viernes, 25 de junio de 2021

Por caridad (Dos mendigos)

    ¿Qué nos dicen desde su mutismo estos “dos mendigos en las afueras de un pueblo”, pintados por David Teniers el Joven? Son dos indigentes que piden limosna “por Dios”: pordioseros que apelan a la caridad, convertida en una virtud por el cristianismo, que la hermana con la fe y la esperanza, formando las tres llamadas virtudes teologales, de las que San Pablo en la carta primera a los corintios, afirma que la más grande de las tres es la caridad. 
 
Dos mendigos en las afueras de un pueblo, David Teniers el Joven (1610-1690)
 
     El término griego ἀγάπη (agápe), que es el original paulino, se vertió al latín como caritas, y este a su vez se ha vertido al español como “caridad”, así, por ejemplo en la traducción citada de la Biblia que manejo que es la de Nácar-Colunga. Sin embargo, hay quien traduce el término caritas legítimamente por “amor”: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor; pero la más excelente de ellas es el amor
 
    No es ningún disparate: Según Corominas, el término “caridad” entró en castellano, tomado directamente del latín caritate(m), hacia el año 1140. El significado latino es, efectivamente, amor, relacionado como está con el adjetivo carus -a -um “querido, amado”.  La caridad, interpretada como amor al prójimo, es término que ya ha quedado un tanto obsoleto y recluido prácticamente a la sacristía, por lo que ha perdido su barniz religioso y se ha convertido en la laica y moderna solidaridad: un comportamiento altruista, opuesto en principio al egoísmo que sólo mira por su propio beneficio. 
 
     Una traducción más moderna y laica de esta sentencia paulina debería decir, sin embargo: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la solidaridad; pero la más excelente de ellas es la solidaridad.  
 
    Pero el altruismo de la solidaridad o la caridad o el amor y el egoísmo no están tan divorciados como puede parecer a simple vista, sino que, por el contrario, son un matrimonio muy bien avenido. Forman una pareja perfecta como las dos caras de la misma moneda que son. El que ayuda al necesitado dándole, por ejemplo, una limosna obtiene el beneficio interior de la satisfacción egoísta, en el sentido de que espera que Dios se lo pagará, porque lo hace por el amor de Dios, o que, al menos, la sociedad laica y humanitaria se lo reconocerá aceptándolo entre los elegidos como uno de sus miembros predilectos. 
  

    Los dos mendigos, volviendo a ellos, con su silencio y con su mirada nos están diciendo: Hemos heredado todo lo que tenemos, todo aquello que vosotros poseéis y de lo que nosotros carecemos. O mejor aún: Nuestras pertenencias, que son lo que veis, es lo que nosotros hemos heredado, nuestra herencia son todas nuestras carencias. Dos pobres hombres que, a su modo, nos recuerdan como Proudhon, el anarquista: La propiedad es un robo.
 
    Ellos son los desheredados, los expropiados, los parias de la tierra, famélica legión, los desahuciados, los excluidos que llevan consigo todas sus escasas o nulas pertenencias. No tienen un techo que los proteja de las inclemencias del tiempo. Ni un hogar que los acoja: son homeless en la lengua del Imperio. Son "sin techo" en la nuestra.  Su techo es el cielo. Pero el cielo mismo, se preguntan más de una vez mirando las nubes pasar por el día delante de sus ojos o las estrellas que titilan en la fría bóveda de la noche, ¿tiene techo propiamente dicho? Ellos no lo tienen.
     

jueves, 24 de junio de 2021

De las intervenciones no-farmacológicas (y II)

    La pandemia ha sido la coartada perfecta para librar una guerra psicológica mundial sin precedentes de lo de Arriba, el binomio Estado-Capital, lo que podemos denominar las Élites según la retórica al uso de la nueva terminología, o sea los "elegidos", bien porque se hayan autoproclamado así ellos mismos o bien porque hayan sido designados por el trampantojo democrático, contra el pueblo, contra la gente de a pie que anda por aquí abajo, bajo la excusa de implantar un Nuevo Orden Mundial, o, más modestamente, una solución al problema que han creado para aplicar la solución.

