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miércoles, 14 de diciembre de 2022

¡Alto (iba ya a decir 'stop') a los anglicismos! (V)

    Se ha puesto de moda referirse a la todopoderosísima industria farmacéutica de los grandes laboratorios fabricantes de fármacos -helenismo este que vale tanto para medicina como para veneno- con el anglicismo big pharma, que a veces aparece escrito entre nosotros big farma, con efe en lugar de pe hache. Literalmente es la Gran Farmacia, o la Gran Farmafia, como prefieren algunos aludiendo a sus  características mafiosas. El poder de los grandes laboratorios, siempre considerable, se ha visto fortalecido a raíz de la declaración de la pandemia de virus coronado por parte de la ominosa y abominable OMS, que es a su vez subvencionada por dicha industria, entrando en un círculo vicioso que se retroalimenta sin cesar.


 
    El virus de una simple gripe fue coronado y declarado no ya epidemia estacional sino pandemia universal y se llamó, como bien se sabe, covid, un acrónimo formado con las iniciales de otras palabras inglesas mezcladas con el exitoso latinismo “virus”: co- (de “corona”) vi- (de “virus”) y d- (de la palabra “disease”: enfermedad), a lo que se añadió el número 19 que se refiere al año 2019 de la cosecha. La adopción de la palabra “Covid” tal cual en español da cuenta de la globalización de la enfermedad, que se hizo viral, nunca mejor dicho, y de la importancia de la lengua del Imperio como lengua franca o universal en estos tiempos que nos corren. 
 
    Los nombres anglosajones de otras enfermedades fueron adaptados al castellano: el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, frente al acrónimo inglés AIDS) provocado por el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana, frente al IHV anglosajón), por no hablar de la Gripe porcina, la Gripe aviar o el Ébola (por la región de África donde hizo su aparición). Pero en este caso adoptamos tal cual el acrónimo inglés, imponiéndose generalmente el género gramatical masculino (el covid, al confundirse la enfermedad con el “virus”), frente a los intentos de imponer el femenino de políticos y periodistas  (la covid), tal vez por ser el género gramatical de la palabra “enfermedad”.
 
 
    En el lenguaje popular y coloquial a la enfermedad se la llamó  “peste”, y al virus “bicho”, y también “covicho”. De covid  deriva  “covidiota”, referido a quien no guarda las medidas impuestas de higiene y seguridad para frenar la propagación del virus, palabra que se ha visto obligada a recoger nuestra docta Academia en su diccionario. 
 
    Otro anglicismo completamente innecesario es classroom, compuesto de class 'clase' y de room 'habitación, sala' Aparte de ser el nombre de un servicio educativo gratuito desarrollado por Google, el servidor que nos acoge gentilmente, para fomentar la enseñanza virtual y la teleenseñanza, fuera de ese contexto resulta completamente ridículo. Hay quien lo traduce literalmente por 'sala de clase', cuando tenemos, bien antigua, una palabra patrimonial que es aula, la olla, por lo que no hacía falta este anglicismo para las jaulas estudiantiles. 
 
 
    Antes de tipificarse el delito de odio entre nosotros, ya se hablaba mucho de haters, literalmente ”odiadores, odiantes”, concepto opuesto por lo tanto a lover, popular entre nosotros en la expresión latin lover, “amador o amante latino”. Un hater es alguien que expresa su rechazo y odio a determiandos colectivos basándose, según nuestro Ministerio del Interior en su "raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la  edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar". Generalmente estos odiadores expresan su animadversión en publicaciones y comentarios en redes sociales aprovechándose del anonimato que brindan las nuevas tecnologías.


