Todas las noticias del mundo son falsas, no sólo las catalogadas como bulos o fake news por la narrativa oficial, todas, debido a su pretensión de verdaderas.
La serpiente informativa y auténtico culebrón de este verano es, si antes no lo remedia el Cristo Redentor, la combustión espontánea: la nuestra y la del mundo.
Es harto probable que la donación hoy voluntaria en ciertos establecimientos para eliminar nuestra huella personal e individual de carbono se haga obligatoria.
Pese al 'colorín colorado, este cuento se ha acabado', sabíamos que la cosa no iba a acabar así y que nos contarían otros cuentos para así seguirnos engañando.
Gracias a Dios, dicen, tenemos hoy fármacos efectivos que protegen de la gravedad de la enfermedad y de la muerte, si antes no nos enferman ellos y nos matan.
La hipocondría de resfriados en pleno verano que corren a la farmacia a hacerse un test y les da positivo, amplificada por los medios, es un virus contagioso.
Los hipocondríacos no son una minoría, son la mayoría, una mayoría silenciosa, pero, no nos engañemos, dispuesta a volverse pronto muy operativa y muy gritona.
No contentos algunos hipocondríacos con ponerse ellos la mascareta, claman porque nos la pongamos todos otra vez obligatoriamente ante el repunte de los casos.
Agosto da sus últimos coletazos con sus olas de calor extremo y algo que hay por ahí que amenaza la salud mundial, aunque ya no sea una emergencia sanitaria.
La mayoría de las conversaciones que mantenemos con los demás no son diálogos, sino monólogos ante testigos que nos oyen como el que oye llover, indiferentes.
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