    No se trata de una guerra con armas convencionales como las desplegadas a lo largo de la historia hasta la fecha, sino de una nueva y no menos perniciosa modalidad bélica de guerra psicológica establecida en el alma de las personas, que se ve desgarrada también en un Arriba que ordena y manda (el Super Yo) y un Abajo que se somete (el Ello). Desde un primer momento ha resonado en todos los idiomas la palabra “guerra”, una guerra que tenía la connotación de justa y lícita, más que ninguna otra habida o por haber, porque se trataba de salvar vidas para la causa.

    Nadie discutió que la causa de la nueva enfermedad nunca antes vista era un virus, ese latinajo que significa “veneno”. Todo el mundo se creyó el cuento del virus y lo declaró culpable, siguiendo la estela de Louis Pasteur. El enemigo era un demonio patógeno maléfico, un monstruo ubicuo, como Dios, que estaba en todas partes en general y en ninguna en particular. Era invisible. No podía verse a simple vista. Hacía falta un microscopio. Y no uno cualquiera. Uno electrónico. No valía cualquier lupa. Y además hacía falta una fe macroscópica para declarar que lo que se veía allí era el virus coronado de espinas. Era un dogma indiscutible. No cabía ninguna duda. La duda se quedó fuera, reducto negacionista. Pero el veneno podía estar dentro de nosotros mismos, ignorantes.

 

     Las palabras de todos aquellos que expresaban una duda sobre la versión oficial fueron censuradas y tachadas de irresponsables desde el principio. Sin embargo, nadie cuestionó la creación de la pandemia. Salieron a relucir la falta de camas de los hospitales, la privatización de la sanidad pública, el colapso de las UCIs, el origen del virus, si era natural o artificial, su modo de transmisión aéreo o por fómites, el contagio, la segunda ola después del verano...

    Poco se discutieron las medidas adoptadas por los gobiernos y apremiadas por lo urgente de la situación: las intervenciones no- farmacológicas. Las medidas se sentían como males necesarios o menores: el confinamiento, la distancia física o social, como preferían otros, los gestos de barrera, el uso obligatorio de mascarillas, las pruebas de detección del virus, el rastreo, el uso de aplicaciones digitales... Y resulta que son esas medidas las armas que han matado a la gente, muerta en vida, y no el presunto virus en esta guerra sin cuartel, sobre todo en el ámbito psicológico, pero lo psicológico es parte de lo biológico, no puede desgajarse de lo somático. El alma es una parte del cuerpo, que somatiza sus problemas. De alguna manera toda enfermedad es psicosomática y orgánica, en cuanto que la psique es un órgano corporal, o, mejor dicho, el alma es la conciencia que tenemos de nuestro propio cuerpo.

     Pero hay que plantearse, como en cualquier investigación policial de una muerte sospechosa que quiera descubrir al asesino, cuál es el móvil y quién se beneficia del crimen... Los principales beneficiarios y ganadores de esta pseudopandemia son los más poderosos financieramente, así como los gobiernos cuyos poderes discrecionales y de control se han incrementado considerablemente, reduciendo drásticamente el ejercicio de la libertad de las personas. Hay una frenética competición entre los laboratorios farmacéuticos más poderosos para ganar el premio gordo sobre una clientela de siete mil millones de consumidores.


    Esta guerra contra la gente es un crimen de lesa humanidad. No estábamos ante la vieja peste bubónica, como temían algunas almas cándidas y melindrosas. Las auténticas pestes, además de las NPI,s citadas, han sido las siguientes, que no hae falta citar, pero lo digo como lo siento y como creo que lo siente cualquiera con el corazón en la mano: la sobre-mediatización del espectáculo pandémico y sus supuestas consecuencias catastróficas que genera sentimientos paranoicos y comportamientos fóbicos; la somatización de los sentimientos de culpabilidad, que conducen a enfermedades cardiovasculares y suicidios;  el miedo a morir de los que son portadores del virus, porque han resultado positivos, como si estuvieran apestados o endemoniados, o están enfermos, y la estigmatización de quienes se niegan a cumplir unas órdenes que consideran injustas e irracionales; la propaganda agresiva de que dar un beso a la abuela iba a llevarla a su lecho de muerte. Es difícil imaginar mayor violencia que convertir un gesto de amor en una muerte fingida. 

    Algún Jefe de Estado ha habido que ha llegado a decir que había que mantener los "gestos de barrera para protegernos los unos de los otros", en lugar de decir "...los unos a los otros".  No se sabe si era un lapsus linguae, o la cruda realidad. "Sean solidarios, no se reúnan". Se han oído muchos discursos paradójicos del tipo: "Si amas a tus seres queridos, aléjate de ellos". Estas proclamas, multiplicadas hasta la saciedad, crean una disociación cognitiva que impide cualquier análisis racional y lógico de la situación.

