sábado, 7 de mayo de 2022

Viajar ¿para qué?

    ¿Qué necesidad tiene uno de viajar y de meterse en un medio de trasporte como es el avión, donde los pasajeros van apelotonados como si fueran sardinas enlatadas?  ¿De qué puede servirle a alguien viajar? ¿De evasión? ¿Acaso de distracción momentánea? Efectivamente. Y de poco más que eso. El viaje, desde luego, ya no sirve para conocer un mundo que es cada vez más homogéneo, y más igual a sí mismo, donde Oriente se ha desorientado, nunca mejor dicho, y ha acabado occidentalizándose. El viaje, por lo tanto, ya no existe: ha sido sustituido por el turismo, que es una de las industrias que más capital mueve. 
 
    Desengañémonos, ya no hay viajes: lo único que hay, y mucho, es turismo, que viene del francés “tour”, sí, como el “tour” de Francia, y que significa “vuelta”: porque el turista es el que da vueltas, más vueltas que un tonto, y más vueltas todavía hasta descubrir un buen día en el mejor de los casos que no va a ninguna parte dando tantas vueltas como da, que es como una peonza que siempre está girando sobre sí misma en el mismo lugar. 
 
"Tourist go home, you are the terrorist".
 
    El viajero de verdad, por el contrario, no sabe a dónde va, a diferencia del turista que conoce muy bien el destino al que se dirige antes de emprender el viaje, del que podría muy bien prescindir pues no va a aportarle nada que no sepa ya.   Cuando viajamos cambiamos de paisaje y paisanaje, pero nosotros no cambiamos por el mero hecho de trasladarnos: sólo cambia el lugar donde nos encontramos, nuestra posición en el espacio, no nosotros mismos. 

    Hay un pensamiento de Pascal muy oportuno a este respecto. Dice que ha descubierto que toda la infelicidad humana radica en no saber estarse quietos en un lugar: “ne savoir pas demeurer en repos dans une chambre”, literalmente: no saber permanecer en reposo en una habitación

    La necesidad de movernos, de no parar quietos, de no saber estar tranquilos en ningún lugar, de ser como el gato hiperactivo que cuando está fuera quiere entrar y cuando está dentro quiere salir, igual que la mosca cojonera tras el cristal, nos obliga continuamente a ponernos en circulación y a trasladarnos de un lugar a otro sin descanso. 
 
Fotografía de uno de los viajes del IMSERSO
 
     Le pasaba al poeta Horacio, que hablando de sí mismo, reconocía: "Romae rus optas; absentem rusticus urbem / tollis ad astra leuis." Lo que viene a decir algo así como: Quieres en Roma el campo; ya rústico, la urbe lejana, / frívolo, subes al cielo. Cuando estaba en Roma echaba en falta la paz y el silencio del campo, y cuando se hallaba en la campiña, donde disponía de una cómoda residencia regalo de Mecenas, añoraba el ajetreo y el bullicio de la gran ciudad. No estaba contento en ningún lugar disfrutando de sus ventajas, sino que echaba siempre en falta las que no tenía en ese momento. Le pasaba a él y nos pasa a nosotros, los modernos.

    ¿De qué le sirve a uno viajar, aparte del hecho de hacer turismo, algo que ya está hecho antes de hacerlo, porque el turista sabe lo que debe ver, lo que debe comer, las fotos que debe tomar para asegurarse de que ha estado en el destino al que se dirigía? De eso se aprovechan las agencias de viaje del capital privado y el propio Estado en programas de termalismo y turismo como los que organiza el IMSERSO en España para engañarnos como a bobalicones y vendernos sus paquetes turísticos. Y, sin embargo, ya lo cantó Baudelaire: “Amer savoir celui qu' on tire du voyage”. ¡Cuánta razón tienen los poetas!: Saber amargo aquél que se saca del viaje. Un saber que deja mal sabor de boca al descubrir que el viaje es un engaño de las angencias del gremio respectivo y del Estado que lo promocionan.

    Ya se lo decía Séneca a su querido Lucilio, que era como su alter ego, en la carta número 28 de su voluminosa correspondencia, cuyo titulo podía ser: "Nadie huye de sí mismo": ¿Que esto a ti solo, piensas, te ha pasado y te extrañas como de cosa nueva de que con tan largo viaje y con tantas mudanzas de parajes no te has sacudido la tristeza y el agobio de tu alma? Hoc tibi soli putas accidisse et admiraris quasi rem nouam quod peregrinatione tam longa et tot locorum uarietatibus non discussisti tristitiam grauitatemque mentis? Debes cambiar de mentalidad, no de atmósfera. Animum debes mutare, non caelum. Aunque cruces el anchuroso mar, aunque como dice nuestro Virgilio, “tierras atrás y ciudades se alejen” te seguirán a donde quiera que vayas tus vicios. Licet uastum traieceris mare, licet, ut ait Vergilius noster, terraeque urbesque recedant, sequentur te quocumque perueneris uitia.  
 