     Pero quizá el más innecesario de todos los anglicismos era web, que en inglés significaba desde el siglo XIII "telaraña", y también se aplicó a las membranas interdigitales que tenían las aves palmípedas. De 1990 arranca su significado de "red informática", como abreviación de la expresión WWW "World Wide Web", o sea, RIU, que podríamos decir nosotros: Red Informática Universal. De ahí se habla de páginas web, para traducir web pages. La pronunciación castellana sería güeb, con unda diéresis bien marcada para pronunciar el sonido vocálico "u".

lunes, 31 de octubre de 2022

¡Alto (iba ya a decir 'stop') a los anglicismos! (IV)

cool. Se ha puesto de moda este adjetivo inglés entre nosotros, que en principio significaba en la lengua de Chéspir 'fresco' hablando de temperatura fría, pero no muy fría, con la connotación de agradable, interesante. Pero si nos referimos a una persona o a su conducta significa que está de moda o que crea tendencia y resulta atractiva. Cuando decimos que algo es cool queremos decir que es muy bueno. Tenemos en castellano, desde hace unos años, un término que no es anglosajón, sino bastante castizo, que es guay, que puede suplirlo perfectamente y que además es monosílabo. Ya se usaba en cstellano viejo como sinónimo de la interjección “ay”, por ejemplo “guay de mí”, en vez de “ay de mí”, pero ahora se ha impuesto coloquialmente como sinónimo de “muy bueno, estupendo” -su plural sería 'guais', en uso adjetivo- y también se usa como adverbio y sinónimo de “muy bien”. 


follower: Del verbo to follow “seguir”, con el sufijo de agente -er, el follower es el seguidor. El anglicismo sería innecesaria si no fuera porque “seguidor” es muy genérico, mientras que “follower” es más específico, relacionado como está con las redes sociales y los influencers.

influencer: Un influencer es un líder -otro anglicismo que merece mención aparte- de opinión. Se llama así a la persona que destaca en una red social u otro canal de comunicación y expresa opiniones sobre un tema concreto ejerciendo una gran influencia sobre muchas personas que la conocen y que la siguen, sus seguidores o followers. Estamos ante una raíz latina, que es el verbo influere, 'influir' en castellano, por lo que no es necesaria la adopción de este anglicismo cuando disponemos de “influyente”, por ejemplo. 


leader: Del verbo to lead “guiar” con el sufijo de agente -er, es nuestro “guía, conductor e incluso jefe”. El calco semántico alemán del inglés leader es el conocido Führer Ya castellanizada como “líder”, la docta Academia la define como “persona que dirige un partido político, un grupo social u otra colectividad”, y también “Persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva”. La penetración de este anglicismo ha sido tan fuerte que ha generado un femenino “lideresa”, el verbo “liderar” y el sustantivo “liderazgo”, que viene a ser dentro de la gestión de recursos humanos un sinónimo del viejo u castizo “jefe”. Ya no se lleva entre nosotros la jefatura, sino el liderazgo. Los jefes aspiran a ser considerados iguales a sus subordinados, disimulando así la jerarquía, y a camuflar su condición bajo la idea de líder, a imagen del clásico director espiritual. Pero atención, últimamente se oye muyo lo de CEO, acrónimo de Chief Executive Officer como Director Ejecutivo, que vuelve a resucitar bajo la forma chief, al viejo jefe que se había camuflado de camarada como decían los comunistas o de colega, como presumen algunos ahora.

mainstream: Compuesto del adjetivo “mainprincipal y el sustantivo “streamcorriente. En inglés antiguo “stream” significaba la corriente de un río, mainstream se utiliza como sinónimo de convencional, mayoritario, dominante... Y tiene diversas aplicaciones según el contexto. Me interesa, particularmente ahora, destacar una, cuando se habla de la versión oficial, que a veces denominamos con helenismo antiguo ortodoxa, frente a heterodoxa, que sería lo contrario. Resulta interesante a este respecto la opinión de Juan Manuel de Prada, que distingue los famosos bulos de las versiones oficiales, considerando que son mucho más peligrosas estas últimas que los primeros.