    La auténtica peste ha sido que han creado el problema del caos para imponer la solución de restablecer el orden, provocado el incendio para, acto seguido, apagarlo y salvarnos de las llamas, creado la enfermedad para vendernos el remedio. 

 


    Hoy no sería impúdico denunciar en voz alta y clara un régimen que prepara el totalitarismo o una dictadura. Ha triunfado el divide y vencerás: Operación exitosa por el momento en los grupos de amigos y en las propias familias: los desgarros se han consolidado en el cuerpo social entre los pro- y los anti-mascarillas, entre los pro- y los anti-encierro, entre los pro- y los anti-vacunas ahora... 

    Así que sí, la segunda ola reclamada por los gobiernos y los comités de expertos científicos está aquí, pero no tiene nada que ver con un virus, excepto por su dudosa detección mediante una prueba de resultados más que dudosos. La segunda y tercera y cuarta y enésima olas y variantes están aquí creadas desde cero por las medidas patógenas que las autoridades sanitarias han impuesto a la población. La constante y desconcertante variedad de síntomas y enfermedades que observan los sanitarios revela que estamos ante un ser como Proteo, que cambia constantemente de forma escapando de cualquier definición.

    ¿Qué se puede hacer? ¿Cuáles son las soluciones? Yo no tengo ninguna solución, desde luego. Las soluciones las plantean los que proponen los problemas.  Pero se me ocurre que, por lo pronto, podríamos liberarnos de todas las restricciones que nos imponemos a nosotros mismos, organizar fiestas para festejar el fin del invierno y la llegada del verano, por ejemplo al modo de las hogueras de san Juan donde quemar las mascarillas, pero no sólo eso, también la distancia de seguridad que pretende sustituirlas. Habría que organizar hogueras donde quemar los miedos que nos han inculcado, para lo que no hace falta esperar a la noche mágica del solsticio de verano, sino que se puede hacer en cualquier momento, aquí y ahora mismo, por ejemplo... Y en poco tiempo ya nos sobrarán camas en los Hospitales y en las Unidades de Cuidados Intensivos. Y también Hospitales.

miércoles, 23 de junio de 2021

De las intervencionens no-farmacológicas (I)

    La OMS declaró la pandemia, una fake pandemia o pseudopandemia. Modificó la definición del término, adecuando la realidad a la idea previa, para lo que prescindió de una de las notas definitorias y características del concepto, que era el alto índice de letalidad, a fin de poner en práctica los protocolos elaborados a propósito. Un propósito totalitario oculto detrás de una falsa alarma, como han denunciado algunos científicos críticos.

    Esos protocolos previamente diseñados y denominados Non-Pharmaceutical Interventions, abreviado NPI,s en la lengua del Imperio, Intervenciones No-Farmacológicas en la nuestra, están diseñados con el objetivo de imponerse a toda la población, ya que “todo” es precisamente lo que quiere decir el prefijo griego “pan”, aplicado al conjunto del “demos”, o sea el pueblo, la gente, los de abajo. 

   Lo(s) de Arriba, y lo(s) de abajo.

    Es difícil determinar si se ha aprovechado una oportunidad en el sentido del refrán a río revuelto, ganancia de pescadores, o si hay una verdadera intención, alevosía y premeditación en la instrumentalización de esta epidemia de gripe estacional que afecta a las poblaciones del mundo todos los años en la misma época. La del año pasado recibió desde el primer momento un protagonismo especial, como una estrella rutilante del mundo del espectáculo. Toda la atención se centró inevitablemente en el evento anunciado. Era difícil no sustraerse al espectáculo de algo que era objeto de la máxima expectación.

    Cuando el susodicho organismo que dice velar por nuestra salud declara la pandemia universal, no estábamos más que ante el comienzo de la epidemia anual que llegaba al hemisferio norte con un pequeño retraso. Pero la palabra pandemia era tan grave que por sí sola bastó para conjurar una ansiedad, igual que la mención de “que viene el coco” a los niños asustadizos que no quieren comer. Esta preocupación se convierte rápidamente en pánico, el terror que sembraba el dios Pan cuando era despertado bruscamente de su siesta en el bosque, un terror tan intenso que hizo que algunos exclamasen: Aquí no se salva ni Dios, vamos a morir todos si no hacemos algo, sea lo que sea, para evitarlo.

