estados Unidos, como ha venido y viene sucediendo en los últimos tiempos en Afganistán, Iraq, Libia y Siria por ejemplo.
Más allá de este análisis, con el que podemos estar de acuerdo, el artículo plantea que los estadounidenses -y sus vasallos europeos también, diríamos nosotros-, nos estamos destruyendo a nosotros mismos. ¿Cómo? ¿En qué sentido? En el de que nosotros también somos víctimas de esta guerra en la que es nuestra mentalidad el campo donde se libra la batalla.
Empire State Building iluminado con los colores de la bandera ucraniana.
El artículo de Lawrence enriquece bastante el debate sobre la actualidad de la guerra, porque propone analizar la situación en Ucrania a través de un documento de la OTAN de 45 páginas titulado La guerra cognitiva (Cognitive Warfare), que no tiene desperdicio, en donde se asegura que la mente humana se considera ahora como el nuevo dominio de la guerra (the human mind is now being considered as a new domain of war). La intención de este estudio es explorar hasta dónde podemos manipular las mentes de los demás y las nuestras, más allá de todo lo que se haya intentado hasta la fecha: “El cerebro será el campo de batalla del siglo XXI”, afirma el documento. “Los humanos son el dominio en disputa. El objetivo de la guerra cognitiva es convertir a cada ser humano en un arma”.
En una subsección titulada Las vulnerabilidades del cerebro humano, (página 13) el informe dice lo siguiente: “En particular, el cerebro es incapaz de distinguir [sic] si la información es correcta o incorrecta; (…) es llevado a creer afirmaciones o mensajes que ya ha escuchado como verdaderos, aunque estos puedan ser falsos; acepta declaraciones como verdaderas, si están respaldadas por evidencia, sin tener en cuenta [sic] la autenticidad de esa evidencia.”
Y se añade esto, especialmente perverso: “A nivel político y estratégico, sería un error subestimar el impacto de las emociones… Las emociones (esperanza, miedo, humillación) dan forma al mundo y a las relaciones internacionales, y actúan como cámara de eco de las redes sociales.”
La guerra cognitiva es una ventana que nos permite acceder a métodos diabólicos de propaganda y a poder gestionar la percepción humana de una manera que no tiene precedentes. Estamos ante una manera nueva de librar una guerra, tanto contra las poblaciones nacionales como contra las extranjeras declaradas enemigas.
A propósito de esto, cita Lawrence un fragmento del libro de C. G. Jung Presente y Futuro (1957): La argumentación razonada sólo es factible y fecunda mientras la carga emocional de una situación dada no rebase un determinado punto crítico; en cuanto la temperatura afectiva exceda de dicho punto, la razón se torna inoperante y cede el paso al eslogan y al anhelo quimérico, esto es, a una suerte de estado obsesivo colectivo, el cual, conforme se va acentuando, degenera en epidemia psíquica.
Lo que viene a decir, en términos más sencillos, que cuando nuestras emociones nos superan, ya no podemos pensar racionalmente o hablar de manera provechosa entre nosotros.
Parece que la guerra cognitiva funciona, sea o no
sea este informe de la OTAN el manual de los propagandistas, y está
funcionando en todo su esplendor en el conflicto que ahora ocupa a todos los medios de la guerra de Ucrania para la mayoría de los
estadounidenses y europeos.
lunes, 14 de marzo de 2022
"Hay que hacer + sacrificios"
Carme Chaparro, periodista, escritora, presentadora -así se autodefine en su perfil de ístagran, recalcándolo en la lengua del Imperio por si fuera poco y alguien no lo entendiese: journalist, author, anchor- nos explica en su cuenta de tuíter, con un ícono de la bandera de Ucrania y otro de la paloma picassiana de la paz, cómo con cada grado de calefacción los europeos estamos dándole dinero a Putin “para masacrar a Ucrania”, y pone bajo su texto una fotografía de dos cadáveres supuestamente ucranianos ensangrentados. Sentencia que no vale donar comida o ropa, que hay que hacer algo más. Quiere que nos sintamos responsables de la masacre, por lo que concluye su mensaje con la siguiente reflexión: “Hay que hacer + sacrificios”. Ni siquiera escribe “más”, sino que utiliza el signo matemático de la suma para abreviar su mensaje tuitero del 10 de marzo. Coincide la periodista, escritora, presentadora con nuestro Presidente del Gobierno, el señor Sánchez, doctor en economía, que, partidario como es de sancionar a Rusia por la invasión de Ucrania, sentenció que esas sanciones exigirán sacrificios a los españoles.
