viernes, 18 de agosto de 2023

Miseria de la filosofía después de Sócrates

    En el tratado Cuestiones académicas, libro I, 27 de Cicerón, que como filósofo no aportó gran cosa a la filosofía pero que nos transmitió por la vía latina gran parte del legado filosófico griego, se habla de las dos grandes escuelas filosóficas de la antigüedad posteriores a Sócrates, que sirve como punto de inflexión en la historia de la filosofía, dividiéndola en un antes (pre-socráticos) y un después (post-socráticos), al igual que Jesucristo parte en dos la historia universal de la humanidad y el cómputo de los años y los siglos en un antes y un después. Estas dos grandes escuelas fueron los académicos y los peripatéticos, que, aunque con distinto nombre, coincidían en lo fundamental, que es en su raigambre platónica, dado que Aristóteles no deja de ser un heredero de Platón, aunque se aparte de él en muchos aspectos. 


 La escuela de Atenas, Rafael Sanzio (1508-1511)

    (En el fresco de Rafael La escuela de Atenas ambos filósofos ocupan el centro de la escena: Platón señala hacia arriba, al mundo de las ideas, mientras que Aristóteles, más materialista, señala las cosas de aquí abajo). La escuela fundada por Platón era la Academia, que así se llamaba por el nombre del gimnasio donde se reunían y conversaban sus miembros. La que fundó Aristóteles era el Liceo, otro gimnasio donde el estagirita y sus secuaces gozaban de una avenida arbolada que regalaba su sombra al maestro y a sus discípulos durante sus conferencias, por lo que se les denominó peripatéticos, que en griego significa “paseantes”.

    Ambas escuelas, académicos y peripatéticos, afirma Cicerón, fundaron una determinada filosofía sistemática imbuidos de la fecundidad de Platón (sed utrique Platonis ubertate completi certam quandam disciplinae formulam composuerunt), y esta filosofía era en verdad consistente y completa, sistemática diríamos nosotros, (et eam quidem plenam ac refertam), mas abandonaron aquella costumbre socrática de discutir incansablemente acerca de todas las cosas sirviéndose de la duda y sin hacer ninguna afirmación positiva (illam autem Socraticam dubitanter de omnibus rebus et nulla adfirmatione adhibita consuetudinem disserendi reliquerunt). Así se hizo, lo que de ninguna manera Sócrates aprobaba, un cierto tipo de filosofía y un orden de materias y sistema de doctrina. (Ita facta est, quod minime Socrates probabat, ars quaedam philosophiae et rerum ordo et descriptio disciplinae).

    La filosofía postsocrática, según Cicerón, dejó de cuestionarse todas las cosas y de poner en duda la verdad de la realidad,  sin asentar nunca nada positivo como definitivo, como hacía el maestro. Es decir, dicho en pocas palabras, dejó la duda fuera porque en sus sistemáticas doctrinas, que afirmaban cosas como la inmortalidad del alma humana, por ejemplo, de un modo dogmático que no admitía discusión, no cabía la más mínima duda. La duda socrática que consistía según el arpinate (Conversaciones en Túsculo, libro I, XLII) en mantener hasta el límite (tenet ad extremum) aquello suyo (de Sócrates) de no afirmar nada (suum illud, nihil ut adfirmet), no cabía ni en la Academia ni en el Liceo, como no cabe tampoco en las modernas instituciones educativas, en nuestras academias y liceos, en nuestros institutos, universidades y escuelas,  que siguen, muchas de ellas, llevando sin querer los nombres de las viejas escuelas atenienses. 


    A diferencia de Platón y de Aristóteles, Sócrates, según el arpinate, (opere citato I, 16),   discurre de tal manera que él mismo no afirma nada (ita disputat ut nihil adfirmet ipse), refuta a otros (refellat alios), dice que no sabe nada salvo esto mismo, (nihil se scire dicat nisi id ipsum), y que aventaja a los demás por el hecho de que ellos creen saber lo que ignoran (eoque praestare ceteris quod illi quae nesciant scire se putent), mientras que él mismo sólo sabe esto solo, que no sabe nada, (ipse se nihil scire, id unum sciat), y que por esta razón juzga que fue considerado el hombre más sabio de todos por el oráculo de Apolo de Delfos (ob eamque rem se arbitrari ab Apolline omnium sapientissimum esse dictum), porque toda la sabiduría era esto solo, solo esto: no creer que uno sabe lo que ignora (quod haec esset una omnis sapientia, non arbitrari se scire quod nesciat).
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