Henry Louis Mencken (1880-1956)
-¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? -Sí, lo juro, pero la verdad se desdice en el acto de decirse y sin querer se vuelve mentirosa.
El empresario, que hoy suele llamarse emprendedor, es un ser socialmente despreciable, capaz a veces de admitirlo pero quejoso siempre de su pésima reputación.
El empresario, cual verdugo de Berlanga, suele disculparse por su trabajo. Cuando logra su objetivo, trata de hacernos creer que el dinero no era su objetivo.
Una de las opiniones más extendidas y aceptadas por la mayoría democrática de nuestra época es la de que todas las opiniones religiosas son dignas de respeto.
Nada hay en las opiniones religiosas, a poco que se ahonde en ellas, que las autorice a ser más respetables y menos cretinas que cualesquiera otras opiniones.
Los modernos teólogos o funcionarios de la fe en su modalidad de crédito que son los economistas avasallan impunemente a las poblaciones sin apenas resistencia.
Pocos teólogos, además de ser poco honestos, saben algo que valga la pena saber, ni siquiera de teología, que es lo suyo y en su moderna versión es la economía.
El mejor gobierno es el que deja en paz a sus súbditos, votantes y contribuyentes, esto es, aquel que pasa prácticamente desapercibido y brilla por su ausencia.
Rara vez un nuevo gobierno es mejor que el anterior, según apuntan casi todos los testimonios históricos. Otro vendrá que bueno me hará, como dice el refranero.
¿Qué diría, si volviera a nacer, Mencken, que constataba no lo difícil sino lo absolutamente imposible que era hace un siglo ya imaginar un mundo sin teléfonos?
En mi niñez el teléfono era raro y como mucho había uno por unidad familiar, hoy cada individuo tiene su aparato y número como prolongación de su personalidad.
La democracia, la más lograda de las formas de gobierno hasta la fecha, siempre mata lo que ama, afirma proteger y justifica su existencia: el pueblo soberano.
No son hombres los que nos gobiernan sino unas leyes, dicen, iguales para todos, pero son hombres los que a fin de cuentas deciden lo que es ley y lo que no.
Para la inmensa mayoría de la gente, lo que no es real, la ficción, como todo el mundo sabe, ejerce infinitamente una mayor fascinación y atracción que lo real.
El capitalismo no está dando sus últimos estertores, como podría creerse a simple vista, sino sufriendo reajustes que, aun pareciendo debilitarlo, lo refuerzan.
La principal enseñanza que se saca de la lectura de los muchos libros que se leen a lo largo de la vida es que muy pocos, poquísimos, merecen la pena de leerse..
Si la enfermedad es el pecado y la salud la virtud, el fin de la medicina debería ser redimir de los pecados contraídos, no evitar que incurramos en el vicio.
Lo que llamamos progreso, según Havelock Ellis*, es la sustitución de una nuisance, o sea molestia, fastidio, perjuicio, inconveniente, por otro inconveniente.
*What we call progress is the exchange of one nuisance for another nuisance (Havelock Ellis).