De meteorología y alarma climática:
Las elecciones son siempre un engañabobos porque la mayoría elige siempre lo que está mandado, y el pueblo no quiere elegir gobierno sino que nadie lo gobierne.
De meteorología y alarma climática:
Las elecciones son siempre un engañabobos porque la mayoría elige siempre lo que está mandado, y el pueblo no quiere elegir gobierno sino que nadie lo gobierne.
-Hay que ver. En plena canícula de agosto, y mira cómo salimos a pasear, con el impermeable y el paraguas debajo del brazo por si acaso.
-Y raro es que tú no lleves la mascarilla puesta, Poldo, que tú eras de los que la llevaban por la calle hasta ayer mismo.
-Bueno, parece que ya se acabó la alarma esa... por ahora.
-Bien dices, porque seguro que este otoño vuelven a activarla, que llevamos ya meses sin pincharnos. Pero ahora toca la alarma del calentamiento planetario.
-No te burles, a ver si vas a resultar tú también negacionista del cambio climático.
-No, negacionista yo no soy, Poldo, pero tampoco un afirmacionista que va por ahí largando lo que no hay.
-Pues es que cambio climático tiene que haberlo, porque yo lo que digo, y soy mucho más viejo que tú, Davicín, es que esto no pasaba antes, no, y eso no hay que porfiarlo, porque no lo digo yo, lo dice la Ciencia.
-Será la Televisión, que la Ciencia está muy callada últimamente.
-No hace falta ser científico para darse cuenta de que no es ni medio normal que llueva en agosto, a no ser que haya cambiado el clima, lo que demuestra que hay cambio climático, que existe.
-Existir sí que existe, porque están todo el día hablando de ello por la tele, pero que lo haya es harina de otro costal. Yo no lo tengo tan claro.
-Pues yo sí que me lo creo.
-Bueno, pues al final va a ser una cuestión de fe, Poldo. Pero no es para tanto, que esto son cuatro gotas nada más. Además, siempre ha habido tormentas de verano. Y parece normal que después de unos pocos días de calor de un verano perfectamente normal venga un tiempecillo fresco y algo lluviosillo.
-Pero
llevamos cuatro días ya sin ver el sol, coño, y tampoco llueve en condiciones, que está todo el día morrinando.
-Mira, me estoy acordando yo ahora de unas inundaciones que hubo, cuando volvía yo de Francia...
-Inundaciones ha habido siempre, pero no en agosto.
-Sí, sí, en agosto fueron. No recuerdo de qué año... Pero fue en agosto, de eso estoy seguro, porque había estado yo de vacaciones y volvía a Cantabria, y me pillaron en Bilbao, donde se desbordó la ría... Llovió a mares, y hasta murió bastante gente, creo recordar...
-Sí, recuerdo unas inundaciones que hubo hace mucho también aquí, pero no en agosto...
-Consultemos el aparato que todo lo sabe que traigo en el bolsillo, a ver qué dice... Escucha:“Se cumplen 35 años de las graves inundaciones del 26 de agosto de 1983, que dejaron 34 muertos y pérdidas por valor de 1.200 millones de euros. Había llovido mucho durante toda la semana, pero eso no significaba nada en una ciudad acostumbrada al agua.”
-Hace treinta y cinco años no pudo ser, si fue en el 83. Hará cuarenta, en todo caso, si no me he olvidado de sumar.
-Sí, claro, es que esta noticia es de hace cinco años. Ten en cuenta, amigo Poldo, que estos cacharros tienen demasiada información, la mayoría sin actualizar.
-Ahora me acuerdo yo, que aquí hubo también inundaciones en Ampuero y en Renedo de Piélagos, donde se desbordó el Pas.
-Pues ya ves, Poldo, que esto no es nada, que no pasara antes de vez en cuando. Hay que tener algo de memoria y no amnesia histórica, y no creerse todo lo que cuentan, porque según la televisión y muchos periódicos resulta que julio ha sido el mes más caluroso de toda la historia mundial, y ya no nos acordamos de cómo hizo el verano pasado, que fue muchísimo más caluroso que este.
-Bueno, de alguien hay que hacer caso.
-Pero es que ahora todo el mundo se ha vuelto meteorólogo de la noche a la mañana, como antes virólogos y teólogos de Dios. Y es que, amigo Poldo, si comparamos esto con la pandemia, es exactamente igual: Nos acojonan metiéndonos miedo, y como antes nos metieron el virus, ahora nos meten el cambio climático.