  
    (Si no nos gusta demasiado la traducción moralizante de "vicios", podemos decir más sencillamente: "problemas, preocupaciones". La sombra, metáfora de la negra cuita, como cantó el poeta Horacio, siempre acompaña al jinete que galopa huyendo de sí mismo: post equitem sedet atra cura. Pero sigamos leyendo lo que Séneca le escribe a su amigo Lucilio:)
 
    A uno que se quejaba de eso mismo Sócrates le dijo:¿Por qué te extrañas de que no te valgan de nada los viajes, cuando te pones en circulación? Hoc idem querenti cuidam Socrates ait, 'quid miraris nihil tibi peregrinationes prodesse, cum te circumferas? Te agobia la misma causa que te obligó a partir.” premit te eadem causa quae expulit'. ¿En qué puede reconfortarte la novedad de las tierras? Quid terrarum iuuare nouitas potest? ¿Qué el conocimiento de ciudades y paisajes? quid cognitio urbium aut locorum? A nada va a parar ese trajín. in irritum cedit ista iactatio. ¿Quieres saber por qué no te consuela esa huida? Quaeris quare te fuga ista non adiuvet? Huyes contigo mismo. tecum fugis.
 
    Una de las quejas más frecuentes de los destinos turísticos consiste en decir que había muchos turistas, como si quienes lo dicen no fueran igualmente turistas, como si quisieran encontrar algo auténtico y no, como suele decirse, para turistas.  Por eso hay tantos turistas, pero ningún viajero, porque el viajero de verdad no sabe a dónde va, mientras que el turista sabe muy bien a dónde va: al mismo hotel, al mismo restorán, al mismo país, al mismo sitio siempre.
 

 
    Cualquier cosa les vale a los turistas, como la fotografía de arriba a lado de la pintada 'tourists go home'; son como esponjas que absorben  y se enorgullecen de todos los residuos y nocividades con tal de que entre ellos se incluyan sus imágenes.
 

jueves, 5 de mayo de 2022

'Uno de los grandes Grandes'

    “Pedro fue uno de los grandes Grandes, un patriota nacido aquí.” Con estas palabras se refería el Jefe del Ejecutivo de la Taifa de Cantabria al “héroe de la Independencia” Pedro Velarde y Santillán, cuyo nombre unido al también capitán de artillería Luis Daoíz forma el dúo inseparable de héroes nacionales del dos de mayo: Daoíz y Velarde. Pedro, al igual que Luis, como los llamaría familiarmente el presidente cántabro, forman parte de la mitología nacional-ista española. Son también por cierto sus apellidos Daoíz y Velarde los nombres populares de los dos leones que custodian la entrada del Congreso de los Diputados (y Diputadas).

     El acto de homenaje a Velarde que se celebró en su Muriedas natal, en el municipio de Camargo el 2 de mayo pasado, comenzó con una misa y acabó con la ofrenda de una corona de laureles de la victoria a cargo de las personalidades relevantes: el susodicho presidente, la alcaldesa, la delegada del Gobierno de la nación y el delegado de Defensa entre otras autoridades militares y civiles. 

Santander a la Gloria del Héroe.
  
    La figura de Pedro, como le llama familiarmente el Jefe del Ejecutivo, es la de un patriota, “nacido aquí”, autóctono, protagonista del levantamiento popular madrileño, que dio su vida por la idea de la Patria y que defendió así el comienzo de lo que fue luego la Guerra de la Independencia para acabar con la invasión de Napoleón, una invasión que de haber triunfado -esto no lo dijo él, lo digo yo- nos habría liberado, sin duda, de la dinastía de los Borbones y de muchos de los males multiseculares de una España oscurantista y sin luces en la que los curas predicaban desde los púlpitos indulgencias para los patriotas que mataran franceses invasores. Merece la pena en este sentido la siguiente cita del historiador Eric Hobsbawm (1917-2012): «Los historiadores son al nacionalismo lo que los cultivadores de opio del Pakistán a los adictos a la heroína: nosotros (se refiere a los historiadores) suministramos la materia prima esencial para el mercado»
 
    Hacía así el orador demerasta que es el presidente de Cantabria un llamamiento a "recordar permanentemente esa historia que ha hecho grande a Cantabria y España y nos reafirma como pueblo", pasando así Pedro a formar parte del pabellón de los cántabros ilustres como Beato de Liébana o Juan de la Cosa, pabellón al que la alcaldesa de Camargo añadió el nombre de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, nacido también en ese término municipal. 
 