     Las intervenciones no-farmacológicas suelen definirse como las acciones fomentadas desde arriba encaminadas a mitigar la propagación de una enfermedad que puede afectar en teoría a toda la población, excluidas la vacunación y los tratamientos médicos, que serían propiamente PI,s, es decir, intervenciones farmacológicas. El afán totalitario de las NPI,s consiste en estar dirigidas, más que a las personas enfermas, a las que gozan de buena salud, y sobre todo a ellas, en previsión de futuros males catastróficos.

    El problema de esta definición negativa es que camufla la positividad que hay detrás de ella. Si estas intervenciones no son farmacológicas ni médicas, ¿qué son entonces? Está claro que political interventions: intervenciones políticas. 

 

    
    Se basan en el argumento de que la salud es un valor denominado “sanidad” por el Estado, superior a la libertad, y eso hay que denunciarlo porque no es cierto. La salud es un bien que se tiene o no se tiene, pero no puede considerarse un valor comparable a la libertad, que no se alcanza propiamente nunca porque los valores son en verdad aspiraciones, nunca posesiones como la belleza o la riqueza, que son bienes materiales.

    Si consideramos la salud un valor, es decir, una aspiración, resulta que, como consecuencia de eso, nos estamos declarando todos enfermos potencialmente, porque anhelamos algo que estamos proclamando que no tenemos o que, si lo tenemos, se nos amenaza gravemente con la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas de arrebatárnoslo, y por lo tanto pasamos como destinatarios a ser ya objeto indiscutible de todas las NPI,s que quieran imponernos. 

 

    Dada la creencia en que la causa de la enfermedad es el virus y dada su novedad, -concepto extraño por aquello del nihil novum sub Sole, pero que ha resultado exitoso-, se supone que la humanidad no tiene desarrollada todavía una inmunidad contra él, lo que hace posible que el virus se propague rápidamente. En conclusión las NPI,s o intervenciones no farmacológicas según la doctrina del organismo mundial que dice velar por nuestra salud son la mejor manera de controlar una enfermedad que aún no se ha desencadenado, siempre futura como nuestra propia muerte, cuando no hay vacunas disponibles ni tratamientos médicos curativos.

    Pero el ataque de un enemigo vírico o bacteriano sólo tiene éxito, un exitus letalis, cuando el organismo en el que se instala está deteriorado, como nos advirtió Antoine Béchamp, que se opuso a Pasteur razonando al contrario: "Un organismo debe estar enfermo para que se cree y se multiplique un microbio". Y como han dejado traslucir los medios masivos de información cuando reportaban que algún fallecido tenía, además del sambenito del virus, una provecta edad complicada con obesidad, afecciones cardiovasculares, diabetes del tipo 2 o cualquier otra enfermedad concomitante... Por eso se puede decir sin gran escándalo científico que el presunto virus no ha matado a nadie por sí mismo... Pero hemos preferido consagrar al inventor de la leche pasteurizada y de las vacunas a la mayor gloria de la industria farmacéutica que está detrás.

    La crítica que se hace aquí del carácter políticamente totalitario de las NPI,s no debe entenderse como una defensa de las PI,s., es decir, que no por criticar las intervenciones no-farmacológicas estamos abogando por las intervenciones médicas o farmacológicas tales como la vacuna o los tratamientos existentes. No es eso, claro está. Las intervenciones farmacológicas o médicas son de dos tipos: preventivas, como las vacunas, o curativas cuando aplican un tratamiento a una enfermedad.

 


    Una diferencia importante entre las intervenciones no-farmacológicas y las farmacológicas es que estas últimas exigen un consentimiento informado: cuando se le va a aplicar un tratamiento a alguien, ya sea profiláctico o curativo, debe ser informado previamente de los riesgos que corre y dar su consentimiento individual firmado. Las intervenciones no-farmacológicas, en cambio, son medidas colectivas y totalitarias que no requieren el consentimiento de los pacientes, que pasan a ser todas las personas que gozan de buena salud, ya que se consideran enfermos en potencia aristotélica.

martes, 22 de junio de 2021

In tech we trust

    Si nos fijamos atentamente en la visionaria portada de la revista "The economist" correspondiente a la semana del 4 al 18 de mayo de 2021, cuya fotografía se adjunta, veremos el simbolismo de la nueva y futura moneda mundial digital o numérica, si se prefiere esta otra denominación.