-Hombre, te sacan fotos de pantanos secos, y de desiertos y de termómetros bien soleados que marcan 50º, y de gente que le da un infarto y se muere del golpe de calor...
-Igual que antes con los muertos del virus...Y nos hacen ver lo que no hay: Si antes había enfermos asintomáticos, ahora hay sequía asintomática. O sea que el síntoma de que hay calentamiento es que no hay ningún síntoma de calentamiento, precisamente, y además han bajado las temperaturas. Y te harán creer, en nombre de la Ciencia, como de antes en nombre de Dios, lo que quieran, para luego echarte la culpa por tus emisiones y cobrarte el impuesto revolucionario.
-Bueno, ¿qué podemos decir? A lo mejor poca cosa, que los designios de la climatología, como antaño los de Nuestro Señor, son inextricables para nosotros y el común de los mortales.
-Sí, pero además ya no hay calentamiento global. ¿No has oído tú lo que dice el gerifalte ese de la ONU de que se acabó la era del calentamiento, y ahora entramos en la de la ebullición?
-¿De la qué?
-De la ebullición, del hervor de las ranas en el puchero.
-Pues peor me lo pones, amigo Davicín.
-Peor nos lo quieren poner, amigo Poldo.
En la siguiente
ilustración de la norteamericana Victoria Skye lo que vemos no es verdad, la realidad que estamos viendo es una ilusión óptica. No sólo son
paralelas las franjas verticales, sino también las horizontales,
aunque no lo parecen a simple y primera vista. Las líneas
horizontales torcidas que vemos son rectas y paralelas, como
puede comprobarse entrecerrando los ojos, aunque al volverlos a abrir reaparezca el embeleco. Resulta paradójico que para ver bien y no dejarnos engañar por las apariencias tengamos que cerrar los ojos.
Esto es lo que dice su autora: “¿Las franjas horizontales parecen torcidas? Mira otra vez porque no es así. Son líneas rectas y paralelas. Los diseños se van alternando, y las líneas y los colores se combinan para engañar a tu cerebro”.
La ilustración es una versión azulada de la conocida como “la pared de la cafetería”, popularizada en los años setenta por el neurólogo de la Universidad de Bristol R. Gregory, que la descubrió en el muro de una cafetería de la ciudad.
Al entrecerrar los ojos o al parpadear muy rápido la imagen se ve borrosa y al verse borrosa se pierde el efecto, ya que el engaño -la realidad- solo funciona cuando, paradójicamente, se ven bien los detalles, como nos explica la propia Skye: "Las líneas y colores se difuminan, por lo que no se pueden distinguir los detalles, ángulos, el contraste de colores y las variaciones, por lo que la ilusión desaparece por arte de magia".
La autora ha
confesado: " (...) las ilusiones ópticas
son acertijos visuales para el cerebro. Me fascina la idea de que se
nos pueda engañar tan fácilmente y que no podamos fiarnos de
nuestros propios ojos". Ahí radica el encanto de esta ilusión, en que supone un descubrimiento: no hay que fiarse de las apariencias, lo que implica que no hay que fiarse de la realidad, entretejida como está de apariencias.
Si aun así te cuesta desengañarte, mira esto:
Propongo analizar cuatro helenismos o palabras de origen griego integradas en nuestra lengua culta que comienzan en castellano por “dem(o)-”, derivado de δῆμος “pueblo”, a saber demografía, demoscopia, demagogia y democracia, todas ellas seguidas de un derivado verbal que es, respectivamente, -grafía “descripción”, -scopia “observación”, -agogia “conducción” y -cracia “gobernación”.
Todas tienen como objeto al pueblo, cuya definición pretenden establecer quizá vanamente, dado su carácter indefinido. Ya sabemos que 'pueblo' es muchas cosas: desde ciudad o villa (el pueblo de Madrid), a población de menor categoría opuesta a ciudad (el pueblo de Villadiego), también es el conjunto de personas de un lugar, región o país, es decir, la población o gente que lo puebla. El problema que se plantea en este caso es que no es lo mismo “el pueblo”, en general, que, si añadimos un adjetivo gentilicio particular, “el pueblo vasco”, o “el pueblo español” o “el pueblo japonés”, lo que implica constatar que hay muchos pueblos y hay una jerarquía entre ellos, pues no son equiparables, piénsese por ejemplo en el imperio y emporio de los Estados Unidos de América frente a cualquier república africana.