 

    El Jefe del Ejecutivo Cántabro ha felicitado al Ayuntamiento de Camargo por mantener vivo el homenaje a Velarde, y trasladado su solidaridad a un grupo de refugiados ucranianos presentes en el acto. ¿Qué pintaban allí? Según él, el presidente Zelenski es "otro Velarde" que lucha por defender a su pueblo de la invasión rusa. Daba a entender que Pedro seguía estando vivo y siendo hoy en día una “referencia” para superar desafíos actuales como el conflicto bélico de Ucrania. (Cabe decir aquí entre paréntesis que durante la Guerra Civil española de 1936-1939 se utilizó por parte de los dos bandos en pugna la figura de los héroes del dos de mayo como reclamo para luchar y morir por las ideas).

    Por su parte, la alcaldesa de Camargo, que no podía ser menos, afirmó que Pedro Velarde "ejemplifica el heroísmo, el patriotismo y el cariño por un país" y llamó a tomar su ejemplo para "reforzar los lazos de convivencia y reivindicar la defensa de la paz y la libertad". Lamentaba la regidora “lo poco que han cambiado las cosas después de muchos siglos y ver cómo, al igual que por ejemplo en 1808 había emperadores auto-erigidos como Napoleón que querían apoderarse de Europa.” Y, claro, la comparación estaba servida con el zar ruso invasor de Ucrania: “Hoy en día existen otros líderes con anhelos imperialistas que quieren hacer lo propio con sus países vecinos”. Para la alcaldesa Pedro Velarde es “el héroe de todos los camargueses que echó a los invasores franceses de nuestro país y que cambió la historia de nuestro país”. No especificó si el cambio fue para bien o para mal.

Homenaje a Pedro Velarde

     Cuando a una guerra como la de 1808-1814 se la llama de la Independencia, conviene preguntarse de qué y de quién se independiza uno. La respuesta parece obvia: del enemigo extranjero, de la invasión napoleónica foránea, una invasión que nos habría liberado paradójicamente de otras dependencias nacionales de las que seguimos presos todavía. Hay que tener en cuenta que en 1808, cuando estalla la guerra o quizá habría que llamarla la guerrilla, pues la palabra y la táctica de no presentar batalla en campo abierto surgió entonces, España estaba anclada en el Antiguo Régimen. La Constitución de Cádiz de 1812 lo expresaba tajantemente: «La religión católica, apostólica y romana, única verdadera, es y será perpetuamente la religión de todos los españoles».  
 
    Patriotismo, referencias a lo «nuestro» o lo «español», con un notable componente xenófobo, concretamente antifrancés, van formando el arsenal de la retórica nacionalista que al final acabará culminando en la mitificación de la «Guerra de la Independencia», y en la glorificación de los mártires del 2 de mayo y su heroica muerte por la Patria. 

Dos de Mayo, Joaquín Sorolla (1884) 
 
    La Guerra de la Independencia no fue una «guerra de independencia», aunque se la haya denominado así puesto que no se trataba de liberar a un territorio sojuzgado por un poder imperial. Jovellanos la definió, de hecho, como una guerra civil. Napoleón Bonaparte consideraba que había llegado el momento de derrocar a los Borbones y de regenerar España, sustituyendo una dinastía francesa por otra, la suya propia, a través de su hermano. Napoleón, pues, no pretendía convertir a la monarquía española en un territorio dependiente del imperio francés, sino cambiar la dinastía reinante. Pero ha predominado la visión nacionalista según la cual la guerra contra Napoleón habría sido la culminación de la larga lucha del pueblo español para liberarse de invasiones -y de influencias- extranjeras perniciosas.
 

    Conviene recordar, para acabar, aquella seguidilla que cantaban los liberales españoles en 1823 exiliados en Londres al restablecerse el absolutismo del idealizado Fernando VII de Borbón, alias El Deseado: “¡Vivan las ca(d)enas, / viva la opresión, / viva el Rey Fernando, / muera la Nación.”

miércoles, 4 de mayo de 2022

De la demerastia o populismo de Alcibíades.

    Platón, haciendo uso de la enorme plasticidad que le permitía la lengua griega que manejaba, inventó el neologismo “demerasta” (griego δημεραστής, a partir de “demos” δῆμος "pueblo" y “erastés” ἐραστής "enamorado", "amante") a imagen y semejanza de “pederasta” (enamorado del niño), y lo puso en boca de Sócrates en su diálogo Alcibíades (1 132 a), donde el maestro que reconocía su vasta ignorancia le aconsejaba al niño bonito que era Alcibíades (al que Cornelio Nepote le dedicó los adjetivos latinos “luxuriosus, dissolutus, libidinosus, intemperans”, que no necesitan mucha traducción, como decía Jacqueline de Romilly en la biografía que le dedicó a este pesonaje) y del que estaba por otra parte enamorado (sus dos grandes pasiones, según confiesa, fueron Alcibíades y la filosofía) que no se convirtiera en un demerasta o, si se quiere, populista, con palabra de raigambre latina y, como suele decirse, de más rabiosa actualidad: 