    Entre otros símbolos tradicionales heredados del dólar norteamericano, encontramos que la divisa in God we trust de los billetes de dólar ha sido sustituida por in tech (i.e. in technology) we trust

    Se cambia el nombre común ascendido a nombre propio de Dios (in God) por la nueva divinidad vicaria que cumple sus funciones (in tech), la tecnnología, en las futuras govcoins o monedas digitales emitidas por los Bancos Centrales. Pero en el fondo hay algo que no ha cambiado, la misma fe (we trust). 

     Cambian las formas del dinero; aunque deje de usarse el efectivo, se usa el ideal y espiritual, que es mucho más cómodo, reducido a entidades numéricas matemáticas, y permanece inalterable y efectivamente la confianza, que es fe, despositada en él, de sus usuarios. Esa fe inquebrantable que mueve montañas hace que el dinero siga siendo el creador y destructor en el mismo acto de creación del mundo, el demiurgo que siempre ha sido, pero dotado ahora de una inmaterialidad incombustible. 

 


lunes, 21 de junio de 2021

Mensajería estampada



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Detectan brote de virus coronado en cárcel de Valparaíso y decretan la cuarentena de los internos, que son, huelga decirlo, los presos: el colmo de los colmos.

Han creado el problema del caos para imponer la solución de restablecer el orden, provocado el incendio para, acto seguido, apagarlo y salvarnos de las llamas.

No sé si lo habré entendido bien, pero ¿van a reabrir las fronteras que habían desaparecido entre los países de la Unión Europea por lo del pasaporte vacunal?

Se había enamorado perdidamente de los egipcios, cuyos genitales eran como los de un asno y su semen como el de un caballo. (Ezequiel 23:20, libro de la Biblia).

Los líderes del G7 no  necesitan mascarillas en el exterior ni guardar distancias de seguridad. Nosotros tampoco, ay, mas a la fuerza ahorcan, reza el refranero. 

La epidemia viralizada en pandemia por arte de birlibirloque se equipara ya a endemia que reina, coronada, en el interior del alma de uno mismo y del sistema.

El presidente publica en su red social: Hoy he recibido la primera dosis. Y acompaña la noticia con la foto del evento eucarístico de su primera comunión.

Ante la coacción efectiva del Estado de Hecho, hay algunos anarcos que, volviéndose paladines de la constitución, reclaman la aplicación del Estado de Derecho
 
"No pienso quitarme la mascarilla. Me siento desnuda".  El miedo al contagio sigue presente en las almas y no cesará hasta que esté toda la población inmunizada.


domingo, 20 de junio de 2021

"Vacúname otra vez"

No sé si recordarán (los más viejos quizá sí, los mileniales nacidos en el nuevo milenio seguro que no) el escándalo político que se organizó en el año del Señor de 1997 a cargo del Presidente del Congreso de los Diputados y Diputadas, un tal Trillo vacunando a sus hijos de la meningitis C y saltándose los protocolos para acceder a las vacunas con la utilización de su coche oficial para ir a buscarlas... 

 Con motivo de aquel incidente, Nino Montana hizo una parodia satírica titulada “Vacúname otra vez”, que era una versión de la canción “Ven, devórame otra vez” del portorriqueño Lalo Rodríguez, con letra del dominicano Palmer Hernández, que se oía mucho por aquel entonces en la versión sobre todo de Azúcar Moreno entre nosotros. La letra original de la canción aportaba a la salsa un componente erótico muy acentuado. Una de las gracias de la parodia es el simbolismo fálico de la jeringuilla.
 
He aquí el vídeo de Nino Montana, que va alcanzando más gracia según avanza la actuación hasta el apoteósico final:
 
 
Modificándole la letra y adaptándola a la situación actual en que la vacunación de la mayoría democrática de la población se ve como única (falsa) salida de la crisis sanitaria, podemos a su vez hacer una parodia de aquella parodia con su mismo ritmo salsero:
 
    Yo no sé por qué algunos critican, si es lo más normal, / comulgar con la santa vacuna, como es natural. / Conque venga, no se me demore, no lo piense usted, / pida cita para que le inyecten y arremánguese. 
 