Pero también pueblo es sinónimo de gente humilde, común y corriente, frente a los poderosos, sin perder de vista que también es sinónimo de país o nación con gobierno propio, es decir, se quiere hacer pasar como sinónimo de Estado. No se puede olvidar tampoco que en eso que llamamos “pueblo”, del latín POPVLVS, se funden desde hace dos mil años por lo menos las dos clases sociales políticas y económicas: los patricios, que eran los padres de la patria, los de arriba, y los plebeyos, los de abajo.
Ya en griego antiguo sucedía algo parecido con la palabra δῆμος, que era por un lado el lugar donde habitaba una comunidad, y por otro las personas que habitaban dicho lugar, sin olvidar el sentido político o jerárquico, donde 'pueblo' se definía por oposición al rey, al tirano o a los gobiernos en general, y en los estados democráticos se refería al conjunto de ciudadanos libres que gobernaban sobre los que no lo eran (esclavos, mujeres y niños); adquiriendo finalmente, por extensión, el significado general de “gente, raza, pueblo”.
La demografía se encarga de hacer un estudio estadístico de una población ya sea sincrónica- o diacrónicamente, pero al hacer dicho estudio reduce lo que es un proceso a un tiempo y a un espacio determinados. Pretende, pues, con la aplicación de la estadística, que viene de estado, definir lo indefinido, reflejar el aumento o la reducción de la población, algo que está sucediendo constantemente, porque unos nacen y otros mueren, de forma que es prácticamente imposible hacer un censo sin que se modifique ipso facto. Es como tomar una fotografía de un vuelo, que implica paralizarlo, congelarlo, detenerlo.

La demoscopia, por su parte, consiste en el sondeo de opiniones, aficiones y comportamientos de la gente. Los demóscopos practican su ciencia no para saber qué opina la gente, cosa que sería imposible en su totalidad por aquello de quot homines tot sententiae, 'cuantos hombres tantas opiniones', sino para que la gente sepa mayoritariamente lo que tiene que opinar. Las encuestas demoscópicas mienten, no porque los encuestados puedan de hecho mentir, que lo hacen a veces, sino porque la opinión de una persona o de un grupo de ellas no puede ser extrapolable ni representativa de la totalidad ni de lo que opinen mil, diez mil, cien mil o un millón de las personas.
La demagogia es el arte, vamos a decir, de ganarse con toda clase de halagos y mentiras el favor popular que suele traducirse en votos; etimológicamente la palabra está emparentada con “pedagogía”: en ambos casos se trata de una ἀγωγή, agogé, una conducción o dirección, lo que implica siempre que hay un conductor o director y, por contraposición, algo distinto que es conducido o dirigido, ya sea el pueblo o ya sea el niño por los dirigentes. Desde Aristóteles la demagogia es la corrupción de la democracia, pero en realidad, la demagogia bien mirada, es la esencia misma de la democracia, como veremos a continuación.
La democracia, según la docta academia, es “el sistema político en el cual la soberanía, es decir, el poder, reside en el pueblo, que lo ejerce directamente o por medio de representantes”, es decir, toma al pueblo como sujeto y oculta lo más evidente, tomarlo también como lo que es: el objeto del gobierno. Una definición menos falsa sería: “Sistema político en el cual el pueblo, bien directamente o bien indirectamente, se gobierna a sí mismo no permitiendo que nadie que no sea él mismo lo gobierne”. Nótese que esto, que es lo más evidente, es lo que se oculta en la definición de democracia “gobierno del pueblo”, dado que es ambigua y puede entenderse de dos formas contradictorias: subjetivamente, tomando al pueblo como sujeto que ejerce el gobierno, y objetivamente, tomando al pueblo como objeto de gobierno, lo que es una contradicción en sus términos, dado que el pueblo se convierte a la vez en gobernante y en gobernado, anulándose la oposición sujeto/objeto, y diluyéndose o más bien ocultándose la idea que no la realidad la cosa del “gobierno”.
Homenaje a la pipa de Magritte:
Antisistema (un clásico del Arcón):
Ciudades inteligentes y del cuarto de hora o de los quince minutos, donde todo está a mano:
Sobre las listas de espera del sistema sanitario (seguridad social); el ejemplo del Gobierno de Cantabria es extrapolable:
Sobre lo que se llamó distancia social o de seguridad, y de cómo los gestos de barrera fomentaban la división de los de abajo contra los de arriba.
