Los predicadores radiofónicos, como esta periodista Àngels Barceló de la
Sociedad Española de Radiodifusión, la SER, que es "la progre” porque
la otra emisora, la COPE, la Cadena de Ondas Populares Españolas, es "la carca", la de los obispos, según dicen las almas cándidas que todavía hacen tales distingos, publican desde sus púlpitos mediáticos el
dogma de la verdad científica dando pábulo al alarmismo y a la intolerancia o
tolerancia cero, como prefieren ellos decir, porque es políticamente más correcto el cero a la derecha que incluir la negación en la respetable palabra tolerancia -'casas de tolerancia' eran antaño los prostíbulos. En medio de su sermón, suelta lo siguiente: quien niega la evidencia científica debería estar excluido de la
conversación y del debate público. Ojo a los dos términos de esta excomunión: no
sólo habría que excluir al que niega la evidencia científica del debate público,
sino también de la conversación, es decir del trato privado y personal.
Esta periodista ya apuntaba maneras cuando desde su púlpito radiofónico hacía campaña y predicaba a favor de la industria de la farmacopea y cacareaba que no vacunarse era una mezquindad y no “un acto de libertad individual” porque si un
no-vacunado se infectaba -y es más fácil que lo haga, apostillaba ella en su supina ignorancia-, se convierte en un peligro para todos. Y ponía la siguiente comparación que, vista desde ahora, se podría volver más bien contra los vacunados que contra los no vacunados, cambiando solo la sustancia que es objeto de la ingesta: “Algo así como el que coge el volante después de haber bebido”.
Las almas cándidas que escuchan con devoción
estas monsergas radiofónicas que consideran laicas -algunas pretenden desintoxicarse de las imágenes de la televisión escuchando religiosamente la radio, como si las palabras pronunciadas -y leídas, porque han sido previamente escritas- fueran más inocentes y menos fidedignas o dignas de fe que las imágenes pornográficas de la pequeña pantalla- no perciben cómo configuran
una comunidad de fieles creyentes en las sagradas escrituras de los
estudios científicos de los expertos. Así comienza el sermón de
Barceló del otro día:
“Hola. Muy buenos días. El cambio climático nos está matando. Esto no
es sólo una alerta que lanza Naciones Unidas, es una realidad ya que
se desprende de un exhaustivo estudio llamado The
Lancet Countdown,
elaborado desde 2016 y cuya conclusión es demoledora. Son los peores
hallazgos encontrados hasta el momento. “El cambio climático -dice
el estudio- está socavando cada vez más los pilares de la buena
salud y está agravando el impacto de la pandemia del cóvid.” No
es un estudio futuro, es un estudio de lo que ya se percibe.
La periodista predicadora, como puede
verse, hace uso de la Sagrada Escritura, que es un estudio científico de la prestigiosa y desprestigiada revista The Lancet, avalado por numerosos expertos en
la materia de la Iglesia del Árbol de la Ciencia, publicado el martes 25 de octubre aquí y aquí, y lo hace para avalar la realidad, y no la simple alerta, del dogma del cambio climático que es, eso y no otra cosa, lo que nos está matando.

Escuchen este dato: “Las muertes
relacionadas con las olas de calor, consecuencia de los efectos del
cambio climático, como lo son también fenómenos como las
inundaciones o las grandes sequías, bueno, las muertes relacionadas
con el calor entre los mayores de 65 años han aumentado un 68% en el período comprendido entre 2017 y 2021.” Como ven además, los
efectos del cambio climático también tienen especial impacto entre los más
vulnerables por edad, los mayores, lo acabamos de escuchar, y por
países, porque todos estos fenómenos de los que hablaba afectan
también a la seguridad alimentaria, a las cosechas, a los alimentos
básicos que cada vez escasean más en muchos puntos del planeta.”

Atención al dato, que está incompleto. La periodista omite, cuando cita la conclusión del estudio -su labor de divulgación se limita a citar sesgada la conclusión- que el aumento se establece en comparación con el período que va del año 2000 al 2004. Se dice literalmente allí: "Los
daños a la salud de la exposición al calor extremo están
aumentando, afectando la salud mental, socavando la capacidad para
trabajar y hacer ejercicio, y dando como resultado muertes anuales
relacionadas con el calor en personas mayores de 65 años que
aumentaron en un 68 % entre 2000–04 y 2017–21." Notemos cómo la periodista al citar este estudio pasa por encima con suma delicadeza la sobremortalidad que se está produciendo en este año 2022, que se podría decir que es la quenos está matando aquí y ahora y que podríamos achacar también al cambio climático, claro está, como a otros factores que podrían explicarla tales como las inoculaciones masivas que comenzaron a
producirse a partir de 2021 precisamente. Eso no se discute, porque atención a lo
que viene ahora.
Y si con todo esto todavía hay alguien que no
lo quiere ver, alguien que niega la evidencia, que
les aseguro que los hay, ustedes ya saben quiénes son, pues estos
deberían estar excluidos de la
conversación y del debate público,
porque no se trata del contraste de opiniones de diferentes puntos de
vista. Con los efectos del cambio climático ya no hay debate. Y ante
la provocación de quienes lo alimentan, la respuesta debería ser la
indiferencia.
En nombre de la
Ciencia, la predicadora excluye, porque está en posesión de la
Verdad, avalada por la Sagrada Escritura de los expertos, a los que niegan la
evidencia, o sea la Fe, y quienes fomentan un debate están alimentando una
provocación...
Esto es muy serio, la verdad, porque además
en el mismo estudio <volvemos a la Sagrada Escritura> se nos
advierte de la relación de lo que está pasando con los combustibles
fósiles y aquí señalan a gobiernos, que se resisten a la
transición hacia energías no contaminantes y siguen apostando por
la extracción y quema de combustibles fósiles, y subvencionando el
gas, el petróleo o el carbón. Es verdad que en este siglo vamos de
emergencia en emergencia, pero ya no se puede aparcar más la
emergencia del cambio climático. Debe formar parte del debate
político y debe ser una prioridad para los dirigentes del mundo
entero y para nosotros también. Debemos modificar mucho muchos de
nuestros hábitos y acostumbrarnos a que las
cosas no pueden ser como antes ni se puede dar pábulo o altavoz a
los que lo nieguen. Nos va la vida en ello.
Decir
que nos va la vida en ello es decir que nos va la salvación en ello.
Resulta curioso cómo se contradice la predicadora cuando dice que la
emergencia climática “debe formar parte del debate político”
cuando, por otra parte estaba diciendo que con los efectos del cambio
climático ya no hay debate.