password: Innecesario anglicismo, compuesto de dos sustantivos “word” palabra y “pass” de paso, es decir, nuestra contraseña. Recuerdo aquello de “santo, seña y contraseña”. Cuando un soldado se encontraba con otro en una patrulla de guardia nocturna debía pedirle el santo y seña, que solía ser el nombre propio de una persona tomado del santoral y un topónimo que comenzaba por la misma letra, a lo que el otro debía darle la contraseña que era una palabra común que también comenzaba por la misma letra, por ejemplo, Luis, Lugo, luz o una que no sé si recuerdo o inventé: Ana, Ávila, amor. Había que dar el santo y seña para entrar. Pero claro, la adopción de password se debe a la imposición de la informática.

jueves, 20 de octubre de 2022

¡Alto (iba ya a decir 'stop') a los anglicismos! (III)


Fact checker, suele traducirse al castellano por “verificador de datos”, del verbo to check 'comprobar' y de fact 'hecho', que es la raíz latina de factum que llegó a la lengua de Chéspir a través del francés. Del verbo to check, ya habíamos adaptado chequeo en castellano con el sentido genérico de 'examen, control, cotejo' y el específico de 'reconocimiento médico'. No nos hacía mucha falta ni la institución de los fact checkers como maldita.es o newtral o los malditos algoritmos de Feisbuq, Gúguel o Tuíter, que tanto han pululado entre nosotros durante la pandemia (y que ni siquiera han sabido proclamar el mayor bulo de estos dos últimos años que era la existencia misma de la propia pandemia) ni el palabro cuando ya disponíamos de 'censores', que es lo que han venido a ser: émulos de Torquemada. Una de las definiciones interesadas y justificadoras que abundan en la Red dice: “Los Fact Checkers -así con mayúscula inicial- o verificadores son un grupo de entidades y personas apolíticas (sic) que tienen por objetivo el desmentido de las declaraciones hechas en público ya sea por partidos políticos o personas que no se ajustan a la realidad objetiva (sic)”. Ellos, los censores, pueden dictaminar lo que no es verdad y declararlo fake news, que es lo que habitualmente hacen, pero nunca tendrán el coraje de declarar que la mayor falsedad de todas es la realidad que ellos defienden y justifican a capa y espada como si fueran caballeros medievales que pretenden salvaguardar el honor bastante deshonrado y perdido ya de su vieja dama. 

 

El gaslighting o iluminación agónica de gas es un término que, tomado al parecer de una película de los años cuarenta, que en España se tituló Luz que agoniza, en la que una mujer recién casada, interpretada por Ingrid Bergman, manipulada hasta el tormento por su marido, acaba convenciéndose de que se está volviendo loca mientras la luz de gas baja de intensidad... Según la poderosa Asociación Americana de Psicología el gaslighting es “la manipulación de otra persona para que dude de sus percepciones, experiencias o comprensión de los eventos”, algo que hemos padecido a escala planetaria con la implantación de lo que se llamó “Nueva Normalidad”. Las víctimas de esta luz agonizante de gas, es decir, nosotros mismos, a fuerza de recibir información falsa y sesgada de forma deliberada y sistemática acaban dudando de sí mismas, de su percepción de la realidad, que ven distorsionada, y de su propia cordura. Desde hace dos años y medio, hemos sido sometidos a un engaño oficial a gran escala sin precedentes. La operación se llevó a cabo mediante guerra psicológica y el lavado de cerebro que llevó a la creación de una descomunal entelequia que se llamó “la pandemia” infligida a las masas de todo el mundo. 


Lo curioso de muchos anglicismos es que suelen ser latinismos que nos llegan vía anglosajona, por ejemplo este de mass media, que literalmente significa “medios de masas”, y que nos devuelve el plural latino de los neutros en -a. Suele citarse muchas veces simplificado y se habla de los media (pronunciado ˈmiː.diə). En efecto media es el plural de medium, que significa efectivamente “medio”. Y mass, que es “masa”, nos viene del latín massa a través del francés masse 'amontonamiento, pasta' y 'masa', que ya teníamos en castellano, como demuestra el verbo amasar. Por lo que la expresión mass media suele traducirse como 'medios de comunicación de masas' o 'de información masiva', y son, obviamente los medios (televisión en cabeza, radio, periódicos, revistas, redes sociales) que sirven para amasarnos o hacernos una masa de individuos personales. En español hay quien dice ya Britannico more “los media”, aunque lo habitual es decir “los medios”.  

