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domingo, 30 de octubre de 2022

Del ejercicio del poder

    El ejercicio del poder se sobrepone a la identidad racial como se vio en el caso de la elección del primer presidente negro de los Estados Unidos, Barak Obama, que ejerció su cargo desde el 2009 al 2017. Obama no era precisamente un WASP, abreviatura de White Anglo-Saxon Protestant. Sus antepasados no procedían de la Europa protestante ni angla ni sajona. Y sin embargo eso no impidió que alcanzara la presidencia de los Estados Unidos de América. Un negro, un mesías negro llegó a decirse, y muchos decían que era el tío Tom, el protagonista de la novela La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe, que volvía para darle la vuelta al sistema, y no fue así, sino para todo lo contrario: nada bueno o distinto de lo habitual. 

    Era la primera vez que un negro ocupaba la Casa Blanca, es verdad, y pese a todas la esperanza de cambio -hope era la palabra clave de su mensaje de progreso y de cambio para que todo siguiera igual- no cambió sustancialmente nada. Su actuación demostró, además, que no era preciso dirigir una política pacifista para ser galardonado como fue con el Premio Nobel de la Paz en 1909. De hecho se dice que durante sus ocho años de gobierno no hubo ni un solo día en que permanecieran cerradas en son de paz las puertas del templo de Jano, como sucedía en la Roma imperial cuando no había ninguna guerra. Amarga paradoja, durante sus dos mandatos consecutivos las tropas de su país bajo sus órdenes no estuvieron ni un solo día sin combate en algún punto del planeta.

    Más recientemente, hemos visto cómo en el Reino Unido, un indio, Rishi Sunak, que ni siquiera había llegado elegido democráticamente al cargo, sino por su partido político, el Partido Conservador, se convertía en el nuevo Primer Ministro. Los principales medios de (in)formación de masas anglosajones, por no decir todos, destacaban enseguida un mismo titular: “Rishi Sunak se convierte en el primer ministro de color del Reino Unido”.

    El ascenso de Sunak a primer ministro era, según Joe Biden, un “ground-breaking milestone”, algo así como un hito innovador e incluso revolucionario, literalmente un hito -un miliario, o piedra hincada en la tierra que señalaba la distancia en millares de pasos o millas- que socavaba los fundamentos, que sacudía la tierra. Nada más falso. El hito de que un indio llegue a ser primer ministro del Reino Unido no pone en peligro la estabilidad del sistema, sino todo lo contrario: lo afianza. El color de la piel sirve como elemento distractor que nos hace creer que algo está cambiando en el mundo para bien, cuando no es así. Incluso algunos han llegado a decir que es la venganza de una colonia del imperio británico contra la metrópoli, como si eso supusiera un cambio real de las cosas y no un maquillaje superficial para que todo siga igual. 


     Ya habíamos visto cómo la identidad sexual tampoco influye en el ejercicio del poder. Igualmente una mujer llegó a ser primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, y enseguida fue apodada la Dama de Hierro, pasando a la historia por su doctrina de que no había alternativa: There Is No Alternative (TINA): No había alternativa, no había más remedio. Y la llegada de una mujer al cargo de primera ministra no fue para nada bueno. Pero da la sensación de que en las altas esferas de los gobiernos no se discrimina a nadie, hay variedad y hay la tan cacareada diversidad. Ya entre nosotros se había hecho proverbial en su momento la frase “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”, sin que importe el timbre masculino o femenino, más grave o más agudo, de la voz de mando.  Y aunque es verdad que la mujer ha estado discriminada a lo largo de nuestra historia en el desempeño de los puestos de poder, poco a poco van logrando incorporarse a estos, y hoy ya hay tantos ministros como ministras, e incluso se establece una cuota femenina para que sea así, para que no haya discriminación en las altas esferas por razón de sexo. Ya Federico García Lorca nos regaló aquel personaje femenino inolvidable que era Bernarda Alba: Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar he dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! [...] ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!.
 
 
 
    Hemos visto cómo la identidad racial, ideológica o sexual no influyen para nada en la forma de desempeñar un puesto de poder ejecutivo. Tampoco la edad. También con sus cuarenta y dos años el citado Sunak se convertirá en el Primer Ministro más joven en 200 años en el Reino Unido, lo que revela que tampoco la edad es un obstáculo para el desempeño del Poder, ni algo que garantice que por ser más joven se va a gobernar de una forma más benevolente. El “hito innovador y aun revolucionario” ya ha dicho que su gobierno se verá obligado a tomar “decisiones económicas difíciles”, y ya se sabe para quién.

    Tampoco la orientación sexual influye. En España tenemos un ministro, que es el señor Fernando Grande-Marlasca, que declara abiertamente su homosexualidad, casado como está con un hombre, y que no por eso ha dejado como Ministro del Interior de hacer algo, lo mismo, que hicieron sus predecesores, con igual o mayor si cabe contundencia. 

Solo una quinta parte de los altos cargos los ocupan mujeres.
 

    En una empresa al empleado le da igual el sexo de su jefe, su ideología política o su orientación sexual. Es una ingenuidad imperdonable pensar que por ser mujer, por ejemplo, se va a desempeñar el poder de otra forma, de una forma 'femenina', o va a perder este su esencia fundamentalmente opresora. Parece, más bien, al contrario, que el cargo se sobrepone a cualquier rasgo identitario. Estos cambios cosméticos por así llamarlos sirven sin embargo como elementos anecdóticos de distracción de las masas consumidoras de información, es decir, de publicidad.

    La política basada en la identidad -racial, sexual- nos distrae de lo fundamental: al sistema actual de dominación no le importa de qué color eres, no le importa si eres hombre o mujer, no le importa qué le haces a quién en la intimidad del dormitorio. Antes al contrario: le interesa fomentar la diversidad para que no pueda verse que lo esencial permanece debajo de esta, y que el sistema sigue funcionando.