    Que el Gobierno y la tele predican a la población / que no existe el más leve motivo de preocupación. / Mi vecino ya se inoculó / y hasta al loro se lo vacunó. / Y mi abuelo y mi madre, y la tía Isabel / y un cuñado que tengo en Teruel. 
 
    Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez / en el brazo o la nalga y, si quieres, / ponme dosis hasta en el carné. / Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez / que aunque tengan efectos adversos, / algo bueno tendrán que tener. 
 
    Impacientes algunos no pueden, qué exageración, / esperar que les llegue su turno de vacunación, / y se quieren colar de rondón, / y no muestran mucha educación. / Están locos de atar, / y se van a matar / por dejarse chutar la inyección. 
 
 
    Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez, / que me quede bien inmunizado, / a la una, a las dos y a las tres. / Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez, / que por más veces que me la metas / encantado estaré de volver. 
 
    La vacuna es la hostia bendita, pan espiritual, / lo que va a devolvernos la vida, en carne mortal. / Si nos sube la fiebre un montón / y los trombos a todo meter, / es por el subidón / de nuestra salvación: / ya podemos morirnos después. 
 
    Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez. / Han comprado millones de dosis, / no se van a quedar sin poner. / Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez. / Pónsela a viejos, jóvenes, niños, / y al que no quiera, a ese también. 
 
    Ven, vacúname otra vez, vacúname otra vez, / de la covi, del sida, del cáncer, / de la peste futura, y amén. / Vacúname otra vez, vacúname otra vez, / para que el pasaporte a la Gloria / telemático y verde me den. 

sábado, 19 de junio de 2021

De la metamorfosis

 

     ὅτε ἤμην νήπιος, ἐλάλουν ὡς νήπιος, ἐφρόνουν ὡς νήπιος, ἐλογιζόμην ὡς νήπιος· ὅτε γέγονα ἀνήρ, κατήργηκα τὰ τοῦ νηπίου.  

    cum essem paruolus, loquebar ut paruolus, sapiebam ut paruolus, cogitabam ut paruolus. quando autem factus sum uir, euacuaui quae erant paruoli.

    Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías. (Epístola primera a los corintios, san Pablo, 13, 11)

Es decir he sufrido una metamorfosis. Entré por el aro de la sociedad adulta. Enterré a mi niño muerto. Vivir es sobrevivir a un niño muerto, como escribió Jean Genet en alguna parte. Esa fue mi trans-formación: he cambiado de oruga a mariposa, y sin embargo soy el mismo. O eso dice mi carné de identidad, que me asigna un número y un nombre y apellidos. Y me confiere una nacionalidad. Esa es la realidad. Ahora bien, se impone la pregunta crucial: ¿Será verdad que soy el mismo? ¿Será verdad la realidad?



viernes, 18 de junio de 2021

Del amor al prójimo, o la parábola del buen samaritano

    De las tres virtudes teologales (πίστις, ἐλπίς, ἀγάπη, pístis, elpís, agápe; que se tradujeron al latín como fides, spes, caritas respectivamente, esto es fe, esperanza y caridad respectivamente), el apóstol Pablo sentenciaba en su carta primera a los corintios que la más importante era la caridad (ἀγάπη, o sea, caritas). La traducción de Nácar-Colunga que manejo dice: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridadPero me atrevo a proponer una traducción altenativa, y no soy el único en hacerlo:  (...) la fe, la esperanza y el amor; pero la más excelente de ellas es el amor. La palabra latina caritas, en efecto, puede traducirse sin ningún problema por “amor”.

    Llama la atención que por encima de la fe, que es a primera vista el sostén del Régimen, y de la esperanza, que suele ser el alimento espiritual de la primera, sitúe el apóstol el amor al prójimo como la principal de las tres virtudes teológicas cristianas.

    En este punto deberíamos preguntarnos en primer lugar si el mandamiento nuevo de “amáos los unos a los otros”, el mandamiento del amor cristiano, es exclusivo del cristianismo o estaba ya inserto en el judaísmo, y en segundo lugar si es tan universal como pretende.

