Dice en una entrevista concedida a raíz de la publicación de su
libro “El año de la pandemia”, subtitulado “Del estado de
alarma al inicio de la vacunación”, el que fuera ministro de
Sanidad de las Españas durante el primer mandato pandémico, cuyo
nombre propio omito por la delicadeza de no hacer ningún chiste fácil con él, que su mayor
preocupación en aquel entonces fueron “los terraplanistas de la
vacunación”.
La
pregunta capciosa que le hacía el periodista era: “¿Qué bulo
difundido por la derecha recuerda con especial preocupación?” A lo
que el señor exministro responde literalmente: "Lo que más nos
preocupaba, aunque teníamos datos históricos positivos, era durante
la campaña de vacunación todo lo relativo a los terraplanistas de
la vacunación; eso sí que nos preocupó. Nuestros índices de
vacunación siempre han sido muy altos y creo que se debe a la
credibilidad del sistema, pero tuvimos que combatirlo y salir con
claridad al respecto".
Se daba
a entender que negar la seguridad y eficacia de los fármacos era
“un bulo difundido por la derecha”. Y no sólo la negación sino
la simple puesta en tela de juicio: dudar de su seguridad, habida
cuenta de su aprobación por vía de urgencia y su carácter
experimental, era algo propio de la derecha y, además, un bulo,
porque las vacunas -todas, incluidas hasta las que no son vacunas en
el sentido tradicional- son seguras y efectivas.
"Los medios de comunicación tuvieron un papel relevante
y entendieron lo que había. Nos esforzamos por comunicar y por
reconocer qué no sabíamos. Cuando cambiábamos de posición lo
explicábamos y creo que la labor de los medios fue muy profesional."
Resulta conmovedor, si no fuera patético, el agradecimiento que hace el que regentó el Ministerio de Sanidad a la labor de complicidad y al papel relevante de los medios de comunicación "que entendieron lo que había."
Daba
a entender, en resumidas cuentas, el exministro con el término de “terraplanismo”
que los que se oponían a la inoculación de fármacos experimentales eran defensores de que la superficie de la Tierra era, contra
toda evidencia científica, plana en lugar de
esférica, según
la observación desde el espacio y la
experiencia de los que como Magallanes y Elcano circunnavegaron los
mares del planeta haciendo redondo el mundo "como manda Ptolomeo".
Pero con el término de "vacunación" no estamos hablando de la vacunación en
general, ni de todas las tradicionalmente llamadas vacunas, sino solo de
las inoculaciones experimentales de ARN mensajero y de vectores
virales aprobadas por razones de una emergencia que se
declaró adrede para dar salida a dichos tratamientos que no eran otra cosa sino productos comerciales. El león no era tan
fiero como nos lo pintaban, pero nos lo pintaron así de fiero para que,
amedrentados, nos sometiéramos al experimento voluntariamente.
Pero lo que nos ha demostrado la experiencia, pasado el
tiempo, es que la duda era bastante razonable, y lo que resulta a
estas alturas irracional es la pretensión propia de encefalogramas planos de que los sueros
inyectados hayan salvado vidas.
Habida
cuenta de ello, los auténticos terraplanistas de la vacunación que
deberían preocuparnos son los que, como el señor exministro y los medios de comunicación "que entendieron lo que había",
defienden a capa y espada que la susodicha inoculación ha sido la
panacea que nos ha librado de la pandemia y ha salvado millones de
vidas humanas de la muerte.
Que se lo pregunten a
las víctimas del experimento que yacen en los cementerios, y a las
que, vivas, sufren sus secuelas quizás irreparables.
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