Viene así a sumarse este texto aireado en sus redes sociales a la campaña que desató el señor Borrel, el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, en su intervención en el parlamento europeo afirmando que Europa debe “recortar el cordón umbilical (sic) que une a nuestra economía con la rusa”, y pidiendo “un esfuerzo individual en recortar el consumo de gas (…) igual que cuando nos ponemos una máscara para combatir el virus”.
Carme Chaparro finaliza su piopío espetándonos con un lenguaje soez: “Baja la calefacción, estúpido”. Supongo que el mensaje va dirigido al que tiene calefacción en casa o en la oficina o va asiduamente al supermercado. ¿Qué les diría a los sintecho que duermen en la calle entre cartones y a los que no disponen de ella o a los que no pueden pagarla como no pueden pagar el recibo de la luz?
Lo curioso es que, por lo visto, el gas que se consume en España procede de Argelia, y no de Rusia, como reconoce la propia Carme Chaparro, que dice que sólo el diez por ciento del gas que consume España procede de Rusia. El señor Borrel también ha aclarado que su recomendación de bajar la calefacción para boicotear a Rusia iba no tanto para los españoles como para el resto de los europeos, que dependen en gran medida, casi en un cincuenta por ciento, del gas ruso.
La periodista/escritora/presentadora habla de “la calefacción que tenemos
en casa, en la oficina o en el supermercado”, como si todos los
europeos tuviéramos calefacción en casa, o trabajáramos en una
oficina, o nos pasásemos la vida consumiendo en el supermercado. Hay
mucha gente aquí en Europa, y en España sin ir más lejos, que no
puede pagar la calefacción, que no tiene trabajo y que no frecuenta los supermercados porque no tiene dinero. Pero ella, además de istarnos al sacrificio, a hacer + sacrificios de los que hacemos, nos increpa llamándonos estúpidos.
Nos tiene acostumbrados a este lenguaje insultante y al empleo de consignas institucionales como: “Quédate en casa, ¡coño!”, donde no se sabe muy bien si ese 'coño' es una mera interjección, como parece, o una orden que las altas istancias de su personalidad le dan al subcosciente para reprimirlo entre las piernas. También ha resucitado en sus redes sociales el leitmotiv istitucional del beso de la muerte: “El beso a una amiga puede ser el beso de la muerte a su madre”.
En suma, en esta locura salvavidas que nos ha entrado, si antes había que atrincherarse en casa como estrategia contra el virus, ahora hay que bajar la calefacción para que se hunda la economía rusa, tal es nuestra contribución individual a una guerra justa y santa contra la pérfida Rusia.
Otra mujer, Ana Botín, predica con el ejemplo y airea en la prensa que hay pequeñas cosas como bajar la calefacción de su casa a 17 grados que "los consumidores" -obsérvese con qué término la banquera nos define a todos- podíamos hacer.
¡Qué enternecedora esa señora que en el apellido lleva su familiar e inevitable penitencia! Los consumidores lo mejor que pueden hacer con el consumo es consumirse, algo que va implícito en su propia condición como en la de ella hacerse con el botín, y cada vez deben hacerlo a mayor velocidad porque así lo exigen las interacciones impuestas por el sistema económico y político que ya sólo se sostiene y activa con la velocidad y cantidad de las transacciones y la saturación vital de imágenes que procesan los dispositivos para que los destinatarios de los mismos puedan sentirse también "activos". Desde las altas instancias se trata de que la oferta no decaiga, y desde las
bajas que dicha oferta sea el sustancioso alimento que se demanda.
domingo, 13 de marzo de 2022
La auténtica guerra
¿Alguien creyó ingenuamente alguna vez que la pandemia y la guerra declarada al virus habían terminado y que por fin reinaría la paz universal? ¿Alguien creyó que por fin había llegado el tan cacareado fin de la historia que profetizó Fukuyama? Pues se equivocó. Ambos fenómenos, la epidemia ascendida a la categoría de pandemia universal, y la guerra con aspiraciones tercermundialistas o globalistas, son los ejes sobre los que se asienta el Great Reset o Gran Reajuste que programaron las élites a la sombra, o sea el Big Brother orgüeliano, y que sale ahora a la luz con la propaganda masiva, la fabricación de la opinión pública gracias al adoctrinamiento, y el consentimiento malinformado.