 

Resilience, adaptado entre nosotros enseguida como resiliencia, sobre cuya etimología discurríamos aquí mismo es otro ejemplo de esos anglicismos que en realidad son latinismos que nos llegan vía anglosajona. La docta Academia define la 'resiliencia' como la 'capacidad de adaptación de un ser vivo a un agente perturbador o un estado o situación adversos'. Ya se oye a veces, sobre todo en hispanoamérica, el verbo 'resiliar', que todavía no admite la Academia. Se ha convertido en una palabra culta que se vuelve sinónima de “resignarse”. Cuando a alguien se le dice que tiene que ser 'resiliente' se le está diciendo que tiene que ser “resistente, que tiene que ser fuerte ante las adversidades. Es, por un lado, una invitación al conformismo, a aceptar los males presentes e incluso a veces el propio sacrificio, actitud que pretende compensarse con un estar preparado para males futuros y, por lo tanto, inexistentes. 


En la lengua de Chéspir, que es la del Imperio angloamericano, aunque el cisne de Avon no tiene la culpa, usan el término woke, que es el participio del verbo to weak “despertar”, para decir que uno está despierto o alerta. Pero es ya toda una ideología, por así decirlo, por lo que haciendo castizo el término, podríamos decir que el güoquismo es el despiertismo, o como propone la docta Academia, la concienciación, pues los guoques serían, a falta de otro término mejor, los 'concienciados'. El terminajo nos viene de los Estados Unidos donde al parecer surgió según la güiquipedia en los años treinta la expresión “stay woke” mantente despierto para referirse a los problemas políticos y sociales de los afroamericanos en lo que concierne a los prejuicios y a la discriminación racial, pero el alcance de su cobertura se ha ido ampliando a lo relacionado con el género sexual, no gramatical, y la orientación sexual. Se habla incluso ya de capitalismo guoq para referirse a los mensajes políticamente correctos que utilizan las marcas en sus campañas de márquetin. Tiene mucho que ver con lo políticamente correcto, que es bastante hipócrita, porque, como decía el otro ¿quién es políticamente correcto en la intimidad?). El guoquismo es, pues, un nuevo puritanismo, una nueva religión laica que condena al infierno a los que no respetan sus reglas. Viene del otro lado del atlántico donde unos nuevos puritanos se han hecho con el mundo intelectual, cultural y político para imponérselo a todos los demás. Consideran que para lograr la emancipación es preciso reeducar y sancionar a los recalcitrantes. Su arma es lo que se ha llamado la cancel culture, otro anglicismo aunque de raíces latinas, que no es la cancelación de la cultura, sino la cultura que cancela y que intenta silenciar a todos los que piensan “mal”. El guoquismo ha sido la actitud de la izquierda sistémica en general ante todas las medidas de confinamiento y restricciones sanitarias. El guoquismo es lo contrario del legendario sesentayochesco 'prohibido prohibir', ahora es de obligado cumplimiento prohibir. La gran paradoja de nuestro tiempo es que ya no es necesario el Estado para privarnos de libertad, lo hacemos nosotros mismos, quizá por aquello de que nosotros mismos hemos interiorizado a Leviatán, la Bestia, y somos el Estado. No hay una época menos secularizada y laica que la nuestra, y, sin embargo, no hay ninguna más religiosa, por paradójico que pueda parecer.

 

sábado, 15 de octubre de 2022

¡Alto (iba ya a decir 'stop') a los anglicismos! (II)

    No soy enemigo yo de extranjerismos que siempre enriquecerán las lenguas nacionales, lo mismo que los extranjeros vienen a curarnos de nuestros nacionalismos, pero muchos de los anglicismos son superfluos e innecesarios, y sólo responden al postureo de presunción de modernidad. Seguimos enumerando algunos.