 Sócrates reprochando a Alcibíades, Anton Peter (1819)

Y de ahora en adelante, si no te dejas corromper por el pueblo de los atenienses y no llegas a envilecerte, yo no te abandonaré (καὶ νῦν γε ἂν μὴ διαφθαρῇς ὑπὸ τοῦ Ἀθηναίων δήμου καὶ αἰσχίων γένῃ, οὐ μή σε ἀπολίπω). Pues lo que yo temo muy mucho es que convertido en demerasta o amante del pueblo te eches a perder (τοῦτο γὰρ δὴ μάλιστα ἐγὼ φοβοῦμαι, μὴ δημεραστὴς ἡμῖν γενόμενος διαφθαρῇς), lo que a muchos de los atenienses ya también les ha pasado (πολλοὶ γὰρ ἤδη καὶ ἀγαθοὶ αὐτὸ πεπόνθασιν Ἀθηναίων) . 
 
Sócrates y Alcibíades,  Christoffer Wilhelm Eckersberg (1816).

    ¿Qué hay de malo en ser un amante del pueblo, un demerasta, un populista? En principio no tendría por qué ser algo negativo, sino todo lo contrario, ya que se trata de una forma de amor amparada bajo la protección del dios Eros. El problema reside en que no es un amor desinteresado, sino que en los sistemas de gobierno democráticos como era el ateniense y son la mayoría de los que hoy padecemos ese amor es interesado, no es un amor de igual a igual: busca los votos del pueblo para legitimar un gobierno unipersonal y tiránico que se ejercerá sobre el propio pueblo con su propio consentimiento.

    Ya un historiador tan penetrante como Tucídides vio que la democracia ateniense de Periclés que tanto se ha ensalzado en los tiempos modernos como logro de la humanidad y modelo de democracia directa no dejaba de ser una tiranía. En efecto, el historiador griego dejó escrito en el libro segundo 65, 9, de La Guerra del Peloponeso,  y hablando de Periclés, que fue el tutor por cierto del joven Alcibíades: Era una democracia de palabra (en teoría), pero de hecho (en la práctica) era el gobierno del primer ciudadano. ἐγίγνετό τε λόγῳ μὲν δημοκρατία, ἔργῳ δὲ ὑπὸ τοῦ πρώτου ἀνδρὸς ἀρχή. 


Sócrates y Alcibíades, Édouard-Henri Avril (1906)

    Contrapone Tucídides la palabra, “logo” λόγῳ, con la tozuda realidad de los hechos, “ergo” ἔργῳ: bajo el nombre de democracia oficialmente gobernaba el pueblo, pero en realidad el que mandaba era el presidente del gobierno, diríamos hoy con flagrante anacronismo.

    Se revela así que la democracia no deja de ser la perfección de la dictadura, dado que el déspota, dictador, tirano, sátrapa o como quiera llamarse está legitimado por el amor que él profesa al pueblo y que el pueblo le devuelve a él traducido en votos. Para lograr esos votos el aspirante al puesto de presidente del gobierno o Jefe del Ejecutivo, como le dicen los modernos periodistas, debe amar y halagar hasta la hez al pueblo, convertirlo en electorado, y ser un populista, un demerasta. Se trata de un amor interesado, porque es fruto de la ambición de poder. Si quieres llegar a ser el primer ciudadano, es decir, presidente del gobierno, debes ser un demerasta, un populista, y, por lo tanto, un demagogo. Y ya se sabe, Platón dixit, que la demagogia es la corrupción de la democracia. Pero esa corrupción está en su misma esencia democrática. Es lo que Platón con otro neologismo por él forjado denominó: teatrocracia.

martes, 3 de mayo de 2022

El esparcidor

    En el momento en que alguien se propone organizar eventos no virtuales en el mundo real, corre el riesgo de perder el control, mientras que el control de la narrativa que esparce ideas falsas -miedo y mentiras fundamentalmente- es más efectiva a corto y a largo plazo desde luego a la hora de dominar a nuestros semejantes. 
 
    Es más fácil, en efecto, propagar mentiras que víruses reales, que podrían tener consecuencias imprevisibles y nefastas como, por ejemplo, la de salir el tiro por la culata y contagiar al propagador,  mientras que las mentiras son más fáciles de manejar, aunque también es verdad que como dice la gente se coge antes a un mentiroso que a un cojo. 
 
    He aquí algunas de esas mentiras que se esparcen para divulgación mediática: "Los parados no quieren trabajar", "No hay ocupación israelí en Palestina", "Un nuevo virus va a diezmar el planeta", "Putin es el nuevo Hitler", "La OTAN representa el bando del Bien", "Rusia va a destruir Londres, París  y Madrid en unos segunos. No sobrevivirá nadie"... 