Contra la explotación ganadera de las macrogranjas:
Das, was ist, kann nicht wahr sein.
(Ernst Bloch: Philosophische Grundfragen, Frankfurt 1961, pág. 65)
Die Welt ist nicht wahr.
(Ernst Bloch: Geist der Utopie, Frankfurt 1964, pág. 347)
Lo que es no puede ser verdad. El mundo no es verdad.
La realidad no son los hechos, cuya misma
etimología prueba su inexistencia:
que lo hecho hecho está, que ya es historia y es
agua pasada. Terminados, acabados
los hechos, sin embargo, nunca son perfectos.
¿Hay algo definitivamente terminado,
perfectamente, que no precise nuestra fe
en su perfección? No hay hechos, no, que estén al margen
de su interpretación y de la fe que, ciega,
en ellos pongo: la realidad es falsa,
aunque no deje de ser real al mismo tiempo.
Son las palabras las que hacen que las cosas
sean lo que son. Es el lenguaje el dios que crea
la vagarosa noche, fábrica de embelecos
que se difuminan con la clara luz del día:
el mundo, que es mentira y es real al tiempo.
Meme es un anglicismo acuñado, al parecer sobre el modelo del griego mímēma 'cosa que se imita', derivado de mímēsis 'imitación', que la docta academia define en su primera acepción como “rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación”, y en segunda, que es la que aquí más nos interesa y la más extendida, como “imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet”.
El que presento aquí sobre el tema de la esclavitud es una imagen tomada de la red, concretamente un fotograma de la película Ben Hur (1959) de William Wyller, correspondiente a la escena de las galeras en donde aparece en primer plano el actor Charlton Heston. Los galeotes, también llamados forzados, eran los esclavos condenados como el protagonista de la película a remar en las galeras.
La imagen está duplicada con dos textos: Hace dos mil años, corresponde a la imagen superior, y Hoy, a la inferior. Y en la parte inferior se propone un reto a modo de entretenimiento consistente en encontrar una diferencia entre ambas imágenes exactamente iguales.
Viene así el meme a poner en solfa algunas de las creencias o verdades mentirosas establecidas, como por ejemplo, en este caso, la de que la esclavitud fue abolida de la Tierra.
Pero no hay que hablar de los memes. Al igual que los chistes, pierden su gracia cuando se los explica. Es mejor dejar que hablen ellos, y que hagan lo que puedan: quizá hacernos sonreír un poco o dejarnos pensando un rato.
He aquí algunos más: No puedo arrogarme su autoría enteramente. Tampoco está muy claro quién puede ser su autor: suelen ser anónimos. Podría decirse que se hacen populares y que por eso se viralizan a través de internet. Uno se encuentra con uno y piensa que tiene algo de razón, lo modifica, lo adopta y, tomado de la Red, a la Red lo devuelve para que rule por ahí, y haga lo que pueda, si puede hacer algo.
Sobre el calentamiento global o cambio climático:

La mayoría de estos memes son meras
imágenes (dibujos o fotografías) manipuladas o comentadas con algún texto. Algunos son gifs, es decir archivos que se animan mediante la sucesión de varias imágenes. En todos los memes suele tener un papel importante el texto, por lo que puede afirmarse que son combinaciones de imágenes y palabras.
En
la Edad Media surgieron las célebres Danzas de la Muerte, de las que la Danse Macabre
francesa parece ser una de las primeras. La Muerte invita a todos los
nacidos a participar en su baile, desde papas y emperadores hasta pobres
jornaleros. Nadie se salva de ella. Ya lo había dicho Horacio en un
célebre verso: Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres: La pálida muerte llama con igual patada a las chabolas de los pobres y a los palacios de los reyes.
Así
dice, por ejemplo, una copla de una de estas danzas medievales en la que la Muerte justiciera acusa al rey
de tirano, avaro e injusto, invitándolo al baile ("venid para mí") y
dejando bien claro quién es el auténtico monarca de este mundo:
Si cantamos con Nick Cave, Kylie Minogue y amigos esta canción de Bob Dylan -"Not the end"-, estamos negando lo que está mandado que creamos y espantando así el fantasma de la muerte, porque el que canta su mal espanta, y nuestro mal es que a menudo barruntamos que la muerte es el final, la espada de Damoclés que pende sobre nuestras cabezas: not the end, not the end, just remember the death is not the end: No es el fin, no es el fin, recuerda que la muerte no es el fin.