Después de dos años de intoxicación informativa vírica, seguimos recibiendo por todas partes información tóxica, ahora de otra índole, concretamente bélica. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estamos ante una película de guerra de buenos y malos: los buenos son los ucranianos y los malos los rusos, capitaneados por el diabólico zar Putin. Aunque hay algunos, una minoría, que ven la cosa al revés: los ucranianos son los malos y los rusos, que ya no soviéticos, los buenos.
Sin embargo, a nadie
se le escapará en el fondo que esto no es una película de Jólivuz del oeste
americano de vaqueros y de indios, donde los primeros son
los buenos y los segundos son los malos, que serán derrotados
finalmente cuando haga su irrupción en escena el séptimo de
caballería en el último momento. En realidad, en esta película de
hazañas bélicas, no hay ninguno bueno, lo mismo que sucedió en
nuestra primera guerra mundial literaria, que es la Ilíada
que cantó Homero. En la Ilíada, como recalca Agustín García
Calvo en el prólogo de su titánica traducción, no hay ninguno
bueno. En esta épica primitiva, no hay uno que sea 'el Bueno", el chico de la película,
todos son malos, todos detestables, tanto los hombres como los dioses. Claro que esto cambiará, y aparecerán en la evolución del género épico los héroes: el Cid campeador, por ejemplo, sin ir más lejos, entre nosotros.
Nos proponen ahora salir de la psicosis colectiva de la pandemia y entrar en la siguiente histeria comunitaria, esta rusofobia a la que todos estamos invitados a adherirnos bajo pena del mismo rechazo y de las mismas condenas sociales de excomunión si no proclamamos nuestra ucraniofilia. Si Putin es el villano, Zelenski es el héroe según los medios de comunicación oficiales occidentales que conforman la unánime opinión pública. Y no es así, pero no vamos aquí a incurrir en el error contrario de santanizar a Zelenski y divinizar a Putin subiéndolo a los cielos. En realidad no hay ningún tirano que sea bueno en esta ni en ninguna otra contienda. Y, en rigor, no hay ningún país, o sea, ningún Estado bueno, que no sea un país o un Estado de mierda, por decirlo más a lo político, como en el viejo chiste de Gila.
Hay una guerra estructural que no se declara, una guerra profunda, que es la que sostiene el Estado, cualquier Estado democrático o no, contra el pueblo en la que estamos todos inmersos desde la cuna hasta la tumba.
En esa guerra no hay nada como la designación de un enemigo común, un Malo, para unir a los pueblos que desconfían de su gobierno bajo una misma bandera. Ya sucedió con la pandemia que declaró la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020, una pandemia más política que sanitaria, que nos ha hecho la vida imposible durante dos años con restricciones existenciales que han puesto en peligro nuestra salud física y mental. En la pandemia el malo malísimo, el Enemigo, el Maligno, era el virus, que pretendía matarnos a todos. Nada más lejos de la realidad, según los virólogos. El virus nunca quiere matar a su anfitrión, sino que lo hospede. No persigue la muerte, sino la simbiosis, o sea la convivencia.
Pero igual que estaba prohibido pensar de forma diferente sobre el virus coronado, ahora está prohibido pensar de forma diferente sobre esta guerra, que en muchos aspectos tanto se parece a la otra, a la sanitaria, aunque solo sea por el interés que ha despertado en los medios que enseguida se han dedicado a fomentar el terrorismo periodista o periodismo terrorista, que es lo mismo, como decíamos el otro día, sustituyendo a los tertulianos y comités de expertos sanitarios por generales retirados, reporteros de guerra, geopolitólogos, y todólogos de salón, y hasta psiquiatras que analizan el alma atormentada y perversa de Vladimir Putin.
sábado, 12 de marzo de 2022
Virus ex machina
A semejanza del deus ex machina o ἀπὸ μηχανῆς θεός (apò mechanês theós), el dios del teatro antiguo que venía a resolver la trama del argumento de una obra en el último momento dándole un giro inesperado a la acción dramática al introducirse de repente en el escenario desde fuera con el artificio mecánico de una grúa, el virus ex machina, retransmitido en todas las pantallas por todas las cadenas de televisión del mundo tanto públicas como privadas, sirvió para que gracias al terrorismo periodista o periodismo terrorista, tanto monta, monta tanto, cundiera el pánico y la gente corriera despavorida a ponerse inyecciones a fin de salvar una vida que, según le habían hecho creer, corría gravísimo peligro.