     Así por ejemplo cuando alguien defiende la existencia de un virus mortal ( "Un nuevo virus va a diezmar el planeta") por el número de fallecimientos que nos han dicho que ha causado, olvidamos que no han sido tantos, sólo un 0,2 por ciento según las estimaciones más objetivas y fehacientes, es decir, 2 de cada mil infectados, la misma tasa de letalidad que la gripe de toda la vida, dato que está corroborado en este caso por nuestra experiencia, ya que a toro pasado, como dicen los taurinos, no hemos visto tantos cadáveres como nos decían que íbamos a ver asomándonos a la ventana de nuestro encierro. Sin embargo, se encargaban de mostrarnos ataúdes y más ataúdes por la caja tonta y noticias de números de muertos, que es la única ventana -la caja bobalicona- que se mantenía  -no nos quedaba otra- abierta al exterior. 
 
    El arte es también un arma de esparcir mentiras. Prueba de ello son estos óleos del artista ucraniano Oleg Shupliak, que imagina así la Gran Batalla de las fuerzas angelicales del Bien contra las fuerzas demoníacas del Mal, con una simplificación poco menos que infantil:
 
La Gran Batalla de Ucrania con Mordor, Oleg Shupliak (2022)
 
   

lunes, 2 de mayo de 2022

Lealtad a la Bandera

    Se lamentaba Jordan Henderson en el artículo que publicaba en Off-Guardian de que la Iglesia y el Estado hubieran eclipsado, dice él, el verdadero valor del cristianismo.

    Relaciona el artista en su último trabajo, que se llama precisamente Eclipsado, el Juramento de Lealtad a la Bandera, que es un ritual de sumisión al Estado y una declaración ceremonial de creencia y fe en sus autoridades, extremadamente común en los Estados Unidos, especialmente en las escuelas y en reuniones gubernamentales y comunitarias, con la sumisión de las iglesias cristianas a las mismas autoridades sanitarias del gobierno en su lucha contra la supuesta pandemia de virus coronado, por lo que el personaje que hace el juramento con la mano en el pecho lleva una mascarilla con las barras y estrellas del pendón americano, que aparece por su parte en primer plano con una calavera y dos espadas entrecruzadas.

Eclipsado, Jordan Henderson (2022)
 

    El texto del juramento es el siguiente: I pledge allegiance to the Flag of the United States of America, and to the Republic for which it stands, one Nation under God, indivisible, with liberty and justice for all: Juro lealtad a la Bandera de los Estados Unidos de América y a la República que representa, una Nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.

    Con este juramento los norteamericanos prometen lealtad a la bandera, que es el símbolo del Estado, un Estado que es gobernado por el Dios de su billete de dólar: in God we trust. El Juramento de Lealtad es un acto de fe, como la Jura de Bandera de los reclutas españoles tras el período de instrucción cuando cumplían el ominoso servicio militar. Ese dios que preside su nación no puede ser otro que el viejo Mammón, que es el de la principal religión monoteísta del mundo, cuyo templo más importante se halla hoy por hoy en la ciudad santa de Nueva York, y en las Bolsas, sus principales sucursales. Mammón es, al parecer, una palabra aramea que significa ‘dios de la avaricia’, representado como un demonio que personifica uno de los siete pecados capitales, la avaricia precisamente o el deseo insaciable de más dinero  (auaritia en latín, πλεονεξία, pleonexía en griego). 

El culto a Mammón, Evelyn de Mongan (1909)
 

    Pero este Mammón, o Don Dinero, que diría Quevedo, no es sólo un poderoso caballero, sino que es el más poderoso de todos los caballeros, el único dios verdadero: Herr Kapital.

    No es extraño ver la bandera del gobierno federal de los Estados Unidos ondeando en las iglesias evangélicas, por lo que no le sorprende al pintor que cuando el gobierno ordenó a los templos que cerraran sus puertas en cumplimiento de los preceptos sanitarios, la mayoría lo hiciera al fin sin rechistar.

    Los cristianos, como se sabe, fueron perseguidos en la antigüedad por negarse a participar en el culto del Imperio Romano a sus emperadores divinizados. Sin embargo, hoy en día muchos cristianos no ven ningún conflicto de intereses en ofrecer su lealtad a la bandera del Imperio de los Estados Unidos. Las iglesias se han plegado a los dictados sanitarios, tapando las pilas de agua bendita a la entrada de los templos, advirtiendo a los fieles de que no asistieran a misa, que la vieran televisada, como aconsejó Su Santidad el Papa en la celebración de la Misa de Pascua, poniéndose todos los sacerdotes mascarilla, cerrándose los templos a cal y canto y dejando de sonar las campanas que llamaban a los feligreses; y, cuando se abrieron, se rogaba que los que asistían no se sentaran juntos, no fueran a contagiarse, o, simplemente, que no se dieran la paz como hacían antes. 

