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viernes, 29 de diciembre de 2023

El fruto prohibido (y II)

     Buscando el simbolismo de la manzana dentro de la mitología clásica, puede uno remontarse a la manzana de la Discordia del Juicio de Paris que este le otorgó a la diosa más bella, Afrodita, a cambio del amor de la mujer más hermosa que pisaba la tierra Hélena de Esparta primero y luego de Troya, a donde se la llevó. La manzana sería a la postre el origen de la Guerra de Troya, la primera guerra mundial de nuestra literatura occidental.

     

   La ninfa Atalanta, por otra parte, que era invencible en la carrera y que desafiaba a sus pretendientes a competir con ella, siendo su recompensa su amor y su castigo si eran derrotados por ella la muerte, fue vencida por Hipómenes gracias a la estratagema que le inspiró la diosa Afrodita, precisamente, de arrojarle manzanas de oro del jardín de las Hespérides, que eran las hijas de Atlas o Atlante, que vivía en el confín occidental del mundo y sostenía sobre sus hombros la bóveda celeste, como hacemos por otra parte todos y cada uno de los humanos habitualmente, cargando con todo el peso del planeta sin querer. Atalanta, veloz como el viento, se detuvo sin embargo a recoger las preciosas manzanas, lo que aprovechó Hipómenes a fin de aventajarla ganando la carrera. 

Atlas y las Hespérides, John Singer Sargent (1922-25)
 
     Para los griegos y romanos antiguos, ofrecerle una manzana a una mujer era declararle su amor, como revela el poema de Catulo en el que lamenta la muerte accidental del hermano al que quería más que su propia vida, y que le sume en un perpetuo dolor que le impide dedicarse a componer poesía, pero sin embargo ha traducido un poema griego de Calímaco al latín siguiendo los consejos de un amigo al que se lo dedica, diciéndole que sus palabras que lo animaban no han caído en el olvido ut missum sponsi furtiuo munere malum, como tampoco la manzana que le ha dado el mozo furtivamente a la niña y que ella guardaba en su regazo bajo la túnica pero que al levantarse ante la llegada inesperada de la madre se le cae al suelo, lo que hace que la hija se ruborice al haber sido descubierto su amorío.

        El simbolismo de la manzana es claramente erótico en el mundo grecolatino, lo que, unido a la traducción del pasaje del Génesis de la Biblia que hizo san Jerónimo, del "árbol del conocimiento o ciencia del bien y del mal", -lignum scientiae boni et mali-, hizo que se confundiera el mal con la manzana, (mali significa ambas cosas en latín, recuérdese su ambigüedad), y que se interpretara el erotismo, que es lo que simboliza la manzana como queda dicho, como el fruto prohibido responsable de la expulsión del paraíso, cuando lo que aleja a Adán y Eva del Edén es el conocimiento o toma de conciencia de su propio cuerpo, lo que les avergüenza y hace que se cubran unas partes de su cuerpo que se denominan 'pudendas', es decir, etimológicamente, 'que han de causarles el pudor de la vergüenza'.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

El fruto prohibido (I)

    Viendo algunas representaciones gráficas de la expulsión del paraíso de nuestros primeros padres Adán y Eva, como la de Tiziano que pintó hacia 1550 y se exhibe en el Museo de El Prado, se pregunta uno ¿cómo ha llegado la manzana a ser el fruto prohibido habida cuenta de que en el libro del Génesis de la Biblia, que contiene ese relato, no se menciona ninguna manzana? 

Adán y Eva, Tiziano (hacia 1550)

    Si repasamos el episodio, según la traducción de Nácar-Colunga que manejo, leemos lo siguiente (Génesis 3, 1-8): “Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: “¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?” Y respondió la mujer a la serpiente: “Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir”. Y dijo la serpiente a la mujer: “No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios conocedores del bien y del mal”. Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores”.

    Previamente en el capítulo segundo, donde se describe el paraíso se nos ha dicho (2, 9): Hizo Yavé Dios brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal”.

    Mucho se ha hablado sobre si el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal eran dos, como se desprende de la lectura de este texto, o eran uno solo y el mismo, como propone Mark Makowiecki en su artículo 'Untangled branches: the Edenic tree(s) and the multivocal waw' (2020), basándose en el argumento filológico de que el hebreo "waw" que se ha traducido por "y" significa también "es decir", con lo cual estamos diciendo que el árbol de la vida es, además, del conocimiento del bien y del mal, como si dijéramos sumando las dos denominaciones en una: el árbol de la vida y árbol de la ciencia del bien y del mal.

    Pero dejando esta cuestión aparte, cuando San Jerónimo vertió la Biblia hebrea al latín, traducción que se conoció como la Vulgata o Divulgada, el santo tradujo la expresión hebrea que corresponde a “el árbol de la ciencia del bien y del mal” en buen latín como "lignumque scientiae boni et mali". 

    Resulta que la palabra "mali", genitivo de "malum", es ambigua en la lengua del Lacio, porque significa dos cosas distintas: “mal” y “manzana”, por lo que, gracias a esa ambigüedad, la confusión estaba servida:  El árbol de la ciencia del bien y de... la manzana.

Viñeta de Ángel Boligán
 

    Me viene a la memoria a propósito de esta ambigüedad el verso que compuso el poeta latino Nevio contra la poderosa familia de los Metelos: Fato Metelli Romae fiunt consules: 'Los Metelos son nombrados cónsules en Roma por suerte / por desgracia'. En realidad lo que dice ese verso es “por el destino”, que puede ser bueno o malo, pero en la ambigüedad de ese doble sentido reside la gracia del verso. A lo cual la poderosa familia de los Metelos le respondió con otro verso: Malum dabunt Metelli Naeuio poetae, que, habida cuenta de la ambigüedad de “malum”, puede significar algo positivo como: 'Los Metelos le darán al poeta Nevio una manzana (como premio)', o 'los Metelos le darán al poeta Nevio una desgracia o una paliza un daño (como castigo)', siendo esto último lo que le dieron.