    ¡Mándame un e-mail (pronunciado i-meil) cuando me podías mandar un 'correo-electrónico', o si queremos abreviar lo de electrónico, que es lo que hacen los ingleses porque es un palabro muy largo, un 'correo-e'!

    Lo de fitness no sé muy bien lo que es, pero creo que se usa como 'ejercicio físico' para estar en forma, algo propio del engendro de la educación física que tanto horrorizaba a Marinea, que se definía a sí mismo como “profesor de gimnasia”, con palabra de más rancio abolengo, por lo que un centro de fitness supongo que es un gimnasio.

    Si hay un deporte rey, ese es el football, que entre nosotros se escribió 'fútbol', pero bien se pudo traducir y haber quedado como 'balompié', que es traducción de “ball” y “foot”, respectivamente. De ese ámbito deportivo nos vino 'chutar', que es anglicismo ya muy arraigado entre nosotros, adaptación del verbo to shoot, con el doble sentido de disparar un arma o un balón, pero también inyectarse una sustancia, ya sea una droga o un experimento genético. Del balompié nos vino también el “gol”, que es la adaptación de “goal” que es 'meta, objetivo', tan cacareado por nuestros locutores deportivos: “hemos metido un goooooool”. 

                                                    Recientemente el presidente del Gobierno de las Españas intervino en la conferencia organizada por la Fundación Bill y Melinda Gates llamada “Goalkeepers”, que en el deporte rey es el nombre de los guardametas, pero aquí se refiere a los conseguidores de los objetivos, en este caso de la agenda 2030, que ya ni siquiera leemos "dos mil treinta", sino Britannico more "veinte treinta". Estos goalkeepers son los que nos meten los goles, nunca mejor dicho, que otros, como la fundación susodicha, determinan.

    Dices que eres gay, cuando toda la vida se dijo en román paladino 'marica' o 'maricón', pero como parece que son insultos prefieres el anglicismo que está de moda. Entre nosotros siempre se dijo gayo, con el sentido de 'alegre y vistoso' y así se hablaba de la 'gaya ciencia', que era la ciencia alegre de la poesía, o como dijo Machado “gay trinar”, para decir que no era un ave de esas que cantan alegremente.

    ¡Dame un like (pronunciado laik), cuando podríamos decir tranquilamente “me gusta”! Vivimos, por cierto, en una dictadura virtual de los likes, buscando la aprobación constante de los demás, y resucitando los signos obsoletos del pulgar hacia arriba y el pulgar hacia abajo para los dis-likes!

    ¿Por qué dices que practicas mountain bike   cuando puedes decir 'bici de montaña'? ¿Hay acaso alguna diferencia entre lo uno y lo otro?

    ¿Te mola hacerte un selfie, narciso impenitente, cuando toda la vida se dijo 'autofoto' o, a lo culto, 'autorretrato', si no fuera tan ridículo eso de posar para uno mismo, sacarse una foto a ti mismo? 


    
¿Por qué le decimos a alguien que no nos haga spoil cuando toda la vida hemos dicho 'no me cuentes la película, que entonces pierdo el interés por ella y ya no la veo porque ¿para qué voy a verla si ya sé de qué va??

    No hay nada peor que formar parte de un think tank o 'laboratorio de ideas', o, traducido más literalmente, 'tanque de pensamiento', expresión que sugiere la existencia de un pensamiento estancado, propio de una mentalidad esclerótica, cuando lo propio de la razón es desembarazarse de ideas y dejar que el pensamiento fluya y no se estanque como los ríos.

    ¿Por qué hablamos de moda vintage cuando tenemos un viejo y precioso prefijo latino que es 'retro', que nos retrotrae y hace retroceder a épocas pasadas? 

(continuará, porque es el cuento de nunca acabar).