    Los primeros cristianos se daban un beso, el beso de la paz (osculum pacis). Era una práctica común de las primitivas comunidades cristianas que llegó a convertirse en un rito litúrgico. El apóstol Pablo habla del "beso santo" en varias ocasiones: un beso casto en la mejilla entre varones o entre mujeres. Salutate fratres omnes in osculo sancto: Saludad a todos los hermanos con un beso santo.  Nada impedía, por otra parte, que el beso se diera en los labios. En la misa católica, los fieles se dan la mano y de ese modo se dan la paz. Sin embargo, a causa de la contingencia del virus coronado se desaconsejaron las interacciones personales físicas (sic) en la vida cotidiana por razones sanitarias: ni abrazos, ni besos ni apretones de manos. 

Nuevos y ridículos saludos contactless de los caballeros con la mano en el pecho.

    En el nombre de la Ciencia es ahora mejor pretexto que “En el nombre de Dios”, pero los cristianos siguen siendo importantes apologistas de los poderosos. La ciencia ha superado claramente al cristianismo por lo que las élites la utilizan para hacer 'razonable' su dominio. 

Su Santidad el Papa besando la bandera azul y amarilla de Ucrania. 
 

    La Iglesia, por boca del Papa, bendijo a la industria farmacéutica afirmando que la vacuna era un acto de amor, y, para colmo, ahora que ha desaparecido la misteriosa pandemia gripalizándose, o ha pasado a un segundo plano, vemos al mismo vicario de Cristo besando la bandera de Ucrania. ¿Bendecirá también Su Santidad las armas de destrucción masiva, las famosas weapons of mass destruction, que envía la Unión Europea a ese país para defender esa sacrosantísima bandera?

domingo, 1 de mayo de 2022

El títere que se creía titiritero

    La prestigiosa y autodesprestigiada revista británica Time nos regala con una portada en blanco y negro que es un retrato de perfil del rostro de Volodomir Zelenski, el actor ucraniano de moda. La fotografía ha sido tomada en Kiev el pasado 19 de abril. Un titular dice: How Zelensky leads: cómo Zelenski dirige. Se nos da a entender con esta interrogativa indirecta que este Zelenski es un leader, un Führer en la lengua de Goethe, esto es, alguien que dirige el cotarro, todo un president, es decir, que está sentado (sedet en latín) al frente de algo y de alguien (prae- en latín), y que por lo tanto gobierna la república de Ucrania.


    Afirmar, como hace la revista en su portada, Zelensky leads, si no es engañoso, es completamente falso, y forma parte de la oprobiosa campaña de propaganda de la guerra. Pero sienta la premisa: Zelenski dirige (en voz activa), toma las riendas y gobierna el timón de la nave del Estado que preside, como si no fuera dirigido (en voz pasiva) por unos intereses, vamos a decir, poderosos que son inconfesables.

    Esta portada y este titular forman parte de la propaganda de guerra, cada vez más descarada, zafia y ridícula, que quiere hacernos creer que Zelenski es alguien que maneja unos hilos, que dirige un país, del que está al frente, que sabe lo que hace, y que, por lo tanto, no es una marioneta manejada por el Tío Sam. ¿Acaso el títere dirige al titiritero que maneja los muñecos del teatro de guiñol y marionetas?

    Otra foto, tomada en la misma sesión del mismo día, dentro de la revista, nos presenta de frente en blanco y negro el mismo rostro del comediante, procedente del mundo de la actuación y del espectáculo, que se vio convertido en presidente de la noche a la mañana y que se afana en convencer a los gobiernos extranjeros de que necesita su ayuda humanitaria traducida en armamento para llevar a cabo una guerra de independencia (independencia ¿de quién? ¿de qué?). 


     Según la revista Time este hombre en su apretadísima agenda está más preocupado por la percepción de la guerra por parte del “mundo libre” -libre ¿de qué?, ¿de quién?- que por la guerra misma. Recojo esta perla del artículo: Su misión es hacer que el mundo libre experimente esta guerra como lo hace Ucrania: como una cuestión de su propia supervivencia.

    Ha logrado que los Estados Unidos de América y los Estados Unidos de Europa -eso que llaman insidiosamente la U.E.- proporcionen más armas a Ucrania que a ningún otro país del globo desde la Segunda Guerra Mundial;  y, además, de eso, que hayan acudido, como no podía ser menos, miles de periodistas de todo el mundo a Kiev a informar del desarrollo del conflicto, como suelen denominar con ridículo eufemismo a los desastres de la guerra,  una guerra que sirve como coartada para justificar el rearme de la industria correspondiente que, al parecer, andaba de capa caída tras la guerra fría, por lo que necesitaba este recalentamiento. 

