Ningún viajero: Hay muchos turistas, término que viene del francés “tour”, sí, como el “tour” de Francia, y
que significa “vuelta”: porque el turista es el que hace el trayecto de
ida y vuelta, dando a veces más vueltas que un tonto hasta descubrir un buen día en el mejor de los casos que no va a
ninguna parte, que gira sobre su propio eje como una peonza.
Muchos turistas hay pero ningún viajero, porque el viajero de verdad no
sabe a dónde va, mientras que el turista conoce muy bien el destino que
le han vendido en su agencia de viajes en forma de paquete turístico.
Turistas por doquier, haciéndose autorretratos sonrientes a las puertas de Auschwitz para demostrar a los demás y a sí mismos que ellos también estuvieron en un campo de concentración o, mejor dicho, de exterminio. Las retículas sociales contribuyen a la tendencia ya estereotipada de los turistas de tratar el destino que visitan no como un lugar respetable y vivo, sino, en el mejor de los casos, como un decorado o un telón de fondo para las fotos que ilustran su turística biografía, que no vida, en Instagram y otras plataformas.
Hordas bárbaras: Por si fuera poco, hasta los expertos -peritos en lunas, que diría el poeta Miguel Hernández- insisten en que las hordas turísticas que viajan en aviones de vuelos baratos y cruceros por el Mediterráneo también contribuyen a desatar la ola de calor africano que sufre el sur de Europa este año y el recalentamiento global del planeta, especialmente los países 'cerdos' PIGS (Portugal, Itala, Grecia y Spaña), cuyos movimientos provocan, dicen, “cerca del 5% de las emisiones globales, con una tendencia creciente”.
Turismo excesivo: Pero el exceso turístico no es un problema nuevo. Ya lo era antes de la pandemia. Ahora en la pospandemia ha vuelto por sus fueros, y en todas las partes del mundo los lugareños se quejan de los excesos turísticos, hasta el punto de que hay quien echa de menos los confinamientos anticonstitucionales para librarse de ellos.
Añoranza pandémica: Algunas ciudades europeas como Ámsterdam comienzan a protestar, añorando "la experiencia relativamente corta de paz y tranquilidad" durante los confinamientos pandémicos. El problema es que cuando los turistas desaparecieron como por arte de magia, ciudades como esa de Ámsterdam, o Florencia o Venecia o Barcelona, descubrieron alarmantemente que mermaban sus ingresos económicos y les quedaban pocas alternativas, ya que vivían de la lacra del turismo.
Turismo perturbador: Un turista ha grabado el nombre de su novia en un muro del Coliseo para que perdure como aquel anfiteatro dos mil años por lo menos, lo que no durará su amor que, por muy eterno que sea, no pasará de un par de meses, que es lo que suele durar el amor en verano.
Fuera turistas, bienvenidos inmigrantes: A veces, la retórica europea contra el turismo se hace eco de la xenofobia contra la inmigración. Una frase común es: "Estamos siendo invadidos por invasores extranjeros maleducados que se niegan a adaptarse y que no respetan nuestras costumbres": turista, tú eres terrorista. Pero los lugareños no son mejores.
Turismo de 'calidad': Muchos destinos ahora planean enfocarse en lo que llaman "turismos de qualité" y esto no es más que un eufemismo para personas con alto poder adquisitivo que gastan mucho dinero y dejan sus divisas.
No hay evasión: Desengañémonos, no existe la evasión: lo que hay, y mucha, es invasión. Los problemas van con nosotros, en la mochila, el equipaje de mano o de cabina o en la maleta facturada: viajan con nosotros. Las preocupaciones son como nuestra sombra, por mucho que queramos librarnos de ella, siempre que nos pongamos a tostarnos al sol que más calienta, allí estará, a nuestros pies, constante, como siempre, fiel compañera, nuestra propia sombra… Ya lo dijo Horacio con una economía lingüística insuperable, y además en verso: post equitem sedet atra cura: va en el jinete la negra murria; exactamente galopa a la grupa del caballero, bien aferrada a él, la sombría preocupación: su angustia.
Bendito aburrimiento.
- Dice el anuncio de una agencia de viajes o mejor dicho, de destinos turísticos, dado que ya no hay viajes: “Quedarse en casa no es
divertido. Escápate”. Y yo me pregunto: ¿Quién nos
manda divertirnos? ¿Por qué tenemos que divertirnos? ¿Qué hay de
malo no ya en aburrirse sino en no divertirse? ¿Acaso el que vaya a
escaparse va a evadirse de sí mismo y de sus problemas? ¿No se
escapará sólo de su casa? Está claro que la aludida agencia mercantil quiere que nos escapemos so pretexto de divertirnos porque, si
nos quedamos en casa, ella no hace negocio a costa de nuestro
aburrimiento, bendito sea. Bergamín nos ha regalado este precioso aforismo: "El aburrimiento de la ostra produce perlas".
Agosto se va de vacaciones. Pero en este país en el mes de agosto no está en su sitio ni Dios: todo el mundo se va de veraneo al mar, a la montaña, al pueblo, a donde sea huyendo de sus responsabilidades. Pero no es una huida irresponsable, qué más quisiéramos, sino todo lo contrario: es una huida programada y favorecida desde arriba por el Estado y/o el Capital -tanto monta- para someternos, como siempre, a los que andamos por aquí abajo y a veces nos dejamos engañar con el espejismo vacacional, ese perverso invento del gobierno, al igual que con el espejismo del fin de semana, mero pretexto para que la semana, que no se acaba nunca de verdad porque nunca deja de girar y no tiene fin -la expresión fin de semana, finde o week-end es un engaño-, vuelva a empezar otra vez.
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