    La respuesta nos la da Antonio Piñero en su libro “Ciudadano Jesús” (pág. 156): “Bien entendido, el mandamiento del amor al prójimo no es nada nuevo ni en Jesús ni en el judaísmo de su tiempo, ya que era una norma de vida que se proclamaba desde antiguo en el libro del Levítico 19:18: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Yahvé.” Sin embargo, era usual que los judíos entendieran este precepto como restringido a los connacionales, a los hijos de Israel.” Es decir, el amor al prójimo no es un mandamiento nuevo, ya que está recogido en el Antiguo Testamento, y, en segundo lugar, no es universal, sino que se entiende como amor desinteresado al compatriota, dentro de la creencia de que Israel es el pueblo elegido y favorecido por Dios. Es, por decirlo de algún modo, un sentimiento nacionalista, fundado sobre el orgullo de pertenecer a una misma nación, que es el pueblo del Señor.

    Este concepto se amplía en Jesús, y ahí radica su novedad, lo que ha hecho que sea considerado como una de sus aportaciones más trascendentes, porque él predica la necesidad de amar a los enemigos e “incluso a los extranjeros que mostraban hacia los judíos y su ley una actitud benevolente”, como dice Piñero, y como se ve por ejemplo en la parábola del buen samaritano.  

El buen samaritano, Aimé Nicolas Morot (1880)
 

    La imagen del samaritano como el piadoso salvador del judío apaleado, ante la indiferencia del sacerdote y el levita judíos que pasan a su lado y miran a otra parte, fragua una nueva redefinición de «prójimo». Así la leemos en el evangelio de Lucas 10:30-35 Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron dejándole medio muerto. Por casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó adelante. Pero un samaritano que iba de camino llegó a él, y viéndole, se movió a compasión; acercóse, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré. 

    Los samaritanos y los judíos constituían rivales irreconciliables; unos a otros se consideraban herejes. Eran, en efecto, los samaritanos unos extranjeros muy cercanos a los judíos, porque creían en el mismo Dios y en la misma ley mosaica que ellos, por lo que había que perdonarles las faltas, no teniéndoselas en cuenta. Sin embargo, el sacerdote y el levita de la parábola eran judíos, igual que la víctima del latrocinio, pero pasaron de largo, sin prestar auxilio a su compatriota, mientras que el samaritano, que era un enemigo político, no lo es para Jesús, hermanado como está en las mismas creencias y en la misma esperanza en la llegada del Reino de Dios.

El buen samaritano (después de Delacroix), Vincent Van Gogh (1890)
 

    Si utilizamos los términos latinos inimici y hostes para referirnos en el primer caso a los enemigos personales (*in-amici, no-amigos) y en el segundo a los enemigos públicos, Jesús predica el amor a los primeros, a los enemigos privados entre los compatriotas, que pueden ser ganados para la causa, pero Jesús no amó nunca a los enemigos públicos del Reino de Dios: a los romanos, en primera instancia, que habían sojuzgado al pueblo de Israel, y a los fariseos, escribas, saduceos y sumos sacerdotes, que a la vez eran ricos comerciantes que pertenecían a la casta a la que le favorecía la “pax Romana” para sus negocios.

    Pero el inventor del cristianismo no es el Jesús histórico sino su apóstol Pablo, que extiende el concepto de “pueblo elegido” a toda la humanidad, ampliando la exigencia del concepto de circuncisión hasta difuminarla,  fundando el catolicismo y modificando el sentido nacionalista restringido del amor al prójimo que Jesús había modificado, ampliándolo considerablemente.

jueves, 17 de junio de 2021

Presuntos delincuentes

    Algunos se han rasgado las vestiduras por la promulgación en el BOE de la Ley Orgánica 7/2021, de 26 de mayo de 2021, de “protección de datos personales tratados para fines de prevención, detección, investigación y enjuiciamiento de infracciones penales y de ejecución de sanciones penales”, cuya tramitación, sin embargo, no ha tenido demasiada repercusión en los medios, ocupados como están en otros asuntos de máximo calado.

    El escándalo viene porque en el apartado a) del Artículo 9 de la ley se permite haces distinciones -perfiles, dice la ley- sobre “personas respecto de las cuales existan motivos fundados para presumir que hayan cometido, puedan cometer o colaborar en la comisión de una infracción penal”. El Boletín Oficial del Estado presupone, así, que algunos de sus súbditos son presuntos delincuentes que pueden cometer un delito.