    Otra perla del artículo: Su aislamiento a menudo obligaba al equipo de Zelenski a experimentar la guerra a través de sus pantallas, como el resto de nosotros. Se enteraban el actor y compañía de las batallas y los ataques con cohetes y bombardeos aéreos por las redes sociales antes que por los informes militares de los mandos de sus tropas, lo que da importancia del espectáculo mediático de la guerra. Alguno de sus asesores le ha reprochado que a veces se mete tanto en el papel que representa en el teatro del mundo que comienza a hablar como un actor que interpreta al presidente, lo que no ayuda demasiado a la causa.

    La ingenuidad de sus mensajes se traduce en que si Ucrania consigue expulsar a los rusos, habrá paz en todo el mundo, como si no hubiera otras guerras, como si esta fuera la única guerra, que lo es a fuerza de tanta propaganda y de tanto hablar de ella. 

Alegría en la industria armamentística (Viñeta de eneko)
  
    Durante todo el mes pasado y comienzos de este, Volodomir promedió un discurso por día, dirigiéndose a lugares tan diversos como el parlamento de Corea del Sur, el Banco Mundial y los premios Grammy. Cada prédica fue redactada teniendo en cuenta la audiencia a la que iba dirigida. Cuando habló ante el Congreso de los Estados Unidos, hizo referencia a Pearl Harbor y al 11 de septiembre. El parlamento alemán lo escuchó invocar la historia del Holocausto y el Muro de Berlín. Ante las cortes españolas mencionó el bombardeo de Guernica. Procura siempre generar la empatía del oyente, que se sienta identificado con Ucrania, explotando el victimismo, para conseguir su objetivo: armas y más armas, y rearme, nada de soluciones pacíficas que no están en el guión del papel que representa.

sábado, 30 de abril de 2022

Algunos descubrimientos aparentemente insignificantes

    1.- Plus ça change, plus c'est la même chose (Cuanto más cambia, más es lo mismo) fue el descubrimiento que Alphonse Karr (1808-1890), periodista y escritor francés, anotó en su revista satírica mensual llamada Les Guêpes (“Las avispas”). 

Alphonse Karr, por Antoine Samuel Adam-Salomon (circa 1876)
 
 Este es el párrafo en el que aparece: Después de tantos trastornos, de cambios, ya era hora de darse cuenta de una cosa: es como en el cabaré; etiqueta verde, etiqueta roja... etc. Se cambia a veces el precio, a veces el tapón, pero siempre se nos da a beber el mismo garrafón: «Cuanto más cambia la cosa, más es lo mismo».

    2.- ¡Nos toman por votos! (O lo que es lo mismo: ¡Nos toman por tontos porque procedemos a la reducción democrática de que un hombre (y una mujer, por supuesto, a estas alturas nadie lo pone ya en duda ni discute) es un voto, y de que, por lo tanto no es nada más que eso: un papel en una urna que no es más que una papelera. Una vez hecho el recuento, los votos van a la papelera, su destino y depósito final. No se puede decir, a la inversa, que un voto sea un hombre. 


 Son muchos los descubrimientos que le debemos a Andrés Rábago, alias el Roto, que todos los días nos regala con alguno de ellos en la prensa diaria. La comparación entre “nos toman por votos” y “nos toman por tontos”, no viene dada sólo por la rima asonante que sugiere que todos los votos son tontos, sino por las muchas acepciones que tiene el verbo “tomar” en castellano, que son según la docta Academia 39, y en concreto por la núm. 13: “Considerar equivocadamente a alguien o algo como lo que no es”, es decir, no sólo es que nos consideran votos, sino que lo hacen erróneamente porque no lo somos, sin olvidar la núm. 23: “Dicho del macho: tomar a la hembra”. Ni la acepción obscena de “tomar por” (el culo).

En la "democracia" de mercado o estatal, la representativa, necesariamente monoteísta o fascista, nos toman por tontos, es decir, por votos; convidados de piedra fantasmales; ausentes, sólo estamos presentes a la hora de emitir nuestro voto en el colegio electoral ya sea presencialmente o sea ya postalmente (pronto vendrá el voto telemático, y si no, al tiempo).

    3.- Victor Klemperer (1881-1960), en su impagable libro: LTI (Lingua Tertii Imperii) La lengua del Tercer Reich: Apuntes de un filólogo, hace la siguiente reflexión: “Pero el lenguaje no sólo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él. ¿Y si la lengua culta se ha formado a partir de elementos tóxicos o se ha convertido en portadora de sustancias tóxicas?  

Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico. Si alguien dice una y otra vez “fanático” en vez de “heroico” y “virtuoso”, creerá finalmente que, en efecto, un fanático es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe.

viernes, 29 de abril de 2022

Marzo nialarzo, abril güeveril, mayo pajarayo.

    Me viene a la memoria la letanía de la nidada o nialada que cantábamos cuando éramos críos y decía, si no recuerdo mal, así: 

 «En marzo, nialarzo; en abril, güeveril; en mayo, pajarayo, y en San Juan, péscalos por el rabo que se echan a volar».

