176.-
Referéndum
monarquía/república:
Algunos
reclaman la conveniencia de convocar un referéndum monarquía o
república
utilizando una herramienta democrática como es la consulta al
electorado, que no al pueblo, porque no es lo mismo aunque
habitualmente se confundan ambos conceptos.
No me extrañaría nada que la propia Casa Real española propusiera
dicho plebiscito que, casi sin ninguna duda ganaría dado que tiene
a su servicio toda la maquinaria estatal, institucional, económica,
partidista, mediática... Sería el mejor método para legitimar la
permanencia de la corona de dicha institución propia del régimen
feudal del ancient
régime
anterior a 1789, perpetuándose antes de que crezca de manera
peligrosa el rechazo popular que refleja aquella copla que recogió
García Lorca: Si
tu padre quiere un rey, la baraja tiene cuatro: rey de oros rey de
copas, rey de espadas, rey de bastos. Vaya
por delante algo de capital importancia: la
instauración de la República,
per se,
no supondrá un cambio del sistema económico imperante, ni vendrá a
subvertir el orden social establecido, ni va a trocar el bagaje
cultural de la gente y, ni siquiera garantizará un cambio
significativo en el régimen político, más allá de sustituir la
transmisión hereditaria familiar y nobiliaria de la jefatura de Estado
por otro tipo de origen electo como en sus comienzos fue la monarquía
romana, por ejemplo. No hace falta, para darse cuenta, más que ver
sin prejuzgar las monarquías y repúblicas modernas que nos rodean.
Uno puede alegrarse de que desaparezca un dictador, de hecho es ley
de vida que lo haga, pero eso no conlleva que desaparezca la
dictadura. El Régimen, con mayúscula, es indiferente a esos cambios
cosméticos de gobierno o de forma de Estado con tal de que siga
habiendo Estado: principes
mortales, rem publicam aeternam.

177.-
Decisiones.
(Del latín decidere,
cercenar, cortar de arriba abajo como hace el matarife practicando
un hachazo con una precisa incisión cuando sacrifica a una oveja, un cerdo o un
ternero) ¿Tomamos decisiones o las decisiones nos toman a nosotros,
convirtiéndonos a nosotros en sus rehenes y convirtiéndose ellas en hábitos rutinarios? El mercado nos proporciona
diversas opciones y nos ofrece un pequeño margen de maniobra:
podemos elegir, sí, pero dentro de lo previamente establecido, lo
que está lejos de la verdadera libertad de elección.
Hércules indeciso en la encrucijada, Beccafumi (1520)
178.-
Cambio
de hora: En
la madrugada del 28 al 29 de octubre se produjo -se nos infligió- en
España el cambio de hora para entrar en el horario de invierno,
cuando las 3 de la mañana pasaron por real decreto a ser las 2, lo
que metafísicamente era imposible, pero así se produjo y sucedió.
En
agua de borrajas se quedó la resolución del parlamento europeo de
marzo de 2019 de eliminar el cambio de hora estacional que debería
aplicarse en 2021. No se entendía bien por qué hacían falta dos
años para llevarlo a cabo, pero con la coronación del virus se
pospuso sine
die.
El cambio de hora ya no está en la agenda, pese a la unanimidad que
había en acabar con esta medida de ahorro energético que no sirve
para lo que dice servir ni para nada bueno porque lo único que produce
son efectos nocivos reales para la salud. Según el
Boletín Oficial del Estado, el cambio de hora va a seguir
produciéndose -infligiéndosenos- en nuestro país hasta 2026, pese a que, según
nuestro Ministerio para la Transición Energética explicaba en 2019,
“no existen informes actualizados ni experiencias contrastadas”
que “permitan aseverar que el cambio de hora lleve asociados
ahorros energéticos”.
179.-
Sórdido burdel. En un modesto, muy humilde lupanar de
carretera de esta España de hoy y aquí, España eterna, en donde
todo el año brilla la luz intermitente de un farolillo rojo de neón
eléctrico, se ve, parpadeante, la silueta ahora de una estrella
luminosa que señala el rumbo del prostíbulo-Belén a los nuevos
Reyes Magos, náufragos solitarios del negro asfalto que, a trueque
de oro, incienso y mirra, pagando con dinero en efectivo -no aceptan
la tarjeta aún de crédito-, le echarán, calzándose un condón por
si acaso-, un par de polvos a una furcia anónima cualquiera, poco
virgen, en tanto resuenan villancicos en el puticlub y se encienden y se
apagan, intermitentes, las lucecitas de un arbolillo artificial y cutre navideño.

180.-
En
edad de merecer.
En el siglo XIII entró la palabra 'meretriz' en castellano, según
el ilustre Corominas, derivada del latín 'meretrix', sustantivo de
agente femenino formado con el sufijo -trix (igual que actriz,
emperatriz...)
añadido al verbo 'merere' que significaba obtener uno su parte,
ganar, y que admitía diversos complementos o ganancias como 'laudem'
gloria, 'odium' odio, 'praemia' premios y recompensas, y que
enseguida acabó desembocando en 'argentum' 'ganar plata, o sea
dinero, es decir, cobrar un salario. Se ha conservado en castellano
como 'merecer', y da origen a 'mérito' y a los cultismos
'benemérito', que se ha portado bien, y 'emérito', con el
significado de 'el que se ha jubilado', participio de 'emereri'
'ganarse el retiro, terminar el servicio'. De ahí la fundación de
Emérita Augusta, Mérida la ciudad de los veteranos legionarios eméritos,
término que, afortunadamente, no siguió las pautas de evolución
fonética que hubieran hecho que pasara a 'Merda' por pérdida de la vocal átona en interior de palabra y de ahí a
'Mierda' por diptongación de la e breve y tónica. Meretriz es en principio 'la que se gana la vida ella
misma', la merecedora del salario que cobra. Según esta acepción,
la edad
de merecer
sería sencillamente la edad en la que una tiene que empezar a
hacerse valer por sí misma sin depender de nadie. Es decir, la edad
a la que tiene una que empezar a hacer méritos y ser digna de premio
(entiendo yo que se refiere en este caso a la dignidad del
reconocimiento). Por supuesto,
entre los premios también estaría el amor, dado que también tiene
que hacerse una valer para encontrar una pareja.
