Declaraba
Pier Paolo Pasolini en 1974 en una entrevista a L'Europeo, recogida en la colección de artículos póstumos “El
fascismo de los antifascistas” (Milán, 2018): Existe hoy una
forma de antifascismo arqueológico que es además un buen pretexto
para procurarse una patente de antifascismo real. Se trata de un
antifascismo fácil que tiene por objeto y objetivo un fascismo
arcaico que ya no existe y que no existirá ya nunca.” (...)
Por
eso gran parte del antifascismo actual, o al menos lo que se llama
antifascismo, es ingenuo y estúpido o es injustificado y de mala fe:
porque lucha o pretende luchar contra un fenómeno arqueológico,
muerto y enterrado, que ya no puede asustar a nadie. Es, en
definitiva, un antifascismo totalmente cómodo y totalmente
descansado.
Pier Paolo Pasolini (1922-1975)
Creo,
creo profundamente, que el verdadero fascismo es lo que los
sociólogos han llamado, con demasiada buena intención, "sociedad
de consumo". Una definición que parece inofensiva, puramente
descriptiva. Pero no. Si se observa bien la realidad, y sobre todo si
se sabe leer en torno a los objetos, el paisaje, el urbanismo y,
sobre todo, los hombres, se ve que los resultados de esta
despreocuapda sociedad de consumo son los resultados de una
dictadura, de un verdadero fascismo.(...)
En
cambio, este nuevo fascismo, esta sociedad de consumo, ha
transformado profundamente a los jóvenes, les ha tocado la fibra,
les ha dado otros sentimientos, otras formas de pensar, de vivir,
otros modelos culturales. Ya no se trata, como en la época de
Mussolini, de una regimentación superficial y escenográfica, sino
de una verdadera regimentación que les ha robado y cambiado el alma.
Lo que significa, en definitiva, que esta "civilización del
consumo" es una civilización dictatorial. En resumen, si la
palabra fascismo significa la arrogancia del poder, la "sociedad
de consumo" ha alcanzado el fascismo.
Para
mí, la cuestión es muy compleja, pero también muy clara: el
verdadero fascismo, lo he dicho antes y lo volveré a decir, es el de
la sociedad de consumo y los demócratas cristianos se han convertido,
incluso sin darse cuenta, en los verdaderos y auténticos fascistas
de hoy. (…)
La
reflexión de Pasolini distingue un fascismo arcaico, histórico, ya
inexistente, en el sentido propio de la palabra que agrupa a todo
aquel que formó parte de un movimiento o partido político que
estuvo activo en Italia de 1919 a 1945, o de otros partidos que,
incluso después, se inspiraron abierta y justificadamente en él, y
un fascismo genérico mucho más amplio con el que se refiere a todo
aquel que para ejercer el poder no tiene reparos en utilizar diversas
formas de violencia a fin de reducir a los demás a una condición de
sumisión.
Su
reflexión de hace cincuenta años sigue plenamente vigente, aunque
nos resulten obsoletas ya las expresiones de la 'sociedad de consumo' y los
'demócratas cristianos'; habría que sustituirlas por el 'estado de
bienestar', la 'social democracia' o la 'democracia' sin más u otras expresiones análogas,
para actualizarlas.
Hay
fascistas en este último sentido que se indignarían si alguien les
llama así, porque muchos, por no decir la mayoría, suelen
considerarse antifascistas en el sentido propio de enemigos de un
régimen político que ya no existe.
La reflexión de Pasolini me recuerda
el dicho que se atribuye a Ennio Flaiano, y que en realidad se debe
a su amigo Mino Maccari: "Los fascistas se dividen en dos
categorías: fascistas y antifascistas". Cuando dice “los
fascistas” como sujeto de la frase está usando el término en
sentido genérico, pero cuando lo dice en el predicado, equiparándolo
con antifascistas, se refiere a los fascistas propiamente dichos y a
los antifascistas, que para definirse necesitan recrear el monstruo que van a combatir, como el bombero pirómano que necesita provocar el incendio que va a apagar.
La paradoja quizá pretendía aludir a
la irrelevancia de tales autoproclamaciones. Cualquier autoproclamado
'antifascista' puede suscitar en nosotros cierto recelo fundado
en las mismas razones del que proclama que no es racista o que no es
machista. Tanto para Macari, como para Flaiano o Pasolini hay
fascistas en sentido amplio incluso entre los antifascistas en el
sentido más restringido del término: nadie puede considerarse
inmune.
Os vacunaremos a todos (Acción antifascista que pretende vacunar a todo el mundo contra su voluntad)
Hoy en día el comportamiento fascista
en sentido amplio parece aumentar a un ritmo rápido, probablemente
con una progresión geométrica: hay en la sociedad actual
comportamientos fascistas generalizados, camuflados en los hábitos y
comportamientos habituales.
Como dice Giorgio Agamben, hablando de la situación actual y ciñéndose a su país, pero puede extrapolarse a cualquier otro, en Italia se
ha producido un auténtico golpe de Estado so pretexto de una crisis
sanitaria. Pone como ejemplo el allí llamado Green Pass, que
representa el modelo político de lo que se llama “libertad
autorizada”, que no concede nuevos derechos a la ciudadanía, pero que autoriza el
ejercicio de los ya existentes: salir de casa, ir a un restaurante,
tomar un tren... El Estado de excepción se ha convertido en la
regla: ese es el fascismo actual que algunos antifascistas no quieren ver.