En la siguiente
ilustración de la norteamericana Victoria Skye lo que vemos no es verdad, la realidad que estamos viendo es una ilusión óptica. No sólo son
paralelas las franjas verticales, sino también las horizontales,
aunque no lo parecen a simple y primera vista. Las líneas
horizontales torcidas que vemos son rectas y paralelas, como
puede comprobarse entrecerrando los ojos, aunque al volverlos a abrir reaparezca el embeleco. Resulta paradójico que para ver bien y no dejarnos engañar por las apariencias tengamos que cerrar los ojos.
Esto es lo que dice su autora: “¿Las franjas horizontales parecen torcidas? Mira otra vez porque no es así. Son líneas rectas y paralelas. Los diseños se van alternando, y las líneas y los colores se combinan para engañar a tu cerebro”.
La ilustración es una versión azulada de la conocida como “la pared de la cafetería”, popularizada en los años setenta por el neurólogo de la Universidad de Bristol R. Gregory, que la descubrió en el muro de una cafetería de la ciudad.
Al entrecerrar los ojos o al parpadear muy rápido la imagen se ve borrosa y al verse borrosa se pierde el efecto, ya que el engaño -la realidad- solo funciona cuando, paradójicamente, se ven bien los detalles, como nos explica la propia Skye: "Las líneas y colores se difuminan, por lo que no se pueden distinguir los detalles, ángulos, el contraste de colores y las variaciones, por lo que la ilusión desaparece por arte de magia".
La autora ha
confesado: " (...) las ilusiones ópticas
son acertijos visuales para el cerebro. Me fascina la idea de que se
nos pueda engañar tan fácilmente y que no podamos fiarnos de
nuestros propios ojos". Ahí radica el encanto de esta ilusión, en que supone un descubrimiento: no hay que fiarse de las apariencias, lo que implica que no hay que fiarse de la realidad, entretejida como está de apariencias.
Si aun así te cuesta desengañarte, mira esto:
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