    Más adelante, en el artículo 15 se dice que la “captación, reproducción y tratamiento de datos personales por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en los términos previstos en esta Ley Orgánica, así como las actividades preparatorias, no se considerarán intromisiones ilegítimas en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen“. (Los subrayados son míos).

    Algunos han señalado que esta ley establece de esta forma el concepto de justicia preventiva de sentencia previa como en la película “Minority Report” de Steven Spielberg (2002), basada en un relato corto del visionario K. S. Dick, donde la unidad de élite de la policía, llamada Precrimen perseguía a los presuntos asesinos antes de que, pasando de la potencia aristotélica al acto, hubieran cometido el crimen. Para ello se basaban en unas "precogniciones" infalibles. 

 

Fotograma de "Minority Report", Steven Spielberb (2002)
 

    Pero esta Ley Orgánica no implanta un escenario futuroide de ficción científica, sino algo que ya practican las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los tribunales de Justicia. Estos últimos no tienen empacho en adoptar medidas cautelares de decretar prisión preventiva. 

    La susodicha ley no es más que una transposición de una directiva aprobada por el Parlamento Europeo en 2016, que España no había aplicado todavía, por lo que se ha tramitado ahora y acatado democráticamente con carácter de urgencia. Quizá esto sea tan escandaloso como el contenido de dicha Ley Orgánica que proclama nuestro Boletín Oficial del Estado.

    No se trata de legislar algo que no suceda ya: la policía trata nuestros datos. No va a condenar a nadie por la mera sospecha de que vaya a cometer un delito, pero sí, como ya hace, a investigar a los sospechosos sobre los que tienen motivos más o menos fundados de que puedan cometer un delito. De hecho, el trabajo policial no sólo consiste en investigar y perseguir los delitos ya cometidos, por ejemplo atentados terroristas, sino también en prevenir y evitar que se cometan otros. 

Retrato de Nicolás Maquiavelo, Santi di Tito (mediados del siglo XVI)

    Bien saben los príncipes de nuestros gobiernos de la vieja Europa, a poco que hayan leído a Maquiavelo, que, como éste escribe en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio I.3.1: “Es necesario a quien dispone una república y ordena sus leyes presuponer que todos los hombres son malos, y que tengan siempre que poner en práctica la malignidad de su espíritu cada vez que tengan la ocasión de hacerlo libremente.” El Estado presupone que sus súbditos somos malos (tutti gli uomini essere cattivi, que dice el italiano) y que a poco que se nos presente la más mínima oportunidad vamos a poner en práctica tal perversidad. Pero es una mentira perversa considerar malos a los seres humanos cuando es el Estado, el más frío de todos los monstruos, según Nietzsche, el que miente, "y ésta es la mentira que se desliza de su boca: Yo, el Estado, soy el pueblo."

miércoles, 16 de junio de 2021

Mensajes antifascistas

El fascismo histórico es un fantasma del pasado que murió en Berlín en 1945. Un nuevo totalitarismo alza ahora el estandarte de la salud como valor insuperable. 
 
La salud no puede erigirse en un valor supremo como es la libertad, porque no es un valor sino un bien que se posee o no se posee, como la riqueza o la belleza.
 
Fascismo, nazismo y comunismo estaban encarnados en una figura humana con una cabeza visible. El nuevo totalitarismo es acéfalo, menos visible, más impersonal.
 
¿Dónde están los antifascistas ante la dictadura sanitaria que estamos padeciendo? Aquí se ve la mentira de la izquierda, que hace el juego al Estado y Capital. 
 


El totalitarismo nos impone a votantes y contribuyentes la adhesión inquebrantable a la ideología obligatoria de sentido único de la sanidad y no de la salud.
 
Hay quien, luchando con los fantasmas del pasado, no ve los que tiene enfrente: el carácter totalitario y autoritario de este régimen democrático que padecemos. 
 
Tanto la enfermedad del virus coronado como también el cambio climático reciben el mismo trato político, coartadas para poner en marcha un nuevo totalitarismo. 
 

 
Como toda verdad revelada, la científica no puede ponerse en tela de juicio, y exige sacrificios en aras del futuro que obtienen así un fundamento «racional». 
 
Los enemigos del Régimen son perseguidos por los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- del Estado, y son desacreditados por el cuarto, por la prensa. 
 
Pero el enemigo del pueblo, sin embargo, no es el disidente, el que no está de acuerdo con el dogma oficial, sino el Régimen, que es la democracia tecnológica.