    ¡Con que fuerza y arrojo estos jilgueruelos han roto el cascarón y quieren vivir en este abril! ¡Ay si a nosotros nos trajera la primavera el regalo de unas pocas, sólo unas pocas, de esas ganas de vivir, aunque solo fuera para no dejarnos matar y tenernos que morir sin haber vivido!

jueves, 28 de abril de 2022

La Guerra o La cabalgata de la Discordia

    El periódico anarquista francés L' Égalité publicó en 1889 una novela por entregas hoy totalmente olvidada de un tal Pierre Andreiew, no menos olvidado, titulada El Zar, acompañada de varias ilustraciones alusivas. El pintor autodidacta Henry Rousseau (1844-1910) se apropió de una de estas ilustraciones que era una caricatura de Alejandro III a caballo sobrevolando por encima de un montón de cadáveres desnudos picoteados por cuervos. Debajo de ella figuraba el siguiente texto: Allá por donde pasaba el misterioso caballo negro, se abatía una desgracia, se había cometido un crimen


   Muchos años después de la guerra franco-prusiana de 1870 y de la Comuna de París de 1871, el artista Henry Rousseau, marcado todavía sin duda por estos acontecimientos que había vivido en su juventud, se adueñó de esta imagen hallada en una publicación popular y la modificó ligeramente para su cuadro La Guerra (1894), también conocido como La cabalgata de la Discordia, dándole un colorido especial de tonos terrosos donde predominan los negros y los rojos y ningún color amable, lo que choca bastante en medio de una producción generalmente alegre y festiva como suele ser la paleta de este autor. 

La Guerra o La Cabalgata de la Discordia, Henry Rousseau (1894)
 

    Destacan las nubes rojas y unas tonalidades sombrías. Amante de vegetaciones exuberantes en sus lienzos, aquí nos presenta, sin embargo,  árboles desnudos con ramas rotas, que evocan la muerte omnipresente. Y recoge el motivo de los cuervos picoteando los cadáveres que ya encontrábamos en la ilustración periodística. Quizá su aportación más significativa es la sustitución de la caricatura del zar ruso por una alegoría de la Guerra, quizá la diosa guerrera romana Belona, la antigua Duellona, una divinidad mal definida, que a veces pasa por ser la esposa del dios Marte, y que suele representarse con rasgos horripilantes conduciendo un carro de combate y empuñando una espada, una lanza o una antoncha, adquiriendo la simbología tradicional de las Furias. La figura femenina puede ser también una alegoría de la guerra, porque la palabra “guerre” en francés, como en castellano, portugués e italiano, de origen germánico (werra 'discordia, pelea'), tiene género gramatical femenino. También podría ser una alusión a los cuatro jinetes del Apocalipsis, uno de los cuales, como se sabe, es la Guerra. 

 

Portada de una edición de Los cuatro Jinetes del Apocalipsis de Blasco Ibáñez

    El caballo que monta la Guerra o la Discordia, negro, salvaje y erizado, representa muy bien la brutalidad y mostruosidad de la guerra.  La desnudez de los cadáveres, privados de uniforme militar, impide concretar de qué guerra se trata en particular, por lo que nos hallamos ante la Guerra en general. Los cuerpos desnudos, además, podrían ser también víctimas civiles, y en todo caso representan la indefensión del ser humano ante la violencia desatada.

    Para la exposición del cuadro en 1894, Rousseau redactó el siguiente texto: “Pasa aterradora, dejando por doquier la desesperación, el llanto, la ruina”. Se cree que el personaje central que lleva un pantalón y mira al espectador con una mirada vidriosa podría ser un autorretrato del propio artista. 

        Un dibujo infantil, realizado en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, presenta el mismo motivo de los cuervos carroñeros alimentándose de los cadáveres de las víctimas de la guerra. El niño que realizó el dibujo y que firma Jolivet le hace hablar al cuervo y decir: "¡Ah! No van a quitarme de comer carne después de dos días sin ella".    

miércoles, 27 de abril de 2022

En la Plaza del Pino

En la plaza del pueblo / no hay ningún pino, / aunque todos la llaman / "Plaza del Pino".  

¿Dónde está lo que no hay  / pero que ha sido? / ¿Dónde está tras el nombre / el árbol mismo? 

¿Dónde está, rumoroso  / y alto,  aquel pino / que se alzaba  perenne  / igual que un símbolo?

 Hay un aparcamiento / triste en su sitio / para los automóviles / de los vecinos.

No juegan en la plaza / ya los chiquillos, / ni en los bancos se sientan / los viejecitos

a la sombra del árbol / verde y erguido /  cuando en agosto aprieta / el sol de estío.  

No se posa a su amparo / cantando el mirlo / ni en sus ramas jilgueros / hacen sus nidos.

Sólo queda un recuerdo / para el olvido, / una fúnebre esquela / de árbol caído.